miércoles, 17 de diciembre de 2008

MANIFIESTO. KARL VON ECKARTSHAUSEN


Hijos de la Verdad, no hay más que una Orden, una Fraternidad, una asociación de hombres unidos para adquirir la iluminación. De este centro, los malentendidos han hecho surgir innumerables órdenes; todos vuelven de la multiplicidad de opiniones hacia una verdad única y hacia la verdadera asociación de aquellos que son capaces de recibir la luz de la Comunidad de los Elegidos.
Esta Comunidad de luz existe desde el primer día de la creación del mundo y su duración se extenderá hasta el último día de los tiempos. Ella es la sociedad de los elegidos que conocen la luz en las tinieblas y la separan en lo que ella tiene de propio.
Esta comunidad posee una Escuela, en la que aquellos que tienen sed de conocimiento son instruidos por el propio Espíritu de Sabiduría; todos los misterios de Dios y de la naturaleza se conservan allí para los niños de la luz. El perfecto conocimiento de Dios, la naturaleza y la humanidad son los objetivos de la instrucción de esta Escuela. Desde aquí penetra toda verdad en el mundo; era la escuela de los profetas y de todos los que buscan la Sabiduría; y sólo en esta comunidad se encuentra la verdad y la explicación de todos los misterios. Es la comunidad más escondida de todas y no obstante posee miembros venidos de muchas órdenes, tal es esta Escuela.
Este Santuario, compuesto de miembros dispersos, pero ligados por lazos de unión y de amor perfectos, se ha consagrado desde los tiempos más antiguos a la construcción del Gran Templo de la regeneración de la Humanidad, por el cual el Reino de Dios sería manifestado. Esta sociedad está en comunión mental con aquellos que son más capaces de alcanzar la luz, es decir, los Elegidos.
La Iglesia Interior nació justo después de la caída del hombre, y recibió de Dios inmediatamente la revelación de los medios por los cuales la especie humana caída será reintegrada en su dignidad y liberada de su miseria. Este Santuario recibió desde el principio la tarea de toda revelación y todo misterio así como la Clave de la verdadera ciencia, tanto divina como natural.
Pero cuando los hombres se multiplicaron, la ligereza y la debilidad del hombre necesitaron una sociedad externa que veló la sociedad interna y disimuló en la letra al espíritu y a la verdad. La masa del pueblo no era capaz de comprender esta verdad interior y hubiera sido un error confiar a esta gente incapaz lo más sagrado. Por eso, las verdades interiores fueron recubiertas por ceremonias externas y visibles, a fin de que los hombres, por la percepción de lo externo que es símbolo de lo interno, puedan acercarse progresivamente a las verdades espirituales internas.
Pero el depósito sagrado ha sido siempre confiado al hombre más capaz en cada época de recibir la iluminación y que se convirtió en el único guardián de la Verdad Original como Gran Padre del Santuario.
Esta comunidad interna de la luz es la reunión de todos aquellos que son capaces de recibir la luz y escogidos para recibirla; es conocida con el nombre de Comunión de los Santos. El depósito original de todo poder y de toda verdad le ha sido confiado siempre a ella sola; dice San Pablo que sólo ella está en posesión de la ciencia de los Santos. Por ella han sido formados los representantes de Dios en todas las eras, que pasan de lo interno a lo externo para comunicar el espíritu y la vida a la letra muerta.
Esta comunidad de la luz ha sido, a través de las eras, la verdadera escuela de la mente de Dios y como tal, es su Cátedra, su Doctor, posee un libro en el cual sus discípulos estudian las formas y los objetos y también un método según el cual estudian. Tiene también grados sucesivos de desenvolvimiento hasta los Grados superiores.
Esta escuela de sabiduría ha estado siempre oculta al mundo, porque es invisible y no puede estar sometida más que al Gobierno Divino. Nunca ha estado expuesta a los desgastes del tiempo y a la debilidad del hombre, porque sólo los .más capaces son elegidos para servirla y el espíritu que les escoge no puede padecer ninguna decepción.
Por esta escuela fueron desenvueltos los gérmenes de todas las ciencias sublimes que fueron recibidas al principio por las escuelas externas y después revestidas con otras formas en las cuales finalmente degeneraron a veces. Esta sociedad de sabios comunicó, según el tiempo y las circunstancias, a las comunidades externas sus jeroglíficos simbólicos, a fin de acercar al hombre de lo externo a las grandes verdades de lo interno.
Pero todas las sociedades externas subsisten en la medida en que esta sociedad interna les comunica su espíritu. Cuando alguna quiere ser independiente y transformar un templo de sabiduría en edificio político, la sociedad interna se retira, dejando tras ella nada más que letras muertas. Es así como las escuelas externas y secretas de sabiduría no eran nada más que velos jeroglíficos, quedando la verdad en el santuario a fin de no ser profanada.
En esta sociedad interna el hombre encuentra la sabiduría y con ella el Todo; no la sabiduría de este mundo, que no es más que un conocimiento científico girando alrededor de los externo sin alcanzar jamás el centro, sino la verdadera sabiduría y a los hombres que la obedecen.
Todas las disputas, controversias, todo lo que desenvuelve la falsa prudencia del mundo, las discusiones estériles, los gérmenes de opiniones inútiles que siembran la discordia, todos los errores, los cismas y sistemas son desterrados. Allí no se conoce la calumnia, ni el escándalo. Cada hombre es honrado. El espíritu satírico que busca diversión a costa de los demás es desconocido, Sólo reina el amor.
El monstruo de la calumnia jamás levanta su cabeza de serpiente entre los hijos de la sabiduría; la estima común reina exclusivamente; aquí no se observan las faltas del prójimo; aquí no se hacen amargos reproches a los defectos; caritativamente, el viajero es conducido por el camino de la verdad. Se busca persuadir y tocar el corazón de los que se equivocan, dejando el castigo a los Señores de la Luz.
La pobreza y la debilidad están protegidas; cada cual se regocija con cada progreso realizado y cada dignidad adquirida por el hombre.
Ninguno se ha elevado por encima de los demás gracias a la fortuna o el don de la suerte; aquél que se considera el más feliz es el que tiene la posibilidad de hacer el bien a sus hermanos; y todos estos hombres, unidos en el espíritu del amor a la verdad, constituyen la Iglesia Invisible, la sociedad del Reino Interior del que Dios es el único Jefe.
No obstante, no debemos imaginar que esta sociedad se parezca a una orden secreta, que se reúne en un tiempo concreto para escoger a sus jefes y a sus miembros, unidos por objetivos especiales. Todas las asociaciones, sean las que sean, no provienen sino de esta comunidad interna de sabiduría, que ignora todas las formalidades inherentes a los círculos externos constituidos por el hombre. En el reino de las fuerzas, todas las formas exteriores desaparecen.
Dios mismo es el Poder omnipresente. El mejor hombre de la época, el propio Jefe, no conoce a todos los miembros, pero en cuanto la voluntad de Dios es que se reúnan, éstos se encuentran infaliblemente en el mundo y están listos para trabajar en la realización de la tarea que les sea asignada.
Esta comunidad no tiene velos externos. Aquél que es elegido para actuar ante Dios es el Primero; se muestra a los demás sin presunción y es recibido por ellos sin envidia.
Si es necesario que algunos miembros verdaderos se encuentren, lo harán y se reconocerán con toda certeza. No se utiliza ningún disfraz, ni la hipocresía ni el simulacro pueden ocultar las características cualidades de esta sociedad, porque es auténtica. Toda ilusión ha desaparecido y las cosas aparecen en su forma real.
Ningún miembro puede escoger a otro, la elección debe ser unánime. Todos los hombres son llamados, los llamados pueden ser escogidos si son aptos para entrar en la comunidad.
Cada cual puede aspirar a entrar en ella, y todo hombre que forma parte de ella puede enseñar a los demás cómo buscarla y ser admitido; pero sólo quien haya logrado la suficiente madurez puede penetrar en el interior. Los hombres insuficientemente preparados suscitan el desorden en las comunidades y el desorden es incompatible con el Santuario. Este rechaza todo lo que no sea homogéneo. La inteligencia de este mundo busca en vano este Santuario, también son vanos los esfuerzos de la malevolencia, aunque haga lo imposible por penetrar estos grandes misterios; todo resulta indescifrable para quien no está listo, no puede ver ni leer nada de lo que se encuentra en el interior.
Aquél que ha llegado a la madurez se suma a la cadena quizá cuando menos lo espere y a un eslabón del que nada sospechaba. La búsqueda de esta madurez es la meta del esfuerzo de quien ama la sabiduría.
Pero hay métodos que permiten adquirir esta madurez, ya que la Santa Comunión es el depósito original de la más antigua ciencia del género humano, además de los primeros misterios de toda ciencia. Ella es la única y verdadera Comunidad de la Luz en posesión de la llave de todos los misterios y en conocimiento de la íntima verdad de la naturaleza y de la creación.
Es una sociedad que une a sus propios poderes los poderes superiores, y comprende a miembros de más de un mundo. Es una sociedad cuyos miembros forman una república teocrática que llegará a ser algún día la Madre Regente del Mundo Entero.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Para leer y meditar a cerca de "La nube sobre el santuario" de nuestro Ven.'.Maes.'. Karl von Eckartshausen


El Señor
No conquista por las armas
Sino por el poder
Y la fuerza del espíritu.


“Si oculus tuus fuerit simplex totum corpum tuum lucidum erit” (Lc 11, 34).
El ojo interior del hombre es la razón, “potentia hominis intellectiva mens”.

Si este ojo interior es iluminado por la luz divina, él es, entonces, el verdadero sol interior por el que conocemos todos los objetos.

El ojo interior del hombre es la razón, “potentia hominis intellectiva mens”. Si este ojo interior es iluminado por la luz divina, él es, entonces, el Verdadero sol interior por el que conocemos todos los objetos.
En tanto que la luz divina no ilumina este ojo, nuestro interior vive en las tinieblas. La aurora de nuestro interior comienza cuando esta luz se levanta. Este sol del alma ilumina nuestro mundo intelectual, como el sol exterior ilumina el mundo exterior.
Así como, a la salida del sol exterior, los objetos del mundo sensible se nos vuelven poco a poco visibles; a la salida del sol espiritual o razonable llegan a nuestro conocimiento.
Así como la luz exterior nos ilumina por el camino de nuestra peregrinación, la luz interior nos ilumina por el camino de la salvación. Pero, así como el ojo exterior del hombre está expuesto a diferentes peligros, el ojo interior también lo está.
Este ojo interior debe conservarse sano, puro e inalterable: entonces puede elevarse, como el ojo exterior hacia el cielo; y, del mismo modo que el ojo exterior puede mirar el firmamento, las estrellas y el sol, también el ojo interior puede ver todo el cielo, a los ángeles y a Dios mismo. “Signatum est super nos lumen vultus tui” (Ps 4).
“Ostendam omne bonum tibi” (Ex VI, 33).
¡Qué gran destino tiene el hombre interior!
Su espíritu puede elevarse hasta los ángeles y las inteligencias supraangélicas, puede acercarse al trono de la divinidad y ver, en sí mismo, todas las magnificencias del mundo divino, espiritual y físico; “averte oculum tuum, ne videat vanitatem.”
Retira tu alma, tu ojo interior, de todo lo que no sea Dios, ciérralo a la noche del error y del prejuicio, y no lo abras más que al Sol del mundo espiritual.
Este Sol espiritual es Jesucristo. Pues, así como el sol exterior posee luz y calor, y lo vuelve todo visible y fructificante; este Sol interior lo hace todo susceptible de ser conocido en el espíritu y activo en el corazón; ya que la sabiduría y el amor son sus fuerzas, y la razón y la voluntad del hombre, sus órganos. Llena las fuerzas con la sabiduría y la voluntad con el amor.

DESARROLLO DE LAS FUERZAS HUMANAS

Cuantos más órganos tiene un cuerpo para la recepción, desarrollo y propagación de diversas influencias, más rica y perfecta es su existencia, pues hay más capacidad vital.
Hay algunas fuerzas que duermen en nosotros para las que no tenemos órganos y que, por consiguiente, no pueden actuar.
Estas fuerzas durmientes pueden ser despertadas, es decir, que podemos organizarnos de modo que estas fuerzas se vuelvan activas en nosotros.
Un órgano es una forma en la que actúa una fuerza. Las partes en que consta toda forma están orientadas de acuerdo a esta fuerza actuante.
Organizarse para la acción de una fuerza significa, simplemente, dar a las partes una forma o situación tal que la fuerza pueda actuar en ellas... Esto quiere decir estar organizado.
Ahora bien, del mismo modo que para un hombre sin ojos la luz no existe en realidad, mientras que los que tienen este órgano gozan de ella; así, muchos hombres no pueden gozar de lo que otros sí pueden. O sea, que un hombre puede estar organizado de tal modo que sienta, oiga, saboree y vea cosas que otro no puede sentir, oír, saborear ni ver, porque le falta este órgano.
En este caso, todas las explicaciones serían inútiles, pues uno mezclaría siempre las ideas recibidas a través de su órgano particular con las ideas del otro; sólo podría saborear y comprender algo en la medida que se pusiera en contacto con sus propias sensaciones.
Del mismo modo que recibimos todas nuestras ideas a través de los sentidos y que todas las operaciones de nuestra razón son abstracciones de impresiones sensibles, existen muchas cosas de las que no nos podemos hacer una idea, porque aún no conocemos su sensación. Sólo aquello para lo que tenemos un órgano se vuelve sensible para nosotros.

Por ello, parece quedar demostrado que los hombres organizados para el desarrollo de las fuerzas superiores, no pueden dar a los otros hombres ninguna idea, ni oscura, de la verdad superior.
Así pues, todos nuestros escritos y discusiones sirven de poco. Los hombres deben, primeramente, organizarse para la verdad.
Aunque escribiéramos para los ciegos folios enteros sobre la luz, estos no la verían mejor. Debe dárseles, en primer lugar, el órgano para saborear la verdad.
Ahora, la pregunta es: ¿En qué consiste el órgano de percepción de la verdad? ¿Qué es la capacidad de verdad en el hombre?
Respondo: Es la simplicidad del corazón. Pues la simplicidad sitúa al corazón en una posición adecuada para recibir con pureza el rayo de la razón; y éste organiza el corazón para recibir la Luz.


L.V.X.
M.L. Kalihel

lunes, 8 de diciembre de 2008

A Modo de Prólogo. Catecismo de la Química Superior. Karl von Eckartshausen.



A MODO DE PRÓLOGO (archivo 1º)


Por un adorador de la religión
y de la naturaleza,
Para aquellos que son capaces de la Luz.



“Aquel que conoce y posee la luz de la tierra santa
ya no se agota, ni estudia, ni habla, comunica con
el cielo y enseña al mundo con su ejemplo”

LOUIS CATTIAUX


El Catecismo de la Química Superior de Karl von Eckarshausen fue publicado en 1819 como apéndice a una de sus obras más importantes. De las fuerzas mágicas de la naturaleza*(1). Su autor lo presentaba como la “traducción libre de un manuscrito egipcio escrito en la lengua copta”, siguiendo así la “egiptomanía” de la época, que gustaba de atribuir orígenes egipcios tanto a la masonería*(2) como a la alquimia*(3). Numerosos lectores de De las fuerzas mágicas de la naturaleza y de La nube sobre el santuario nos han solicitado una traducción de esta joyita olvidada del esoterismo cristiano. La presente edición responde a esta demanda.
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*(1). Hay traducción española de este extraordinario texto en La puerta (magia), Ed. Obelisco, Barcelona, 1993.
*(2). Como, por ejemplo, otro catecismo alquímico, en forma de ritual masónico, L’Etoile Flamboyante, del barón de Tschoudy.
*(3). Véanse a este respecto las obras del dominico Dom Pernety, Les Fables Egyptennes et Grecques Dévoilées et Réduites au Même Principe avec une Explication des Hiéroglyphes, París, Bauche, 1758 y su Dictionnaire Mito-hermétique dans lequel on trouve les allégories fabuleuses des poètes, les métaphores, les énigmes et les termes barbares des philosophes hermétiques expliqués. A París, Chez Bauche, Libraire à Sainte Geneviève & à S. Jean dans le Désert, 1758.
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El Catecismo se presenta efectivamente como una instrucción alquímica*(4), pero nuestro autor no es un alquimista corriente ni su idea de la alquimia es la más habitual. Como se deduce de su obra más famosa, La nube sobre el Santuario*(5), es un alquimista cristiano, a pesar de que no coincide siempre en sus concepciones con los alquimistas cristianos*(6) que le precedieron: es mucho más original. En sus Ensayos Químicos (Chemische Versuche) dice claramente que “El oro que hay que buscar es la Verdad, la plata que hay que desear es la Sabiduría y la Piedra Filosofal, el conocimiento de nuestra nada y de la omnipotencia de Dios en las profundidades de la naturaleza”. Si bien es cierto que ha leído y conoce bien los escritos de los alquimistas tradicionales*(7), su idea del Gran Arte difiere considerablemente de la de éstos. Para él todos los metales son “fósforo coagulado”, y el mismo Sol es fósforo*(8).
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*(4). Karl von Eckartshausen también nos ha dejado un peculiar tratado alquímico, Chemische Versuche (1801), en el que expone sus curiosas teorías.
*(5). Obra publicada en la colección de Ed. Obelisco, en traducción de Joan Mateu i Rotger, y que será utilizada en nuestro prólogo y en nuestras notas.
*(6). Pensamos, por ejemplo, en Pierre Jean Fabre y su Alchimista christianus (1632) o en Nicolás Melchior Cibenensis y su Proceso químico en forma de Misa, manuscrito del siglo XVI.
*(7). Von Eckartshausen cita en sus obras a Sinesius, Hermes, Digby o Paracelso pero, curiosamente, su concepción de la alquimia se acerca más a la de Jacob Boehme o Johan Georg Cichtel, autores a los que, en realidad, no conoce demasiado bien.
*(8). Señalaremos que nuestro autor no se refiere forzosamente al elemento químico que actualmente conocemos como fósforo, sino que se apoya en la etimología de este término: “potador de Luz”.
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En La nube sobre el santuario, von Eckartshausen insiste en la persona de Cristo, Sol espiritual, como enviado del Padre para dar a conocer a los hombres el medio de la Regeneración, el misterio del Hombre nuevo que se opera por la apertura del Sensorium. Su concepción de Jesucristo, harto distinta de la visión historiocista y literalista al uso, lo acerca a la Lapis alquímica. Para algunos autores ocultistas, el versículo de Mateo XVI-18 que dice “tú eres Pedro y sobre esa piedra edificaré mi Iglesia”, se refiere a la Iglesia exterior, de piedra, pero las palabras verdaderas de Jesús habrían sido “Yo soy la Piedra, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”, aludiendo a la Piedra Filosofal. Lamentablemente no disponemos de documentación que ampare esta idea, aunque es cierto que circuló ampliamente, sobre todo entre los alquimistas y los cabalistas cristianos y, más tarde, en círculos ocultistas.
Para von Eckartshausen todo es Luz, más o menos oscurecida. Ésta se halla particularmente presente en el Sol, el oro, el vino y el hombre. En una carta a una discípula, escribía: “Puede estar persuadida, Señora, de que la Luz es el único elemento del que proviene todo lo que existe. Saber concentrar esta Luz, hacerla fija por medio de su Azufre y su Mercurio es saber hacer Oro, es saber hacer Luz fluida y potable, es el secreto de la medicina universal”. Poco podemos añadir a estas palabras, excepto otras, pronunciadas en arameo hace más de dos mil años, y que se han convertido en un latinajo célebre: Qui potest capere capiat.
Para ser sensibles a la Luz necesitamos un sentido espiritual que nos permita percibir los objetos espirituales tal como nuestros sentidos físicos perciben los objetos exteriores. Es lo que von Eckartshausen ha denominado Sensorium.
El tema del Sensorium es sin duda uno de los más apasionantes en la obra de nuestro autor y, de algún modo, el objetivo de un catecismo alquímico como el que presentamos consiste, precisamente, en “abrir el Sensorium”. Como los libros sagrados, como las iniciaciones, este tipo de catecismo no va dirigido “al hombre de los sentidos”, o sea, al hombre caído, sino a lo que von Eckartshausen denomina “el hombre espiritual interior”(9). Este Sensorium está cerrado en la mayoría de los hombres que juzgan las realidades metafísicas como un ciego juzgaría los colores o un sordo los sonidos. Si bien todos disponemos de él, una materia grosera lo envuelve y, por decirlo de algún modo, lo “incomunica” con lo superior. Desarrollar el Sensorium es, para nuestro autor “la verdadera edificación del Templo”. Como ocurre con otros autores alquímicos cristianos, von Eckartshausen interpreta desde un punto de vista hermético las enseñanzas cristianas, concretamente las católicas*(10), y nos descubre un cristianismo que es más que una moral: es una verdadera ciencia que nos enseña a restablecer la comunicación con lo divino, a salir de la prisión de este mundo. El camino de salida, que él llama “el camino de la Felicidad”*(11), es la búsqueda de Jesucristo que el corazón ha de recibir para transformarse en un verdadero templo en el que nos enseñará todo lo que deseamos saber*(12).
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*(9). Véase La nube sobre el santuario, trad. de Joan Mateu Rotger, Ed. Obelisco, Barcelona, 2004, pág. 31.
*(10). Esto lo vemos, por ejemplo, en su particular versión del Padrenuestro y del Avemaría que aparecen en el capítulo IV de esta obrita.
*(11). Véase La nube sobre el santuario, trad. de Joan Mateu Rotger, Ed. Obelisco, Barcelona, 2004, pág. 108.
*(12). Véase La nube sobre el santuario, trad. de Joan Mateu Rotger, Ed. Obelisco, Barcelona, 2004. pág. 110.
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La Rosa y la Cruz

“Porque tu rocío es un rocío de luz.”
ISAÍAS XXVI-19

“Buscad la luz de las palabras de vida en vez de
contentaros de su vestimenta de sombra.”
LOUIS CATTIAUX


En su obra Verschiedenes zum Unterricht (1791) nuestro autor explica que Adán en el Paraíso “poseía la lengua de luz por medio la cual podía pronunciar el Nombre de la divinidad”*(13). Cuando comió del fruto del árbol, un fruto mezclado que contenía un principio bueno o incorruptible y un principio malo y corruptible, fue expulsado del Paraíso. Esta lengua de luz, una especie de “idioma universal”, degeneraría y se convertiría en los 70 idiomas de los que nos habla la Biblia: la letra Alef, símbolo de la Unidad daría paso a la Ayin, símbolo de la multiplicidad, cuyo valor numérico es 70. Esto queda reflejado en el hecho que Adán pierde sus vestiduras de luz, —Or, escrito con Alef—, para cubrirse de vestiduras de piel –Or escrito con Ayin—.
La historia del exilio adámico es harto similar a la de Lucius, el protagonista de Las Metamorfosis o el asno de oro de Apuleyo, sólo que muy pocos autores nos explican que, al igual que Lucius, nuestro primer padre o lo que de él queda en nosotros, podría remediar su estado bestial comiendo una rosa. Los humanos podemos regresar al estado de pureza de Adán y Eva por medio de un medicamento. Este medicamento, la medicina universalis alquímica, es lo que simboliza la famosa rosa de la rosa+cruz. El camino que conduce a ella, un camino largo y lleno de dificultades, es la cruz, como sugiere el famoso adagio per crucem ad rosam.
La relación entre la rosa o, mejor dicho, el olor de la rosa y el vestido de luz, ya aparece en el Zohar*(14) cuando se hace referencia a la bendición de Jacob por parte de su padre, Abraham. Recordemos que cuando el protagonista del Asno de oro consigue por fin comer una rosa, le es entregado un manto con el que cubrir su desnudez reencontrada. Se trata del mismo símbolo que el del árbol de la vida, a propósito del cual El libro de Henoch*(15) nos dice: “[El Árbol de la Vida] exhala un olor por encima de cualquier perfume, y sus hojas, sus flores y su madera no se secan jamás, su fruto es hermoso y se parece a los racimos de la palmera”. Este árbol de vida es para nuestro autor una de “las ocho felicidades químicas”, como veremos en este libro.
En más de una ocasión, von Eckartshausen nos recuerda a otro hermetista, el enigmático Douzetemps, autor de una de las obras de alquimia cristiana más importantes: El misterio de la Cruz*(16). Nuestro autor escribe*(17) que “el signo del adherido a la Luz” es la Cruz, que define como “el gran símbolo de la fuerza de disociación, de la separación de lo puro y de lo impuro, de lo perfecto y lo imperfecto”. Por su parte, Douzetemps afirma que, “la cruz es el carácter de los elegidos y la llave del cielo”, y que “no hay puerta ni portal que ella no abra, es el disolvente universal…”*(18).
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*(13). Esta “lengua” o “idioma” de luz correspondería también al objetivo final de la Masonería. No olvidemos que, como escribía Oswald Wirth, “Alegóricamente la francmasonería aspiraba a remediar la confusión de los idiomas que dispersó a los constructores de la torre de Babel”.
*(14). Véase el Zohar, 142 b.
*(15). El libro de Henoch, Ed. Obelisco. Barcelona, 2003, pág. 42.
*(16). Douzetemps, Le Mystère de la Croix (1732), reed., Londres, 1859.
*(17). Véase el Exordio de este libro.
*(18). Douzetemps, Le Mystère de la Croix (1732), reed., Londres, 1859, pág. 114.
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Von Eckartshausen, en sus Ensayos Químicos, llama también a la cruz Mercurius Philosophorum, “Mercurio de los Filósofos”, y lo equipara al Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola.

Esta Cruz recibe también el nombre de “Rocío cocido” de los Sabios y es “lo que permite purificar lo impuro y revivificar lo que está muerto”*(19). Como podemos leer en el Dictionnaire des Arts et des Sciences*(20), los hermanos de la Rosa+Cruz recibían el nombre de “Frères de la Rosée cuite”. Para nuestro autor, el arquetipo del alquimista es precisamente el sacerdote. En La nube sobre el santuario*(21) escribe: “Un sacerdote es un separador de la naturaleza pura de la impura, un separador de la sustancia que lo contiene todo, de la materia destructible que ocasiona el dolor y la miseria. El sacrificio o lo que ha sido separado, consiste en el pan y en el vino”.
“Pan significa literalmente, la sustancia que lo contiene todo; y vino, la sustancia que lo vivifica todo. Así, un sacerdote, según el orden de Melquisedeq, es aquel que sabe separar la sustancia que lo contiene y vivifica todo de la materia impura, y que la sabe emplear como verdadero medio de reconciliación y reunión para la humanidad caída, a fin de comunicarle la verdadera dignidad real o el poder sobre la naturaleza y la dignidad sacerdotal o el poder de unirse por la Gracia a los mundos superiores. En estas pocas palabras está contenido todo el misterio del Sacerdocio de Dios y la labor que tiene como objetivo el sacedote.”
Para nuestro autor, estos sacerdotes se han ido sucediendo en secreto desde los tiempos bíblicos formando una cadena ininterrumpida. Son seres capaces de recibir la luz y de transmitirla a aquellos que están preparados, y que forman una iglesia interior única alejada del mundanal ruido y de los cismas de las múltiples iglesias exteriores.
No se trata de una sociedad secreta, aunque sus miembros conozcan mejor que nadie los símbolos y las iniciaciones; es una religión interior y experimental que sólo se puede sentir y que es inexpresable con palabras cuyo fin más elevado es la unión con aquel que dijo “éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre”. Es la alquimia cristiana cuyo símbolo por excelencia es la cruz.
Ya Fulcanelli*(22) señaló que “la cruz es el jeroglífico alquímico del crisol (creuset)”, al que se llamaba antiguamente (en francés) cruzoz, crucible y croiset (según Ducange, en el latín de la decadencia, crucibulum, “crisol”, tenía por raíz crux, crucis, “cruz”). Para el alquimista cristiano, la materia prima sufre una verdadera Pasión en el crisol donde muere para resucitar después. Esto ha quedado en el imaginario colectivo en conocidos refranes como “llevar su cruz”, “sufrir un calvario” o “pasar por el crisol de la existencia”, como también nos explica Fulcanelli. El verbo cruzar, que también tiene el sentido de “atravesar”, es harto preciso para explicar lo que venimos a hacer a este mundo*(23). Del verbo Laabor, que en hebreo significa “cruzar”, “atravesar”, “traspasar” se pueden extraer muchas enseñanzas. De esta raíz proviene la palabra “hebreo”, que literalmente significa “el que ha dado el paso”. Al patriarca Abraham se le llamaba “el hebreo” porque era descendiente de Eber, pero en realidad lo era porque había dado este famoso paso. Las enseñanzas del autor de este Catecismo, meditadas en lo más profundo de nuestro corazón, nos pueden ayudar a dar el paso difícil.
Juli Peradejordi
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*(19). Véase La nube sobre el santuario, trad. de Joan Mateu Rotger, Ed. Obelisco, Barcelona, 2004, pág. 97.
*(20). Véase Corneille, Thomas, Dictionnaire des Arts et des Sciences, 2 vols., París, Veuve Cignard, 1694.
*(21). Véase La nube sobre el santuario, trad. de Joan Mateu Rotger, Ed. Obelisco, Barcelona, 2004, pág. 100.
*(22). Véase Fulcanelli, El misterio de las catedrales, trad. de J. Ferrer Aleu, Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1967, pág 67.
*(23). Véase El Evangelio según Tomás, Ed. Obelisco, 3ª edición, Barcelona, 2006, log. 42.

Exhordio. Catecismo de la Química Superior. Eckartshausen



KARL VON ECKARTSHAUSEN


CATECISMO DE LA QUÍMICA SUPERIOR


EXHORDIO (archivo 2º)



PREGUNTA: ¿Quién eres?
RESPUESTA: Soy un hombre que conoce la Luz y se adhiere a ésta*(1).

P: ¿Quién es un hombre así?
R: Es aquel que, después de haber reconocido la luz, iluminado por ésta, se le adhiere totalmente; es aquel que sabe y que practica todo lo que la antiquísima y auténtica comunidad de la Luz*(2) ha sabido y practicado siempre, esté o no escrito en el Libro de la Luz.

P: ¿Por qué signo se reconoce a un adherido de la Luz?
R: Se le reconoce en que sabe reconocer el signo de la cruz en la naturaleza*(3), el gran símbolo de la fuerza de la disociación, de la separación de lo puro de lo impuro, de lo perfecto de lo imperfecto; en que evita todo trabajo no auténtico, así como los errores que rechazan unánimemente los verdaderos maestros de la auténtica Comunidad de la Luz.

P: ¿Cómo se designa un adherido a la Luz?
R: Se designa con el gran signo de la gran cruz de la naturaleza (+), con el signo de la gran fuerza de disociación. Todo lo que dice o emprende lo hace en el nombre o según los atributos del fuego, de la luz y del espíritu, y así lo conduce todo hacia su Amén, o sea, hacia su consumación.

P: ¿Cuántos capítulos hay, y ha de conocer cada adherido a la Luz, en la comunidad auténtica de la Luz?
R: Hay cinco. El primero de ellos se refiere a la verdadera convicción y a la fe, o sea, la adhesión a la luz. El segundo, a los siete medios para obtener la luz; el tercero, a los diez mandamientos de la luz. El cuarto, al conocimiento de la fuerza creadora que actúa, y de la forma pura que recibe. El quinto a la ciencia de la separación de la luz.
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*(1). A la pregunta metafísica por excelencia “¿Quién eres?”, nuestro autor ofrece una curiosa respuesta: es alguien que ha conocido la Luz y se ha “adherido” a ella. Aparentemente esto no quiere decir nada, pero de alguna manera lo que se nos está sugiriendo es que para descubrir quiénes somos hemos de adherir a la Luz. Si carecemos de ella, si no estamos unidos a ella, somos incapaces en nuestra oscuridad de darnos cuenta de cuál es nuestra esencia y, por ende, de saber quiénes somos. Cuál es esta Luz lo podremos deducir de las últimas palabras de este tratadillo: nuestra propia alma.

*(2). Respecto a la Comunidad de la Luz, recomendamos encarecidamente la lectura de la obrita del conde Lopoukine. La Iglesia Interior. El hombre es un ser exiliado cuya verdadera patria es la Luz. Recordemos que para nuestro autor “la luz física percibida por el hombre no es la verdadera Luz, sino únicamente un símbolo de nuestra patria celeste”. En La nube sobre el santuario von Eckartshausen nos proporciona interesantes informaciones sobre la Comunidad de la Luz. Véase la edición de Ed. Obelisco págs 36, 38 y 47.

*(3).Como buen alquimista cristiano Eckartshausen reconoce en la cruz un gran símbolo. Para los alquimistas la cruz representaba tanto el crisol como el vinagre, sin duda apoyándose en el parecido fonético entre croix, “cruz” y creuset, “crisol”. La relación con el vinagre posiblemente se deba a que a Jesús le dieron a beber vinagre cuando estaba en la cruz (Véase Juan XIX-29). Para profundizar en el simbolismo de la Cruz, recomendamos encarecidamente el estudio de El misterio de la Cruz.

Cap. I. De la Adhesión a la Luz. Catecismo de la Química Superior.




CAPÍTULO 1


DE LA ADHESIÓN A LA LUZ (Archivo 3º)






PREGUNTA: ¿Cuál es el primer capítulo de la auténtica doctrina de la Luz?
RESPUESTA: La adhesión a la Luz y su conocimiento, pues sin esta adhesión y este conocimiento es imposible hacer actuar una fuerza y realizar o consumar una cosa.

P: ¿En qué debe creer y a qué adherirse cada hijo de la Luz?
R: En lo que los hombres de la Luz han enseñado en los 12 artículos de la comunidad auténtica de la Luz.
1) Me adhiero y creo en la fuerza creadora del fuego, que hizo nacer al Cielo y la Tierra, o al Extensum*(4) y al Concretum*(5), a lo que es volátil y a lo que es fijo.
2) Me adhiero y creo también en una Luz*(6) producida por esta fuerza del fuego, dueña del universo o fuerza todopoderosa de la naturaleza.
3) Esta luz pura, que emana del fuego, fue recibida por el espíritu más puro*(7) y nació de la forma más pura.
4) Tuvo sin embargo que sufrir en el reino de lo impuro*(8); fue disociada, mortificada y enterrada bajo tierra.
5) Entonces la Luz descendió a lo más profundo de la materia y, al cabo de tres épocas, o sea, al cabo de tres reuniones de tres fuerzas espirituales con tres formas purificadas, se volvió a alzar de nuevo viva.
6) Se realzó hasta la perfección suprema, como fuerza de Luz brillante del fuego todopoderoso.
7) Y después de haber alcanzado esta perfección suprema*(9), es capaz de dar vida a todo lo que está muerto, y de perfeccionar aquello que era imperfecto.
8) Creo*(10) en el espíritu de la Luz que emana del fuego y del calor, y lo conozco.
9) Me adhiero a la santa, universal y verdadera comunidad de la Luz, asociación y unión de aquellos que están capacitados para la Luz.
10) Me adhiero a la abolición de las enfermedades y de la miseria.
11) Creo en la renovación de nuestro ser.
12) Creo en la felicidad suprema de la vida.

P: ¿En qué consiste el contenido principal de estos artículos?
R: Para aquel que está capacitado para la Luz, consiste en seguir las leyes de la Luz, que reconoce por medio de la razón y que practica por medio de la voluntad; a saber, que existe una sola fuerza universal, en una substancia y esencia, y que, al mismo tiempo, ésta es triple en su evolución*(11).

Es una fuerza de fuego en tanto que fuerza creadora; es una fuerza de Luz en tanto que fuerza de unión y una fuerza de espíritu que emana del fuego y de la luz, en tanto que fuerza formadora de todas las cosas.
Este espíritu que emana del fuego, lo conduce todo a su perfección por los medios ordenados para la suprema perfección.
_________________________

*(4). Extensum, que alude a lo volátil, procede de extendere, “extender”, “alargar”, “ensanchar”, alusión al firmamento como “extensión”. Leemos en Génesis I-6: “Y Elohim dijo: Que haya un firmamento en el seno de las aguas”. La palabra que emplea el texto hebreo “para firmamento” es Rakya de verbo Raka, cuyo primer significado es pisar, pero que también quiere decir “extender”, “aplanar”, “laminar”. Nuestro autor conoció los escritos cabalistas cristianos del Renacimiento: Reuchlin, Knorr von Rosenroth, Pico della Mirandola, etc. Su estudio le permitió desarrollar una aritmosofía y una numerología particulares que serían retomadas por los ocultistas. Véase Papus: La science des Nombres, Ed Chacornac, París, 1934, págs. 99 a 109.
*(5). Concretum, significa “condensado”, “compacto”; es la Tierra y lo fijo. Para nuestro autor Cielo y Tierra son Extensum y Concretum, y todas las pasiones humanas pueden clasificarse bajo las etiquetas de “expansión” y “contracción”. La alegría, el amor o la esperanza pertenecen a la primera, mientras que la tristeza, el odio o la cólera pertenecen a la segunda. En esto coincide sorprendentemente con el Yin y el Yang de los orientales.
*(6). Eckartshausen nos dejó una personal versión del Credo. Véase Karl von Eckartshausen Dios es el amor más puro, Ed. Obelisco, Barcelona, 1988.
*(7). Como dice El Mensaje Reencontrado “La acción divina es proporcional a la pureza de la criatura, que se adquiere por la mortificación, es decir, por el agua de la gracia y por el fuego del amor”. Véase Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro XXVIII, 27’.
En el contexto de la alquimia cristiana se trata de una alusión a la virgen, la única capaz de recibir el influjo del Espíritu Santo y de dar a luz un ser completamente puro: la Piedra.
En el Zohar (88ª) se enseña que hay que «lavarse las manos con gran cantidad de agua». Es una alusión a la purificación previa y necesaria para recibir.
*(8). Esta «forma más pura», la Piedra, ha de pasar por varios procesos en este bajo mundo, uno de ellos, denominado «mortificación» hemos de relacionarlo, como vimos en la nota anterior, con “el agua de la gracia” y con “el fuego del amor”. Podemos ver aquí una alegoría de Jesucristo que desciende a los infiernos, padece mortificación, etc.
*(9). Véase Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro XVIII-68’: «Nuestra virgen ha concebido bajo la mirada del Altísimo y nos ha dado un hijo que ha vencido la muerte y que perfeccionará a todos sus hermanos mutilados». En su Analogía del Ave, verdadero Ave María alquímico, von Eckartshausen dirá a propósito de la Virgen que «sólo a ti se une la Fuerza de Luz de todas las cosas» y luego la definirá como «la forma virginal más pura».
*(10). Esta versión tan personal del Credo, más que modificarlo aspira a ofrecernos una interpretación nueva. Este “espíritu de la luz” es llamado en otros lugares «energía ígnea».
*(11). Esta fuerza triple es para nuestro autor “formada” y “cohesionadora” de todas las cosas. Recordemos que para von Eckartshausen la materia no es algo esencial, sino simplemente la concentración o concretización “oscurecida” de algo esencial: Luz. En otros lugares de su obra nuestro autor equipara la Luz con otros conceptos como “Tradición”, “Iniciación” o “Palabra Perdida”.

Cap. II. De los siete medios para obtener la Luz. Catecismo de la Química Superior. Karl von Eckartshausen.



CATECISMO DE LA QUÍMICA SUPERIOR


CAPÍTULO II


DE LOS SIETE MEDIOS PARA OBTENER LA LUZ (Archivo 4º)



PREGUNTA: ¿Cuál es el capítulo segundo de la doctrina de la verdadera Comunidad de la Luz?
RESPUESTA: Son los siete medios para obtener la Luz*(12), medios que la comunidad considera santos y eminentes.

P: ¿Cómo es cada uno de estos medios?
R: Se trata de un acto visible a través del cual una fuerza invisible realiza una perfección interior.

P: ¿Cuántos medios hay?
R: Siete, y existe una analogía entre ellos y los siete sacramentos:
1) El bautismo en el agua y en la Luz.
2) La confirmación de la materia según el agua y la Luz.
3) La purificación.
4) La recepción de la Luz de arriba en la esencia y en la substancia.
5) La santificación y el perfeccionamiento del objeto.
6) La unción de arriba*(13).
7) La asociación del fuego y la Luz en un cuerpo perfecto.

P: ¿Qué es el bautismo en la Luz?
R: Es el primero y el más necesario de los medios de asociación, gracias a él, la materia queda purificada por el agua y por la palabra que actúa en el agua*(14), y se reproduce en tanto que cuerpo nuevo y perfecto en el ser de la Luz.

P: ¿Qué es la confirmación?
R: La confirmación según la Luz es un medio de asociación por el cual, preparada como hemos dicho, la materia se fortifica por la unción de la Luz y por el espíritu que se encuentra allí, y se hace más capaz de perfección.

P: ¿Cuál es el cuarto medio de la asociación?
R: Es el medio gracias al cual el sacerdote de la naturaleza, capacitado para la Luz, purifica la materia receptora de la Luz y aparta él mismo todos los efectos de la imperfección.

P: ¿Cuál es el quinto?
R: Es un medio de asociación gracias al cual la fuerza pura de la Luz, en forma de aceite, se realza hasta la perfección de las fuerzas curativas*(16).

P: ¿Cuál es el sexto?
R: El sexto es aquel gracias al cual la materia es santificada y capacitada para la Luz por las siete fuerzas que actúan.

P: ¿Cuál es el séptimo?
R: Es la asociación perfecta de la Luz con el fuego gracias a un ser intermedio que emana de la Luz y del fuego, y que realiza la más perfecta de las asociaciones.
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*(12). El camino consta de siete etapas que corresponden a los siete planetas tradicionales, los siete colores de la gama, las siete notas musicales o los siete chakras. Como nos explicará nuestro autor más adelante, existe una correspondencia entre estos medios y los sacramentos. La relación entre los sacramentos cristianos y los chakras ha sido comentada por varios autores modernos. El bautismo, que de algún modo es la iniciación o el ingreso en la vida espiritual, puede relacionarse con el primer chakra que contiene la energía vital que, una vez despierta inicia su ascensión hasta el séptimo. La eucaristía, rememoración de la Santa Cena, se relacionaría con el segundo, llamado Swadhistana, que según la tradición tántrica controlaría el sentido del gusto. La confirmación, que de algún modo viene a fortalecer el bautismo, con el tercero, el chakra Manipura, situado en el plexo solar y que controla la fuerza vital. El matrimonio, culminación del amor y de la unión, correspondería al cuarto chakra, Anahata, el chakra del corazón. La confesión se relacionaría con el quinto chakra, Vissudha, situado a la altura de la garganta y considerado el centro del Verbo sagrado. El sexto sacramento, el de la Ordenación, correspondería al sexto chakra, el del entrecejo o “Tercer Ojo”, el Ajna chakra, que de algún modo también es el “sexto sentido”, aquel que, al menos teóricamente, tiene aquel que ha sido “ordenado”. El séptimo sacramento, finalmente, el de la Extremaunción, previo a la muerte, se relacionaría con el séptimo chakra, Sahasrara, considerado el centro psíquico de la unión divina. Curiosamente en otras clasificaciones se considera séptimo sacramento al matrimonio, pero esto no fue así hasta el siglo XVI, en el Concilio de Trento.
*(13). En otra de sus obras (Sobre los misterios más importantes de la religión) von Eckartshausen hablará de esta unción diciéndonos que se opera con “un aceite de unción que renueva al hombre” y lo denominará “Electrum, el elemento divino, el órgano o vehiculum del espíritu de Dios, el vestido de oro de la hija del Rey”. También lo llama Electrum y Charmal. Esta última palabra es una deformación de Hashmal, el metal en fusión que aparece en la famosa visión de Ezequiel y uno de los grandes misterios de la cábala. Para nuestro autor el Charmal es “la Luz sagrada”.
*(14). Si alguien tiene aún dudas de que “la palabra actúa en el agua” le recomendamos encarecidamente que vea las fotografías de cristales de agua realizadas por el investigador japonés Maseru Emoto. Véase El poder curativo del agua, de Maseru Emoto y Jürgen Fliege.
*(15). La relación entre la Luz y el fuego y el agua y el vino no es nueva. En algunas sociedades secretas, a la hora de brindar con vino se dice precisamente “fuego”. Luz y fuego, pan y vino o carne y sangre se refieren a un único y mismo misterio: la comunión. Como escribía Louis Cattiaux (Véase El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro XXXVI, 27), “sólo os queda encontrar al maravilloso Señor descendido del cielo, que ha dicho: “Comed, ésta es mi carne; bebed, ésta es mi sangre”. O bien, obtener de un sacerdote secreto de Dios la comunión de este prodigioso Señor que salva de la muerte. “Orden de Melquisedec”. Como escribe nuestro autor en La nube sobre el santuario, «Melquisedec fue primer Sacerdote Rey, todos los verdaderos sacerdotes de Dios y de la naturaleza descienden de él, y Jesucristo mismo se unió a él como sacerdote “según el Orden de Melquisedec”.»
*(16). Esta Luz en forma de aceite es la que hace del ungido “un rey verdadero y un sacerdote de Dios: el Espíritu Santo actuará a través de él y le enseñará todo” (Sobre los misterios más importantes de la religión, pág. 83).

Cap. III. De los Diez Mandamientos de la Luz. Catecismo de la Química Superior. Karl von Eckartshausen.


CATECISMO DE LA QUÍMICA SUPERIOR

CAPÍTULO III

DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LUZ
(Archivo 5º)



PREGUNTA: ¿Cuál es el capítulo tercero de la Comunidad de la Luz?
RESPUESTA: Los diez mandamientos de la Luz, a propósito de los que está escrito “si quieres realizar algo, realízalo por la ejecución de los mandamientos o de la ley”.

P: ¿Cuáles son los diez mandamientos de la ley?
R: Son los siguientes:

1) Hay una sola materia*(17).
2) Las propiedades de esta materia han de ser utilizadas en orden.
3) La materia acaba su trabajo cotidiano en seis acciones, ya que tres fuerzas producen tres seres, y reposa en la séptima fuerza, plenitud de sus acciones; esta fuerza sabbat de la luz*(18) ha de ser santa para ti.
4) La Luz y el fuego, como elementos pasivo y activo, han de inspirarte respeto; pues el fuego es el elemento macho y la Luz el elemento hembra. Son el padre y la madre de todas las cosas.
5) No le quites a la Luz lo que vivifica, a fin de que la materia, que ha de ser realzada, no muera.
6) No mezcles tu obra sacándola fuera del orden establecido. Todas las cosas tienen sus momentos y sus rotaciones. Tu deber consiste en unir las fuerzas dispersas.
7) No le quites sus propiedades a la Luz y al fuego; el deber del sabio es hacer que actúen totalmente. Deja a cada uno lo que le pertenece.
8) No tomes por verdadera una falsa aparición; no aceptes nada impuro o extranjero, incapaz de absorber la Luz, no sea que el artificio te produzca una falsa imagen.
9) El espíritu que emana de la Luz y del fuego no desea ninguna cosa que aún esté ligada a las otras y que no esté separada de ellas.
10) Por otra parte, este espíritu no desea ninguna materia que le sea extraña y no se le asemeje*(19).

P: ¿En que consiste el contenido principal de estas leyes de la Luz?
R: En que la Luz ha de penetrar enteramente tu materia o substancia, a fin de que el fuego esté totalmente unido por la Luz y que el espíritu que emana de la Luz y del fuego vivifique tu materia enteramente. Ésta es la primera ley.
La segunda es similar a la primera. Has de tratar del mismo modo la materia con la que trabajas, así como cualquier otra esencia que quieras llevar a la perfección.
En estas dos condiciones principales se basa toda la ciencia de la Luz y en ellas se apoyan todos sus adheridos.

P: ¿Cuáles son los mandamientos de la Comunidad de la Luz que trabaja?
R: Son cinco:

1) Respeta los mandamientos de reposo en el trabajo pues son sagrados. La Luz tiene sus sabbats y el trabajador ha de santificar estas fiestas.
2) Durante estas fiestas de Luz, consagra la substancia del sacrificio santo; deja a lo puro separarse de lo impuro, lo activo de lo inactivo, a través del agua de la Luz.
3) Abstente en tu trabajo de todo lo que esté en contra de la ley de la Luz, tanto en las fuerzas y en los actos, como en las formas y las esencias de las cosas; éstas son los cuatro cuatembros de la Escuela de la Luz.
4) Al menos una vez al año, intenta hablar con un amigo de los progresos que haces y trata de descubrir qué te molesta, a fin de tener un sostén en tu camino, que te conduzca hacia la perfección.
5) Cuando te lo indique la razón, abstente de abrir tu corazón a lo otros, así como de ligarte prematuramente.

P: ¿Por qué hay que respetar los mandamientos de la Comunidad de la Luz de los verdaderos conocedores?
R: Porque las leyes o condiciones de la Luz ordenan que el hombre no obedezca únicamente a lo que es necesario, al interior de la naturaleza, para alcanzar el objetivo fijado, sino también a lo exterior de este objetivo; en efecto, el cuarto mandamiento de la Luz supone estas exigencias y cualquiera que no respete sus buenas disposiciones y sus preceptos, será considerado como un profano, un hombre carnal que ignora las leyes del espíritu.
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*(17). Todos los alquimistas auténticos coinciden en que hay una sola materia… Marco Antonio Crasellame escribía en La Luz surgiendo por sí misma de las Tinieblas (III-5): «Sí, la materia es única, está en todas partes y los pobres la pueden obtener al igual que los ricos. Es desconocida de todo el mundo y todo el mundo la tiene ante los ojos, es despreciada como el barro por el vulgo ignorante y se vende a precio vil, pero para el filósofo, que conoce su valor, es preciosa». (Véase el texto completo de este delicioso tratado en Barón de Tschoudy, La estrella flamígera, Ed. Obelisco, Barcelona, 2005, Apéndice).
*(18). La expresión «Sabbat de la Luz» debe entenderse como «descanso de la Luz». Más adelante nuestro autor nos explicará que «la Luz tiene sus sabbats y el trabajador ha de santificar estas fiestas». La fiesta, como la siesta, es un descanso. Como escribía Louis Cattiaux (Véase Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro III-16), «El Sabio reposa en la plenitud de una única Luz» y «El loco se agota en el vacío de las tinieblas múltiples».
*(19). Porque, como escriben todos los alquimistas, «lo puro no se une más que a lo puro». Hablando del Mercurio de los Sabios, el discreto autor del Salterio de Hermófilo (1974) declara que: «Separa la Luz de las tinieblas que oscurecen a sus hermanos, esclavos de la impureza y, finalmente, es un puro espíritu que atrae así todo lo que es puro».

Cap. IV. El Padrenuestro de los Hijos de la Luz. Analogía del Ave. Catecismo de la Química Superior. Karl von Eckartshausen.



CAPÍTULO IV
EL PADRENUESTRO DE LOS HIJOS DE LA LUZ
ANALOGÍA DEL AVE
(Archivo 6º)

Pregunta: ¿Cuál es el capítulo cuarto de la Comunidad de la Luz interior de los verdaderos conocedores de la naturaleza?

Respuesta: El conocimiento de la analogía entre el sagrado Padrenuestro adherente y el saludo angélico adherente con la fuerza y con la forma naturales más puras.

Pregunta: ¿Cuál es esta analogía?
Respuesta:
1) Fuerza suprema de la Luz, tú que eres lo divino en la naturaleza y que moras en lo más profundo de ésta como lo haces en el cielo, santificados sean tus atributos y tus preceptos.
2) Allí donde estás, todo es perfecto; que el reino de tu conocimiento vaya a los tuyos.
3) Que nuestra única voluntad en nuestro trabajo seas tú, Fuerza de Luz que actúas por ti misma. Así como lo realizas todo en la naturaleza, realízalo también todo en nuestro trabajo.
4) Danos el rocío del Cielo y la grasa de la Tierra, los frutos del Sol y de la Luna que proceden del árbol de la vida.
5) Perdónanos todos los errores que hemos cometido, al no conocerte, en nuestro trabajo; por nuestra parte, deseamos sacar del error a aquellos que han ofendido nuestros principios; no nos abandones a nuestra presunción y a nuestro propio saber, mas libéranos de todo mal gracias a la consumación de tu obra. Amén.


ANALOGÍA DEL AVE

¡Dios te salve, fuente pura del movimiento propio, forma pura capaz de recibir la Luz!
Sólo a ti se une la fuerza de Luz de todas las cosas.
Entre todas las formas receptivas, eres la más bienaventurada, y santo es el fruto que recibes, en el que están unidas la esencia de la Luz y la substancia del calor.
Forma pura que engendraste al ser más perfecto, levántate para volverte fuerza de luz para nosotros, ahora mientras trabajamos y cuando acabemos la obra.

Pregunta: ¿Cuál es el contenido principal de todo el Padrenuestro de los hijos de la Luz y su analogía en la naturaleza?
Respuesta: Rezar por la suma de los bienes temporales y espirituales, por la salvación del alma y de la vida, para obtener de aquel que es la Fuerza de Luz suprema –lo divino de la naturaleza- la gran obra de la naturaleza; rezar para que Dios los guíe hacia la Sabiduría, los preserve de error en sus trabajos y les enseñe a ser benévolos para con los hombres, sus hermanos, a fin de que se realice lo que Dios prometió a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, y que se ejecute la alianza entre Dios y los hombres.

P: ¿Por qué hay también una analogía entre los hijos de la Luz y la salvación angélica?
R: A fin de admirar, no sólo la grandeza de Dios en la fuerza todopoderosa de la naturaleza (hay una analogía entre ésta y Cristo), sino también el esplendor de la forma virginal más pura, cuya analogía es la Virgen María, a la que se unió una fuerza superior a fin de producir lo más perfecto. Pues, del mismo modo que el Espíritu Santo se unió a la Virgen María para producir al hombre espiritual más perfecto, así, el espíritu más puro de la naturaleza se une a la materia más pura para producir la forma física más perfecta, el Redentor físico de la naturaleza, que trae la perfección a los otros objetos físicos, el secreto de los Sabios. Por ello, este arte no puede ser comprendido más que por aquel que se adhiere a Cristo, y sólo las analogías de la religión nos arrastran hacia el conocimiento supremo. La experiencia adquirida por los hijos de la Luz los conduce, también por la analogía, al conocimiento de los más altos misterios de la fe.

P: ¿No basta con que un hijo de la Luz sepa y conozca todo lo que se le ha prescrito?
R: No. No basta, también ha de practicar y demostrar sus conocimientos a través de sus obras. En esto se funda la ciencia de la disociación de los hijos de la luz, ciencia que guarda una analogía con la justicia cristiana.

Cap. V. La Ciencia de la Separación de la Luz. Catecismo de la Química Superior. Karl von Eckartshausen



CAPÍTULO V

LA CIENCIA DE LA SEPARACIÓN DE LA LUZ
(Archivo 7º)


PREGUNTA: ¿Cuál es el capítulo quinto de los hijos de la Luz?
RESPUESTA: Se compone de dos partes. Por la gracia de arriba, que es nuestro rocío, nuestra +, un adherido a la Luz ha de purificar lo impuro y realizar el bien, pues el conocimiento ha de estar de acuerdo con la ejecución. No basta, para ser un conocedor de la Luz, con conocer el Arte; también hay que practicarlo. La teoría y la práctica han de estar de acuerdo. El saber por sí solo no justifica, también es necesaria la práctica*[20]

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*[20]. Esta + o rocío cocido de los Sabios es lo que permite purificar lo impuro y revivificar lo que está muerto. Véase La Nube sobre el Santuario, trad. de Joan Mateu Rotger. Ed. Obelisco, Barcelona, 2004, pág 97. No es suficiente el conocimiento teórico de estos misterios, la práctica es imprescindible.
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P: ¿Cuál es el mal que hay que evitar más en nuestra ciencia de la Luz?
R: Aquel que podría privar al hombre del bien natural supremo que es la más alta perfección de la naturaleza.

P: ¿Cuáles son los principales errores o pecados que pueden cometerse en la operación?
R: Son aquellos actos que, tanto en lo que a la operación se refiere como en la aplicación de este tesoro después de la operación, son contrarios a los fines divinos, en especial los siguientes.

1) El incremento demasiado grande del fuego.
2) La concentración demasiado fuerte.
3) El derroche.
4) La excesiva parsimonia de la materia.
5) La sobrecarga.
6) La inflamación.
7) El enfriamiento.

Está escrito, a propósito de estos pecados mortales que matan el espíritu, que aquellos que los cometen no alcanzarán nunca la perfección suprema de la naturaleza física.

P: ¿Cuántas infracciones o pecados químicos contra el espíritu de la naturaleza existen?
R: Cinco.
1) Fundarlo todo en este espíritu, presuntuosamente, sin indulgencia y sin razón, y pecar contra su misericordia.
2) Desesperarse pronto, cuando no se ven inmediatamente sus efectos.
3) Oponerse al conocimiento de las verdades químicas.
4) Envidiar a sus hermanos por la gracia de la que benefician.
5) Endurecerse de corazón contra las más salutíferas exhortaciones.
6) Permanecer en la ignorancia.
Estas infracciones no tienen perdón, pues nunca podrán ser compensadas en la obra.

P: ¿Cuáles son las infracciones que claman al cielo?
R: 1) Destruir deliberadamente la obra.
2) Profanar la obra.
3) Abusar de ella para oprimir a los hombres.
4) Quitarle al que participa en ella su salario.

P: ¿Cuáles son los pecados químicos extranjeros?
R. 1) Aconsejar a otros el error químico.
2) Incitar a otros al pecado.
3) Consentir el error en otros.
4) Alabar los errores de otros.
5) Callarse en presencia de los errores de otros.
6) Cerrar los ojos ante los errores de otros.
7) Participar en los errores de otros.
8) Defender esos mismos errores.

De este modo participamos en los errores de los demás como si los cometiéramos nosotros mismos.

P: ¿No basta, una vez en posesión de la obra, con abandonar el mal y evitar el pecado?
R: No. También hay que hacer el bien, pues Dios sólo concede esta gracia a fin de que el hombre gratificado con ella pueda traer los frutos maduros de la perfección. Ha de llevar también una vida justa y piadosa ante Dios y ante los hombres, y, honrar su alta vocación con sus buenas obras.

P: ¿Cuántas buenas obras hay?
R: Tres.
1) El sabio ha de tener su alma orientada siempre hacia Dios y su sabiduría.
2) Ha de abstenerse de todo lo que no es divino y sabio.
3) Ha de poner remedio en todas partes a las necesidades de los hombres, sus hermanos.

P: ¿De que sirven las buenas obras?
R: Las buenas obras sirven para hacer felices tanto al individuo como al universo entero.

P: ¿Cuáles son las obras corporales de la misericordia que puede realizar el Sabio cuando ha alcanzado la perfección suprema de la naturaleza física?
R: 1) Puede dar de comer a los que padecen hambre.
2) Puede dar de beber a los sedientos.
3) Puede vestir a los que carecen de vestidos.
4) Puede cobijar a los extranjeros.
5) Puede curar a los enfermos.
6) Puede despertar la materia muerta.

P: ¿Cuáles son las obras espirituales que puede practicar este mismo sabio?
R: 1) Puede castigar el pecado.
2) Puede informar a los ignorantes.
3) Puede aconsejar a aquellos que dudan.
4) Puede consolar a los que sufren.
5) Puede soportar con paciencia las injusticias.

P: ¿Cuáles son las ocho felicidades químicas?
R: Son las obtenidas por el goce y la posesión de la más alta perfección de la naturaleza en tanto que bien natural supremo, enseñadas por San Juan en el Apocalipsis según la revelación del Señor:

1) A aquel que venza, le daré de comer el fruto del árbol de la vida que se halla en el Paraíso de Dios. [Véase Apocalipsis II-7].
2) Aquel que venza no padecerá la segunda muerte. [Véase Apocalipsis II-11].
3) A aquel que venza, le daré de comer pan celeste oculto y le daré una piedra blanca en la que está escrito un nuevo nombre que nadie comprenderá, excepto aquel que posea esta piedra. [Véase Apocalipsis II-17].
4) A aquel que venza y que guarde mi obra hasta el final, le daré poder sobre las naciones; conducirá a los pueblos con la vara de hierro y los romperá como vasos de arcilla. Poseerá lo que yo he heredado del Padre, y le daré una estrella de la mañana. [Véanse Apocalipsis II-27 y XIX-15, y Apocalipsis II-28].
5) Aquel que venza será vestido de blanco y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y lo confesaré públicamente, ante mi padre y ante los ángeles. [Véase Apocalipsis III-5].
6) Aquel que venza será una columna en el templo de Dios, e inscribiré sobre él el nombre de Dios y el nombre de la ciudad santa que es la Nueva Jerusalén que desciende del Cielo, y conocerá mi nuevo nombre. [Véase Apocalipsis III-12].
7) Dejaré que aquel que venza se siente en mi trono, así como yo estoy sentado en el trono de mi padre por haber vencido. [Véase Apocalipsis III-21].
8) Por derecho de sucesión el vencedor obtendrá todo lo que desee y anhele de mí; seré Dios y será mi hijo.

P: ¿Cuáles son los consejos evangélicos o celestes, en este Arte?
R: Son tres:
1) Ser pobre en la riqueza*[29].
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*[29]. Véase Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro III-13: “Quien permanece pobre en Dios puede poseer el mundo sin peligro de muerte”, X-57: “En el mundo podemos ser ricos en dones sin peligro si permanecemos pobres en espíritu ante Dios” y libro XXXV-37: “Los hijos de Dios no poseen nada en este mundo perecedero, porque su reino está en el Sol bienamado”.
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2) Ser abstinente cuando se puede gozar de todo*[30].

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*[30]. Véase Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro XII-27: “Intentemos adquirir el desapego de las formas temporales, a fin de alcanzar el conocimiento de adentro, que nos hará gozar plenamente de la vida oculta”.
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3) Ser obediente cuando se puede mandar*[31].

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*[31]. Véase Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga, 1978, libro X-IV-61: “El poder de Dios únicamente puede ser concedido a aquel que ha renunciado a toda demostración, a toda competición, a toda aprobación, a toda posesión y a toda venganza, es decir, a aquel que ha renunciado a sí mismo”.
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P: ¿ Cuáles son las cuatro últimas cosas?
R: 1) La muerte, en tanto que mortificación de la materia.
2) El juicio o la disociación
3) de lo celeste y vivo
4) con lo terrestre y muerto.

Piensa hombre, en estas cuatro últimas cosas durante tu trabajo, y no fracasarás en la obra.
En el imán se unen la fuerza más sutil y la materia más grosera.
La fuerza divisible está emparentada con el punto indivisible.


EXPERIMENTO

El imán puede descomponerse en los trozos que se quiera, estos trozos conservarán los mismos polos.
Lo que se manifiesta en las partes exteriores en el caso del imán, parece ocurrir de un modo imperceptible en todos los cuerpos. Sin duda alguna, todo poseen puntos y polos de fuerza con los que se unen a cuerpos semejantes o se separan de cuerpos diferentes.
Según el principio básico Principium Infinitorum similum, la estructura del universo entero, en lo mayor y en lo menor que pueda contener, parece ser coherente y estar regida por relaciones magnéticas; así, estas relaciones asocian lo más sutil con lo más grosero, y lo más grosero con lo más sutil, según un orden coherente. La igualdad o la desigualdad se derivan de un recipiente único que es la fuerza.

PROBLEMAS

¿Cómo puede dividirse una magnitud en innumerables magnitudes de manera que, de la menor a la mayor, exista siempre una relación semejante?
O también, ¿cómo hacer para que unas series y potencias innumerables de números se sigan unas a otras, guardando una dependencia constante, de manera que, en el infinito, subsista una relación similar?
O también, ¿cómo puede ser enlazada la fuerza interior a la exterior a fin de que la forma oculta se vuelva hacia el exterior? Dado que en los espejos parabólicos el foco se sitúa entre las tangentes y las secantes, ¿no sería necesario ajustar las tangentes con las secantes si quiere alcanzarse el punto más interior con la forma exterior según ángulos iguales?
¿Sería posible hacer que se reunieran en cierto lugar en el espacio los puntos armónicos?
¿Qué significa “hacer la cuadratura del círculo”?
¿No sería contrario a la naturaleza de las cosas imaginar que “hacer la cuadratura del círculo” significa que se quiere expresar un círculo a través de un cuadrado?
“Hacer la cuadratura del círculo”, ¿no significaría esto agotar un espacio cíclico con números racionales de tal modo que, desde el menor al mayor, subsista una relación precisa?
¿Cómo hallar al raíz y el área de cada cuadrado irracional?
¿Y la verdadera proporción de las líneas laterales y perpendiculares?
¿Cómo averiguar, a partir del contenido racional de un triángulo equilátero (sin conocer previamente la línea del cuadrado de éste), cuántos pies o fragmentos contiene el cuadrado del triángulo?
¿Qué entendían, de hecho, los antiguos, por “cuadratura” y por Arithmética novenaria?
¿Qué descubrimientos realizaría el mundo se la Arithmética novenaria estuviera asociada a la cuadratura?
¿No reina el Principium conscientiae, en metafísica y teología, el Principium unitatis?
Con la ayuda de estos dos principios, ¿no podrían captarse y hacerse permanentes lo efímero y lo pasajero?
¿No es una ley eterna que lo espiritual halle su subsistencia en lo corporal y que esté encerrado en un espacio corporal?
¿No es esta “corporeidad” algo que podría ser expresado por la palabra “espacio”, una forma corporal en cuyo interior actúa lo espiritual?
¿No existen tres principios básicos que actúan bajo la forma de siete fuerzas?
¿No son estos tres principios básicos tres fuentes de automoción provocadas por las siete formas en el interior de una misma concepción, constituyendo las tres primeras formas el primer principio, la cuarta y la quinta el segundo, y la sexta y la séptima el tercero?
Al considerar el universo, mantenido tan inmutablemente, el ser razonable ha de concluir que existe un lazo eterno e indisoluble con la divinidad que lo mantiene todo conjuntamente. Sin embargo, también nos encontramos en nuestro mundo material con lo frágil o efímero, y en lo efímero con lo perecedero.
El hombre puede comprender todo esto; pero para llegar a esta comprensión, es necesario que algo se la haga posible. Este algo es la Luz interior o alma; por otra parte lo que lo hace todo visible es la luz exterior.
Mientras el hombre no haya nacido de Dios, o sea, mientras considere las cosas en su espíritu natural y no en el espíritu divino, este alma de la que hablamos le será desconocida, en tanto que Luz.
Cuando comience a considerar a Dios como nosotros, verá que Dios está más allá de todo espacio y de todo tiempo, de todo lugar y de todo movimiento y que, sin embargo, ha de haber algo en Dios que se mueve, que ordena el espacio y el tiempo, el lugar y todas las otras cosas.
Este “algo” es la Palabra, la Sabiduría y el Esplendor de Dios, y esta palabra no es una esencia ideal, sino algo corporal, a través de lo cual lo divino y lo humano en su forma más pura, lo suprasensible y lo sensible, lo espiritual y lo físico actúan conjuntamente:
-sobre la receptividad humana para con lo divino;
-sobre la capacidad de elevación del hombre carnal hasta lo suprasensible;
-sobre la capacidad de magnificación de la materia, hasta trasformarse en espiritual.

L.'.V.'.X.'.

Frater Kalihel
Magister Lucis

viernes, 5 de diciembre de 2008

La Iniciación en el Antiguo Egipto

Aurora Consurgens

Un repaso por las láminas alquímicas conservadas del "Aurora Consurgens"

La Alquimia. OFL

La Gran Invocación

El Himno de la Alegría, Ordo Fratres Lucis

KARL VON ECKARTSHAUSEN. A la Tardanza que pone el Alma para volver a Dios. Canción


Canción.

¿Qué esperas? ¿Adelante? ¿A edad madura?
¡Ay del tiempo futuro!
Quien una hora cierta te asegura,
¡Oh incierta confianza!
¡A cuántos ha hurtado tu seguro!
Al poderoso y duro
Que en vano prometió loca esperanza,
Vida muy larga y llena
Que súbito arrebata eterna pena
Contrasta a los principios que adelante
La enmienda en lucha fuerte
Y la larga costumbre es semejante
A la naturaleza;
Que mudarla ha de ser peor que muerte.
Si hoy no estás en moverte,
Mayor será mañana tu pereza,
Más fino y aferrado
El clavo está do golpes más se han dado.
Si no puedes pasar el vado ahora,
El río no crecido;
Cuando de mar a mar vaya a deshora
¿Podrás bien vadearle?
Recién plantado el árbol, o nacido,
Difícil cosa ha sido.
Antes que arraigue aun mucho el arrancarle.
¿Será fácil, echadas
Más profundas raíces y trabadas?
En los comienzos vi llagas curables
Con medicina presta,
Que larga dilación hizo insanables.
Es la antigua dolencia
Al más famoso médico molesta;
Viendo cuan raro presta
Al confirmado mal tarda experiencia;
¿Y al mal habituado
Será fácil la causa del pecado?
¡La verde edad consagras a las flores,
La seca a la estrechura,
El más sano animal y los mejores
Males contra derecho
Al enemigo, y toda grosura.
Y al gran Rey del altura
Lo flaco y despreciado el vil deshecho!
¡Cómo el hombre segundo,
Lo triste a Dios, lo más florido al mundo!
Si esperas componerte a el punto mismo
Cuando venga el esposo,
Mal seguro es alma aqueste abismo,
Golfo do escapan pocas.
A un coro a vuestros ojos estudioso,
Coro virgen, hermoso,
Cerró el cielo la puerta, como a locas,
¡Ay! por no ser halladas,
Cuando llegó el esposo, preparadas.
Si espera un bien obrar premio tan largo,
En siglo sempiterno,
Nuestro destierro fenecido amargo,
Justa razón te pide
Igual servicio al pago, esto es, eterno,
Salvo que en nuestro invierno
La eternidad mortal vivir no mide,
De un soplo de tu vida
¿Ir sufres la mayor parte perdida?
La bárbara nación que en el corriente
Tigre enseñoreaba,
Y en ello todo vicio juntamente,
Cuando el pregón severo
Su próxima caída amenazaba,
Ya infiel no dilataba
La enmienda al día penúltimo o postrero,
Luego llora y suspira
Y el fiel o confusión se está a la mira.
Acaba, determínate, recuerda
De sueño tan pesado,
Y con tiempo de ti y tu Dios te acuerde,
Que es malsano el que espera
Enmendar su servicio y torpe estado,
Cuando muerte ha flechado
Su arco una la enmienda Dios ligero
Primero aquel sanaba
Que en la piscina el agua turbia entraba.
Canción deja el cantar, y el resto llora
De la hora señalada
Que debe estar la cítara sonora,
Del tiempo destemplada
Y ronca la voz mia.
Nunca diga mañana, u otro día.


Karl von Eckartshausen

Ad Rosam per Crucem, Ad Crucem per Rosam

Cuatro frases de la Tumba de Cristian Rosencreutz

El Zodiaco. OFL