lunes, 8 de diciembre de 2008

Exhordio. Catecismo de la Química Superior. Eckartshausen



KARL VON ECKARTSHAUSEN


CATECISMO DE LA QUÍMICA SUPERIOR


EXHORDIO (archivo 2º)



PREGUNTA: ¿Quién eres?
RESPUESTA: Soy un hombre que conoce la Luz y se adhiere a ésta*(1).

P: ¿Quién es un hombre así?
R: Es aquel que, después de haber reconocido la luz, iluminado por ésta, se le adhiere totalmente; es aquel que sabe y que practica todo lo que la antiquísima y auténtica comunidad de la Luz*(2) ha sabido y practicado siempre, esté o no escrito en el Libro de la Luz.

P: ¿Por qué signo se reconoce a un adherido de la Luz?
R: Se le reconoce en que sabe reconocer el signo de la cruz en la naturaleza*(3), el gran símbolo de la fuerza de la disociación, de la separación de lo puro de lo impuro, de lo perfecto de lo imperfecto; en que evita todo trabajo no auténtico, así como los errores que rechazan unánimemente los verdaderos maestros de la auténtica Comunidad de la Luz.

P: ¿Cómo se designa un adherido a la Luz?
R: Se designa con el gran signo de la gran cruz de la naturaleza (+), con el signo de la gran fuerza de disociación. Todo lo que dice o emprende lo hace en el nombre o según los atributos del fuego, de la luz y del espíritu, y así lo conduce todo hacia su Amén, o sea, hacia su consumación.

P: ¿Cuántos capítulos hay, y ha de conocer cada adherido a la Luz, en la comunidad auténtica de la Luz?
R: Hay cinco. El primero de ellos se refiere a la verdadera convicción y a la fe, o sea, la adhesión a la luz. El segundo, a los siete medios para obtener la luz; el tercero, a los diez mandamientos de la luz. El cuarto, al conocimiento de la fuerza creadora que actúa, y de la forma pura que recibe. El quinto a la ciencia de la separación de la luz.
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*(1). A la pregunta metafísica por excelencia “¿Quién eres?”, nuestro autor ofrece una curiosa respuesta: es alguien que ha conocido la Luz y se ha “adherido” a ella. Aparentemente esto no quiere decir nada, pero de alguna manera lo que se nos está sugiriendo es que para descubrir quiénes somos hemos de adherir a la Luz. Si carecemos de ella, si no estamos unidos a ella, somos incapaces en nuestra oscuridad de darnos cuenta de cuál es nuestra esencia y, por ende, de saber quiénes somos. Cuál es esta Luz lo podremos deducir de las últimas palabras de este tratadillo: nuestra propia alma.

*(2). Respecto a la Comunidad de la Luz, recomendamos encarecidamente la lectura de la obrita del conde Lopoukine. La Iglesia Interior. El hombre es un ser exiliado cuya verdadera patria es la Luz. Recordemos que para nuestro autor “la luz física percibida por el hombre no es la verdadera Luz, sino únicamente un símbolo de nuestra patria celeste”. En La nube sobre el santuario von Eckartshausen nos proporciona interesantes informaciones sobre la Comunidad de la Luz. Véase la edición de Ed. Obelisco págs 36, 38 y 47.

*(3).Como buen alquimista cristiano Eckartshausen reconoce en la cruz un gran símbolo. Para los alquimistas la cruz representaba tanto el crisol como el vinagre, sin duda apoyándose en el parecido fonético entre croix, “cruz” y creuset, “crisol”. La relación con el vinagre posiblemente se deba a que a Jesús le dieron a beber vinagre cuando estaba en la cruz (Véase Juan XIX-29). Para profundizar en el simbolismo de la Cruz, recomendamos encarecidamente el estudio de El misterio de la Cruz.

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