viernes, 5 de diciembre de 2008

KARL VON ECKARTSHAUSEN. A la Tardanza que pone el Alma para volver a Dios. Canción


Canción.

¿Qué esperas? ¿Adelante? ¿A edad madura?
¡Ay del tiempo futuro!
Quien una hora cierta te asegura,
¡Oh incierta confianza!
¡A cuántos ha hurtado tu seguro!
Al poderoso y duro
Que en vano prometió loca esperanza,
Vida muy larga y llena
Que súbito arrebata eterna pena
Contrasta a los principios que adelante
La enmienda en lucha fuerte
Y la larga costumbre es semejante
A la naturaleza;
Que mudarla ha de ser peor que muerte.
Si hoy no estás en moverte,
Mayor será mañana tu pereza,
Más fino y aferrado
El clavo está do golpes más se han dado.
Si no puedes pasar el vado ahora,
El río no crecido;
Cuando de mar a mar vaya a deshora
¿Podrás bien vadearle?
Recién plantado el árbol, o nacido,
Difícil cosa ha sido.
Antes que arraigue aun mucho el arrancarle.
¿Será fácil, echadas
Más profundas raíces y trabadas?
En los comienzos vi llagas curables
Con medicina presta,
Que larga dilación hizo insanables.
Es la antigua dolencia
Al más famoso médico molesta;
Viendo cuan raro presta
Al confirmado mal tarda experiencia;
¿Y al mal habituado
Será fácil la causa del pecado?
¡La verde edad consagras a las flores,
La seca a la estrechura,
El más sano animal y los mejores
Males contra derecho
Al enemigo, y toda grosura.
Y al gran Rey del altura
Lo flaco y despreciado el vil deshecho!
¡Cómo el hombre segundo,
Lo triste a Dios, lo más florido al mundo!
Si esperas componerte a el punto mismo
Cuando venga el esposo,
Mal seguro es alma aqueste abismo,
Golfo do escapan pocas.
A un coro a vuestros ojos estudioso,
Coro virgen, hermoso,
Cerró el cielo la puerta, como a locas,
¡Ay! por no ser halladas,
Cuando llegó el esposo, preparadas.
Si espera un bien obrar premio tan largo,
En siglo sempiterno,
Nuestro destierro fenecido amargo,
Justa razón te pide
Igual servicio al pago, esto es, eterno,
Salvo que en nuestro invierno
La eternidad mortal vivir no mide,
De un soplo de tu vida
¿Ir sufres la mayor parte perdida?
La bárbara nación que en el corriente
Tigre enseñoreaba,
Y en ello todo vicio juntamente,
Cuando el pregón severo
Su próxima caída amenazaba,
Ya infiel no dilataba
La enmienda al día penúltimo o postrero,
Luego llora y suspira
Y el fiel o confusión se está a la mira.
Acaba, determínate, recuerda
De sueño tan pesado,
Y con tiempo de ti y tu Dios te acuerde,
Que es malsano el que espera
Enmendar su servicio y torpe estado,
Cuando muerte ha flechado
Su arco una la enmienda Dios ligero
Primero aquel sanaba
Que en la piscina el agua turbia entraba.
Canción deja el cantar, y el resto llora
De la hora señalada
Que debe estar la cítara sonora,
Del tiempo destemplada
Y ronca la voz mia.
Nunca diga mañana, u otro día.


Karl von Eckartshausen

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