miércoles, 25 de febrero de 2009

Montfaucon de Villars EL CONDE DE GABALÍS O Conversaciones sobre las Ciencias Secretas CARTA A SU SEÑORIA


Su Señoría me ha parecido siempre tan lleno de fervor por sus amigos, que he creído que me perdonaría la libertad que me tomo a favor del mejor de los míos, al suplicarle se sirva tener hacia él la deferencia de leer su libro. No es que yo pretenda conseguir de Su Señoría alguno de los propósitos con que mi amigo el autor quizá cuente, porque los señores autores son propensos a forjarse esperanzas; le tengo incluso dicho que Su Señoría tiene en alta estima el no decir nunca lo que piensa, y que no debe esperar que se vaya a desprender Su Señoría de una cualidad tan escasa y tan nueva en la Corte, para decir que su libro es bueno encontrándolo malo. Pero lo que desearía de Su Señoría, cosa que le pido muy humildemente, es que tenga la bondad de dirimir una controversia que nos separa. No debía Su Señoría haber estudiado tanto, ni tenía que haberse convertido en un prodigio de la ciencia, si no quería estar expuesto a ser consultado antes que los doctores. Pero veamos la porfía que tengo con mi amigo.

Quise obligarlo a que cambiara completamente la forma de su obra. El tono grato que le ha dado no deja de parecerme poco apropiado para el asunto. «La cábala –le dije- es una ciencia poco grave, que muchos amigos míos estudian seriamente; había que refutarla del mismo modo». Como todos sus errores versan sobre cosas divinas, además de la dificultad que hay en hacer reír a un hombre de bien sobre cualquier materia, es muy peligroso bromear sobre ésta, y mucho es de temer que la devoción no parezca ser parte interesada. Hay que hacer hablar a un cabalista como si fuese un santo, y o bien interpreta muy mal su papel, o, si habla como tal, se impone a los de entendimiento crédulo por su aparente santidad, y sus visiones convencen más que lo que la chanza que se está haciendo de ellas las impugna.

Mi amigo contesta a esto, con esa presunción que tienen los autores cuando están defendiendo sus libros, que si la cábala es una ciencia seria, es porque la practican sólo los melancólicos; que primero quiso probar para este asunto el estilo dogmático, y se había encontrado a sí mismo tan ridículo por tratar estupideces con toda seriedad , que le había parecido más adecuado que la ridiculez recayese sobre el señor conde de Gabalís. La cábala, según dice, es una de esas quimeras a las que se da credibilidad cuando se las combate seriamente, y que sólo hay que proponerse destruir burlándose de ellas. Como conoce bastante bien el pensamiento de los Padres de la Iglesia, me alegó a Tertuliano en apoyo de lo que decía. Dígame Su Señoría, que lo conoce mejor que él y que yo, si lo citó en falso: Multa sunt risu digna revinci, ne gravitate adornentur. Me dijo que Tertuliano pronunció esta frase tan redonda contra los valentinianos, que eran una especie de cabalistas muy visionarios.

En cuanto a la devonción, que casi siempre está en danza en esta obra, dice que es necesariamente inevitable que un cabalista hable de Dios, pero que felizmente, sobre esta materia, es más inevitable aún, para conservar el carácter cabalístico, que no se hable de Dios más que con extremo respeto. De este modo, la religión no puede recibir ninguna afrenta, y los crédulos de entendimiento lo serán más que el señor de Gabalís, si se dejan embaucar por esa devoción extravagante, o si las burlas o las que ésta se ve sometida no rompen su hechizo.

Por todas estas razones y por otras que no añadiré, porque deseo que Su Señoría sea de la misma opinión que yo, mi amigo pretende haber tenido que escribir contra la cábala en guasa. Ruego a Su Señoría que se sirva pronunciarse. Yo mantengo que sería bueno proceder contra los cabalistas y contra todas las ciencias secretas con serios y vigorosos argumentos; él dice que la verdad es alegre por naturaleza, y que tiene más fuerza cuando ríe, porque un antiguo –que sin duda Su Señoría conoce- dice en algún lugar, del que Su Señoría no dejará de acordarse con tan hermosa memoria como Dios le ha dado, Convenit veritati ridere, quia laetans.

Añade además que las ciencias secretas son peligrosas si no se las trata del modo adecuado para que inspiren desprecio, para desvelar su ridículo misterio y para quitarle a la gente la idea de perder el tiempo buscándolas, al mostrar su quintaesencia y hacer ver su extravagancia. Estas son las razones que alegamos; que Su Señoría dictamine. Recibiré la decisión de Su Señoría con el respeto que Su Señoría sabe que acompaña siempre el ardor del que es


Su muy humilde y seguro servidor.


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Frater Kalihel

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