domingo, 20 de septiembre de 2009

SOBRE LA TRADICIÓN EGIPCIA

"Observaciones sobre el asno filosófico" en LA PUERTA. SIMBOLISMO

Los misterios de la tradición egipcia están basados en el mito de la muerte y resurreción de Osiris. E H los explica así:

«Se trata de una leyenda muy conocida, sin embargo, la resumiremos brevemente:

Set, el hermano-enemigo del dios Osiris, tras haberle invitado a un banquete, presentó a los invitados un espléndido sarcófago que iba a regalar, decía, a aquel cuya estatura correspondiera exactamente a las dimensiones de este ataúd. Osiris se acostó en él y rápidamente Set cerró el ataúd y arrojó al Nilo el sarcófago y su contenido.

La alusión es muy clara: Osiris, que representa el Verbo, al querer medir este mundo sublunar, fue precipitado en él como consecuencia de una sugerencia de su enemigo; ¿no decía Platón que el logos era la medida de todas las cosas?

La leyenda cuenta luego las largas peregrinaciones de Isis, su esposa, en su búsqueda, y cómo encontró el sarcófago, incrustado en el corazón de un sicomoro cerca de Byblos. Aprovechando una ausencia momentánea de Isis, Set se percató de que el sarcófago había sido descubierto, entonces despedazó el cuerpo de su enemigo y lo dispersó. Tras una larga búsqueda, Isis consiguió reunir los miembros de su esposo y lo resucitó. Luego, tuvieron un hijo, Horus, llamado «el vengador de su padre». Después de un duelo del que resultó vencedor, Horus consiguió dominar a Set, pero en lugar de matar al vencido, se contentó con castrarle. La alusión es lo suficientemente clara como para eludir todo comentario.».

LOS MISTERIOS EGIPCIOS SEGÚN EL TRATADO DE ISIS Y OSIRIS DE PLUTARCO

Texto publicado en: LA PUERTA

Carlos del Tilo

Los griegos han recogido el saber de los egipcios, se puede encontrar íntegramente en la tradición griega. Pero nos es muy difícil en la actualidad establecer las correspondencias entre los símbolos y las imágenes de ambas tradiciones. Además, aunque podemos entender la lengua egipcia, es decir los textos escritos en jeroglíficos en las tumbas y monumentos, no tenemos, sin embargo, la llave de las vocales, o sea, de su pronunciación.

La mayoría de los filósofos griegos fueron a instruirse con los sacerdotes egipcios. Citemos por ejemplo, a Orfeo, Homero (1), Thales, Solón, Pitágoras, Demócrito, Herodoto, Platón, Eudoxio de Cnide (2), el Hermes griego, Plotino, Jámblico, Proclo y a Plutarco.

Este último nos interesa particularmente porque nos dejó un tratado entero dedicado a la ciencia sagrada de los egipcios(3), explicándonos el sentido de sus principales figuras e imágenes.

Era gran sacerdote de Apolo e iniciado en los misterios de Dionisio; estaba muy atraído por Egipto, así como sus maestros preferidos, Pitágoras y Platón. Allí tuvo contacto con los sacerdotes de Osiris.

Este historiador y filósofo griego vivió en Queronea del año 45 al 125 después de J.C. Mario Meunier, en el prefacio de su traducción De Isis y Osiris de Plutarco (4), afirma: «Todos los egiptólogos están de acuerdo en este punto: Plutarco se apoya en documentos puramente egipcios; no hay duda -dicen- de que Plutarco esté bien informado en cuanto a la religión egipcia».

El tratado, que nos proponemos resumir en este artículo, constituye uno de los mejores y más completos testimonios antiguos sobre los misterios egipcios y el mito de Isis y Osiris.

Desde el principio, Plutarco nos avisa de que las prescripciones o prohibiciones, las imágenes o fábulas no deben ser tomadas al pie de la letra, pues no son más que símbolos que sirven para elevarnos al conocimiento verdadero de los dioses: «Por ello, tantas veces como oigas lo que la mitología egipcia relata sobre los dioses: que anduvieron errantes, que fueron desmembrados, que sufrieron innumerables tormentos; tendrás que recordar lo que hemos dicho, sin creer que todo ello sucediera de la manera como se cuenta». (5)

Toda la mitología de los egipcios y de sus misterios están centrados en el mito de Osiris; su vida, su pasión, muerte y resurrección.

Según Plutarco, de la diosa del Cielo, Rea, NUIT o NEIT para los egipcios, nacieron cinco dioses:

-OSIRIS, hijo de Ra, el Sol.

-ARUERIS, llamado Horus el viejo, hijo de Ra.

-TIFÓN o SET, el enemigo, dios de la sequedad, hijo de Geb (Cronos para los griegos) dios de la Tierra.

-ISIS, hija de Thot (Hermes para los griegos).

-NEFITIS (Afrodita para los griegos, hija de Geb).

Antes de relatar la historia de Osiris el autor nos explica el sentido de algunos de estos nombres.

Isis (6) es la diosa sabia y amiga de la Sabiduría; su nombre parece proceder de un verbo antiguo isemi: saber.

Tifón, su enemigo, deriva de otro verbo tufein: cegar. Está cegado por el humo de la ignorancia y del error, y no procura más que destrozar y empeñar la Palabra Sagrada, representada por Osiris. Pero la diosa Isis sabe reunirla, mantenerla en orden y transmitirla a los iniciados que se consagran al culto de su divinidad. El Ser primero y soberano vive y reside con ella.

Por otra parte, el nombre mismo del templo de la diosa indica que encierra el conocimiento de la ciencia del Ser que Es: se llama Iseión, es decir: la casa en la que se puede adquirir la ciencia del Ser; además, el jeroglífico egipcio que forma la palabra Isis sirve para escribir la palabra morada, residencia, sede. Plutarco dice que Isis vive y cohabita con el Ser primero. Isis es la sede y el receptáculo de la generación.

Isis es quien revela las cosas divinas.

Según este autor, parece ser que la diosa griega Atenea corresponde a la Isis egipcia. Tenía un templo en la ciudad egipcia de Sais; era la esposa de Osiris y sobre su estatua (se llamaba también Nuit o Neit) se podía leer esta inscripción:«Soy todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que será, y mi velo no ha sido nunca levantado por ningún mortal; el fruto que he engendrado ha sido el Sol».

Por otra parte, el nombre propio de Zeus en lengua egipcia es Amún, nombre que los egipcios han alterado pronunciándolo Ammón. Amún, según Manetón, quiere decir: cosa oculta, o acción de ocultar.

La raíz Amn parece significar también: ‘crear’. Los egipcios lo llamaban también Amún Ra, dios solar, este dios se confundió finalmente con Osiris y representa el fuego oculto difundido en la naturaleza (7).

El mito de Osiris

Lo resumimos en sus puntos esenciales.

Osiris tuvo por mujer a Isis, Nefitis era esposa de Tifón. Osiris reinó en Egipto, estableció sus leyes, enseñó al pueblo a cultivar el trigo y la viña y la elaboración del vino; recorría la tierra y atraía a los hombres por la persuasión y, también, seduciéndoles mediante sus cantos y su música. (Orfeo encantaba a las fieras con su lira). Plutarco afirma que Osiris es el mismo dios que Dionisio o Baco en Grecia.

Cuando Osiris regresó de su viaje, Tifón, su enemigo, con la ayuda de setenta y dos cómplices, le hizo caer en una emboscada y lo encerró en un cofre, el cual fue arrojado al río, que lo llevó hasta el mar.

Estos acontecimientos ocurrieron, según se cuenta, el día 17 del mes de atir (octubre-noviembre, signo de Escorpión), en el vigésimo año del reinado de Osiris.

Isis se vistió de luto y buscó el cofre, acompañada por el dios Anubis (8), hijo de Osiris y Nefitis. Lo encontró parado al pie de un tamarisco en el territorio de Biblos, ciudad Fenicia, célebre por su culto a Adonis, dios que, como Osiris, moría para resucitar.

Después de varios acontecimientos, Isis trajo de nuevo a Egipto el cuerpo de su esposo, dejándolo en un lugar retirado. Tifón lo encontró y lo cortó en catorce pedazos que dispersó en todas direcciones. Isis se puso a buscarlos y cada vez que encontraba un trozo del cuerpo de Osiris, elevaba una tumba, esto dice la leyenda, a fin de que Tifón permaneciera en la ignorancia de la verdadera tumba de Osiris. La única parte de su cuerpo que Isis no pudo encontrar fue el miembro viril, al cual ordenó honrar en los templos (9).

Horus (10), hijo de Osiris y de Isis luchó contra Tifón, que fue capturado finalmente. Isis no lo mató; al contrario, lo dejó en libertad después de castrarle (11).

Plutarco termina la narración del mito osiriano, diciendo que es la imagen de una cierta verdad, que se manifiesta por medio de los múltiples símbolos, ritos y cultos que suscita. Existía, por ejemplo, la costumbre de cortar leña en la ceremonia celebrada durante una fiesta en honor de Isis; consistía en cortar un pino, quitándole el corazón y sustituirlo en una estatua de Osiris, hecha de la misma madera.

En una colección de dichos de Cristo, llamada Logía agrafa, es decir, palabras que la tradición nos conservó, pero que no están en los libros canónicos, encontramos esta frase: «Parte el leño y allí estoy». El símbolo del Árbol de Navidad parece proceder de Egipto y, sobre todo, el del leño de la Nochebuena: en los países del Norte, al pie del Árbol de Navidad se pone un niño Jesús acostado en un leño, vaciado en forma de cuna. De esto procede la costumbre de comer, en esta ocasión, un pastel en forma de leño.

Antes de empezar la interpretación profunda del mito, Plutarco explica el sentido de la palabra Amentit que significa: ‘el que recibe y da’. Parece corresponder al Hades de los griegos, la morada de las sombras, y al Sheol hebreo. Es la región donde van los muertos siguiendo la puesta del sol en dirección al Norte (12). Según Maspero (13) en medio de esta región se situaban lis jardines de Ialu, lugar de fertilidad inagotable donde las almas de los justos quedaban protegidas: el Jardín de Edén. El Amentit, como el Hades, es quien recibe a los espíritus y, también quien les entrega la recompensa (14).

Osiris, dice Plutarco, representa el Nilo, porque es el principio y la potencia de todo lo que es húmedo, la causa de toda generación y de la sustancia de todo germen. Osiris se une Isis o la tierra.

Tifón, en cambio, está representado por el mar, a causa de la sal que contiene. Es, pues, el principio de todo lo que es desecación, de todo lo que es ardiente, en una palabra, de todo lo que es hostil al húmedo generador.

Tifón es de color rojizo. Osiris, de color marrón oscuro. El buey Apis o Mnevis es de color negro, así como la tierra de Egipto, llamada chemia: ‘tierra negra’.

Dionisio (15), el soberano señor de la naturaleza húmeda, es llamado ués húmedo y, Plutarco añade, este dios griego no es otro que Osiris que los egipcios pronuncian Hysirus, de la misma raíz que ués.

En cuanto a la identidad entre Osiris y Dionisio, Plutarco dice que los misterios de Dionisio son los mismos que los de Osiris. Diodoro de Sicilia afirma lo mismo y añade que Isis es la misma que Demeter o Ceres.

El junco estaba consagrado a Osiris, representando el principio húmedo y de generación. Era un emblema fálico. Dios es, en efecto, el principio multiplicador de todo y dice Plutarco: «Tenemos costumbre de representar la multiplicación por el número tres; por ejemplo: Tres veces feliz».

En cuanto a la narración del mito que dice que Tifón arrojó al río el miembro viril de Osiris, al que Isis no pudo encontrar pero que ordenó honrarlo, esta narración significa que la potencia fecundadora y reproductora de Dios encontró su primer elemento en lo húmedo, por medio del cual se comunica a todo lo que es por naturaleza capaz de engendrar.

Además, un historiador griego cuenta que Dionisio era también llamado por los egipcios: Arsafés, palabra que significa energía viril; era un dios-carnero, un dios-aries, indicando la fuerza generativa que actúa, sobre todo, a partir del equinoccio de primavera. El dios Aries de los egipcios representa, pues, el espíritu generador de Amún-Ra-Sol, Osiris, Zeus para los griegos, que se manifiesta particularmente en primavera.

Puesto que la crecida del Nilo baja en el mes de noviembre, es decir, en el mes de atir (16), tercer mes del año egipcio, los egipcios dicen que es en este momento cuando Osiris muere y desaparece (17).

Los egipcios decían que Osiris vivió veintiocho años, número que corresponde a los días de la luna. El desmembramiento de Osiris en catorce trozos está relacionado con los días de la luna menguante. Cabe observar con más detalle esta relación entre Osiris y la Luna (o Isis): Plutarco nos dice que los egipcios celebraban una fiesta llamada «la entrada de Osiris en la Luna»; se celebraba al principio de la primavera, en el mes de famenot, séptimo mes (finales de febrero y marzo); era la fiesta de la luna llena de primavera, cuya aparición coincide con el despertar de las fuerzas de la Naturaleza. Observemos que en el ciclo litúrgico cristiano, la fiesta de Pascua de Resurrección se ha fijado en el domingo siguiente a la luna llena de primavera. Así pues, Plutarco dice que los egipcios, colocando en la luna la potencia de Osiris, quieren enseñar que este dios se une con Isis, la fuerza productora. Por esto, llaman a Isis «la Madre del Mundo» y le atribuyen una naturaleza a la vez varonil y femenina, puesto que fecundada y preñada por el sol, emite a su vez y siembra en los aires principios generadores (18). Hemos visto que el jeroglífico que sirve para escribir Isis, significa también ‘sede, morada, residencia’ y podría ser en este sentido que los cabalistas hebreos dijeran: «Mucha gente quiere ver al Rey, pero olvidan preguntar, primero, dónde está la casa del Rey».

Nefitis, esposa de Tifón, tuvo relaciones con Osiris y engendró de éste a Anubis; Isis reconoció a este niño. En efecto, Nefitis representa lo que está debajo de la tierra, lo que no se ve. Isis, al contrario, lo que está sobre la tierra, lo que se ve. Así pues, Anubis es llamado «horizonte», porque es común a los dos; es, a la vez, subterráneo y celeste.

De todo lo que ha sido expuesto hasta ahora resulta, dice Plutarco, que si bien cada una de estas explicaciones en particular no es exacta, en su conjunto, sí se les considera como justas. En efecto, no son las sequías causadas por el calor, el viento, el mar salado o las tinieblas los que representan a Tifón, sino, más bien, todo lo que la naturaleza contiene de nocivo y destructor.

Más adelante, Plutarco nos habla del problema del mal y dice que existe una doctrina sobre ello que procede de la más remota antigüedad. Se encuentra en todas las tradiciones, en los ritos iniciáticos tanto de los bárbaros como de los griegos.

Esta doctrina enseña que el bien y el mal están mezclados y que no existe nada de lo que produce la naturaleza que esté exento de esta mezcla. Todo nos viene de dos principios opuestos, de dos fuerzas contrarias. Es la mezcla inherente a la vida. Si nada se hace sin causa, es necesario que haya en la naturaleza, tal y como ocurre con el bien, un principio particular que cause el mal.

Después de hablar de la doctrina del mago Zoroastro que vivió dice, cinco mil años antes de la guerra de Troya, Plutarco vuelve a la teología egipcia, en la que dos principios opuestos están representados por Osiris y por Tifón. La lucha de ambos termina con la derrota del principio del mal y la victoria de Horus, u Osiris resucitado.

Osiris representa todo lo que es y se hace de excelente.

Tifón, por el contrario, es todo lo que hay de apasionado, de no razonable, todo lo que hay de perecedero y de nocivo en el cuerpo y en el espíritu del Universo.

Otro nombre de Tifón es Set, que significa: fuerza opresiva o vuelco; también se llama Bebon, que significa: ‘obstáculo, impedimento’.

El asno para los egipcios simboliza a Tifón; es de color rojizo como la arena y la roca árida del desierto. También el hipopótamo y el cocodrilo representan a Tifón. En los sacrificios que se hacen en el séptimo día del mes de tibi, día llamado «el Regreso de Osiris», se modela en galletas la figura de un hipopótamo encadenado; para significar la sujeción del principio del mal.

El mes de tibi, el quinto mes, corresponde a finales de diciembre y a enero. El regreso de Osiris o su Epifanía se sitúa en el momento del año que el sol empieza a crecer, o sea, en el solsticio de invierno. Es precisamente en esta misma época cuando los cristianos celebran la Navidad y la Epifanía, palabra que significa: ‘manifestación, aparición, visión’. Aparición del niño Jesús o del niño Osiris-Horus. Observemos que el asno está presente en el Pesebre, pero en este caso está pacificado (19). El asno, como el hipopótamo, es un símbolo de Tifón, el principio del mal, que parece indispensable para la manifestación de la divinidad. Si la presencia de Tifón o el asno, los dioses no pueden manifestarse sobre la tierra. Así se explica la lucha entre Osiris-Isis-Horus por una parte, y Tifón por otra, lucha que terminó con la derrota de Tifón que no fue muerto, sino solamente castrado. Su fuerza nociva le fue quitada, de este modo se convirtió en el buen asno que lleva a los dioses. El Señor se manifiesta sobre un asno. (20) El asno es, pues, el lazo, el vínculo de la Palabra, del Verbo, necesario para que éste se condense. En hebreo la palabra que significa asno quiere decir también: soporte, asiento y al mismo tiempo estúpido. El Zohar dice lo siguiente: «Se puede esclavizar al asno (o sea, al diablo) con el nombre sagrado Shaddaï y por esto la Escritura dice que el Mesías viene montando un asno » (21).

En el tratado de Saint-Baque de Bufor, titulado la Concordancia Físico-Mito-Cábala-Hermética (22), leemos lo siguiente:

«La materia del Arte sacerdotal es un limo compuesto de tierra y agua, o sea, de dos substancias, una fija y otra volátil. Los sacerdotes egipcios personificaron estas dos sustancias; llamaron a Osiris o fuego oculto: el principio activo, seco, cálido y masculino: en cambio, llamaron a Isis el principio pasivo, frío, húmedo y femenino. Añadieron un tercer principio, al que llamaron Tifón, considerado como el hermano uterino porque las sustancias homogéneas, radicales y celestes que representan a Isis y Osiris deben al cielo su origen, y, en cambio, los espíritus heterogéneos, impuros, accidentales y terrestres significados por Tifón, son los vapores de la tierra, que en la ficción se supone que es la madre común. Así pues, aunque la teología egipcia considere a Tifón execrable, es preciso observar que sin él, Isis y Osiris no pueden ser congelados ni vueltos sensibles; de modo que es debido a esta deidad impura que los Sabios pueden conocer su Primera Materia, la cual, sin esta causa de condensación, permanecería invisible, tal como está en el aire».

Plutarco continúa sus explicaciones diciendo que Osiris está representado por un ojo y un cetro, significando respectivamente la previsión y la potencia. Otro símbolo de Osiris es el gavilán.

La luna o Isis era denominada la «Madre del Mundo» porque desprende en el aire los principios fundamentales que recibió del Sol. Isis es, pues, la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda generación. Es en este sentido que Platón la llama «nodriza y la que contiene todo». La mayoría de autores la llaman «Diosa de los innumerables nombres», porque recibe toda clase de formas y apariencias. Apuleyo, en su obra llamada Las Metamorfosis o el Asno de Oro llama a Isis «Reina del Cielo» y cuando se manifiesta al protagonista llamado Lucius, le dice:

«Soy la naturaleza, la madre de las cosas, dueña de todos los elementos, origen y principio de los siglos, divinidad suprema, reina de los manes, o espíritus de los muertos, primera entre los habitantes del cielo, prototipo uniforme de los dioses y diosas. Soy yo, cuya voluntad gobierna las bóvedas luminosas del cielo, los soplos saludables del océano, el silencio lúgubre de los infiernos. Potestad única, soy, por el universo entero, adorada bajo diversas formas, con ceremonias diversas, bajo mil nombres diferentes. Los frigios, primeros nacidos sobre la tierra, me llaman Diosa de Pesimonte y madre de los dioses; los Atenienses me denominan Minerva Cecropiana, soy Venus de Pafos para los habitantes de Chipre; Diana Dictina en Creta, Proserpina en Sicilia donde se hablan tres idiomas; soy Ceres, la antigua divinidad, para los habitantes de Eleusis; Juno para unos, Bellona para otros; Hécate para estos, Ramnusia para aquellos. Pero en los que están iluminados primero por los divinos rayos del Sol naciente, los pueblos de Etiopía, de Aria y los Egipcios, poderosos por su saber antigüo, son los únicos que me honran con el culto que me es propio; sólo ellos me llaman por mi verdadero nombre, a saber, La reina Isis». (23)

Plutarco continúa: Isis tiene un amor innato por el primer principio, que ejerce un poder supremo sobre todas las cosas; lo quiere y lo persigue, pero huye y rechaza toda participación con el principio del mal. Se ofrece al primero y se alegra en su unión con él, para difundir y propagar después los gérmenes productores.

Toda generación es, en efecto, una imagen en la materia de la sustancia fecundante. No es un despropósito si los egipcios afirman, en su mitología, que el alma de Osiris es eterna e incorruptible, que su cuerpo es a menudo desmembrado y escondido por Tifón, y que Isis yerra, lo busca y, finalmente, consigue reconstituirlo. Es el cuerpo de Osiris personificado por Horus. Hablando en términos cristianos, Osiris representaría al Padre, Horus al hijo, e Isis al Espíritu Santo en su aspecto fecundador y vivificador.

Así pues, la naturaleza más perfecta y divina, se compone de tres principios que son: La Inteligencia, la Materia y el producto de su unión: el mundo organizado y perfecto.

Parece probable, según Plutarco, que los egipcios hayan considerado el triángulo rectángulo como el más hermoso de los triángulos, comparándolo con la naturaleza del universo.

El lado del ángulo recto representa al elemento masculino, el padre; la base, al femenino, la madre, y la hipotenusa el engendrado, el hijo. Son Osiris, Isis y Horus, como resultado de su unión: 3 es el primer número impar y perfecto; cuatro es el cuadrado del primer número par, y el cinco, compuesto de 2 y de 3, procede a la vez de su padre y de su madre.

Cinco, en griego pente, deriva de la palabra panta: universo. Además cinco al cuadrado da el número de las letras del alfabeto egipcio.

Los egipcios tenían también la costumbre de denominar a Horus con la palabra min, que significa: ‘visto’, porque el mundo perfecto que representa, es sensible y visible.

Así pues, cabe subrayar que, según Plutarco, la realización osiriana es sensible y esta es la marca de la autenticidad de toda tradición original: la regeneración del hombre caído no es solamente espiritual sino sensible, tangible. El paralelismo con el cristianismo es sorprendente, ya que la realización crística es también sensible. Además, si la encarnación y la resurrección de Osiris se producen mediante la acción de Isis, su madre, esposa y hermana, también para los cristianos el misterio de Cristo no puede separarse del misterio virginal y marial.

En cuanto a Isis, los egipcios la llaman a veces Mut y a veces Atiri o Hator, lo que significa, respectivamente, ‘madre’ y ‘habitación terrestre’ de Horus.

Hay que pensar que la diosa Isis participa siempre en la vida del Dios supremo y permanece siempre unida a él por el amor que siente por los bienes que emanan de él, y nunca se le resiste. La diosa desea siempre con ardor a su esposo y quiere llenarse de sus esencias más puras.

Así, cuando Tifón ataca las últimas emanaciones de este dios y se apodera de ellas, se dice entonces que Isis se entristece. Busca lo que queda de Osiris y lo recoge en los pliegues de su vestido; entonces, esconde los trozos con cuidado, a fin de reproducirlos en un nuevo nacimiento, de que resurjan en su seno.

Efectivamente, las manifestaciones y las emanaciones de Osiris que brillan en el cielo y en los astros, se conservan en un estado permanente; pero las que están diseminadas en los elementos sujetos a modificaciones, en la tierra, en el mar, en las plantas y en los animales, se disuelven todas, se sepultan, para reaparecer a la luz y manifestarse en un nuevo nacimiento.

Es lo que enseña la mitología cuando cuenta que Tifón fue el esposo de Nefitis y que Osiris tuvo relaciones secretas con ella. En efecto, los últimos estados de la materia llamados Nefitis o Teleute, están, más que ninguna otra cosa, sometidos al principio destructor o Tifón. El principio conservador y fecundo, Osiris, no esparce más que gérmenes débiles a los que Tifón sofoca, salvo los que Isis recoge, salva, alimenta y reconstituye.

Plutarco nos da la etimología de la palabra Dios en griego, Teos, formado de dos palabras: teatos y teón significando respectivamente: ‘contemplado’ y ‘que corre’ (24).

Según Plutarco, el nombre de Isis procede de dos palabras: Movimiento y Ciencia. Y el nombre de Osiris está formado también de dos palabras: osios: ‘santo’ y ieros: ‘sagrado’. Existe pues una relación entre las cosas que se encuentran en el cielo y las que están en el Hades; los antiguos denominaban santas las cosas del cielo y sagradas las de la tierra. Esto es Osiris (25). Observemos que la palabra ieros en griego, significa también ‘templo consagrado a los dioses’, pero significa además ‘el hueso sacro’ situado en la base de la columna vertebral.

Plutarco condena la teoría que consiste en ver en Osiris, únicamente, un antiguo dios de la vegetación. De hecho, su condena se dirige a los que toman el símbolo por la cosa significada, a los que piensan que Osiris es el grano de trigo o los brotes nuevos de la vegetación, por ejemplo:

«Los diversos nombres y los ritos sirven de símbolos, los unos más oscuros, los otros más claros para aquellos que se dedican a los estudios sagrados. Estos símbolos les conducen, no sin algunos peligros, ala inteligencia de las cosas divinas. Efectivamente, algunos de entre ellos, tomando el mal camino, caen del todo en la superstición; pero otros huyendo de esta superstición como de una marisma llena de barro, han caído, sin darse cuenta, en el ateísmo como en un precipicio»

En otro tratado, Plutarco nos da esta explicación del más puro monoteísmo:

«La divinidad no puede ser múltiple, ella llena la eternidad de un ahora que no acaba nunca. La mejor manera de nombrar a Dios y saludarle, es el adoptar esta fórmula de algunos antiguos: Tú eres uno; pero es preciso añadir necesariamente: que lo que es, sea uno y que lo que es uno, sea. Los egipcios llamaban a la divinidad: El uno que es único y que no tiene segundo» (26).

Esto nos recuerda las profesiones de fe de las grandes religiones llamadas monoteístas: Judaísmo, Cristianismo, Islam. No es de extrañar, si pensamos que proceden de Egipto. Pero no nos fiemos de la aparente simplicidad de la afirmación monoteísta, ya que si fuese tan evidente para los fieles no les sería necesario repetirla cada día. En realidad se trata de un problema muy profundo: la unidad divina se ha perdido para el hombre caído y su reintegración, su regeneración, consiste precisamente en reunir al Osiris de abajo con el Osiris de arriba. Los hebreos enseñan que el nombre de Adonai se ha dividido en dos por el hecho de la transgresión adámica. Los justos son aquellos que reunifican el nombre de Dios. Es lo que dice Zacarías XIV, 9: «Es este día el Señor será uno y su nombre, uno». Esta unidad sólo se puede conocer experimentalmente; es el resultado de una realización y no, tal y como podría pensarse, de una simple fórmula dogmática y especulativa.

Tal como lo hemos dicho al principio de este artículo, parece cierto que Plutarco escribió en una época en que la tradición egipcia había degenerado y caído en la superstición.

Su objetivo consistía en hacer comprender que los nombres de los dioses, sus personalidades, sus cultos e imágenes, los ritos, los animales de la religión egipcia, no son más que símbolos de las cosas sagradas.

«Así pues - concluye el autor- si los Sabios más estimados, tan pronto como hubieron observado en los objetos inanimados y en las cosas inorgánicas alguna misteriosa relación con la divinidad, no creyeron deber despreciarla; con mayor razón, me parece, debieron respetar las particularidades que, en las criaturas sensibles, dotadas de vida, inclinaciones y costumbres, les presentaban, según su manera de ser, alguna analogía con el Ser divino»

A propósito de la Ciencia sagrada, un Sabio escribió esta frase que nos parece resumir el pensamiento de nuestro filósofo griego: «Las cosas dicen la Palabra, pero la Palabra no está dicha por las cosas. Las palabras dicen la Cosa, pero la Cosa no está dicha por las palabras».





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(1): Según Clemente de Alejandría, Homero era de origen egipcio.

(2): Diodoro de Sicilia afirma que Euxodio introdujo la astrología egipcia en Grecia.

(3): También Jámblico, Diodoro de Sicilia y Clemente de Alejandría nos han proporcionado datos sobre la tradición egipcia.

(4): Ver Plutarco, Los Misterios de Isis y Osiris, edit. GLOSA, Barcelona, 1976.

(5): Íbidem, §11.

(6): A propósito del jeroglífico de Isis, leer el artículo: «La Dame aux mille noms» de J. Simar, en la revista belga Le Fil d’Ariane, num.6

(7): Es curioso observar que los egipcios hayan asociado Amún que significa: ‘cosa oculta’, con Ra el dios solar, que precisamente es la cosa más visible que existe en la naturaleza. He aquí lo que dice el filósofo hermético Saint-Baque de Bufor a propósito de este tema: «El fuego celeste está representado por Júpiter, Zeus en griego, y el fuego central está representado por Vulcano; los dos proceden de una misma raíz, ya que Vulcano, antes de ser precipitado sobre la tierra, estaba en los cielos. Así pues, debe concluirse que el fuego central procede del fuego vital celeste a causa de la circulación eterna que Dios ha impuesto a este último y que, por lo tanto lo que está arriba es como lo que está abajo». Al dios Amún podría corresponderle esta sentencia: «Dios, el fuego secreto que suscita los universos, que los mantiene y que los consume». De El Mensaje Reencontrado, en su dedicatoria de la primera página.

(8): Anubis: dios-perro. El que abre los caminos. Dios del crepúsculo y del horizonte, lugar donde el cielo y la tierra se mezclan. La unión del cielo y de la tierra.

(9): No solamente los egipcios, dice Diodoro de Sicilia, sino también otras muchas otras naciones, han dedicado sus misterios al órgano de la generación. De esta manera, honran al principio fecundante.

Existe una relación entre el sexo y la palabra, por ejemplo, la muda de la voz de la pubertad. Todas las tradiciones hablan en términos más o menos velados de este misterio. Los dos están en relación con la fuerza generativa del universo. Los griegos llamaban Logos a la Palabra creadora.

(10): Horus niño o Horus el joven, era llamado Harpócrates, el Sol naciente. Plutarco dice que personifica al germen que empieza a brotar. Horus representa a Osiris resucitado, después de la reunión hecha por Isis de sus miembros dispersados por Tifón.

(11): El principio del mal personificado por Tifón, no fue destruido, sino simplemente neutralizado.

(12): Referente al norte, consultar Henry Corbín: L’homme de Lumière, París, 1971, capítulo III, pág.63-83.

(13): G. Maspero, Bibliothèque Egyptologique. Etudes de Mythologie et d’Archéologie Egyptiennes. 8 Vols.

(14): Sheol en hebreo proviene de una raíz, shaal, que significa pedir. El Sheol siempre pide y nunca está saciado. En el centro de su infierno, en el lugar más profundo, Dante sitúa a Lucifer inmovilizado hasta el vientre en un lago de hielo y que devora con avidez a los habitantes de la tenebrosa morada. Virgilio, el guía que acompaña a Dante en su viaje, le permite atravesar sin daño la triste región de envidia y desolación y hallar impunemente la salida que conduce al Paraíso de los elogios, a los Jardines de Ialu de los egipcios. El Sheol, el Amentit son, pues, el norte, de donde proviene lo bueno y lo malo. La puerta del norte es la puerta cerrada. Allí se encuentra la estrella del Norte, que permite al viajero, al náufrago, orientarse, la estrella que conduce y guía a los sabios Magos a Belén; es, también, la columna de luz que iba delante del pueblo elegido en su salida de la tierra de exilio. Para ellos era luz, y al mismo tiempo, era tinieblas para los impíos e infieles. Los antiguos persas, discípulos de Zoroastro, enseñaban que la morada del Ángel de la iniciación, Sraosha, está situada al norte, en el Polo donde se encuentra la estrella Polar. Los musulmanes shiitas de Irán le llaman el «Imam escondido». Ver: H.Corbin, En Islam Iranien, vol. IV, p. 303: «Le douzième Imam et la Chevalerie Spirituelle».

(15): Del mismo modo que Osiris fue desmembrado por Tifón, reconstruido por Isis y después resucitado, también Dionisio fue desmembrado por los Titanes y devorado. Los Titanes fueron castigados por Zeus y reducidos a ceniza. Dionisio volvió a la vida gracias a la ayuda de divinidades femeninas, Athena, Rea, Demeter. El mito también dice que de las cenizas de los Titanes nacieron los hombres. Cada uno de ellos posee, en sí mismo, una parcela ínfima de Dionisio. Este Dionisio, encarcelado en el cuerpo humano y en el mundo como en una prisión, debe liberarse con la ayuda del Dionisio celeste; así, el hombre pasa de la vidas titánica, o exiliada, a la vida olímpica o única.

(16): El día diecisiete de este mes: los Pitagóricos tienen un horror absoluto y sagrado por este número, ya que separa el número cuadrado 16 y el número rectangular 18 (4x4 y 3x6).

(17): En astrología el signo de Escorpión corresponde a la casa VIII y significa la muerte y la regeneración. . El sol se debilita y es como si muriese la naturaleza. Los campesinos dicen que no se puede trasplantar un árbol, antes del día dos de Noviembre, el día de los muertos en el calendario litúrgico católico, porque solamente a partir de esta fecha se considera que la savia ya no circula en las plantas.

(18): El autor de El Mensaje Reencontrado parece hablar el mismo lenguaje cuando dice (II, 71’): «La Madre Universal que existe por Dios quien la modela a su gusto. La fecundadora del cielo. La fecundada de Dios. La fecunda de la tierra».

(19): El Mensaje Reencontrado (XL, 16): «Muchos pastores son de buena voluntad, pero han perdido la sal de la sabiduría, y los más instruidos de entre ellos ya no la conocen más que por símbolos y de oídas, sin saber en verdad de qué se trata. -Felices quienes se acuerdan de que el Señor nació en un humilde establo, muy felices quienes se encuentran su huella en este mundo y felicísimos quienes le calientan de nuevo como asnos sabios».

(20): Ed. Obelisco. Barcelona, 1986, p. 63

(21): ver la Fiesta de Ramos en la que se celebra su entrada en Jerusalén. (Mateo XXI-I, 11).

(22): Zacarías IX, 9

(23): Platón dice, que los primeros hombres que habitaron en Grecia, según parece, no conocieron otros dioses que los que todavía hoy en día son honrados en el país de los bárbaros: el sol, la luna, los astros, el cielo y la tierra. Como los veían en perpetuo movimiento y siempre corriendo, a causa de esta propiedad que manifiestan: ‘correr’, tein, los llamaron Teoi: ‘dioses’.

(24): Libro XI,1.

(25): El Corán dice: «Él es Allah en los cielos y la tierra.»

(26): «Sobre la E de Delfos», en Obras Morales y de Costumbres, 393-B. Ed. AKAL; Barcelona 1987 p.159.

LA TRADICIÓN ESCRITA DE LOS ANTIGUOS EGIPCIOS

Carlos del Tilo

Las fuentes principales son Los Textos de las Pirámides, Los Textos de los Sepulcros (1) y los papiros de las varias recensiones del Libro de los Muertos.

Esta denominación procede del eminente egiptólogo R. Lepsius, que publicó en el año 1842, un manuscrito jeroglífico del Museo de Turín con su traducción. Este texto es el ejemplar al cual se refieren todas las citas de los egiptólogos. No se trata —dice R. Lepsius— de la obra de un único redactor, sino de una colección de párrafos independientes unos de otros, cuya regla de coordinación no ha sido la misma en todas las épocas. Sus redacciones proceden de fuentes y de épocas diferentes. La mayoría de los papiros conservados en los museos de Europa proceden de manuscritos hallados en las tumbas junto con la momia. En gran parte fueron escritos por escribas de la casta sacerdotal, que los redactaban de antemano dejando en blanco el nombre del difunto, al cual añadían casi siempre el nombre de su madre (2).

S. Mayassis, que ha profundizado especialmente en el carácter iniciático de este libro, prefiere el título de El Libro de la Salida a la luz del Día, apoyándose en varios capítulos del mismo texto. Para él, como para Maspero, el Libro de la Salida a la luz del Día era para los antiguos egipcios como un pasaporte, ya que su propósito no era únicamente el guiar al alma en su viaje al país de Ultratumba; pretendía también darle la llave de los problemas esenciales relativos al mundo de los hombres y al de los dioses. (3) A primera vista, estos escritos parecen constituir una guía para el uso del espíritu del difunto en el mundo oculto, es decir, una guía post mortem.

El egiptólogo griego S.Mayassis no parece ser de esta opinión al esforzarse en demostrar en su obra citada que El Libro de los Muertos es un libro de Iniciación, ya que la iniciación se refiere a una experiencia que normalmente se realiza antes de la muerte. En efecto, la muerte física es como la imagen de la muerte iniciática, que puede realizarse de forma ritual t simbólica, pero que es una experiencia real de regeneración. La doctrina del Libro de los Muertos —dice Mayassis— parece íntimamente ligada con el culto de Osiris, el culto difundido en todo Egipto. Osiris, por su supuesta vida, por su muerte funesta y por su resurrección, era el arquetipo del hombre y representaba especialmente para el alma el carácter de Dios Salvador. Todo el libro enseña al alma declarada justa, que se identifica con Osiris para resucitar e inmortalizarse con él. (4) Estos textos —continúa Mayassis— eran inscripciones secretas, una literatura secreta que ningún profano no podía ver ni leer, ya que quedaban encerradas con la momia o inscritas sobre las paredes de los pasillos de las tumbas-pirámides, sobre los sarcófagos o sobre los rollos confiados a las momias. En todos los sitios y siempre,el difunto fue el guardián del secreto y la tumba su caja-fuerte. Los egipcios confiaban en el silencio del muerto y en la inviolabilidad de la tumba. (5)

Todas esas hazañas respecto a los secretos de la naturaleza y a los misterios de la regeneración del hombre sólo se transmitían, a través de la muerte iniciática, fuera del alcance de los profanos, en las escuelas sacerdotales; de modo que el difunto, al cual se refiere el Libro de los Muertos, también representa, de cierta manera, al iniciado en la vía de regeneración. La preocupación principal de los egipcios, en la época de su decadencia, era conservar el cuerpo físico incorrupto, mediante una técnica muy perfeccionada de momificación, lo que impedía al mismo tiempo la disolución normal del espíritu (llamado cuerpo astral). El espíritu permanecía en unión con la momia y, de este modo, el alma del difunto evitaba la reencarnación, pero también evitaba la oportunidad de una nueva experiencia encarnada en este bajo mundo, a fin de lograr su liberación y realización definitiva. La momificación, pues, no es más que un simulacro y la imagen de la resurrección, realizada por los sabios, siguiendo la Vía real de Osiris. La momificación es para los muertos, la resurrección para los vivos.

¿Acaso este libro llamado de los muertos, no sería más bien El Libro de los Vivos? Este libro ha sido compuesto por Isis para su hermano Osiris, a fin de hacer revivir su alma, reanimar su cuerpo y devolver el vigor y la juventud a todos sus miembros divinos, a fin de que él sea finalmente reunido con el Sol, su padre. (SA.HU.) (6).

En conclusión, según la lista que nos proporcionó Mayassis, los textos del antiguo Egipto de los que disponemos son los siguientes:

1. Los Textos de las Pirámides inscritos en el interior de cinco pirámides-tumbas: de Unas, de Pepi,de Meri-Ré, de Pepi II en Saqarah y que pertenecen a la Vª y VIª dinastía.

2. El Libro de las Puertas, pertenece a la literatura funeraria y real del nuevo Imperio hacia finales de la XVIIª dinastía. Decora las tumbas d’Horemheb, de los seis Ramsés, de Seti I y II, de Menephtah, etc.

3. El Libro de lo que hay en el Hades o El Libro del Hades,cuya recensión más antigua fue hallada en las tumbas de Thuthmés III, Amenhotep II y III en Tebas, en las tumbas de los Ramsés; pero la más completa y mejor ilustrada es la de la tumba de Seti I. Al comienzo, este libro, al igual que el Libro de los Muertos, estaba grabado sobre las paredes de las tumbas, luego sobre los sarcófagos y ataúdes de madera y, finalmente, sobre los rollos de papiros... Según W. Budge, su origen se remonta a la época en la que Egipto no estaba del todo civilizada.

4. El Libro de las Cavernas. Según A. Piankoff es un texto de los misterios, en relación con el misterio de la transformación, del paso de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. Este libro con el Libro de las Puertas y el Libro de lo que hay en el Hades, representa una de las tres composiciones religiosas del Imperio Medio.

5. Los Textos de los sepulcros datan del Imperio Medio.



Presentamos a continuación algunos fragmentos de textos egipcios:

¡Oh Padre!, tú estás en mi corazón y nadie puede conocerte, sino yo, tu hijo. Akhenatón

¡Oh!, que yo sea regenerado, que mi espíritu sea purificado y sublimado, que sople en mi el Espíritu de arriba, que yo vea el fuego divino. Plegaria egipcia

Yo soy el Ayer y conozco el Mañana. Soy el dueño de renacer por segunda vez, misterio del alma, creadora de los dioses y productora de los alimentos para quienes acceden al oeste del cielo, timón del este, Señor de las caras que ven por su resplandor, Señor de la resurrección que sale de las tinieblas. Libro de los Muertos, cap. LXIV

¡Oh Osiris N (8)! Has tomado el cielo. Has heredado la tierra. -¿Cómo has tomado el cielo? - Ve: Como un dios, joven y bello, justo de voz contra sus enemigos. -Como Ra, príncipe de los dioses; como Horus, lugarteniente de Osiris.Textos de los sarcófagos, 5

Os saludo dioses que habitáis en la Sala de la Verdad. El mal no está en vuestro seno, vivís de la Verdad en An; vuestros corazones se alimentan de la Verdad delante de Horus en su disco. Liberadme del dios del mal, que vive en las entrañas de los grandes, el día del gran juicio entre vosotros. Osiris N. viene hacia vosotros: no hay mal ni pecado ni manchas ni impurezas en él, no hay acusación ni oposición contra él. Vive de la Verdad, se alimenta de la Verdad. El corazón está encantado por lo que ha hecho. Lo que ha hecho, los hombres lo proclaman, los dioses se alegran de ello. Se ha conciliado con Dios por su amor. Ha dado pan al que tenía hambre, agua al que tenía sed, vestiduras al que estaba desnudo... (9) Salvadle, protegedle, no acusándole ante el Señor de las momias, pues su boca es pura, sus manos son puras. Libro de los Muertos,cap.CXXV,35-39

El alma del difunto está viva por la eternidad, no muere de nuevo, está iniciado en el misterio de Tiau (10), penetra en los misterios de la divina región inferior. Libro de los Muertos,cap.CXXX,27

Los nombres de Osiris:

Osiris, ser bueno.

Osiris viviente

Osiris dueño de la vida

Osiris dueño de todo

Osiris que reside en la morada del Ser

Osiris que reside en los granos

Osiris en la región del sur

Osiris en la región del norte

Osiris dueño de los años

Osiris-Ptah dueño de la vida

Osiris dueño de la tierra de vida

Osiris en el cielo

Osiris sobre la tierra

Osiris en posesión del trono

Osiris engendrador

Osiris señor eterno

Osiris maestro de la eternidad

Osiris que lleva Horus

Osiris el que abre los caminos del su, dueño de la doble tierra.

Osiris el que abre los caminos del norte, dueño del cielo.

Ptah, estable y augusto asiento del sol

Osiris en todas sus salas

Osiris en todas sus creaciones

Osiris en todos sus nombres

Osiris en todas sus funciones

Se le rinde homenaje por los cuidados a Osiris N.

Libro de los Muertos,cap.CXLII

Libro que da la perfección al difunto en el seno de Ra, dándole la preeminencia ante Tum, haciéndole grande ante Osiris, fuerte ante el residente del Amentit, haciéndole temible ante los dioses... Es el misterio de Tiau... la supresión de las manchas, la entrada en el Valle misterioso cuya entrada se desconoce; esto da el verdor al corazón del difunto, prolonga su marcha, le hace avanzar y le hace forzar la entrada del Valle para penetrar en él con el dios... Los dioses se le acercarán y le tocarán, pues será como uno de ellos. Este libro le hará conocer lo que ocurrió al principio. Este libro misterioso y verdadero, nadie más lo ha conocido,en ningún lugar, nunca. Ningún hombre lo ha declamado, ningún ojo lo ha interpretado, nunguna oreja lo ha oído (11). Que sólo sea visto por ti y por aquel que te lo ha enseñado. No hagas de él numerosos comentarios producto de tu imaginación y de tu memoria...... Es un verdadero misterio que ningún hombre del vulgo conoce, en ningún lugar... Hace que esté vivo para siempre jamás y que nada prevalezca en contra suyo. Libro de los Muertos,cap.CXLVIII,5-8

Estoy intacto, intacto como mi padre Osiris-Khepra, cuya imagen es el hombre cuyo cuerpo no se descompone.

Libro de los Muertos.cap.CLIV.2





(1): L. Speleers, Textes des Pyramides égiptiennes y Textes des Cercueils du Moyen Empire égyptien, Av. Marie José 159. Bruselas, 1946.

(2): Ver P. Pierret, el prefacio de su traducción del Livre des Morts des anciens égyptiens, Leroux, París, 1907.

(3): S. Mayassis, Le Livre des Morts de l’Egypte Ancienne est un Livre d’Initiation, B.A.O.A. Athènes 1955. pág.1

(4): Op. cit., pág.2

(5): Op. cit., pág.29

(6): SA = el piloto de delante de la Barca Solar. HU = el piloto de detrás. SA = la inteligencia de RA. HU: la Palabra creadora de RA. Ver S. Mayassis, Op. cit.pág. 327

(7): Op. cit. pág. 30

(8): El Osiris N.: el difunto creyente se identifica con Osiris, es por ello que se llama Osiris tal. Cómo él muere y cómo él resucita. En Osiris quien resucita con él. San Pablo enseñaba la misma relación de los primeros cristianos (Epist. a los Romanos VI,5): Si en efecto, hemos sido injertados en él (Cristo), por la semejanza de su muerte, lo seremos también por la de su resurrección. El Osiris N. es Horus engendrado por su madre Isis, alimentado por Nefitis, así como lo hicieron estas divinidades para con Horus, que rechazaba a los asociados de Set. Libro de los Muertos,cap. CXXXIV,6-7.

(9): Ver San Mateo XXV, 35 y 11: Porque tuve hambre y me disteis de comer. Tuve sed y me disteis de beber. Fui peregrino y me acogisteis...Véase también Isaías LVIII,7.

(10): Nota de P. Pierret en su traducción del Libro de los Muertos, pa´g,11: Tiau es el campo de recorrido nocturno del sol, el hemisferio inferior, el espacio que une el horizonte occidental al horizonte oriental del cielo. El difunto cuando llega al oeste (hacia el norte) pasa por el juicio que lo declarará puro delante de Osiris, entonces se levanta como un dios vivo, o sea, resucitando como Horus y recorriendo el cielo: se identifica con RA, después atraviesa el Nun o abismo celeste y vuelve al Tiau: se identifica con Osiris; y, finalmente, se une con los dioses, entre los que reside. Véase la nota 12 del artículo De Isis y Osiris de Plutarco.Tiau parece ser lo mismo que Ialu.

(11): Ver I Corintios, II,9.

LA TRADICIÓN EGIPCIA A TRAVÉS DE LOS ALQUIMISTAS

Juli Peradejordi

El conocimiento hermético del que eran depositarios los egipcios fue recogido por los hebreos; numerosos pasajes de la Biblia, sobre todo el Pentateuco de Moisés, nos permiten adivinarlo (1). Por otra parte, también los griegos se nutrieron de la sabiduría egipcia, adecuándola a su civilización y a sus divinidades y sirviendo de transmisores de sus misterios (2). Más tarde, bebiendo indistintamente en las fuentes griegas y en las egipcias, los sabios doctores del Islam volvieron a actualizar y transmitieron de nuevo el conocimiento hermético.

Fue, finalmente, a través de estos tres, hebreos, griegos y árabes, como llegó a tierras europeas, donde volvemos a encontrarlo entre los alquimistas medievales, más o menos intacto, hasta finales del siglo XVIII.

No es tampoco desdeñable, aunque no hablaremos ahora de ello, el papel ejercido por algunos padres de la Iglesia en esta misteriosa transmisión. Durante la Edad Media aparecerán una serie de alquimistas cristianos que compararán la Gran Obra con la vida de Cristo (3). Con todo, los elementos más importantes de la filosofía hermética proceden en su mayoría, como veremos, de los griegos y de los egipcios.

Varias leyendas egipcias y griegas nos refieren que toda una serie de usos, enseñanzas y costumbres fueron transmitidos al pueblo egipcio por Thot, dios que recibiría entre los griegos los nombres de Hermes y de Mercurio (4). Dicho de otro modo, lo que exotéricamente se entiende por tradición, nos narra la leyenda que fue transmitido al pueblo egipcio por Thot-Hermes.

Alkandi (5) se refiere a él en estos términos

«En tiempos de Abraham vivía en Egipto Hermes o Idris segundo (6), que la paz sea con él, y fue apodado Trismegisto, porque era poeta, rey y filósofo. Enseñó el Arte de los metales, la Alquimia, al Astrología, la Magia, la Ciencia de los espíritus... », con ello vemos que Thot o Hermes fue también el transmisor del esoterismo. Dom Pernety afirma que se consideraba a Mercurio como el inventor de las artes y de los caracteres jeroglíficos, porque Hermes los inventó a propósito del mercurio filosófico, uno de los arcanos de la Alquimia.

La helenización de Thot, Hermes Trismegisto, fue el Mercurio de los romanos; éste estaba considerado como el padre de la Alquimia, que ha tomado de él el nombre de «filosofía hermética». Todos los alquimistas medievales estaban de acuerdo en ello y se llamaban a sí mismos «filósofos herméticos», para diferenciarse de los filósofos «profanos».

Entre los escritos de los filósofos herméticos, aquellos en los que se hace alguna alusión directa a la mitología egipcia son muy numerosos; resultaría poco menos que imposible citarlos a todos. Muchos de ellos no han sido traducidos nunca ni del latín ni del griego originales, y bastantes se conservan únicamente en forma de manuscrito. Entre los autores a los que hemos recurrido en el presente trabajo, señalaremos cuatro, que nos parecen los más representativos: MICHAEL MAIER, médico y alquimista alemán del s. XVII, prolífico escritor: DOM ANTOINE PERNETY, benedictino de la congregación de St. Maure, autor de un Diccionario Mito-Hermético (s. XVIII) de obligada referencia; SAINT BAQUE de BUFOR, filósofo desconocido, del s. XVIII, probablemente relacionado con Pernety o con el círculo hermético que éste presidía (7), y un filósofo anónimo que se ocultaba bajo el anagrama de FILOVITA o URANICUS, autor de una Instrucción introductoria a una de las obras de Esprit Gobineau de Montluisant.

Algún lector se extrañará al ver relacionado algo como la alquimia europea con la antigua mitología egipcia; las pocas ideas que normalmente tenemos sobre ésta, proceden de nuestra educación escolar donde más que comprender lo que hacíamos era aprender. Como ocurría con la interminable lista de reyes godos, memorizábamos nombres de dioses, de diosas y de personajes mitológicos, pero no nos enterábamos ni de su simbolismo ni de su sentido profundo; dicho de otro modo: no sabíamos a qué se referían y, lo que sin duda es peor, no sabíamos que en el fondo eran símbolos y no mitos ni personajes reales de carne y hueso.

Para los verdaderos alquimistas no existía este problema, todo lo que los dioses y las fábulas egipcias representaban ya era conocido por ellos, y no les era difícil reconocer los principios y operaciones de su arte en las leyendas que nos han transmitido Plutarco, Diodoro de Sicilia o Porfirio.

Comentando el texto que aparecía en una columna egipcia, transcrito por el Abbé Bannier en su Mitología, Dom Pernety afirmaba (8) que «si se comparaban estas expresiones con las de los Filósofos Herméticos, se las encontrará tan conformes que se estará, por así decirlo obligado a convenir que el Autor de estas Inscripciones contemplaba el mismo objeto que los Filósofos», y más adelante: «los Sacerdotes instruidos por Hermes tenían otro objetivo que el de la historia (9), con la que no podrán conciliarse las diferentes cualidades de madre e hijo, de esposo y esposa, de hermano y hermana, de padre e hija que se encuentran en las distintas historias de Isis y Osiris, pero que convienen muy bien a la Obra Hermética, cuando se toma su única materia bajo todos los puntos de vista» (10).

«Basta con un solo libro de los Filósofos Herméticos – nos dice el mismo autor (11)- para ver que han utilizado el mismo método que los Egipcios para hablar de la Piedra Filosofal: han utilizado los mismo jeroglíficos y las mismas fábulas».

Así pues, vemos que los filósofos herméticos y los egipcios no sólo hablaban de los mismo, sino que empleaban un mismo lenguaje. Para el profano resultan tan jeroglíficos los textos de los papiros como la mayoría de los tratados de los alquimistas, y en ello reside la dificultad de traducción de los unos, de la que se quejan los egiptólogos y de comprensión de los otros aunque, prácticamente, han escrito en nuestra lengua (12).

El personaje central de la mitología egipcia es Osiris, y lo que éste simboliza parece ser también el tema central en los libros de muchos alquimistas. En el «Discurso XXIV» de su Atalanta Fugiens (13), Michael Maier declara:

« La alegoría de Osiris ha sido llevada por nosotros a su verdadero origen, que es químico, y explicaba de manera completa en otro lugar...(Osiris) es el sol, pero el sol filosófico, y este nombre, que le encontramos atribuido aquí y allá en los libros, ha sido interpretado como el sol exterior por el vulgo que no conoce otra luz que la luz de este mundo.

El sol de los filósofos recibe su nombre del sol del mundo porque contiene todas las propiedades naturales que descienden de este sol celeste o que le convienen».

Contrariamente a lo que pudiera parecer, los egipcios no adoraban en realidad a una pluralidad de divinidades, sino a un solo Dios en todas las cosas, como nos lo demuestran por una parte Plutarco (14) y por otra Dom Pernety (15):

«Léanse con atención los himnos de Orfeo, particularmente el de Saturno, donde se dice que este dios está extendido por todas las partes que componen el Universo y que no ha sido engendrado; que se reflexione en Asklepios de Hermes, en las palabras de Parménides el Pitagórico, en las obras del mismo Pitágoras; en todas las partes se hallarán expresiones que manifiestan su sentimiento sobre la unidad de un Dios, principio de todo, él mismo sin principio, y que todos los dioses mencionados no son sino diferentes denominaciones, ya sean atributos, ya sean operaciones de la Naturaleza. Sólo Jámblico es capaz de convencernos con lo que dice a propósito de los misterios de los egipcios (16)...

Hermes y los otros sabios sólo presentaron a los pueblos las figuras de las cosas como dioses, para manifestarles un solo y único Dios en todas las cosas: ya que aquel que ve la Sabiduría, la Providencia y el Amor de Dios manifestados en este mundo, ve a Dios mismo: ya que todas las criaturas no son más que espejos que reflejan sobre nosotros los rayos de la sabiduría divina».

Volviendo al sentido alquímico de las fábulas egipcias, señalemos que, según los alquimistas, dos dificultades principales se presentan a aquel que quiere realizar la Obra. La primera es la determinación de qué materia ha de utilizarse y la segunda de cómo manipularla.

Saint Baque de Bufor nos explica que:

«Los Filósofos Herméticos, en los escritos que nos han dejado, han hablado muy poco de la primera materia (...) se han extendido mucho, aunque con mucha ambigüedad, sobre los diversos principios del arte y sobre las formas progresivas que toma la materia en la segunda operación, pero han cubierto de un velo impenetrable al primer agente ostensible, los primeros procesos y todo el desarrollo de la primera operación... El Antiguo Testamento, la teología egipcia, griega y la de los druidas, al contrario, casi no hablan de la segunda operación, pero se extienden tan prolijamente y de un modo tan variado sobre la primera que, a fuerza de envolverla con parábolas, enigmas y ficciones, han formado un laberinto en el cual es casi imposible no extraviarse (17)».

El proceso de la Obra alquímica consta de diversos pasos que aparecen representados en la iconografía hermética, sumamente abundante. Uno de los pasos de esta misteriosísima obra recibía el nombre de «conjunción». Se trata de la unión del «fijo y del volátil, del hermano y de la hermana, del Sol y de la Luna» (18). El lector familiarizado con la leyenda de Isis y Osiris comprenderá, con Dom Pernety, (19) que: «los egipcios entendían por Isis y Osiris tanto la substancia volátil y la substancia fija de la materia de la obra, como el color blanco y el rojo que toma en sus operaciones».

En cuanto a Isis se refiere, citemos la opinión del Filósofo anónimo que citábamos al principio de este artículo (20):

«La diosa Isis era el húmedo radical universal, influido por la Luna al que miraban como la madre original de toda generación y conservación.

Las estatuas de Isis tenían todos los símbolos de la Luna, incluso los del cielo astral y de la región celeste, a la que se consideraba hacía tanto bien. Estaba vestida de negro para señalar la vía de la corrupción y de la muerte, comienzo de toda generación natural... La ropa negra que se daba a Isis muestra también que la Luna, o la Naturaleza, o también el Mercurio Filosófico que es su diminutivo y su substancia operativa en todas las generaciones, no tiene luz por sí mismo, al ser un cuerpo opaco, pero que este cuerpo esencial la ha recibido de otro, esto es, del Sol y de su propio espíritu vivificante que está infuso en él y que es su agente. Llevaba una ropa negra, blanca, amarilla y roja para significar los cuatro colores principales o grados hacia la perfección de la generación o de la obra secreta de los Sabios, de la que también es el sujeto, el objeto y la imagen.

A menudo Isis estaba acompañada por una vaca negra y blanca, para dar a entender el trabajo asiduo con el que debe ser observado el culto filosófico, y que debe ser seguido en la operación del negro y del blanco perfecto que es engendrado por la Medicina Universal Lunar Hermética... Según Apuleyo, Isis hablaba así en su fiesta: Mi religión comenzará mañana para durar eternamente.

O sea que la Ciencia religiosa de la Naturaleza y la Obra de su simiente primera, origen de toda producción y de las maravillas del mundo, tiene tanta duración como el Universo y se observa y practica cada día».

Y nuestro autor añade que:

«Cuando las Tempestades del Invierno sean apaciguadas, que el mar conmovido, alterado y tempestuoso sea calmado, apaciguado y hecho navegable, mis sacerdotes me ofrecerán una barquilla, como demostración de mi paso por el mar de Egipto, bajo la guía de Mercurio, mandado por Júpiter.

Esta es la clave del gran Secreto filosófico para la extracción de la materia de los Sabios y del huevo en el que deben encerrarla y operar en el atanor de torre, comenzando por el régimen de la Saturnia Egipcia, que es la corrupción del buen augurio, para la generación del Hijo real filosófico, que de allí debe nacer al final de los siglos, o de las circulaciones requeridas».

El texto de Apuleyo que Filovita o Uranicus citaba y comentaba gozó también de gran estima entre los otros filósofos. Nos abstendremos de citarlo en su totalidad ya que el lector podrá consultarlo en el artículo sobre Plutarco que firma Carlos del Tilo. Dom Pernety, por su parte, nos lo explica de este modo (21):

«Isis pasaba por ser la Luna, la Tierra y la Naturaleza. Su corona, formada por un globo brillante como la Luna, la anuncia a todo el mundo... Las dos espigas que salen indican que la materia del Arte Hermético es la misma que la que emplea la Naturaleza para hacerlo vegetar todo en el Universo. Los colores que esta materia va tomando durante las operaciones, ¿no son exactamente nombrados en la enumeración de los vestidos de Isis?».

Y más adelante (22):

«Parece que Apuleyo haya querido decirnos que todos estos colores nacen los unos de los otros; que el blanco está contenido en el negro, el amarillo en el blanco y el rojo en el amarillo; por ello el negro cubre a todos los demás».

Para Saint Baque de Bufor (23):

«No hay ningún pasaje de los tratados que los Filósofos herméticos han escrito que sea tan claro, tan verdadero y tan instructivo para el comienzo de la obra hermética como aquel que Apuleyo ha referido a propósito de la fiesta de Isis.

Isis era, en efecto, la madre de todas las cosas, porque unida a Osiris componen juntos el fluido luminoso que da la vida a todos los seres; era la dueña de los elementos, porque unida a Osiris, constituían los elementos simples que elementan a los cuatro elementos».

He aquí lo que Pernety explicaba a propósito de la historia mítica de Isis y de Osiris (24):

«Esta misteriosa historia, o mejor dicho, esta ficción, se convirtió en lo sucesivo en el fundamento de la Teología Egipcia... Osiris era para los ignorantes el Sol o el Astro del día e Isis la Luna; los Sacerdotes veían en ellos a los dos principios de la Naturaleza y del Arte Hermético... Algunos, como Plutarco, pretendían que Osiris significaba muy santo, otros, como Diodoro, Horus-Apolo; Eusebio y Macrobio decían que quería decir que tiene muchos ojos, aquel que ve claro... Pero los Filósofos veían en el nombre de este Dios al Sol terrestre, el fuego escondido de la Naturaleza (25), el principio ígneo, fijo y radical que lo anima todo...Para los Sacerdotes, Isis era la Naturaleza misma, el principio material y pasivo de todo... Herodoto nos enseña que los Egipcios la tomaban también por Ceres, creyendo que Apolo y Diana eran sus hijos.

Hemos dicho que Osiris era el principio ígneo, suave y generador que la Naturaleza emplea en la formación de los mixtos, y que Isis era el húmedo radical; por los tanto no hay que confundir al uno con el otro, porque difieren entre sí como el humo y la llama, la luz y el aire, el azufre y el mercurio. El humor radical es en los mixtos el asiento y el alimento del cálido ígneo o del fuego natural y celeste..».

Para los filósofos herméticos (26):

«Las dos obras que son el objeto de este Arte están comprendidas, la primera, en la expedición de Osiris, la segunda, en su muerte y apoteosis. Por la primera se hace la Piedra, por la segunda se forma el Elixir. Osiris, en su viaje, recorre Etiopía, luego las Indias, Europa y regresa a Egipto por el mar Rojo para gozar de la gloria que ha adquirido, pero halla la muerte. Es como si dijéramos: en la primera obra, la materia pasa al principio por el color negro, luego por colores variados, el gris, el blanco y finalmente aparece el rojo, que es la perfección de la primera obra y la de la piedra o azufre filosófico... La segunda obra está muy bien representada en el tipo de muerte de Osiris y los honores que se le rindieron...

Siendo esta segunda operación semejante a la primera, su clave es la solución de la materia o la división de los miembros de Osiris en muchas partes. El cofre en el que ha sido encerrado este Príncipe, es el vaso filosófico, cerrado herméticamente. Tifón y sus cómplices son los agentes de la disolución... La dispersión de los miembros del cuerpo de Osiris es la volatilización del oro Filosófico y la reunión de estos indica la fijación. Se hace gracias a los cuidados de Isis o la Tierra, que, como un imán, dicen los filósofos, atrae a sí las partes volatilizadas». (27)

En su Atalanta Fugiens, Michael Maier dedica un emblema a Osiris [...]. Representa el asesinato de este dios por Tifón. Sabemos por Plutarco, que Tifón era hermano de Osiris y fue su destructor, ya que Osiris representa a la «Palabra» sagrada cuya restauración pertinente fue llevada a cabo por Isis. Numerosos autores opinan que la muerte o el desmembramiento de Osiris en la tradición egipcia es lo mismo que la caída de Adán en la judeo-cristiana. El culpable de la caída, según los hebreos, es Samael (de samo: ‘cegar’) que se relacionará con Tifón (de tufoo: ‘cegar’, ‘oscurecer’). Veamos qué nos enseñaban los alquimistas a propósito de este hermano de Osiris:

«Decían que Tifón y Osiris eran hermanos y que este último le hacía siempre la guerra al primero. Osiris era el buen principio o el humor radical, la base del mixto y su parte pura y homogénea; Tifón era el mal principio o las partes heterogéneas, accidentales; principio de destrucción y de muerte, como Osiris lo era de vida y de conservación (28)

Tifón nació de la tierra, pero de la tierra grosera, siendo el principio de la corrupción. Fue el causante de la muerte de Osiris... El fuego que saca por la boca indica su aspereza corrosiva y designa su pretendida fraternidad con Osiris, porque éste es un fuego escondido, natural y vivificante; el otro es un fuego tiránico y destructivo... Por eso d’Espagnet le llama el Tirano de Natura y el fraticida del fuego natural». (29)

Para Saint-Baque de Bufor, Tifón es el flogisto, y su nombre en latín Typhon es el anagrama de Python, la serpiente que nació del barro, idea que nos vuelve a recordar algunas doctrinas judías. Este autor escribe (30):

«Cuando los dos principios que constituyen la materia pura del arte hermético han sido llevados por las manipulaciones del artista a este grado de pureza, ya no son llamados o conocidos por los nombres de Isis y Osiris o primera materia caótica, sino que en este estado son la materia de los Sabios designada bajo el nombre de Horus, el que mató a Tifón. Dicho de otro modo, Isis y Osiris, que son los principios de toda vida y de los cuales es formado Horus, son desembarazados de los principios de destrucción y de muerte, Tifón, el flogisto o los vapores de la tierra que los habían condensado».

Isis y Osiris son pues los dioses principales de los Egipcios, junto con Horus que reinó en último lugar y que, para los alquimistas, simbolizaba el «resultado del Arte Sacerdotal». Por ello se le confundía con Harpócrates, el dios del secreto, pues Horus, o el Sol de los Sabios, es el gran secreto de la Filosofía Hermética.

Según cierta tradición, Horus:

«Era considerado por ellos (los druidas) como el hijo de Isis y de Osiris, o sea de la Naturaleza y del fuego solar, al que llamamos húmedo radical y calor natural, que nos son enviados desde lo más alto de los Cielos por el Espíritu eterno de vida... Horus pasaba por ser la luz en calidad de hijo de Osiris, representando al Sol (31), y llevaba también algunos atributos de Apolo, hijo también del Sol y dios de la luz según la Fábula; por lo que estaban representados a sus lados, detrás de él y siguiéndole, veinticuatro pequeños ancianos que significaban las veinticuatro horas que antiguamente dividían al día y a la noche en veinticuatro partes». (32)

Llegados al final del presente artículo, a modo de conclusión y de síntesis, sólo nos queda proponer al lector las palabras de dos clásicos de la filosofía hermética. El primero de ellos , con un lenguaje actual, expresa en dos versículos el misterio de Isis y de Osiris, o el del agua y el fuego:

«Os adoramos, Agua, madre de las aguas, pues el fuego vivo está en vuestro centro, y sois excelente sobre todas las demás luces. El sol es vuestra producción magnífica (33). Santa Madre del fuego, socorrednos ahora y en la hora del paso difícil. ¡Que así sea!» (34).

«¡Oh, fuego que fluye, que disuelve y coagula, nuestro Señor fecundador!» (35)

El segundo apunta, siempre bajo el discreto velo del símbolo, cuál es el objetivo de la ciencia hermética, la recompensa del viajero que, abandonando la tierra de exilio, regresa a la Patria original:

«Es este Horus (36) o Apolo por quien Osiris emprendió un viake tan largo y pasó tantos trabajos y fatigas. Es el tesoro de los Filósofos, el de los Sacerdotes, el de los Reyes de Egipto: el niño filosófico nacido de Isis y Osiris». (37).



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(1): Ver Hechos de los Apóstoles: VII,22. Aparte del contexto bíblico, los comentadores hebreos nos lo confirman; por ejemplo Nahmánides en su Comentario sobre el Éxodo (XIII, 3) y en su Exordio al Génesis. Filón el Judío, en su De vita Mosis (lib.1) relata que Moisés aprendió en Egipto la Filosofía simbólica o la ciencia de la naturaleza.

(2): Plutarco es, sin duda, el autor que mejor nos explica la adaptación de los Misterios egipcios a los griegos. Ver, a este respecto, el artículo de Carlos del Tilo publicado en este mismo fascículo de LA PUERTA (Egipto).

(3): Citemos a modo de ejemplo, a Pierre Jean Favre o a Dom Belin.

(4): Especialmente Platón en su Fedra, 174 y ss.

(5): Citado por Dom Pernety, Fables Egyptiennes et Grèques, dévoillées et reduites au même principe, tomo I. París, Chez Delalain, MDCCLXXXVI p. 218.

(6): Los antiguos distinguían a tres Hermes, el primero de ellos fue Henoch.

(7): Tras la publicación de su CONCORDANCIA MITO-FíSICO-CABALO-HERMÉTICA (Edición bilingüe castellano-francesa, Obelisco, Barcelona 1986), hemos podido averiguar que se trataba seguramente de Mr. Fabre de Bosquet, apellido cuyas letras constituyen un anagrama de St. Baque de Bufor, que pertenecía a una sociedad hermética de Versalles.

(8): Fable..., op. cit. p. 300 y ss.

(9): Pernety nos indica muy claramente que no hay que intentar entender lo que la Mitología nos explica al pie de la letra. Los Padres de la Iglesia, especialmente Orígenes que en su Adv. Celsum manifiesta grandes conocimientos de la tradición egipcia, escribían lo mismo a propósito de la Escritura, criticando el fariseismo.

(10): Fables..., op. cit. p. 303.

(11): Fables..., op. cit. p. 241.

(12): La lengua egipcia, como la hebrea, se escribía únicamente con consonantes. Las vocales las colocaba quien leía. El lector comprenderá que según qué vocales se utilizaran, el texto adquiría uno u otro significado. Un libro hebreo, el Sepher ha Zohar explica el sentido esotérico de este uso: las consonantes son el cuerpo y las vocales el espíritu. El texto sin la vocalización correcta está seco, muerto. En este libro se comparan a las vocales, mediante un ingenioso juego de palabras, con gotas de agua o de rocío.

(13): En el discurso I de su Atalanta Fugiens. Oppenheim, 1618. en Librairie de Médicis, París 1970.

(14): En su tratado Sobre la EI del Templo de Delfos, ver el pasaje en cuestión citado en el artículo de C. Del Tilo sobre Plutarco.

(15): Fables..., op. cit. pp. 224 y 225.

(16): Ver nuestro artículo sobre Jámblico y los misterios de los egipcios en este mismo fascículo de LA PUERTA.

(17): Concordancia..., op. cit. p. 39.

(18): Según el artículo CONJOCTION del Diccionario Mito-hermético de Dom Pernety.

(19): Fables..., op. cit. p. 275.

(20): Ver Cuatro Tratados de Alquimia, Ed. Vision-Libros, Barcelona 1979. p. 144 y ss.

(21): Fables..., op. cit. p. 288 y ss.

(22): Fables..., op. cit. p. 294.

(23): Concordancia..., op. cit. pp. 65 y 67.

(24): Fables..., op. cit. pp. 265 y 319.

(25): Según Pernety, op. cit. p. 239. Osiris quiere decir «fuego escondido».

(26): Fables..., op. cit. p.. 276 y ss.

(27): Fables..., op. cit. p. 286 y ss.

(28): Fables..., op. cit. p. 250.

(29): Fables..., op. cit. p. 312

(30): Concordancia..., op. cit. p. 65

(31): Existía entre los egipcios una diferencia entre la luz y el sol. Algo semejante ocurre entre los hebreos que distinguen en el Génesis entre la luz (1-3) y el Sol (1-16).

(32): Ver Cuatro tratados..., op. cit. p. 149. El lector asociará a Horus, que para los alquimistas sería La Piedra, con el principio del capítulo IV del Apocalipsis, donde el Juez supremo parecía semejante a la piedra de jaspe y a la de sardónice y estaba rodeado de veinticuatro tronos donde estaban sentados veinticuatro ancianos.

(33): El lector asociará este párrafo con algunas denominaciones egipcias de Isis, como Madre del sol, diosa de la Aurora y del crepúsculo (= el sol es vuestra producción magnífica).

(34): Ver El Mensaje Reencontrado, Ed. Sirio, Málaga 1987. Libro X, vers. 60’.

(35): Ver El Mensaje......, op. cit. Libro VIII, 46’.

(36): Uno de los nombres de Horus era Harpócrates, dios que se representaba con un dedo sobre la boca y que simbolizaba el secreto; por ello, para los alquimistas, La Piedra Filosofal era un secreto que tenían que guardar a toda costa y que había recibido nombres tan evocadores como piedra secreta de los Sabios o secreto de los secretos.

(37): Fables..., op. cit. p. 307. El lector recordará que Isis era la diosa del rocío.

LOS PRINCIPALES DIOSES DE EGIPTO

según el egiptólogo W. Budge (1)

Presentación y traducción: Leo Froidebise


Atum

Según la tradición egipcia, es el más antiguo de los dioses, se le llama:

«el dios divino, aquel que se ha creado a sí mismo, el hacedor de los dioses, el creador de los hombres, aquel que ha extendido los cielos, aquel que ha iluminado el Tuat con sus ojos (es decir, el sol y la luna). Ya existía cuando el cielo no existía, la tierra no existía, los hombres no existían, los dioses no habían nacido, la muerte no existía».

No se ha dicho bajo que forma existía, pero creó para sí mismo un lugar donde morar, la gran masa de las aguas celestes a la que los egipcios dieron el nombre de Nun. Vivió allí un cierto tiempo completamente solo y luego, por una serie de esfuerzos del pensamiento, creó los cielos, los cuerpos celestes, los dioses, la tierra, los hombres y las mujeres, los animales, los pájaros y los seres que se arrastran, sólo con su espíritu.

Thot, «la inteligencia o el espíritu de Atum», tradujo en palabras estos pensamientos o ideas de creación; y cuando profirió las palabras, toda la creación empezó a existir.

La gran Orden de los sacerdotes de Anu, Heliópolis, puso a Atum al frente de la asamblea de los dioses y ya en la época de IV dinastía, hicieron de Ra, el dios del sol, el usurpador de su lugar, de sus poderes y de sus atributos.

Se representaba a Atum como el dios del sol del atardecer o del principio de la noche.

Nun fue el nombre que se dio a la vasta masa de agua que se encontraría situada en el cielo. Constituye la parte material del gran dios Atum, creador del universo, de los dioses y de los hombres.

En esta masa de agua, cuya profundidad es insondable y su extensión sin límites, se encuentran los gérmenes de toda vida y de todas las especies de vida; por esto el dios que sería la personificación del agua (o sea Nun) fue llamado «Padre de los dioses y el que produjo la Gran Asamblea de los dioses»: la masa acuática sería una imagen del Gran Océano cósmico.

De Nun salía un río que corría a través del Tuat u «otro mundo»; su valle dividía el Tuat en dos partes haciéndolo semejante a Egipto.

Las aguas de Nun formaban la residencia de Atum, de donde provenía el sol, que era el resultado de uno de los primeros actos de creación de Atum.

Los primeros habitantes de Egipto pensaban que el sol navegaba sobre las aguas de Nun en dos barcas mágicas; el sol avanzaba en la primera durante la mañana de su día, que terminaba en la segunda.

Ra

Ra es el nombre dado por los primeros egipcios al dios Sol, pero el significado de la palabra y su origen nos son desconocidos. Fue el primer ser creado por Atum de las aguas celestes, de Nun; era considerado como el emblema visible de Dios, como el dios más grande de este mundo.

En la época antigua los sacerdotes de Ra proclamaban que tenían en su cuerpo la verdadera sangre de Ra y aseguraban que sus grandes sacerdotes eran descendientes de Ra concebidos por madres humanas.

La creencia de que Ra descendía periódicamente del cielo y se unía a una mujer mortal, y que todo rey de Egipto era fruto de dicha unión, se mantuvo en el país durante unos tres mil años.

Ra era adorado, en los vastos templos consagrados al sol y construidos por los reyes de la Vª dinastía, bajo la forma de un obelisco truncado de piedra maciza y coronado por una pirámide.

Khepra

Khepra es un dios antiquísimo que la tradición religiosa asociaba a la creación del mundo y a todo lo que en él se halla. Habitualmente se le llamaba Khepra, «que se ha producido a sí mismo»; su representación principal y su símbolo eran el escarabajo.

Los sacerdotes de Ra identificaron a su dios con Khepra.



Ptah

Ptah, «el Señor de la vida». Era uno de los más antiguos y grandes dioses de Menfis, la tradición aseguraba que era el creador del universo.

Se le identificaba con Atum y con Ra, era llamado:

«el dios grandioso que existía en los tiempos primitivos, el padre de los padres, el tatarabuelo de los dioses, el padre de los principios, el creador del huevo del sol y de la luna, el Señor de Maat, el rey de los países, el dios de la bella cara que ha creado su propia imagen, que ha confeccionado su propio cuerpo, el Disco de los cielos que ilumina a Egipto con el fuego de sus ojos».

También fue identificado con Osiris.



Shu

El hijo mayor de Atum-Ra.

Representaba a la luz. Levantó el cielo, Nut o Neit, y lo separó de la tierra, Keb o Geb.

Generalmente se le representaba bajo la forma de un hombre que lleva sobre la cabeza una o varias plumas y que en la mano sostiene un cetro.



Keb o Geb

Es el hijo de Shu, esposo de Nut y, por ella, padre de Osiris, de Isis, de Set y de Nefitis.

Es el dios de la tierra.



Osiris

Osiris, según la tradición de Heliópolis, es hijo de Geb y de Nut, esposo de su hermana Isis, padre de Horus hijo de Isis, y hermano de Set y de Nefitis.

En los últimos tiempos, los egipcios le transfirieron los atributos que en las primeras dinastías sólo pertenecían a Ra y a Ra-Atum.

Era el dios del «ayer», o sea, del pasado; del «hoy», o sea, del presente y símbolo de la eternidad.

Como tal, no tan sólo usurpó los atributos de Ra, sino también los de los otros dioses y, con el tiempo, se convirtió tanto en el dios de los muertos como el de los vivos.

Entre los numerosos dioses de Egipto, Osiris fue el único escogido como modelo de lo que el difunto deseaba llegar a ser cuando una vez momificado su cadáver según la forma prescrita y celebradas por los sacerdotes las ceremonias apropiadas, su cuerpo glorificado se presentase ante Osiris en el cielo. Era a él, en calidad de «Señor de la verdad y de Señor de la eternidad», a quien el difunto pedía que hiciera germinar su carne y que preservara su cuerpo de la descomposición.

«Te saludo, padre Osiris, he venido para que hagas germinar esta carne mía... Que mi cuerpo no perezca». (Libro de los Muertos, cap. CLV).



Isis

Mujer de Osiris y madre de Horus.

Su nombre usual era el de «la gran diosa, la madre divina, la dueña de las palabras poderosas y de los encantamientos».

En las últimas épocas fue llamada la «madre de los dioses y aquella que vive».

Habitualmente se la presentaba bajo como una mujer con un tocado en forma de asiento, que correspondía al jeroglífico que formaba su nombre.

El animal que a veces encarnaba era la vaca. Esta es la razón por la que algunas veces lleva sobre la cabeza cuernos de vaca.

Desde otro punto de vista, está asociada con la estrella Sothis: en este caso se añade una estrella a su corona.

Sin embargo generalmente Isis era representada como una madre amamantando a su hijo Horus, existen millares de tales representaciones tanto en bronce como en loza.

Probablemente, era la deidad del rocío.



Horus

Al principio, el dios-sol Horus se diferenciaba totalmente del Horus hijo de Osiris y de Isis, pero ya desde los primeros tiempos parece ser que los dos dioses fueron confundidos y los atributos de uno le fueron conferidos al otro.

El emblema visible del dios solar era, en su origen, el halcón. Las principales formas de Horus, el dios-sol, eran:

-Horus el grande, o Arueris.

-Horus el niño, o Harpócrates.

-Horus de los ojos (o sea: el sol y la luna).

-el Horus de oro.

-Horus de los horizontes.

-Hermakhis, de quien la esfinge será su imagen sobre la tierra.

-Horus el unificador del Norte y del Sur.



Horus

El hijo de Osiris y de Isis. Era llamado Horus «el niño» que se convirtió en el «vengador de su padre».

En los Textos de las Pirámides, el difunto se identifica con Horus y se hace referencia al hecho de que el dios siempre está representado con un dedo sobre la boca.



Set

Hijo de Geb y de Nut y esposo de su hermana Nefitis.

Originariamente, Set representaba la oscuridad y la noche y a veces el desierto. Era opuesto a Horus.

Horus y Set eran aspectos o formas opuestos del mismo dios; a veces se representaban las cabezas de Set y de Horus sobre un único cuerpo.





Nefitis

Hija de Geb y de Nut, hermana de Osiris y de Isis y hermana y esposa de Set.

Representa tanto, al día antes de la salida del sol como al día después de la puesta, pero ninguna parte de la noche.

Los jeroglíficos que lleva sobre la cabeza significan «Dueña de la casa».

Es la madre de Anubis.



Anubis

Hijo de Osiris o de Ra, a veces hijo de Isis y otras de Nefitis.

Está representado por un hombre con cabeza de perro.

En el Libro de los Muertos siempre se le considera como el mensajero de Osiris, pero en un texto más antiguo era el enviado principal de Ra.



Thot

Thot, «el medidor».

Thot representaba la inteligencia divina que en el momento de la creación expresó las palabras que, una vez pronunciadas, se transformaron en objetos del mundo material.

Se creó a sí mismo y era el gran dios de la tierra, del aire, del mar y del cielo (o sea, de los cuatro elementos).

Era el escriba de los dioses y, como tal, estaba considerado como el inventor de todas las artes y de todas las ciencias conocidas por los egipcios. Algunos de sus títulos eran: «Maestro de la escritura», «Maestro del papiro», «Maestro de la paleta y del tintero», «Orador poderoso», «Aquel cuya lengua es dulce». Las palabras y las frases que recitaba en favor del muerto preservaban a este último de la influencia de las fuerzas hostiles y le hacían invisible en el otro mundo.

Era el dios de la rectitud y de la verdad.

Al mismo tiempo que relojero del cielo y de la tierra, era el dios de la luna, y como calculador del tiempo recibió el nombre de: «el Medidor».

En el momento del combate entre Horus y Set, Thot asistió como juez.

Generalmente le estaba consagrado el mono cinocéfalo.

En los monumentos y en los papiros, Thot aparece representado por un hombre con cabeza de Ibis y con la corona o el disco cornudo, sobre esta. En la mano derecha sostiene el cetro y en la derecha el símbolo de la vida.

Hathor

«La casa de Horus».

Se identificó con Isis, Neit y muchas otras.

Hathor era la diosa del amor, de la belleza y de la felicidad.

A menudo, se representaba como una mujer que tenía un disco o cuernos sobre la cabeza.

Neit

«La Madre divina», «la dama de los cielos», «la dueña de los dioses». El cetro de su culto estaba en Sais, en el Delta.

Los griegos la identificaron con Artemisa.

Era la diosa del gremio de los tejedores, de la lanzadera y también de la caza.

Se presenta por una mujer que tiene sobre la cabeza la lanzadera o las flechas.

Se pensaba que la diosa Neit se había creado a sí misma y una antigua tradición saita la consideraba madre de Ra, el dios sol.



Amón

El nombre de Amón o Amén significa «el escondido» y parece referirse a la fuerza misteriosa y desconocida que provoca la concepción en las mujeres y en los animales. Uno de sus símbolos es el vientre de una mujer en cinta.

En general, a partir de la XVIII dinastía este dios fue convertido en la personificación de la fuerza misteriosa que crea y sostiene el universo a la que el sol simboliza en forma material.

Su nombre se cambió por el de Amón-Ra:

He aquí algunos extractos de un bello himno a Amón-Ra (2):

Adoración a ti, oh Amón-Ra, el Toro de Anú (Heliópolis), el gobernador de todos los dioses, el dios bello y amado que da la vida a todo. Te saludo oh Amón-Ra, Señor del trono de Egipto, tú que moras en Tebas, tú el Toro de tu madre que vives en tu campo, que prolongas tus viajes en los países del Sur, tú Señor de aquellos que permanecen en occidente, tú el gobernador de Punt, tú el rey de los cielos y el soberano de la tierra, tú el Señor de las cosas que existen, tú que estabilizas la creación, tú el sostén del universo.

Eres único entre los dioses por tus atributos, tú el bello Toro de la Asamblea de los dioses, tú el jefe de todos los dioses, Señor de Maat (la Verdad), padre de los dioses, creador de los hombres, el que hizo los animales y el ganado, señor de todo lo que existe, fabricante del sostén de la vida, creador de las hierbas que hacen vivir a los animales y al ganado...

Tú eres el creador de las cosas celestes y terrestres, tú iluminas el universo...Los dioses se postran por ellos mismos a tus pies cuando te perciben...

Sean para ti himnos de plegarias, oh Padre de los dioses, tú que has desplegado los cielos y depositado la tierra... tú dueño de la eternidad y de la perpetuidad...

Te saludo, oh Ra, Señor de Maat, tú que estás escondido en tu relicario, señor de los dioses. Tú eres Khepra en tu barca y cuando emites la palabra, los dioses empiezan a existir. Tú eres Temu, el que ha hecho los seres que poseen la razón y, aunque sus modelos sean numerosos, tú les das la vida y haces una diferencia de forma y de altura entre ellos. Escuchas la plegaria del afligido y te apiadas del que clama hacia ti; liberas al débil de su opresor y juzgas entre el fuerte y el débil...

El Nilo crece según tu voluntad... Tú, Única forma, fabricante de todo lo que es, Único Uno, creador de todo lo que será. El género humano proviene de tus ojos, los dioses han nacido de tu boca, haces las hierbas para el uso de los animales y el ganado y el sostén de la vida par las necesidades del hombre. Das la vida al pez en el río, al pájaro en el aire y la respiración al embrión en el huevo; das la vida al saltamontes y haces vivir el ave de presa, las cosas que se arrastran, las cosas que vuelan y todo lo que se refiere a ellas. Proporcionas el alimenta a las ratas en sus agujeros, y a los pájaros que anidan entre las ramas...

Tú Uno, Tú Único Uno, cuyos brazos son numerosos. Todos los hombres y todas las criaturas te adoran y te llegan plegarias desde lo alto de los cielos, desde la vasta extensión de la tierra y desde lo más profundo del mar...

Tú Uno, Tú Único que no tiene segundo... cuyos nombres son variados e innumerables.

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( 1): The Book of the Dead, University Books-New Hyde Park, New-York.

(2): Ver Grébaut, Hymne a Ammon-Ra, París 1874

JÁMBLICO Y LOS MISTERIOS DE EGIPTO

La Puerta; Tradicción Egipcia

J. Peradejordi

El neoplatónico Jámblico nació en Calcis, en la isla de Eubea, en la segunda mitad del siglo II de nuestra era y murió hacia el año 330. Fue alumno de Anatolio, uno de los discípulos de Porfirio y, más tarde, del mismo Porfirio. A parte de Los Misterios de Egipto fue autor de numerosas obras, la mayoría de ellas perdidas, de las que, sin embargo, se conservan algunos estractos. Estobeo, por ejemplo, nos ha dejado citas importantes de la Teogonía Caldea así como de De Ánima.

La primera traducción latina de Los Misterios de Egipto se debe a Marsilio Ficino, quien la realizó en 1497, a partir de un manuscrito copiado hacia 1460.

Los Misterios de Egipto se dividen en 10 libros que son una respuesta a la carta de Porfirio a Anebón y una solución a las dificultades que se encuentran en ella. Esta respuesta parece haber gozado de una cierta popularidad, incluso en medios cristianos, ya que Eusebio la cita en su Preparación Evangélica y San Agustín en su Ciudad de Dios (X-XI). En la carta en cuestión, Porfirio atacaba a la Teurgia y ciertas formas de adivinación que Jámblico se esfuerza en defender basándose en las enseñanzas de los Misterios egipcios y caldeos.

Los extractos que hemos escogido de estos 10 libros proceden, especialmente, del libro I, que trata de varias cuestiones apelando a la sabiduría caldeo-egipcia; del V, que se ocupa de los sacrificios y recalca la importancia de la oración; del VII, que trata de la mistagogía simbólica de los egipcios y del VIII que, a grandes rasgos y con considerables lagunas, expone algunas ideas sobre la teología y la astrología. Han sido traducidos a partir de la edición de Edouard des Places. (1)

Como otros muchos filósofos griegos, Jámblico no es en realidad un elaborador de sistemas nuevos u originales; para él, los fundadores de la Teurgia, tema central de los Misterios de Egipto son siempre los sacerdotes egipcios, a los que muy a menudo llama los antiguos. La enseñanzas que aparecen en su obra proceden de estos, actuando Jámblico como un auténtico transmisor de la sabiduría egipcia, en lo que se refiere a Dios, al intelecto y al alma. Dios es Ese fuego supraceleste que saca su claridad de sí mismo, que no ha nacido, que es incorpóreo e inmaterial. (I-15). El intelecto, la chispa divina en el hombre cuyo despertar permite su regeneracíón, es Aquello que en nosotros hay de divino, inteligente y uno [...] que se despierta manifiestamente en la oración; despertándose , este elemento aspira superiormente al elemento semejante y se une a él en la perfección en sí (I-15).

La oración y, sobre todo, la alabanza eran una parte importante de las prácticas religiosas egipcias, ello lo demuestra la inmensa cantidad de himnos que hoy en día se conservan (2). La función eminentemente litúrgica de estos himnos no les priva, sino todo lo contrario, de un extraordinario valor poético. La oración era para los egipcios algo natural en el hombre caído y no sólo tenía el poder de orientarle hacia Aquel a quien ora, sino también el de acercarle a Él. En un himno a Amón (3) leemos: Él oye las oraciones de aquel que grita hacia él; en un instante viene de lejos hacia aquel que le invoca. Tener conciencia de nuestra nada es lo que nos empuja a orar: Y por la súplica nos elevamos pronto hasta el Ser a quien suplicamos, nos hacemos semejantes a Él por su frecuentación continua y desde nuestra imperfección llegamos poco a poco a la perfección divina. (I-15).

En la oración se considera tres grados, los cuales Jámblico explica con detenimiento, y, que además de ser un digno objeto de enseñanza, hace que la ciencia de los dioses se perfeccione. El primer grado de oración nos lleva al contacto con lo divino y nos permite conocerle; el segundo grado establece una comunión y una conformidad de sentimientos que atrae los dones que los dioses envían desde arriba incluso antes de que tomemos la palabra e incluso antes de que pensemos (V-26). En el tercero se sella una unión inefable que funda sobre los dioses toda su eficiencia y hace que nuestra alma repose perfectamente en ellos. La oración es, pues, un instrumento valiosísimo en manos del hombre que quiere recuperar su estado de unión con lo divino, que alimenta nuestra alma y que revela a los hombres los secretos divinos.

Para los egipcios, la creación, la naturaleza o el mundo de las apariencias no son sino símbolos de otra realidad, del mismo modo que sus jeroglíficos y su mitología se refieren también a ella, pudiéndoselos confundir, tal como tiende a hacer el profano, con meros símbolos de la naturaleza.

Hacían una distinción entre la naturaleza y la vida natural que de ella depende, la vida psíquica y la intelectual. Los planos psíquico e intelectual están por encima del natural, la fatalidad o el destino que actúa sobre el natural y sobre el psíquico no llega a alcanzar al intelectual. Esta no era en modo alguno una mera concepción o consideración teórica, ya que, según Jámblico, los sacerdotes egipcios recomiendan ascender por la Teurgia hierática a las regiones más elevadas, más universales, superiores a la fatalidad (VIII-4). Se trata de una vía enseñada por Hermes (4), que el profeta Bytis (5) Interpretó al rey Amón después de haberla descubierto, grabada en jeroglíficos en un santuario de Sais en Egipto (VIII-5). Para los sacerdotes egipcios, el hombre tiene dos almas (6) una de las cuales participa en la naturaleza divina, que es intelectual y otra introducida en nosotros a partir de la revolución de los cuerpos celestes. Este alma intelectual es superior al ciclo de los nacimientos y gracias a ella, liberados de la fatalidad, nos remontamos hacia los dioses inteligibles (VIII-6).

La gran enseñanza de los egipcios, transmitida en los jeroglíficos y de la que Jámblico se hace eco, sería pues la respuesta a cómo librarse de la Fatalidad; y la Teurgia el sistema que nos proponen.

La fatalidad es el estado del hombre caído, sometido a la corruptibilidad, sometido a los astros. Declaro que el hombre, concebido como divinizado, unido antaño a la contemplación de los dioses, se ha deslizado en otra alma combinada a la forma específicamente humana y por ello se encuentra cogido en los lazos de la necesidad y de la fatalidad (X-5).

La verdadera Teurgia es, para Jámblico, una mistagogía sagrada (I-11). No es nuestro pensamiento el que opera estos actos (teúrgicos); su eficacia sería entonces intelectual y dependería de nosotros, y ni una ni otra cosa son verdaderas. Sin que nos demos cuenta de ello, son en efecto, los signos mismos, por sí mismos, quienes operan su propia obra, y el inefable poder de los dioses a quienes conciernen estos signos, reconoce sus propias copias por sí mismo sin la necesidad de ser despertado por la actividad de nuestro pensamiento [...] Lo que despierta propiamente el poder divino son los mismos signos divinos; y así el divino es determinado por el divino y no recibe de los seres inferiores otro principio sino su propia acción (II-11). Vemos que nada tiene que ver con la hechicería o con el poder mental.

Sirva esta breve exposición para centrarnos en la motivación profunda que impulsó a los egipcios a inventar una serie de divinidades, cada una de las cuales tiene, como irá advirtiendo el lector, un significado concreto y preciso. Todo su panteón, todos sus misterios, todo su curiosísimo sistema de momificación, no apuntan sino a enseñar el camino de la incorruptibilidad a la resurrección.

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(1) Société d´edition Les Belles Lettres, París, 1966.

(2) Un bello ejemplo de estos himnos es el Himno de Khunatón, aparecido en La Puerta (Egipto) ed. Obelisco.

(3) Citado por S.Morenz La religión égyptienne, Payot, París, 1962 pág. 134

(4) Hermes es la helenización del dios egipcio Toth.

(5) No se sabe con certeza quien fue Bytis, pero algunos autores creen que es el mismo sacerdote del que habla el alquimista Zósimo en sus Comentarios sobre la letra Omega, refiriéndose a él con el nombre de Bytos.

(6) Se trata de la difícil distinción entre el espíritu y el alma pura, la chispa divina en el hombre. El primero está a la merced del destino astrológico; la segunda, al ser una emanación de la divinidad, es eterna. Un papiro se refiere a ella de este modo: Mi alma es Dios; mi alma es eternidad.

EL LIBRO DE LA VERDAD DE LA PALABRA

Selección y presentación L. Vert

Las palabras sagradas de los antiguos sabios egipcios fueron escritas bajo la forma de bellos jeroglíficos, ocultos en los lugares más profundos de las tumbas reales, donde nadie podía acceder: largos y complicados laberintos los separaban del mundo profano. Eran palabras para el espíritu divino del muerto en su reencuentro con los dioses, lo que equivale a decir, palabras de los dioses que ellos mismos leen y escuchan.

Actualmente estos textos, antaño impenetrables, han sido traducidos a múltiples idiomas, repetidamente publicados y lo que es más increíble; largamente comentados e interpretados. Sin embargo, estas palabras se siguen escondiendo del saber profano. Ciertamente no están encerrados en los sarcófagos, ni en las paredes oscuras de las tumbas, hoy se ocultan bajo el tupido velo de nuestra ignorancia, bajo la corteza de la grosería a la que ha llegado el espíritu del hombre del siglo XX. ¿Quién puede en la actualidad reconocer, o ni siquiera sospechar, el tono justo y perfecto de las palabras de los antiguos sabios?

El doctor J. C. Mardrus recogió una serie de material de diversas procedencias y lo ordenó según la disposición clásica del Libro de las XII puertas, tal y como se conocía durante el Imperio Nuevo. En dicha obra, el alma del difunto se presentaba ante cada una de las doce puertas flanqueadas por sus respectivos dioses y guardianes y exponía sus conocimientos y sus méritos, a lo que el tribunal celeste respondía aceptándola. El autor ha titulado esta síntesis El libro de la verdad de la palabra (1). Presentamos a continuación los textos correspondientes a la cuarta y a la duodécima puertas.



PUERTA IV

¡Oh Formas de eternidad, heme aquí!
Soy uno de los maestros del escritorio y de la paleta, junto a los
dioses de luz.
Escriba divino en mi tiempo por la virtud de aquello que he trazado,
según la eterna irradiación de la verdad. Yo sé, verdaderamente, las
fórmulas dominantes que subyugan el mal, a los hijos del mal, vencen a
la generación de los Malvados y destruyen los Rostros de la noche.
Por el Encantador de los Dioses, mi patrón Thot que está en las
Escrituras, es abastecido mi intelecto, es abastecido mi cuerpo con sus
miembros, son abastecidas mis almas y mi espíritu, por aquello que me
hace prevalecer contra las fuerzas de la destrucción.
Heme aquí, pues por la gracia de mi maestro; heme aquí, un Señor
espléndido en su devenir; portador de los misteriosos archivos de su
vida, trazados durante mi residencia en el ojo del dios oculto.
El polvo de las cosas muertas y de las páginas estériles no lo he
respirado. Sino que, hábil con mis dedos, sutil con mi espíritu, difícil
en mi corazón, sólo he respirado por la nariz del océano y por el
abanico de las olas.
Las diez esencias volátiles de los óleos de aclamación fueron los
únicos colores de mi escritorio. Ellos volvían independientemente mi
corazón, hicieron infatigable mi espíritu.
Mi nombre, en la perennidad, es el Escriba, que hace ser realidad la
potencia de la verdad de la palabra en el territorio de la verdad.
Saludo, pues, al horizonte del cielo del Norte, en el estanque muy
verde. Estoy de pie, en equilibrio, bajo tus velas color de fuego.
Conozco tu nombre y el nombre de tus velas. Y, una por una, las nombro en mi corazón.
En cuanto a vosotros, rostros de la noche, espectros en la sombra,
cólera de la cólera, ¡Oh dobles maléficos! Quienes, detrás mío, entráis
a escondidas en la oscuridad, la nariz hacia atrás, la cara al revés.
¡Oh vosotros! Malvados, hijos de malvados, generación de malvados.
Eternamente frustrados de aquello por lo que surgís del fondo de vuestra
noche y de vuestra maldad.
¡Oh vosotros todos! Machos o hembras, rostros vuestros al revés, a
quienes nada permito, a quienes nada tolero, a quienes no permito que
hagan la noche en mi pecho; contra vosotros me rebelo con las espinas de
Mormirio, con el espinazo del Latus, con la espina de Silurio, con los dientes del Oxiringo.
En un instante, os doy la vuelta, ¡oh invertidos! rostros
descompuestos. Me levanto contra vosotros, con mis maestros y vuestros
maestros, con el Señor de la voz, con el jefe del rollo, con el inmóvil
de corazón, con el guía de los caminos, con el regente del país de la
vida, con el fluido de los dioses con la cruz ansada.
¡Desvaneceos, vampiros!
En mi interior jamás entraréis. Por mis oídos, jamás entraréis. Por
mi nariz y mi boca, larvas, gérmenes o enfermedades, jamás entraréis.
Ya que soy puro, soy puro con la pureza del gran Fénix de Heliópolis.
Pues me levanto contra vosotros con el hechizo de los hechizos, con
los Siete nudos de las dos Hermanas divinas, con el Nudo mágico, con el
invencible Khopesch, con el Agua roja y la esencia de Tahonu, con el
Escarabajo del corazón, con la doble pluma de la Osiriana, con la verdad
de la palabra.
Y os sello para siempre, en vuestra reducida nada, con el sello de
la Eternidad.
Ya que soy puro, soy puro, soy puro.


Así pues, yo te saludo, ¡Oh mi fiel! Señor espléndido, Escriba en
su tiempo, junto a los dioses de luz.
Yo te saludo, quien, por el Verbo desprendido de la Esencia divina,
haces que sea realidad la fuerza de la verdad de la palabra.
Yo te saludo, hijo de mi costado, yo te saludo, hijo de mis huesos.
Pasa, tú eres puro.

PUERTA XII

¡Oh! Formas de eternidad, heme aquí. Yo soy una parcela de las parcelas
de la gran alma incandescente una parcela de las parcelas de la divinidad.
Soy el eterno amante de la divina Amiga.
Antes que cualquier creación, existía. Antes que cualquier forma, existía.
Cuando no había nada, era. Cuando la nada no había sido nombrada, era.

Cuando el caos era el rey, era. Cuando el caos se convirtió en orden, era.
Cuando el destino no existía, era. Cuando el destino mostró su faz, era.
Cuando no se la encuentra, es. Cuando no se la ve, es.
No está a la derecha, no está a la izquierda, no está encima,

no está debajo, ella está dentro.

ESTÁ DENTRO
ESTÁ DENTRO

Condensada en los éteres, es luz.
Condensada en la materia, es calor.
Condensada en los cuerpos, es movimiento.
Condensada en los cielos, es nube.
Condensada en la tierra, es fuego, es hielo, es fuente viva.
Condensada en la semilla, es árbol.
Condensada en el germen, soy yo mismo. Yo soy ella y ella soy yo.


Así pues, salud a la parcela de las parcelas de la gran Dama
incandescente, más allá de la fachada del infinito, salud al alma pura
en su búsqueda del divino Inferior, salud al eterno amante de la divina Amiga.
Así pues, salud al poseedor de las llaves del misterio, el maestro
de los filtros y los talismanes; a este encantador de la verdad sobre
los caminos de la verdad.
Así pues, salud a este rey de un imperio interior, sentado sobre las
orillas del sueño y de encantamiento, al fondo del retiro donde arde el
espíritu inmortal.
Así pues, salud a este príncipe del sentimiento que posee en su
pecho la llama del genio y el clavo del equilibrio y la llama del genio
fijado en su corazón.
Así pues, salud a este resucitado en cuyas venas habita la verdad
como si fuera perfume, y cuyo corazón es un almacén de aromas de las
escaleras de incienso.
Así pues, salud por millones de saludos a la forma resurgida divina,
salud a este dios renovado que se ha reencontrado en la esencia del
Único, que se ha fundido en las formas divinas.
Pasa, eres puro.
A partir de ahora, no más sorpresas, no más sorpresas, no más
descomposición, no más tinieblas.
A partir de ahora, sólo verdad, sólo vigor, sólo vida, salud, fuerza.
A partir de ahora, sólo felicidad, paz, beatitud.
Excelente, Excelente.
Pasa, eres puro.

(1) Le livre de la Verité de Parole, ed.de François Bernouard. Rue des Saints Pères, 73, París, 1924.