martes, 10 de noviembre de 2009

GIORDANO BRUNO : Reflexiones;Selección de fragmentos de diversas obras suyas

por Enrique Eskenazi

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De la divina sustancia, tanto por ser infinita como por estar muy alejada de los efectos que son el límite último del curso de nuestra facultad discursiva, no podemos conocer nada si no es por modo de vestigio... Y aún más: por el hecho de que no vemos perfectamente este universo del que nos es tan difícil comprender su sustancia y principio, resulta que, aún con menor razón, conoceremos el principio y la causa primera por su efecto, ya que podríamos conocer a Apeles por las estatuas que ha modelado, porque a todas éstas podemos verlas y examinarlas parte por parte, pero no al grande e infinito efecto de la divina potencia. De ahí que este símil deba comprenderse sin una comparación proporcional. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Los astros manifiestan y proclaman en un espacio infinito, con innumerables voces, la excelencia sin límites y la majestad de su primer principio y su primera causa. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

El entendimiento universal es la facultad íntima más real y propia, es la parte más potente del alma del mundo. Un mismo entendimiento es quien todo lo llena, iluminando al universo y dirigiendo a la naturaleza... (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

Si todo lo que existe, comenzando por el ente sumo y supremo comporta un cierto orden y guarda una dependencia, una escala, en la que se asciende de las cosas compuestas a las simples, de éstas a las simplicísimas y absolutas a través de grados intermedios y copulativos que participan de la naturaleza de uno y otro extremo, distinguiéndose según su esencia propia -no hay orden donde no haya cierta participaron, no hay participación donde no haya cierto entrelazamiento, no hay entrelazamiento sin alguna participación-; en consecuencia es necesario que haya un solo principio de subsistencia para todas las cosas que son subsistentes. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Este entendimiento, dándose a sí mismo a toda cosa en la materia y permaneciendo quieto e inmóvil, todo lo produce. Los magos lo llamaron fecundísimo en semillas, o más bien, sembrador, pues él es quien impregna a la materia con todas sus formas, y según su plan y condición, les da figura, forma y las combina con orden tan admirable que no se les puede atribuir a la casualidad ni a ningún otro principio que no sepa distinguir ni ordenar. Orfeo lo llama ojo del mundo, por cuanto ve por dentro y por fuera todas las cosas naturales, a fin de que todo, tanto intrínseca como extrínsecamente se mantenga en la proporción adecuada (simetría)... Nosotros lo llamamos artista interior, porque él forma y da figura a la materia desde dentro, como desde dentro de la semilla o de la raíz hace salir y desarrolla el tronco, del tronco salen las ramas primeras, del interior de las ramas primeras las otras derivadas, de éstas las yemas. Desde dentro da forma, figura, entreteje, como nervios, las hojas, las flores y los frutos... Igualmente extiende su acción a los animales, primero desde el germen, después desde el centro del corazón hacia los miembros exteriores, y a continuación hace refluir al corazón las funciones que había dispersado, como si enrollase los hilos que había soltado. Pero si no creemos que esta obra haya sido producida sin plan ni inteligencia, punto menos que muerta, obra de la que sabemos hacer una representación cuando, con cierto orden y según un modelo, descortezando y cortando un trozo de madera, hacemos aparecer en la superficie de la materia la efigie de un caballo, ¡hasta qué punto debemos considerar superior a este entendimiento artista que desde el interior de la materia seminal, modela los huesos, extiende los cartílagos, excava las arterias, insufla los poros, teje las fibras, ramifica los nervios y dispone el conjunto con tan admirable maestría! ¡Cuánto, digo, más grande artista es éste que no se reduce a una sola parte de la materia, sino que actúa continuamente en todo y por entero! Hay tres suertes de entendimiento; el divino que es todo; el del mundo que lo hace todo; y los particulares que se hacen todo" (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

El mundo, así como sus miembros, está animado (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

El sentido más común no es el más verdadero (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

...Este espíritu se halla en todas las cosas, las cuales si no son animales son animadas... Y no digo más porque quiero detenerme en las propiedades que tienen muchos cristales y gemas; los cuales, rotos o cortados y colocados en trozos sin orden, tienen la virtud de alterar el espíritu y de engendrar, no sólo en el cuerpo, sino también en el alma, nuevos afectos y pasiones. Y sabemos que tales efectos no proceden ni pueden proceder de cualidades puramente materiales, sino que necesariamente se refieren a un principio simbólico, vital y animal. (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

Si, pues, el espíritu, e alma, la vida, se encuentran en todas las cosas y, según ciertos grados, llenan toda la materia, resulta ciertamente que son el acto verdadero y la verdadera forma de todas las cosas. Pues el alma del mundo es el principio formal constitutivo del universo y de lo que en él está contenido. Digo que si la vida se halla en todas las cosas, el alma viene a ser la forma de todas las cosas; por doquier ella preside en la materia y enseñorea en los compuestos; efectúa la composición y la consistencia de las partes (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

Donde está la forma está el todo en cierta manera, así allí donde está el alma, el espíritu, la vida, está el todo (Sobre la Causa, Principio & Unidad)

El universo es, pues, uno, infinito, inmóvil. Una, digo, es la potencia absoluta, uno el acto, una la forma o alma, una la materia o cuerpo, una la cosa, uno el ser, uno el máximo y supremo; este uno no puede ser comprendido; es por ello indefinible e indeterminable, y por tanto sin límite ni término y, en consecuencia, inmóvil. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

En la comprensión del infinito no hay parte mayor ni parte menor, porque a la escala del infinito una parte, por grande que sea, no se eleva más que otra parte, por pequeña que se quiera; y en la duración del infinito la hora no se diferencia del día, el día del año, el año del siglo, el siglo del momento. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Esta es la diferencia entre el universo y las cosas del universo: aquél comprende todo el ser y todos los modos del ser; en éstas cada cosa tiene todo el ser, mas no todos los modos del ser; y no puede tener en acto todas las circunstancias y accidentes porque muchas formas son incompatibles en un mismo sujeto, ya por ser contrarias, ya por pertenecer a especies diversas; asimismo no puede haber un mismo supuesto individual bajo los accidentes de caballo y bajo los de hombre, bajo las dimensiones de una planta y las de un animal. Además el universo comprende todo el ser totalmente, porque fuera y más allá del ser infinito nada hay, ya que él no tiene ni exterior ni más allá; en cuanto a las cosas individuales, cada una comprende todo el ser, pero no totalmente, porque más allá de cada una de ellas hay infinitas otras. Por ende entended que todo está en todo no total y omnímodamente en cada individuo. Asimismo entended cómo cada cosa es el uno, mas no bajo un mismo modo. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Así tenéis cómo son todas las cosas en el universo y el universo es en todas las cosas, cómo nosotros mismos somos en él y él es en nosotros, de suerte que todo concurre en perfecta unidad. He ahí por qué no debemos apesadumbrar al espíritu; he ahí por qué nada hay por lo que debamos asustarnos. Porque esta unidad es solitaria y estable y siempre permanece. Este uno es eterno; todo aspecto, toda faz, toda otra cosa es vanidad, es como nada, e incluso nada es todo lo que está fuera de este uno. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Así pues este mundo, este ser, esta verdad, este universo, esta inmensidad está entero en todas sus partes... De ahí que lo que está en el universo, relativamente al universo -sea lo que fuere respecto a los otros cuerpos particulares-, está por doquier según el modo de su capacidad; está arriba, está abajo, está dentro, a la derecha, a la izquierda y según todas las diferencias y ninguna de ellas. Todo lo que captamos en el universo, por contener en sí mismo lo que está todo entero por todo, comprende, según su modo, toda el alma del mundo -si bien no totalmente, como ya lo hemos dicho; esta alma está por entero en cualquier parte del universo. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Una sola e idéntica es la escala por la que la naturaleza desciende a la producción de las cosas y por la que el entendimiento asciende al conocimiento de ellas, y tanto la una como el otro proceden de la unidad a la unidad, pasando por la muchedumbre de los términos intermedios. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Así pues ascendiendo nosotros al conocimiento perfecto vamos complicando la multiplicidad; así como descendiendo a la producción de las cosas, la unidad se va explicando. El descenso es desde un solo ser a una infinitud de individuos y a especies innumerables; el ascenso es de éstas a aquél. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Un contrario es el principio de su contrario, y por ser común el sujeto, el principio, el término, la continuidad y la fusión, por ello son circulares las transmutaciones. El mínimo de calor y el máximo de frío, ¿no son idénticos?... Por lo tanto es manifiesto que no sólo los dos máximos coinciden alguna vez, en la oposición y los dos mínimos en la concordancia, sino que coinciden el máximo y el mínimo por la vicisitud de las transmutaciones. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

El amor es odio, el odio amor, en definitiva. El odio del contrario es amor del semejante; el amor de éste es odio de aquél. En sustancia, pues, y en raíz una misma cosa es amor y odio, amistad y discordia. ¿En dónde busca el médico más adecuadamente el antídoto sino en el veneno? ¿Quién ofrece mejor triaca que la víbora? De los venenos peores, las mejores medicinas. ¿No es común una potencia a dos objetos contrarios? Pero ¿de dónde crees que esto procede sino de que es uno el principio del ser, como uno es el principio de la concepción de dos objetos; y, de este modo, los contrarios se relacionan en un sujeto, al igual que son aprehendidos por un solo y mismo sentido? (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

Es profunda magia saber extraer lo contrario, después de haber hallado el punto de la unión. (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

El sumo bien consiste en la unidad que complica el todo (Sobre la Causa, Principio y Unidad)

No hay sentido que vea el infinito, no hay sentido al que se exija esta conclusión, porque el infinito no puede ser objeto del sentido; y por ello quien pide conocerlo por vía del sentido es semejante a aquél que quisiese ver con los ojos la sustancia y la esencia; y quien por ello negase la cosa -por no ser sensible o visible-, vendía a negar su propia sustancia y ser (Sobre el Infinito Universo y los Mundos, diálogo I)

¿Dónde está, pues, la verdad?
En el objeto sensible está solamente como en un espejo, en la razón por modo de argumentación y discurso, en el entendimiento por modo de principio y conclusión, en la mens está en su propia y viva forma (Sobre el Infinito Universo y los Mundos, diálogo I)

Digo que el universo es todo el infinito, porque no tiene márgenes, términos ni superficies que lo limiten; afirmo que el universo no es totalmente infinito, porque todas las partes que podemos considerar en él son finitas y cada uno de los mundos innumerables que contiene es finito. Afirmo que Dios es todo él infinito, porque rebasa todo término y todos sus atributos son uno e infinito, y afirmo que Dios es totalmente infinito, porque el está en todo el mundo y está infinita y totalmente en cada una de sus partes, al contrario de la infinitud del universo, que está totalmente en el todo y no en las partes- si es que prefiriéndose al infinito pueden ser llamadas partes-, que podemos comprender en él. (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo I)

Siendo el universo infinito e inmóvil no es preciso que busquemos su motor; segundo, que siendo infinitos los mundos contenidos en él, así las tierras, las estrellas y otras especies de cuerpos llamados astros, todos ellos se mueven por un principio interior, que es su propia alma, como lo hemos probado en otro sitio, de ahí que sea en vano andar buscando su motor extrínseco; en tercer lugar, que estos cuerpos mundiales se mueven en la región etérea y no están más fijos ni clavados en cuerpo alguno de lo que lo está la tierra, que es uno de esos cuerpos, por ello podemos probar de este modo que, por el interior animal ínsito, circunda el propio centro y el sol, de varias maneras (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo I)

Yo no reclamo un espacio infinito - y la naturaleza no tiene un espacio infinito- por la dignidad de la extensión y de la masa corporal, sino por la dignidad de la naturaleza y de las especies corporales, porque de una manera incomparablemente mejor se presenta la excelencia infinita en individuos innumerables que en individuos numerables y finitos. Por eso es necesario que del inaccesible rostro divino el simulacro sea infinito y que en este, como miembros infinitos, se encuentren mundos innumerables, cuales son los otros: los miembros propios de la divinidad. Por ello, mediante innumerables grados de perfección- que expliquen por modo corporal la excelencia divina incorporal-, deben existir individuos innumerables, cuales son estos grandes animales, -uno de ellos es la tierra, madre divina que nos ha parido y nos alimenta y, más tarde, volverá a acogernos-; así, para contener estos mundos innumerables se requiere un espacio infinito. Al igual que está bien que este mundo haya existido y pueda existir, así no está menos bien que, pudiendo existir, existan mundos innumerables similares a éste. (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo I)

El alma moviente y el cuerpo movido coinciden en un sujeto finito: en cada uno, digo, de estos astros mundiales. De tal suerte que el primer principio no es lo que mueve, sino lo que, quieto e inmóvil, da el poder de moverse a mundos infinitos e innumerables, animales estos grandes y pequeños puestos en la vasta región del universo. (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo I)

Aún cuando el cielo, el aire infinito e inmenso sean parte del universo infinito, no son sin embargo mundo ni parte de los mundos, sino receptáculo y campo. En estos los mundos se encuentran, se mueven, viven, vegetan y ponen en efecto los actos de sus cambios, producen, nutren, repasan y mantienen a sus habitantes y animales, y de acuerdo con ciertas disposiciones y órdenes administran la naturaleza superior cambiando el rostro de un ser único en sujetos innumerables. Cada uno de estos mundos es un centro hacia el que convergen todas sus partes, y en donde descansan todas las cosas congéneres. (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo II)

Mundos innumerables que aparecen o tanto o más magníficos que éste y son o soles o astros a los que el sol no menos difunde los divinos y fecundos rayos, que hablan de la felicidad del propio sujeto y fuente, haciendo afortunados a los astros vecinos que participan de la virtud difundida. Infinitos son pues, los innumerables miembros principales del universo y todos ellos tienen una misma cara, faz, prerrogativa, virtud y efecto. (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo II)

Los mundos están compuestos por contrarios y los unen contrarios. (Sobre el infinito universo y los mundos, diálogo II)

Así como las ideas son las formas principales de las cosas, de acuerdo con las cuales todo está formado... así hemos de formar en nosotros mismos las sombras de las ideas... de suerte que se las pueda adaptar a todas las formaciones posibles. Las formamos en nosotros como en las revoluciones de las ruedas (De Umbris)

Hay que formar el caos informe... es necesario para el control de la memoria que los números y los elementos sean dispuestos ordenadamente... mediante ciertas formas memorables (las imágenes del zodiaco)... Te digo que si consideras esto con solicitud podrás alcanzar un arte figurativo tal que ayudará no sólo a la memoria, sino también a todas las potencias del alma de una manera maravillosa (De Umbris)

Es por una sola e idéntica escala por la que la naturaleza desciende a la producción de las cosas y el intelecto asciende al conocimiento de ellas, y que la una y el otro avanzan desde la unidad y retornan a la unidad, pasando por el camino a través de la muchedumbre de las cosas (De Umbris)

Hermes: el sol, que permanece siempre uno e idéntico, se presenta diverso de tanto en tanto a unos y a otros, dado que están dispuestos aquí de un modo u otro. No diferentemente podemos creer que este arte solar será de tanto en cuando diversa para los unos y para los otros.
Filotimo: y qué libro tienes entre las manos?
-Hermes: Es el libro "La sombra de las ideas", reunidas para una escritura interna. (De Umbris)

¿Qué responderías al maestro Anthoc, que considera magos o endemoniados u hombre otra especie tal a aquellos que presentan operaciones de la memoria distintas de las usuales? -No dudaría de que éste es sobrino de aquél asno que fue salvado en el Arca de Noé para conservación de su especie (De Umbris)

Hemos compuesto este arte que es preferible a todas las demás por el valor de los principios que en ella están contenidos, y no puede posponerse a ninguna en base a los resultados... Este arte no lleva a un simple arte de la memoria, sino que conduce e introduce también al descubrimiento de muchas facultades (De Umbris)

Tratamos este arte bajo una doble forma y camino, de las cuales una es más elevada y general ya sea para ordenar todas las operaciones del alma, ya sea también principio de muchos métodos, con los que cual diversos instrumentos puede intentarse e inventarse la memoria artificial. Consiste en primer lugar de treinta intenciones de las sombras, en segundo lugar en treinta conceptos de ideas, en tercer lugar en parecidos vínculos que podemos derivar de las intenciones y conceptos mediante una industriosa adaptación de los elementos de la primera rueda a los elementos de la segunda. La segunda parte que sigue está más limitada a un modo determinado de adquirir la memoria mediante el artificio (De Umbris)

Nuestra naturaleza no es tan grande como para habitar, según su capacidad, el campo mismo de la verdad. Se ha dicho "El hombre viviente es vanidad, nada más que vanidad". Y lo que es verdadero y bueno es la primera y única cosa. Empero, ¿cómo podría ocurrir que aquello cuyo ser no es propiamente verdadero y cuya esencia no es propiamente verdad, tenga en sí eficacia y acto de verdad? Para eso basta, y es aún mucho, que se siente a la sombra del bien y de lo verdadero. No digo a la sombra de la verdad y del bien natural y racional (en este caso mal diríamos y falsamente), sino metafísico, ideal y suprasustancial; adonde deviene el alma partícipe de aquello que es bueno y verdadero, según su facultad, y que, aunque la imagen de aquello no posee tanto ser, es de todos modos imagen de aquello; entonces la transparencia, que es la misma alma, delimitada de la opacidad, que es el mismo cuerpo, experimenta en la mente del hombre algo de la imagen, hasta que arraiga en ella; pero en los sentidos internos y en la razón, a los cuales nos volvemos en nuestra vida anima, experimenta la sombra misma (De Umbris)

La sombra es vestigio de luz, partícipe de luz, pero no plena luz (De Umbris)

La sombra se funda sobre la materia o naturaleza, sobre las cosas naturales mismas, sobre el sentido interno y externo, como sobre el movimiento y el cambio. Pero en el intelecto, dado que la memoria sigue al intelecto, está como en quietud. Por eso aquél sabio presenta la virgen sobrenatural y suprasensual como un conocimiento reunido, que se sienta a la sombra de aquel primer bien y verdad deseables. Tal posición e estado, puesto que no perdura mucho en la vida natural (en efecto, pronto y al instante las sensaciones nos asaltan y nos turban, y hasta nuestras guías, los fantasmas, nos seducen engañándonos), esa posición está indicada por el tiempo perfecto: me he sentado a la sombra... (De umbris)

Mas puesto que en todas las cosas hay una conexión ordenada, de modo que los cuerpos inferiores siguen a los medianos y estos a los superiores, también los cuerpos compuestos se unen a los simples y esto simples a los más simples, aquellos materiales se aproximan a los espirituales, y aquellos espirituales a su vez a los inmateriales, ya que uno solo es el cuerpo del Ente universal, uno solo el orden, uno solo el gobierno, uno solo el principio y uno solo el fin, uno solo el primero y uno solo el último. Y como se da una continua migración de la luz a la tiniebla... nada impide que al sonido de la lira universal de Apolo las cosas de abajo poco a poco sean reclamadas por las de arriba, y aquellas más bajas mediante las intermedias se aproximen a la naturaleza de las superiores; como también por la sensación resulta claro que la tierra se transforma por rarefacción en agua, el agua en aire, el aire en fuego, como por condensación el fuego se transforma en aire, el aire en agua, el agua en tierra. Así en general vemos en aquellas cosas que cambian, que el movimiento limita siempre con el estado y el estado con el movimiento.... De aquí que... debamos esforzarnos absolutamente -teniendo ante los ojos, según las excelsas operaciones del alma, la escala de la naturaleza- por tender siempre, mediante operaciones intrínsecas, del movimiento y de la multiplicidad a la quietud y a la unidad; si seguimos eso según nuestra facultad, también nos conformaremos a las obras divinas admiradas por todos. A eso mismo nos conforta y exhorta el vínculo preestablecido de las cosas y las consiguientes conexiones (De Umbris)

En verdad, la cosa próxima inferior es atraída por la estrecha semejanza a la cosa superior más cercana a través de algunos grados; ciertamente, una vez conseguidos todos estos grados, deberá considerarse no semejante, sino idéntica a aquella. En verdad, cómo eso ocurra, lo aprendemos por medio del fuego, que no atrae al agua si no se asimila en calor rarefacto. por eso a través de una semejanza común se verifica la aproximación de las sombras a los vestigios, de los vestigios a las imágenes especulares, de estas a otras cosas. (De Umbris)

Ocurre que (dentro de sus límites) la naturaleza puede hacer todas las cosas a partir de todas y el intelecto o razón puede conocer todas las cosas por todas. Como la materia está modelada en todas las formas de todas las cosas, también el intelecto pasivo puede modelarse en todas las formas de todas las cosas, así también la memoria en todas las cosas recordables de todas las cosas, puesto que cualquier símil está hecho de lo semejante, todo lo similar es conocido a partir del símil, todo símil está contenido en lo semejante. A su vez, lo símil lejano tiende a su símil distante mediante el símil intermedio y cercano a él. De aquí que la materia, despojada de la forma de hierba, no asume inmediatamente la forma de tal animal, sino a través de las formas intermedias de quilo, sangre y semen. Por consiguiente, quien conozca los medios contenidos en los extremos podrá derivar naturalmente y racionalmente todas las cosas de todas (De Umbris)

Haz de ser capaz de abrazar con la mete aquella áurea cadena que se forma siempre tendida del cielo a la tierra; así por tanto, como puede haber descendido del cielo, fácilmente podrás retornar al cielo por medio de un ascenso ordenado. (De Umbris)

La sombra prepara la vista para la luz, la sombra templa la luz, por medio de la sombra la divinidad templa y aproxima las apariencias que anticipan las cosas al ojo del alma, rodeado de niebla, el alma que está hambreada y sedienta. Por ello reconoce aquellas sombras que no extinguen, sino que más bien conservan y custodian la luz en nosotros, y por las cuales somos guiados y conducidos a la inteligencia y a la memoria (De Umbris)

Respecto a las sombras ideales (en el caso de que sean verdaderamente ideales), puesto que todas se refieren al intelecto y al sentido interior purificado, no hay sombra que no sirvan óptimamente de guía, si se hace de ella un medio para un ascenso en lugar de dormirse bajo ella misma (De Umbris)

No dormirás si de la observación de las sombras físicas procedes a una consideración proporcional de las sombras ideales (De Umbris)

La metafísica, la física y la lógica, esto es, las cosas sobrenaturales, naturales y racionales, admiten una cierta analogía como verdad, imagen y sombra. Por otra parte, la idea en la mente divina está en acto total y simultáneamente cumplido y único; en las inteligencias las ideas subsisten con actos discretos; en el cielo subsisten con una potencia activa múltiple y sucesiva; en la naturaleza a modo de vestigios como por una impresión; en la intención racional a modo de sombra. (De Umbris)

En la primera causa ser y poder (potencia) se identifican... por lo que es claro que cualquier cosa puede representarse en todas las cosas y por medio de todas las cosas (De Umbris)

Quien conciba con la mente este orden con sus grados, contraerá una semejanza con el gran mundo distinta de la que tiene en sí según la naturaleza. De donde, casi actuando por naturaleza, pasará sin dificultad por las cosas del universo (De Umbris)

Quien consistiendo en el lugar y el tiempo, libere las razones de las ideas del lugar y del tiempo, se conformará a los entes divinos en sus obras, trátese ya de las del intelecto o de las de la voluntad (De Umbris)

Si investigases operaciones posibles en el alma misma sin cuerpo, he aquí que se uniría a las ideas, no determinadas por lugar cierto y por el tiempo, en tal caso el hombre libre en la mente o en el alma abandona la materia y el tiempo (De Umbris).

El alma tiene una sustancia que se comporta respecto a los intelectos superiores como el cuerpo diáfano respecto a las luces... puesto que, según su diafanidad y transparencia, acoge una cierta luminosidad como innata. Esta siempre está en acto, cuando se despoja del cuerpo, como si habitase la región de la luz. Pero cuando permanece en el cuerpo, como un cristal cuya diafanidad está limitada por la opacidad, tiene visiones sensibles vagas que se acercan y se alejan a través de una convergencia y divergencia según las diferencias de los tiempos y de los lugares (De Umbris)

Las formas de las cosas están en las ideas, están en cierto modo en sí mismas, están en el cielo, están en el límite del cielo, están en las causas próximas seminales, están en las causas próximas eficientes, están individualmente en el efecto, están en la luz, están en el sentido externo y están en el interno, según su modo (De Umbris)

El intelecto primero, Anfitrite de la luz, difunde así su luz de lo interno a lo externo y la atrae de la extremidad tal que cualquier cosa pueda , según su capacidad, extraer de él todas las cosas y cualquier cosa, según su facultad, puede volverse a él por medio de la misma luz. (De Umbris)

La forma de los animales deformes se vuelven bellas en los cielos, las formas de los metales que no resplandecen en sí mismos resplandecen en sus planetas. En efecto, ni el hombre ni los animales ni los metales existen allá tal como aquí son. Aquello que aquí va de un lado a otro, allá se encuentra en acto, en un nivel superior. En efecto, las virtudes, que se multiplican al dirigirse hacia la materia, se unen y se co-implican al dirigirse hacia el acto primero. De donde es claro lo que dicen los platónicos, esto es: que es vida una idea cualquiera aún de cosas que no viven, y vida es, por así decir, inteligencia; igualmente también en la mente primera una sola es la idea de todas las cosas. Por tanto, iluminándote, vivificándote y uniéndote, hay motivo por el cual, conformándote a lo agentes superiores, llegues al conocimiento y al recuerdo de las especies (De Umbris)

Intenta con todas tus fuerzas identificar, conciliar y unir las especies recibidas, así no fatigarás el ingenio, no turbarás la mente y no confundirás la memoria... Cuando llegues a la razón conforme al cielo corpóreo que contiene las formas de los seres animales inferiores también despreciables, de un modo no despreciable, no apoyes el pie, sino que busca de llegar a la conformidad del cielo intelectivo, que posee las formas de todo el mundo de un modo superior al celestial. (De Umbris)

Ciertamente entonces notarás verdaderamente progreso y lo experimentarás aproximándote de una pluralidad confusa a una unidad distinta. Eso no equivale a acumular los universales lógicos... sino a prepararse, partiendo de partes informes y numerosas, para llegar a una unidad y un todo bien formado. Como la mano junto al brazo y el pie a la pierna y el ojo a la frente, cuando están reunidos, son más fácilmente reconocibles que cuando están separados, así, dado que ninguna de las partes del universo y de las especies existe separada y sustraída al orden, si las concebimos conectando las unas a las otras y uniéndolas según un proceso lógico, ¿qué razón habrá para no poder comprender, recordar y actuar? (De Umbris)

Una sola cosa es la que define todas las cosas, uno solo es el esplendor de la belleza en todas las cosas, un solo fulgor luce en la multitud de las especies. Si conjeturas esto, entre tus ojos y las cosas visibles en modo universal interpondrás tal lente que no hay nada que pueda escapársete en absoluto (De Umbris)

Imprimiendo en la fantasía las figuras zodiacales "se puede entrar en posesión de un arte figurativo que ayudará no sólo a la memoria, sino a todos los poderes del alma para que puedan desarrollarse según cauces maravillosos" (De umbris).

Cuando alguien construye por sí mismo las formas celestiales "llega, partiendo de la confusa pluralidad de las cosas, a la unidad que subyace en todas ellas" (De Umbris)

Los grados de la escala por la que se asciende al principio: el primer escalón es la purificación del alma, el segundo la atención, el tercero la intención, el cuarto la contemplación del orden, el quinto la comparación proporcional según el orden, el sexto la negación o separación, el séptimo el deseo, el octavo la transformación de uno en la cosa, el noveno la transformación de la cosa en uno mismo. Así se abrirá la vía, el acceso y el ingreso de las sombras a las ideas (De Umbris)

A través de la imagen que está en el intelecto se aprehenden mejor las cosas que no mediante la imagen que está en el objeto físico, ya que aquella es más inmaterial. De modo semejante se conoce cualquier cosa mediante la imagen de la cosa, que está en la mente divina, mejor que cuanto pueda conocerse mediante su misma esencia. Dos cosas se reclaman por la imagen que es medio de conocimiento: la representación de la cosa conocida, la cual se une, según la proximidad, a lo cognoscible, y el ser espiritual e inmaterial, como ha de ser en el conocedor. (De Umbris)

Mago significa hombre sabio con poder de obrar (De magia)

Dios influye en los dioses, los dioses en los astros que son números corporales, los astros en los demonios -que son los habitantes y cultivadores de los astros, entre los que se cuenta la tierra-, los demonios en los elementos, los elementos en los mixtos, los mixtos en los sentidos, los sentidos en el alma, el alma en el animal entero; y éste en el descenso de la escala. A continuación, el animal asciende por el alma a los sentidos, por los sentidos a los mixtos, por los mixtos a los elementos, por éstos a los demonios, por éstos a los astros, por ellos a los dioses incorpóreos o de sustancia etérea, por éstos al alma del mundo o espíritu del universo, pero éste a la contemplación de la unidad simplicísima óptima máxima incorpórea, absoluta, autosuficiente. Así, Dios desciende a través del mundo al animal, el animal empero asciende por el mundo a Dios. Dios está en el ápice de la escala, como acto puro y potencia activa, como purísima luz; en la base de la escala en cambio está la materia, las tinieblas, la pura potencia pasiva, de cuyas profundidades se puede hacer todo, así como aquél puede hacerlo todo desde las cosas celestes. Entre el grado superior y el inferior están las especies intermedias; las superiores de entre estas participan más de la luz, el acto y la virtud activa, las inferiores empero participan más de las tinieblas, la potencia y la virtud pasiva (De magia)

En cuanto al género, el eficiente es de dos clases; la naturaleza y la voluntad. La voluntad es de tres clases: hombre o humana, de demonio y divina. (De magia)

Pues la naturaleza así como dio el ser a las especies y asimismo e apetito de conservarse cada cosa en el estado presente, así también imprimió cierto espíritu interno o sentido interno -si prefieres llamarlo así- en todas las cosas, a fin de que conozcan y rehúyan las cosas especialmente enemigas por cierta inscripción.... Este sentido está ciertamente ínsito en todas las cosas y la vida (De magia)

Pues así como nuestra alma produce primera y universalmente con el cuerpo entero toda obra de vida, sin embargo, pese a estar toda entera en el todo y en toda y en no importa qué parte, no por ello hace todo a partir de todo ni de cualesquiera partes, sino que hace ver en el ojo, oir en el oído, gustar por la boca (porque si el ojo estuviese por todas partes, por todas partes vería, y si los órganos de todos los sentidos estuviesen por todas partes, por todas partes enteramente sentirían), así también el alma del mundo que está en todo el mundo, allí donde ha alcanzado una materia determinada, allí mismo produce un sujeto (cosa) y manifiesta, a partir de él, determinadas operaciones. Por consiguiente, aun cuando se halle igualmente por doquier, no actúa de igual manera en todas partes, porque no se le suministra una materia igualmente dispuesta en todas partes (De magia)

La materia como fábrica de imágenes (De magia)

Toda alma y espíritu tienen cierta continuidad con el espíritu del universo, de modo que no se entiende solamente que existe y está incluida allí donde siente y da vida, sino que -como lo sintieron muchos platónicos y pitagóricos- está difundida por su propia esencia y sustancia en el mundo... Además el alma está presente por su virtud, en cierta manera, en el universo, ya que esta sustancia es tal que no está encerrada en el cuerpo, que por ella vive, pese a estar estrechamente ligada a él. Así pues, quitadas determinadas trabas, al punto y súbitamente tiene presente especies alejadísimas, que como nadie negará no se le unen por movimiento; en consecuencia se le unen por estar en cierto modo presentes (De magia)

El alma se difunde en grado sumo por todo el horizonte de su naturaleza. Acaece por ende que no sólo conoce sus propios miembros, sino incluso todas las cosas con las que contrajo algún uso, participación y comunión.... Pues así como si alguien roza con el dedo o pincha con una aguja una sola parte del cuerpo, al punto todo el cuerpo se turba según todos los miembros, no según aquella parte solamente -aún cuando sólo a partir de aquella parte-, asimismo, teniendo el alma de cada cosa continuidad con el alma del universo, no se sigue la imposibilidad -que se da en los cuerpos- de penetrarse mutuamente (De magia)

El alma está toda entera en todo el cuerpo y cualquiera de sus partes, y toda ella capta todas las especies extracorporales muy alejadas y apartadas que están en torno a ella, y todo esto es señal de que, según el acto y sustancia primeros, no está encerrada en el cuerpo, esto es, no está circunscrita por el cuerpo, sino delimitada solamente a fin de poder desplegar según el cuerpo y en el cuerpo los actos segundos... que, como efectos, vestigios y sombras, de ella proceden. (De magia)

Los númenes nos hablan mediante visiones y sueños, que nosotros llamamos enigmas a causa de la falta de costumbre, ignorancia y embotamiento de nuestra capacidad; ellas son sin embargo la mismísima expresión de las cosas representables... y así como no hay conversación ni trato entre hombres de linajes diferentes sin que haya comunidad de idioma, salvo si se emplean nudos, así tampoco nosotros podemos comunicarnos con cierto género de númenes, como no sea mediante definidos signos, sellos, figuras, caracteres, gestos y otras ceremonias. (De magia)

De ahí que se pueda creer y tener en cuenta una causa, por la que la acción llega no sólo hasta lo cercano, sino incluso hasta lo remoto, según el sentido; pues según la cosa... se llega por la comunión del espíritu universal, que todo entero está en el todo y en no importa qué parte del mundo. De don resulta que así como cooperan en un mismo espacio luces diversas, así también las diversas almas se asocian en el universo según la potencia o el acto, según número finito o infinito; no así ocurre con los cuerpos... Por consiguiente el cuerpo de ninguna manera puede actuar sobre el cuerpo, ni la materia sobre la materia, ni las partes de la materia y cuerpo en otras partes de cuerpo, sino que toda acción procede de la cualidad, de la forma, y por último, del alma. Esta, en primer lugar, cambia las disposiciones, para que a continuación las disposiciones cambien los cuerpos. Así es que un cuerpo actúa sobre un cuerpo distante o cercano y sobre sus propias partes por un cierto consentimiento, cópula y unión, que procede de la forma. Y puesto que todo cuerpo está regido por el alma o cierto espíritu que traba a las partes con las partes, así como acontece que un alma actúa sobre otra dondequiera ambas estén, así también resulta necesario que actúe sobre el cuerpo, encuéntrese dondequiera que sea el cuerpo que está supeditado al alma. Quien, por consiguiente, tenga conocimiento de esta indisoluble continuidad del alma y de que ésta se encuentra atada al cuerpo por una cierta necesidad, poseerá un principio no mediano tanto para obrar como para contemplar con más verdad la naturaleza de las cosas (De magia)

El demonio no necesita siquiera de oídos, ni de voz, ni de susurro, sino que penetra en el sentido interno... Así no sólo introducen sueños y hacen oir voces y ver algunas cosas, sino que incluso a veces durante la vigilia introducen ciertos pensamientos -que a duras penas se los reconoce como procedentes de otro. por medio de enigmas, a veces conculcando la verdad con sentidos más expresos, a veces poco más o menos que engañando. (De magia)

Se ha de afirmar y mantener en la mente con firmeza que todas las cosas están llenas de espíritu, alma, numen, Dios o divinidad y que el intelecto y el alma están todo enteros por doquier, mas no por todas partes hacen todas las cosas. (De magia)

La sustancia corpórea difiere de esta otra sustancia -mente, alma y espíritu sublime- en que el cuerpo universal está todo entero en todo el universo, en cambio aquélla se halla toda entera en cualquier parte, constituyendo y aportando por todas partes el todo y la imagen del todo, en unos sitios más claramente, en otros más oscuramente, en unos singularmente, en otros pluralmente, de manera que todas las partículas de la materia reproducen la especie de una misma idea y luz, así como la materia entera la reproduce toda entera, lo que muy bien se puede contemplar en un gran espejo, el cual reproduce una sola cosa a partir de una sola imagen, y si estuviese roto en mil pedazos no menos reproduciría con todos los fragmentos la imagen íntegra. (De magia)

Cuando acontezca vincular y obligar al sentido según todos estos modos, el médico o mago ha de insistir sobre todo en el poder operativo de la fantasía; pues ésta es la puerta y entrada principal para todas las acciones, pasiones y afectos que se encuentran en el animal; y la vinculación de esta ocasiona la vinculación de aquella potencia más profunda que es la cogitativa (De magia)

Todos los operadores o magos o médicos o profetas nada realizan sin una fe previa, o según los números (modos) de una fe previa. Esta es estimulada tanto cuando se da de antemano una disposición y ordenación de las potencias, como cuando procede de una perturbación de las potencias. Gran fuerza tienen las cadenas que salen de los labios del elocuente, de manera que a partir de la especie nace y se mantiene una disposición determinada en la imaginación, la cual es la sola puerta de todos los afectos internos y es el vínculo de los vínculos. (De magia)

La reputación y el aparato de la fe, cuyo poder respecto al alma en cierto modo dispone, franquea, explica, como si abriese las ventanas para recibir el sol, que antes tenían cerradas, da acceso a aquellas impresiones que persigue el arte del vinculador, infundiendo los siguientes vínculos: esperanza, compasión, temor, amor, odio, indignación, ira, gozo, paciencia, desprecio de la vida, muerte, fortuna y todos aquellos cuyo poder va del alma al cuerpo... Y por lo que atañe a las más espirituales potencias del alma -la memoria, la razón, la experiencia, el intelecto y la mente-, los actos de estas potencian no redunda en el cuerpo ni lo alteran, pues todo cambio tiene su origen en las potencias anteriores a la cogitativa (los sentidos y la imaginación), aún cuando sus efectos procedan principalmente de la facultad cogitativa. De ahí que toda la fuerza mágica activa y pasiva, y las especies, estén sometidas en tales términos a los vínculos mágicos y... tanto los sabios como los necios pueden ser vinculados mediante los principios naturales que consisten en los ya mencionados (De magia)

La idea, la imaginación, la ficción, la configuración, la designación, la notación son la obra universal de Dios, la naturaleza y la razón, y está en poder de la analogía de aquella el que la naturaleza pueda admirablemente representar la acción divina, y que el ingenio humano pueda emular, por ello, la operación de la naturaleza (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Pero ¿cuál es aquel ojo que ve las domas cosas como se ve a sí mismo? Aquel que en sí mismo ve todas las cosas y él mismo es todas las cosas. Seríamos semejantes a aquel ser excelso si pudiésemos ver la sustancia de nuestra especie; de la misma manera como nuestro ojo se vería a sí mismo, así nuestra mente se comprendería a sí misma... más nuestro intelecto no se ve a sí mismo en sí mismo, sino en una cierta especie exterior, en simulacro, imagen, figura, signo. Esto es lo que, referido por Aristóteles, fue antes expresado por los antiguos y es comprendido por pocos de los neo esotéricos: "entendernos" (esto es, entender las operaciones de nuestro entendimiento) "o es imaginación o no es sin imaginación"... "No entendemos a no ser que especulemos con imágenes"... Y si tal es nuestra capacidad, conviene sin duda que sus obras sean tales que inquiriendo, hallando, juzgando, disponiendo y recordando no se divague fuera del espejo, no se revuelva sin imágenes. De aquí que si por medio de la naturaleza se suministra un espejo terso y plano, también por medio del arte florece y resplandece la luz de las reglas en el horizonte del raciocinio; por ello, según la facultad ensanchada por las imágenes claras y patentes de las cosas, que vienen a nuestra contemplación, nos encaminaremos a la felicidad suma en el múltiple género del acto, la cual se le adjudica especialmente al hombre como propia, en cuanto hombre (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Tres son los principios de todas las cosas: Dios, la naturaleza y el arte; y tres son los efectos: el divino, el natural y el artificial (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Las ideas son causa de las cosas antes de las cosas, los vestigios de las ideas son las propias cosas o lo que es en las cosas, las sombras de las ideas son procedentes de las propias cosas o posteriores a las cosas, de las cuales se dice que son con tanto menor derecho que las propias cosas que salen del seno de la naturaleza, cuanto las cosas mismas son con menor derecho que la mente, la idea y el principio efectivo, sobrenatural, sustantífico, superesencial. En consecuencia se distinguen los entes: en aquellas cosas que son, o cosas, y en esas cosas que son signos o indicaciones de las cosas que son... Nosotros no instituimos de ningún modo un método sobre las cosas, sino sobre las designaciones de las cosas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Hacemos ver el universo según una tercera significación, esto es, como un cierto espejo viviente en el que está la imagen de las cosas naturales y la sombra de las divinas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Así pues las formas, simulacros y signáculos son vehículos y como vínculos, con los que los favores de las cosas superiores ya fluyen, se presentan y se introducen, ya son concebidas, contenidas y guardadas. (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Entender es o imaginación o imaginar algo. Por eso sabemos que no se puede realizar ninguna operación conveniente con nuestra naturaleza sin ciertas formas o figuras, que por medio de los sentidos externos son concebidas a partir de los objetos sensibles y que se establecen y se digieren en los sentidos interiores (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Sólo en virtud de aquellas cosas que preexisten en nosotros conseguimos no sólo las imágenes, sino también las formas, virtudes, y en suma la sustancia en aquello que se participan y comunican. Así, por lo conocido adquirimos el conocimiento de lo desconocido... Por lo que tenemos poseído y concebido de antemano logramos aquello de lo que carecemos y deseamos. Sólo recoge el que sembró, y al que nada tiene nada se le dará... Conviene por consiguiente que haya previamente algunos principios y semillas de donde nazca la ilimitada abundancia de las imágenes y las cosas imaginables (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

A la manera como en el centro de la pupila, con una sola mirada indivisible, concebimos la selva de las cosas y contraemos toda su masa en un espejuelo indivisible, así no menos aquella potencia interior y, en cierto modo, más espiritual -establecida en el espíritu imaginativo- que acoge y compone esas especies, debe ser considerada, por el género de la luz, como algo indivisible, de modo que idénticas cosas son la luz, lo iluminado y el acto de la cosa sensible y de la forma, difiriendo solamente por la vista externa, la cual es informada mediante una luz ajena; porque simultáneamente se dan la propia luz y el que ve y, de una manera proporcional, se distingue a luz del sol de la luz de la luna, pues aquella es visible como por algo extrínseco, aquél como por sí mismo. Por último, la visión del ojo se diferencia de la visión del espíritu interno de la misma manera como un espejo que ve se diferencia de un espejo que no ve, mas solamente cuando él mismo pone ante sí un espejo iluminado e informado, de manera que se da al mismo tiempo luz y espejo, siendo en él una misma cosa el objeto sensible y el sujeto sensible.
Este es un mundo y seno en cierto modo incolmable de formas y especies, que no sólo contiene as especies de las cosas concebidas externamente según su magnitud y número, sino que incluso, por virtud de la imaginación, junta magnitud a magnitud, número a número. Y además... no sólo se almacenan en este vastísimo seno las formas de las especies naturales, sino que también se podrán multiplicar fuera de toda proporción en la multiplicidad de las innumerables especies concebibles;... Y con una mezcla semejante a partir de cosas innumerables podemos producir cosas en número ilimitado, además que a partir de contados elementos, con variada coordinación y combinatoria, se componen expresiones de muchas lenguas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Esta potencia es la efectora de las imágenes o por ella el alma es la efectora de las imágenes. A propósito de esto pongamos en medio el parecer de Sinesio el Platónico que así se explicó sobre el poder de la imaginación y el espíritu imaginativo: en la vigilia el sabio es hombre, pero Dios le hace partícipe de sí mismo mientras sueña, lo que nosotros adoptamos en defensa de la dignidad de la vida imaginativa. Pues si es don feliz ver al propio Dios en sí mismo, ciertamente es oficio de una contemplación más antigua y propia captarlo mediante la imaginación. Pues ésta es el sentido de los sentidos, puesto que el propio espíritu imaginativo es el sensorio más común y el cuerpo primero del alma y este cuerpo actúa desde dentro veladamente y tiene a lo principal del animal como alcázar (pues en torno la naturaleza le construyó la entera fábrica de la cabeza). Por su parte, el oído y la vista no son sentidos, sino instrumentos que administran los sentidos para el sentido común y son a modo de porteros o recepcionistas del animal, indicando al señor las cosas sensibles que ocurren en el exterior. En tanto el sentido íntimo está por entero en todas partes; pues oye con todo el espíritu y con todo el espíritu ve, de donde resulta que reparte unas cosas a unos, otras cosas a otros y es como si desde un centro único arrojase innumerables líneas hacia la anchura de la circunferencia, saliendo de allí como de una raíz común, a la que como a su raíz común vuelven. Este, es decir, el espíritu imaginativo, reclama ser el vehículo primero del alma, término medio entre lo temporal y lo eterno, por el que, sobre todo, vivimos; un individuo único hace y recibe todas las cosas que son propias del sentido (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Este espíritu imaginativo dispone de tal maneraa aquellas especies que recoge, abraza y compone que -como si sacase y abstrayese de ellas algunas cosas excogitables- las introduce, pone, inserta confirma en el almacén de la facultad retentiva. Las llaves, porteros o puertas de este almacén son los géneros de afectos que se definen por el irascible y el concupiscible, el amor y el odio, el temor y la esperanza, la alegría y la tristeza y las especies de admiración... De ahí procede claramente la razón por la que algunas cosas que hemos con frecuencia meditado o que hemos puesto ante los ojos del conocimiento, son apartadas y alejadas de este almacén o triclino de la sagrada Mnemosine, algunas otras empero se deslizan y son acogidas como sin querer y como si la puerta estuviese abierta y en pendiente e inclinado el camino (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

La operación del sentido externo ayuda, como sirvienta, a la operación del sentido interno (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Admirable parentesco que se da entre los verdaderos poetas -a los que se asimilan los músicos por ser idéntica la especie a que ambos hacen referencia-, los verdaderos pintores y los verdaderos filósofos; puesto que la verdadera filosofía es tanto música o poesía como pintura; la verdadera pintura es tanto música como filosofía; la verdadera poesía -o música- es tanto pintura como cierta divina sabiduría. (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

La potencia imaginativa es como un pintor, esto es, como el consolidador de imágenes infinitas, que fabrica haciendo múltiples combinaciones con las cosas vistas y oídas. Fácilmente empero podemos conocer a la imaginación, que se rige por las leyes de la razón; siempre muestra y manifiesta, ciertamente, en la superficie de los sentidos el orden y la trabazón más idóneas de miembros con miembros. Más nosotros también enseñamos... el arte que de todas las cosas hace todas las cosas. (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

¿Por qué, digo yo, son tan pocos los que comprenden y hacen suyo el poder interior? ... Aquel que ve en sí mismo todas las cosas es, a un mismo tiempo, todas las cosas (De Imaginum, signorum et idearum compositione)

Por encima de todo, el pensamiento en Dios. Inserto en todas las cosas, el pensamiento es naturaleza. Penetrando todas las cosas, el pensamiento es razón. Dios dicta y ordena la naturaleza obedece y nace. La razón contempla y discurre (Sobre el triple mínimo, I, 2)



Existen alternancias de luces y tinieblas y la época actual se halla sumergida en estas últimas y atormentada a causa de toda una serie de luchas sectarias. Transgrediendo el ius gentium y consecuentemente, el orden instituido por el verdadero Dios, las sectas disuelven los vínculos sociales bajo la dirección de espíritus misantrópicos que no son otra cosa que furias infernales que blanden la espada de la discordia entre lo pueblos, lo mismo que si se tratara de mercurios bajados de los cielos para llevar a cabo todo tipo de imposturas. Enfrentan a los hombres entre sí e infringen las leyes del amor, que no son prerrogativas de ningún tipo de secta cacodemónica, sino que provienen de Dios, del Padre de todo, que derrama sus dones sobre justos y pecadores y decreta una filantropía general. La verdadera religión debe estar inmunizada ante controversias y disputas y ser una directriz para el alma. Nadie tiene derecho a controlar o criticar las opiniones de los demás, tal como sucede actualmente, aun cuando todo el mundo estuviera ciegamente dominado por las opiniones de Aristóteles o de cualquier otro pensador de este tipo. Debemos elevar nuestras cabezas hacia el admirable esplendor de la luz, escuchar los gritos de la naturaleza que pide ser escuchada y perseguir la sabiduría con pobreza de espíritu y con honesta disposición en nuestros corazones (Prefacio de Articuli adversus mathematicos)


Pues una sola y la misma cosa es lo más claro y lo más oscuro, principio y fin, altísima luz y profundísimo abismo, infinita potencia e infinito acto... Se contempla a continuación la armonía y consonancia de todas las esferas, inteligencias, musas e instrumentos conjuntamente; allí, el cielo, el movimiento de los mundos, las obras de la naturaleza, el discurso de los intelectos, la contemplación de la mente, el decreto de la divina providencia, todos a un mismo compás, celebran la elevada y magnífica vicisitud que iguala las aguas inferiores a las superiores, cambia la noche en día y el día en noche, a fin de que la divinidad esté en todo, del modo en que todo entraña todo, y de que la infinita bondad infinitamente se comunique según la capacidad de las cosas (Los Heroicos Furores, Prólogo)

El amor no es ciego en sí y, si convierte en ciegos a algunos amantes, no es por sí mismo sino por la innoble disposición del sujeto, como ocurre cuando las aves nocturnas se ciegan en presencia del sol. En lo que a él se refiere, pues, el amor ilustra, esclarece, abre el intelecto, haciendo penetrar en él toda cosa y suscitando milagrosos efectos.. El amor "muestra" por tanto "el paraíso" en el sentido de que abre la comprensión, el entendimiento y la vía de la acción a cosas altísimas; o, también, engrandeciendo -en apariencia al menos- las cosas amadas (Los Heroicos Furores, I, 1)

Entre el tiempo y la eternidad existe la misma proporción que entre el punto y la línea (Los Heroicos Furores, I, 2)

Se suponen, y de hecho existen, varias especies de furores, todas las cuales se reducen a dos géneros; los unos manifiestan únicamente ceguera, estupidez e ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez ferina; consisten los otros en cierta divina abstracción por la cual algunos alcanzan a ser en verdad mejores que los hombres ordinarios. Y éstos son a su vez de dos especies, pues ciertos individuos, al haberse convertido en habitáculo de dioses o espíritus divinos, dicen y obran cosas admirables, de las que ni ellos mismos n otros entienden la razón... Otros, por estar avezados o ser más capaces para la contemplación y por estar naturalmente dotados de un espíritu lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y del natural fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la justicia, a la verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio del fuego del deseo y el hálito de la intención y, con el aliento de la cogitativa facultad, enciende la luz racional, con la cual ven más allá de lo ordinario; y éstos no vienen al fin a hablar y obrar como receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y eficientes... Los primeros tienen más dignidad, potestad y eficacia en sí, puesto que tienen la divinidad. Los segundo son ellos más dignos, más potentes y eficaces, y son divinos. Los primeros son dignos como el asno que lleva sobre sí los sacramentos; los segundos, como cosa sagrada por sí misma. En los primeros se considera y ve en sus efectos a la divinidad y se la admira, adora y obedece. En los segundos se considera y se ve la excelencia de la propia humanidad ((Los Heroicos Furores, I, 3)

Estos furores cerca de los cuales razonamos y cuyos efectos advertimos en nuestro discurso no son olvido sino memoria, no son negligencia de uno mismo, sino amor y anhelo de lo bello y bueno, con los que se procura alcanzar la perfección, transformándose y asemejándose a los perfecto. No son embeleso en los lazos de las afecciones ferinas, bajo las leyes de una indigna fatalidad, sino un ímpetu racional que persigue la aprehensión intelectual de lo bello y bueno que conoce, y a lo cual querría complacer tratando de conformársele, de manera tal que se inflama de su nobleza y su luz, y viene a revestirse de cualidad y condición que le hagan aparecer ilustre y digno. Por el contacto intelectual con ese objeto divino, se vuelve un dios; a nada atiende que no sean las cosas divinas, mostrándose insensible e impasible ante cosas que por lo común son consideradas las más principales y por las cuales otros tanto se atormenten (Los Heroicos Furores, I, 3)

Es un calor engendrado por el sol de la inteligencia en el alma y un ímpetu divino que le presta alas, de manera que, acercándose más al sol de la inteligencia y rechazando la herrumbre de los humanos cuidados, trócase en oro probado y puro, adquiere el sentido de la divina e interna armonía y conforma sus pensamiento y gestos a la común medida de la ley ínsita en todas las cosas. No va, como embriagado por las copas de Circe, tropezando y yendo a dar ya en un hoyo, ya en otro, ya en uno y otro escollo... Y aún en el caso de llegar a decaer, retorna fácilmente al sexto planeta (Júpiter), mediante esos profundos instintos que, dentro de él, danzan y cantan como nueve musas en torno al resplandor del universal Apolo; y tras las imágenes sensibles y las cosas materiales va comprendiendo consejos y órdenes divinos... Abandona a veces la partida, volviendo después, sin embargo, a forzarse con la voluntad hacia allá donde no puede llegar con el intelecto. Es también cierto que normalmente deambula, oscilando ya hacia la una, ya hacia la otra forma del doble Cupido, porque la lección principal que Amor le da es que contemple en sombra (cuando no puede hacerlo en espejo) la belleza divina (Los Heroicos Furores, I, 3)

La belleza del cuerpo tiene el poder de inflamar, más no de aprisionar (Los Heroicos Furores, I, 3)

Hállase allí e objeto final, último y perfectísimo, y no ya en este estado, en el que no podemos ver a Dios, sino como en sombra y espejo; de ahí que no pueda ser objeto sino por cierta similitud, no tal como pude ser abstraída y recogida de la belleza y excelencia corpóreas por virtud del sentido, sino tal cual puede ser formada en la mente por la virtud del intelecto. Encontrándose en tal condición viene a perder ésta el amor y el afecto de toda otra cosa, tanto sensible como inteligible, porque unida a esa luz, se convierte también ella en luz y consecuentemente se hace un dios, pues contrae la divinidad en sí, hallándose ella en Dios por la intención con la que penetra en la divinidad... y estando Dios en ella, puesto que tras haberla penetrado viene a concebirla y a acogerla y comprenderla en su concepto (Los Heroicos Furores, I, 3)

El cuerpo está por tanto en el alma; el alma en la mente, la mente, o bien es Dios o está en Dios (Los Heroicos Furores, I, 3)

Siendo el objeto infinito, en simplicísimo acto, y como quiera que nuestra potencia intelectiva no puede aprehender el infinito sino en discurso o en cierta forma de discurso... el héroe es como aquel que pretende la consecución de lo inmenso, viniendo a establecer un fin allí donde no existe fin (Los Heroicos Furores, I, 3)

Así Acteón, con esos pensamientos, esos canes que buscaban fuera de sí el bien, la sabiduría, la belleza, la montaraz fiera, por este medio llegó a su presencia; fuera de sí por tanta belleza arrebatado, convirtióse en presa, vióse convertido en aquello que buscaba y advirtió cómo él mismo se trocaba en la anhelada presa de sus canes, de sus pensamientos, pues habiendo en él mismo contraído la divinidad, no era necesario buscarla fuera de sí. (Los Heroicos Furores, I, 4)

La divinidad habita en nosotros por la fuerza del intelecto y la voluntad reformados (Los Heroicos Furores, I, 4)

He aquí pues cómo Acteón, convertido en presa de sus propios canes, perseguido por sus propios pensamientos, corre y "dirige los nuevos pasos" -renovado en cuanto procede divinamente y con mayor ligereza, es decir, con mayor facilidad y con más eficaz vigor- "hacia la espesura", hacia los desiertos, hacia la región de las cosas incomprensibles; de hombre vulgar y común como era, se torna raro y heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y lleva una vida extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga (Los Heroicos Furores, I, 4)

Advierte siempre que todo lo que posee es cosa mesurada y por ello no puede ser suficiente de por sí, ni bueno de por sí, ni bello de por sí; porque no es el universo, no es el ente absoluto, sino contraído a ser esta naturaleza, a ser esta especie, esta forma representada en el entendimiento y presente en el ánimo. Siempre, por tanto, progresa desde lo bello comprendido -y por ende dotado de una medida y, en consecuencia, bello por participación- hacia lo que es verdaderamente bello, sin límite ni circunscripción algunos... Es sin embargo conveniente y natural que el infinito sea, por el hecho de serlo, infinitamente perseguido (en esa forma de persecución que no necesita de movimiento físico, sino de cierto movimiento metafísico; que no se dirige de lo imperfecto a lo perfecto, sino que va describiendo círculos por los grados de la perfección para alcanzar ese centro infinito que ni es formado ni es forma) (Los Heroicos Furores, I, 4)

Púas son esas nuevas que estimulan y despiertan el afecto para mantenerlo atento; llamas son los rayos de la belleza presente que inflaman a aquel que la contempla; cadenas son los detalles y circunstancias que mantienen fijos los ojos de la atención y firmemente unidos los objetos y las potencias (Los Heroicos Furores, I, 4)

Si hablas del mundo según la significación vulgar -es decir, dándole el sentido de universo- responderé que dicho mundo, por ser infinito y sin dimensión o medida, viene a ser inmóvil, inanimado e informe, aun cuando sea sede de infinitos mundos móviles y contenga en su espacio infinito todos esos grandes animales que son llamados astros. Si me preguntas según el significado que tiene entre los verdaderos filósofos -es decir, en cuanto significa todo globo, todo astro, cual es el caso de esta tierra, el cuerpo del sol, la luna y otros- digo entonces que tal alma del mundo no asciende ni desciende, sino que gira en círculo. Así estando compuesta de potencias superiores e inferiores, tiende con las superiores hacia la divinidad y con las inferiores hacia la mole material que por ella es vivificada y mantenida entre los trópicos de la generación y corrupción de las cosas vivientes en esos mundos, conservando la propia vida eternamente, pues la acción de la divina providencia las conserva siempre con la misma medida y orden, con calor y luz divinas, en el mismo y ordinario estado (Los Heroicos Furores, I, 4)

Este Furioso edifica con la fuerza de sus pensamientos castillos en el aire y, entre otras cosas, una torre cuyo arquitecto es el amor, la materia el amoroso fuego y él mismo quien la construye. "Mutuo fulcimur" (mutuo apoyo) -dice-: es decir, yo os edifico y sostengo allí con el pensamiento y vosotros me mantenéis aquí con la esperanza; vosotros no tendríais vida si no fuese por la imaginación y el pensamiento con que os formo y sostengo, y yo sin vida me hallaría si no fuese por el alivio y refrigerio que por vuestro medio recibo. Cierto es que no hay cosa tan vana y tan quimérica fantasía que, para un corazón furioso, no sea medicina más real y verdadera que cualquier hierba, aceite u otra especie cualquiera que la naturaleza produzca.
Más pueden hacer los magos por medio de la fe que los médicos por la vía de la verdad (Los Heroicos Furores, I, 5)

Dios se halla cercano, con nosotros, en nuestro interior. Se encuentra en nosotros cierta sagrada mente e inteligencia, servida por un afecto propio (filautía), su justiciero, el cual, aun cuando no sea más que por el remordimiento de una cierta sindéresis, flagela a modo de rígido martillo al espíritu prevaricador. Esa inteligencia observa nuestras acciones y afectos y así como es tratada por nosotros hace que seamos nosotros tratados por ella. En todos los amantes, digo, existe este forjador Vulcano; como no hay hombre que no tengo a Dios en sí, no hay amante que no tenga en sí a este dios. Ciertamente, en todos está Dios, pero qué dios habita en cada uno no se sabe tan fácilmente; y aunque es posible examinar y aclarar en algo la cuestión, nada hay -creo yo- que pueda esclarecerla sino el amor, siendo lo que impulsa los remos, hincha las velas y gobierna este compuesto en que consistimos, afectándolo para bien o para mal (Los Heroicos Furores, I, 5)

¿Cómo puede nuestro intelecto finito perseguir el objeto infinito?
Con la infinita potencia que posee... para que siendo finito en sí, sea infinito en su objeto (Los Heroicos Furores, I, 5)

Conviene pues que la contemplación de este vestigio de luz me lleve, mediante la purgación del ánimo mío, a la imitación, conformidad y participación de aquella más digna y alta, en la que me transforme y a la que me una; porque cierto estoy de que la naturaleza, que ante los ojos me ha puesto esta belleza y me ha dotado de un sentido interior gracias al cual puedo deducir la existencia de una belleza más profunda e incomparablemente mayor, quiere que dé yo en elevarme desde aquí abajo a la alteza y eminencia de más excelentes especies. Ni creo que mi verdadera divinidad, mostrándoseme como lo hace en vestigio e imagen, desdeñe el ser honrada en imagen y vestigio y recibir sacrificios, siempre que mi corazón y afecto sean ordenados y miren más alto, puesto que ¿quién es aquel que puede honrarla en esencia y sustancia propia, si de tal manera no puede comprenderla?... El amor de la belleza corporal, a quienes tienen buena disposición, no solamente no conduce a retardo alguno en empresas mayores, sino que más bien les presta las alas para alcanzarlas, convirtiéndose el apremio del amor en virtuoso celo por el que se fuerza el amante para llegar a un término en el cual sea digno de la cosa amada, y acaso de cosa mayor, mejor y más bella todavía (Los Heroicos Furores, II, 1)

Si las cosas bajas derivan y dependen de las más elevadas, así también es posible -como por convenientes grados- ascender desde aquéllas a éstas. Las primeras, si no son Dios, son cosas divinas, imágenes vivientes suyas, viéndose en las cuales adorado no se siente ofendido (Los Heroicos Furores, II, 1)

Quien aspire al alto resplandor, retírese cuanto pueda a la unidad, repliéguese cuanto sea posible en sí mismo, de tal suerte que no sea semejante a los muchos, por ser muchos; mas no sea tampoco enemigo de los muchos porque no se le asemejen, siempre que le sea posible conciliar lo uno con lo otro. (Los Heroicos Furores, II, 1)

¿Cómo entiendes tú que la mente aspire alto? ¿Verbigracia contemplando las estrellas? ¿Acaso el cielo empíreo, más allá del cristalino?
No, por cierto, sino procediendo hacia lo más profundo de la mente, para lo cual no es menester abrir desmesuradamente los ojos al cielo, alzar las manos, dirigir los pasos hacia el templo, aturdir las orejas de las imágenes a fin de ser mejor atendido; sino llegar a lo más intimo de sí, considerando que Dios se halla cercano, consigo y dentro de sí más de lo que él mismo pueda estarlo, como es propio de aquello que es alma de las almas, vida de las vidas, esencia de las esencias, y teniendo en cuenta que cuanto ves arriba o abajo, o en torno -como gustes decir- a los astros, son cuerpos, criaturas semejantes a este globo en el que nos hallamos y en los cuales la divinidad no se halla ni más ni menos presente que en éste nuestro o en nosotros mismos. He aquí, pues, cómo es preciso en primer lugar el retraerse de la multitud en uno mismo. (Los Heroicos Furores, II, 1)

Ver la divinidad es ser visto por ella, como ver el sol entraña ser visto por el sol. De igual modo, ser escuchado por la divinidad es propiamente escucharla, y ser favorecido por ella es el acto mismo de ofrecérsele; de ella, una sola e inmutable, proceden pensamientos ciertos e inciertos, deseos ardientes y colmados, y razones atendidas o vanas, según que el hombre se le presente digna o indignamente con el intelecto, el afecto y las acciones. (Los Heroicos Furores, II, 1)

Ninguno cree posible ver el sol, el universal Apolo y luz absoluta, excelentísima y suprema especie; mas sí ciertamente su sombra, su Diana, el mundo, el universo, la naturaleza que se halla en las cosas, la luz que se oculta en la opacidad de la materia (es decir, aquella misma en tanto que resplandece en las tinieblas). De los muchos, pues, que por las dichas y otras vías vagan por esta desierta selva, poquísimos son los que acceden hasta la fuente de Diana. Conténtanse muchos con la caza de fieras montaraces menos ilustres, y la mayor parte no encuentra cosa que aprehender, pues habiendo tendido al viento las redes, se hallan con las manos repletas de moscas. Rarísimos son, como digo, los Acteones a los que concede el destino poder contemplar a Diana desnuda y transformarse de tal modo que -prendados de la armónica belleza del cuerpo de la naturaleza, y vislumbrados ellos por esas dos luces, gémino resplandor de la divina bondad y belleza- vengan convertidos en ciertos, no siendo ya cazadores sino presas. Pues el término y fin último de esta cacería el llegar a la captura de esa fugaz y montaraz pieza, por la cual el depredador vuélvese presa y el cazador caza. En cualquier otra especie de cacería en que se persiguen cosas particulares, es el cazador quien atrae a sí a las otras cosas, absorbiéndolas por la boca de la propia inteligencia; mas en tratándose de divina y universal caza, llega de tal modo a apresarlo que es él quien queda forzosamente prendido, absorbido, unido. Y así, vulgar, ordinario, civil, popular como era, deviene ahora selvático cual ciervo morador de los desiertos; vive divinamente en las frondosidades de la selva, en los aposentos nada artificiales de los cavernosos montes, admirando las fuentes de donde manan los grandes ríos y vegetando intacto libremente con la divinidad, a la cual aspiraran tantos hombres que en la tierra quisieron gozar de celeste vida, y que como una sola voz dijeran: "He aquí que me alejé huyendo e hice mansión en la soledad " (Salmos, 54, 8). Entonces los canes, pensamientos de cosas divinas, devoran a este Acteón, haciendo que muera para el vulgo, para la multitud, liberado de las trabas de los sentidos perturbados, libre de la carnal prisión de la materia; no verá ya más a su Diana, como a través de orificios y ventanas, sino que, habiendo echado por tierra las murallas, es todo ojos a la vista del horizonte entero. De esta suerte contempla ahora todo como uno, sin ver ya por distinciones y números, los cuales, según los diversos sentidos -domo a través de otras tantas figuras-, no permiten ver y aprehender sino confusamente. Contempla a la Anfitrite, fuente de todos los números, de todas las especies, de todas las razones, que es la Mónada, verdadera esencia del ser de todos; y si no la ve en su esencia, en su absoluta luz, la contempla en su progenitura, que se le asemeja y es su imagen; porque de la monada que es la divinidad procede esta otra mónada que es la naturaleza, el universo, el mundo, donde se contempla y refleja como el sol en la luna, mediante la cual nos ilumina, permaneciendo él en el hemisferio de las sustancias intelectuales. Tal es Diana, ese uno que es el ente mismo, ese ente que es la misma verdad, esa verdad que es la naturaleza comprensible, en la que influye el sol y el resplandor de la naturaleza superior, según que la unidad sea distinguida en generada y generadora, o produciente y producida. Podéis así por vos mismo concluir acerca del modo de la caza y de la nobleza y digno triunfo del cazador; por todo ello ufánase el Furioso de ser presa de esa Diana a la cual rindióse, de la cual se considera favorecido esposo y el más feliz cautivo y subyugado, sin que pueda envidiar a hombre alguno -que más no puede lograr- o dios que obtener pudiera lo que es imposible para una inferior naturaleza, y que no debe ser por consiguiente deseado y ni siquiera puede ser objeto de nuestro apetito. (Los Heroicos Furores, II, 2)

Dos son los Cupidos, superior y divino, inferior y vulgar. Dos son los actos de la vida, conocimiento y afecto. Dos son los objetos de aquellos, la verdad y el bien. Dos son las especies de movimiento; recto, con el cual los cuerpos tienden a la conservación, y circular, con el cual se conservan. Dos son los principios esenciales de las cosas, la materia y la forma (La cena de las cenizas)

¿Quién será el villano y descortés hacia el estudio de Copérnico que fue señalado por los dioses como una aurora, que deba preceder la salida de este sol de la antigua filosofía verdadera, durante tantos siglos sepultada en las tenebrosas cavernas de la ciega, maligna, proterva y envidiosa ignorancia? (La cena de las cenizas)

El Nolano... ha liberado el alma humana y el conocimiento, atrapadas en la estrechísima cárcel del aire turbulento, donde , como a través de ciertos agujeros, apenas si tenia posibilidad de contemplar las estrellas lejanísimas, y sus alas estaban amputadas para que no volase a abrir las velas de estas nubes y ver aquello que verdaderamente se encontrase allí (La cena de las cenizas)

Si estuviéramos en la luna o en otras estrellas, no estaríamos en un lugar muy distinto de este... así conocemos tantas estrellas, tantos astros, tantos númenes, que son aquellas centenas de millares que asisten al ministerio y contemplación del hacedor primero, universal, infinito y eterno. Ya no está aprisionada nuestra razón con los cepos de los fantasiosos móviles y los ocho motores, o nueve o diez. Sabemos que no hay sino un cielo, una etérea región inmensa, donde estas luces magníficas guardan las propias distancias, para facilidad de la participación de la perpetua vida. Estos ardientes cuerpos son embajadores que anuncian la excelencia de la gloria y la majestad de Dios. Así somos promovidos a descubrir el efecto infinito de la causa infinita, el vestigio verdadero y viviente del infinito vigor; y ya no tenemos que buscar la divinidad separada de nosotros, puesto que está próxima, y también dentro de nosotros, más dentro de lo que nosotros estamos dentro nuestro; no menos que los habitantes de los otros mundos no han de buscarla junto a nosotros, teniéndolo cerca y dentro suyo, visto que la luna ya no es más cielo para nosotros de lo que nosotros lo somos para la luna. (La cena de las cenizas)

No hay cosa nueva que no pueda ser vieja, y no hay cosa vieja que no haya sido nueva (La cena de las cenizas)

Nosotros, que miramos no las sombras fantásticas sino las cosas mismas, nosotros que vemos un cuerpo aéreo, etéreo, espiritual, líquido, lugar capaz de movimiento y de quietud, sino inmenso e infinito -lo cual debemos afirmar por lo menos, ya que no vemos ningún fin sensible ni racionalmente, sabemos con certeza que, siendo efecto y originado en una causa infinita y principio infinito, debe, según su modo y capacidad corporal, ser infinitamente infinito. (La cena de las cenizas)

Los otros globos, que son tierras, no son en nada diferentes de esta en esencia; sólo en ser más grandes y más pequeños, como en las otras especies de animales hay desigualdad por las diferencias individuales (La cena de las cenizas)

Considérese, pues, que como el macho se mueve hacia la hembra y la hembra hacia el macho, cada hierba y animal, cual más cual menos expresamente, se mueve por su principio vital, como el sol y los otros astros; el hierro se mueve hacia el imán, la paja al ámbar y finalmente cada cosa va al encuentro del semejante y huye del contrario. Todo proviene del suficiente principio interno por el cual naturalmente llega a agitarse, y no por un principio exterior... Muévense por tanto la tierra y los otros astros de acuerdo con las propias diferencias locales según su principio intrínseco, que es la propia alma (La cena de las cenizas)

Y nosotros mismos y nuestras cosas vamos y venimos, pasamos y regresamos, y no hay cosa nuestra que no se vuelva ajena, y no hay cosa ajena que no se haga nuestra, y no hay cosa a la que pertenezcamos que a su vez no sea nuestra, como no hay cosa nuestra a la cual no debamos a su vez pertenecer, si una es la materia de las cosas, en un género; si dos son las materias, entonces en dos géneros... Así todas las cosas en su género tienen todas las vicisitudes del dominio y de la servidumbre, de felicidad e infelicidad, de ese estado que se llama vida y de aquél que se llama muerte, de luz y de tiniebla, de bien y de mal. Y no hay cosa a la cual naturalmente convenga ser eterna, salvo la sustancia, que es la materia, a la cual no convenga estar en continua mutación. No hablo actualmente de la sustancia suprasustancial, sino que vuelvo a razonar particularmente sobre este gran individuo, que es nuestra perpetua nodriza y madre... Y digo que la causa del movimiento local, tanto del todo cuanto de cada una de las partes, es el fin de la vicisitud, no sólo para que todo se reencuentre en todos los lugares, sino también para que por su medio todo tenga todas las formas y disposiciones (La cena de las cenizas)



Mi intención es tratar la filosofía moral según la luz interior que en mí ha irradiado e irradia el divino sol intelectual (Expulsión de la bestia triunfante)

En todos los hombres, en cada individuo, se contempla un mundo, un universo; en el cual por Júpiter gobernador se entiende la luz intelectual que dispensa y gobierna en él y distribuye en aquel milagroso arquitecto los órdenes y sedes de las virtudes y vicios (Expulsión de la bestia triunfante)

Ay, dioses! ¿qué hacemos? ¿qué pensamos? ¿por qué nos demoramos? Hemos prevaricado, hemos perseverado en los errores, y vemos la pena conseguida y continuada con el error. Preocupémonos, por tanto, preocupémonos por nuestro caso, puesto que así como el destino ha negado que no podamos caer, así ha concedido que podamos resurgir; pero así como hemos estados dispuestos a caer, así también preparémonos a ponernos en marcha. Peor falta podría sobrevenirnos que aquella en la que incurrimos mediante errores; pero mediante la reparación, que está en nuestras manos, podremos vencer sin dificultad. Por la cadena de los errores fuimos vencidos; por la mano de la justicia liberémonos. De donde nuestra frivolidad nos ha hecho caer, es necesario que nos levante la gravedad. Convirtámonos a la justicia, pues si nos alejamos de ella nos alejamos de nosotros mismos, de suerte que no somos más dioses, ya no somos más nosotros. Retornemos por tanto a aquella, si queremos retornar a nosotros mismos. (Expulsión de la bestia triunfante, I)

Júpiter dice: "Coloquémonos, digo, antes que nada en este cielo que intelectualmente se halla dentro de nuestro propio ser, y después ascendamos hacia este cielo sensible que se abre ante nuestros ojos... Si conseguimos, oh dioses, liberarnos de nuestros malos hábitos, si conseguimos renovar nuestro cielo, nuevas serán las constelaciones y sus influjos, nuevas las impresiones, nuevas las fortunas, ya que todo depende de este mundo superior" (Expulsión de la bestia triunfante, I)

El acto del conocimiento divino es la sustancia del ser de todas las cosas; más como todas las cosas finitas o infinitas tienen el ser, todas aún son conocidas e ordenadas y provistas. El conocimiento divino no es como el nuestro, que sigue a las cosas; sino que es antes de las cosas y se encuentra en todas las cosas, de manera que si no se encontrase allí, no habría causas próximas y secundarias. (Expulsión de la bestia triunfante I)

La Sofía (Sabiduría), como la verdad y la providencia, es de dos especies. Una es aquella superior, supracelestial y ultramundana, por así decirlo; y ésta es la misma providencia, es a la vez luz y ojo; ojo que es la luz misma; luz que es el mismo ojo. La otra es la consecutiva, mundana e inferior; y no es la misma verdad, sino que es veraz y participa de la verdad; no es el sol, sino la luna, la tierra y el astro, que por otro luce. Así, no es Sofía por esencia, sino por participación; y es un ojo que recibe la luz y se ilumina por luz externa y peregrina; y no es ojo de sí mismo sino de otro; y no tiene ser por sí, sino por otro. Porque no es el uno, no es el ente, la verdad; sino del uno, del ente, de la verdad; para el uno, para el ente, para la verdad; por el uno, por el ente, por la verdad; en el uno, en el ente, en la verdad; desde el uno, desde el ente, desde la verdad. (Expulsión de la bestia triunfante II)

La primera (Sofía) es invisible, irrepresentable e incomprensible por encima de todo, dentro de todo, debajo de todo. La segunda está representada en el cielo, ilustrada en los ingenios, comunicada por las palabras, digerida por las artes, refinada por las conversaciones, delineada por las escrituras. (Expulsión de la bestia triunfante II)

Desde fuera sólo se puede ver la Verdad en forma de sombra, similitud, espejo, y en superficie y manera de apariencia. No hay en este mundo quien más se pueda acercar a ella por acto de providencia y efecto de prudencia que tú, Sofía, aún conduces hacia ella a las diversas sectas. De éstas, unas aspiran a la Verdad admirando, otras haciendo parábolas, otras inquiriendo, otras opinando, otras juzgando y determinando, unas por suficiencia de la magia natural, otras por adivinación supersticiosa, otras por modo de negación, otras por modo de afirmación, otras por la vía de la composición, otras por la vía de la división, otras por la vía de la definición, otras por la vía de la demostración; unas por los principios adquiridos, otras por los principios divinos. Mientras tanto ella -presente en ningún lugar, en ningún lugar ausente- les grita y pone ante los ojos del sentimiento todas las cosas y efectos naturales como si fuesen escrituras, y les canta en el oído interior de la mente por medio de las especies concebidas de las cosas visibles e invisibles. (Expulsión de la bestia triunfante II)

Si no hubiera el cambio, la variedad y la vicisitud, nada habría conveniente, nada bueno, nada agradable... De esto quiero concluir que el principio, el medio y el fin... de lo que vemos se efectúan de los contrarios, por los contrarios, en los contrarios, hacia los contrarios. Por lo cual se ve que no realizó pequeño descubrimiento aquél filósofo (el Cusano) que ha llegado a la razón de la coincidencia de los contrarios y no es un imbécil práctico aquel mago que sabe buscar dónde descansa semejante coincidencia (Expulsión de la bestia triunfante, II)

Los dioses han otorgado al hombre el intelecto y las manos y lo han hecho semejante a ellos, dándole una facultad superior a los demás animales, que consiste en poder obrar no solamente según la naturaleza y lo habitual, sino aún más allá y fuera de las leyes de aquélla, a fin de que, formando y teniendo la posibilidad de formar otras naturalezas, otros cursos, otros órdenes, mediante su talento, con aquella libertad sin la cual no tendría dicha semejanza, lograra mantenerse dios de la tierra. Ciertamente, cuando tal facultad permanece ociosa, es frustrante y vana, como un ojo que no ve y una mano que no aprende. Y por ello ha determinado la providencia que se ocupe en las acciones con las manos, y en la contemplación con el intelecto, de manera que no contemple sin acción, y no actúe sin contemplación (Expulsión de la bestia triunfante, III)

Dios como totalidad (si bien no completamente, pero siempre en mayor o menor grado según la excelencia de las cosas) se halla en todas las cosas. Así pues, aunque los vestigios naturales y los modos de substancia que nos anuncian la presencia de Marte se hallen con mayor intensidad y más eficazmente representados en una víbora o en un escorpión, no dejan de existir en una cebolla, en un ajo o en cualquier pintura o estatua inanimadas. En este sentido, debemos pensar en el sol como en un ente que se halla en el azafrán, en el narciso, en el girasol, en el gallo y en el león; lo mismo debemos pensar en relación a cada uno de los dioses y para cada una de las especies agrupadas bajo los diversos géneros del ens, puesto que así como la divinidad desciende en cierto modo por cuanto establece comunicación con la naturaleza, debe tenerse en cuenta que una de las formas de ascender a la divinidad es a través de ésta y así, por mediación de la vida que resplandece en las cosas naturales, nos es posible ascender hasta alcanzar la vida que las preside y gobierna... En base a estos hechos puedo observar de qué modo los sabios antiguos poseían el poder necesario para entablar familiaridad con los dioses y gozar de su afabilidad y trato, quienes a través de voces emanadas de las estatuas les proporcionaban consejos, doctrinas, predicciones e instituciones sobrehumanas. Por medio de ritos mágicos y divinos, tales hombres ascendían hasta la cima de la divinidad por la misma escala de naturaleza por la que desciende la divinidad para comunicarse incluso con las cosas más insignificantes... Los hombres sabios, pues, a fin de obtener ciertos beneficios y dones de los dioses hacían uso, por razones de profunda magia, de ciertas cosas naturales en las que se hallaba latente la divinidad y a través de las cuales ésta podía y quería comunicarse. Tales ceremonias no eran vanas fantasías sino vivas voces que llegaban a los mismos oídos de los dioses" (Expulsión de la bestia triunfante, III)

Los cocodrilos, gallos, cebollas y nabos nunca fueron adorados por sí mismos, sino por los dioses y la divinidad presente en cocodrilos, gallos y otras cosas. Dicha divinidad, según las épocas y lugares, sucesivamente y de repente, se encontró, encuentra y encontrará en diversos sujetos a pesar de que sean mortales y debemos prestarle atención en cuanto que es próxima y familiar y no como cosa altísima, absoluta en sí misma, y sin relación alguna con las otras cosas creadas. Observa, pues, cómo una simple divinidad que se encuentra en todas las cosas, una fecunda naturaleza, madre y conservadora del universo, resplandece en los diferentes sujetos toma diversos nombres según sea su grado de comunicación con ellos. Observa cómo el hombre tiene necesidad de ascender hacia ella a través de la participación en sus diversos dones y que cualquier otro camino es vano como lo es pretender coger agua con las redes y pescar con una bandeja. De aquí que se crea que la vida que da forma a las cosas según dos razones principales se halla en los dos cuerpos más próximos a nuestra esférica y divina madre, el sol y la luna. En una segunda etapa se intentaba entender el fenómeno de la vida según otras siete razones, distribuyéndolas entre siete estrellas denominadas errantes a las que, a modo de principio original y causa fecunda, eran asignadas las diferencias entre especies pertenecientes a cualquier género que, por la razón indicada, quedaban reducidas a siete grupos. Según ésto, se decía que tales plantas, animales, piedras, influjos o cualesquiera otras cosas pertenecían a Saturno, o bien a Júpiter, o a Marte, o a este o aquel otro planeta. También las partes, los miembros, los colores, los sellos, los caracteres, los signos y las imágenes eran agrupadas en siete especies diferentes. Sin embargo, no por ello los antiguos dejaban de comprender que la divinidad que se encuentra en todas las cosas es Una y que ésta se difunde y comunica de innumerables modos, así como son innumerables los nombres que posee y los caminos, con razones características y apropiadas para cada uno de ellos, a través de los que puede ser alcanzada, mientras que se la honra y cultiva con innumerables ritos a fin de obtener los innumerables tipos de dones que puede proporcionarnos. Para tal fin es necesario tal sabiduría y juicio, tal arte, ingeniosidad y empleo de las facultades intelectuales, que todas estas virtudes llegan al mundo desde el inteligible sol, con mayor o menor intensidad según el caso y el momento. Este hábito recibe el nombre de Magia; en cuanto que versa sobre principios sobrenaturales, la magia es divina, y en cuanto que contempla la naturaleza o intenta descifrar sus secretos, es natural; y también es llamada media o matemática puesto que combina las razones y actos del alma y se desenvuelve en el horizonte que separa lo corporal de lo espiritual, lo espiritual de lo intelectual. (Expulsión de la bestia triunfante, III)

Dios, como absoluto, no establece relación con nosotros, pero lo hace al comunicarse con los efectos de la naturaleza, con los que posee un vínculo más estrecho que la propia naturaleza. Así pues, si El no es la misma naturaleza, ciertamente es la naturaleza de la naturaleza, y si no es la propia alma, es el alma del alma del mundo (Expulsión de la bestia triunfante, III)


No sin razón ni verdad se ha dicho que todas las cosas son uno y que este uno está sobre todas las cosas y es él mismo todo; a él están sujetos en primer lugar pocos principios y fundamentos, a cada uno de los cuales están sujetas la multitud y los ejércitos de aquellos principios que, a su vez, son uno a uno gobernadores y principios de muchos entes. Así, a partir de la mónada se da el descenso a la infinita multitud a través de entes finitos e indeterminados, y nuevamente se da el ascenso de los infinitos entes a la mónada, en tanto que más entes se recogen en la unidad; así, uno es el universo, espacio infinito en el que se encuentran astros y mundos innumerables, presididos cada uno de los cuales por innumerables principios, si consideras los innumerables lugares particulares que se encuentran tanto sobre la superficie de cada globo -como el de la tierra, tanto en sus vísceras. Y quien ignora esto, nada puede comprender; quien estos principios no se inspira y a ellos conforma su praxis, no puede llevar a cumplimiento ninguna operación, sino es por azar (Los principios de las cosas)

Sin duda nada es absolutamente fortuito; por otra parte, fortuna y azar son nombres que se atribuyen a los acontecimientos inciertos, que son tales si se consideran a la luz de nuestro modo de conocer, y no si se refieren al modo de conocer propio de quien entiende todos los acontecimientos particulares en su disposición como sujetos a causas universales, y posee el conocimiento con exactitud absoluta de las razones que presiden los acontecimientos singulares e individuales. Y este conocimiento, en tanto considera las cosas que son necesarias a nuestra condición, no es difícil de conseguir mediante la investigación, el descubrimiento y la observación, por mucho que nuestro ingenio sea torpe, obtuso y se preocupe por ocupaciones vanas. No se da en efecto ningún bien que resulte también imposible de recolectar; sin embargo nadie podrá obtenerlo sin juicio, sin luz, sin arte y sin genio - o como dice el proverbio, a despecho de Minerva-, sino que cada cual debiera examinarse atentamente para ver si alguna excitación o vivacidad o impulso natural o cualquier otro ímpetu nuevo o furor se agita en su interior, y le convoca y le invita a este bien. (Los principios de las cosas)



La sabiduría no se concede tan fácil y profusamente como las riquezas y los placeres. No, no hay ni han habido tantos filósofos verdaderos cuantos emperadores y príncipes, ni tantos son los que pudieron ver a Minerva vestida y armada cuantos vieron a Venus y a Juno incluso desnudas... Ver a Minerva significa volverse ciego, volverse sabio por virtud suya significa ser loco. (Oratio valedictoria)

Ciertamente (a Minerva/Sofía) la envía Dios padre, la mente fecundísima; la envía, preclaros oyentes; pero ¿cómo la envía? Ciertamente sólo como pueda adaptarse a los ojos de nuestra mente, es decir en sombra de luz. Tal como permaneciendo el sol inaccesible, inapresable y ocultísimo en sí mismo en la infinita luz, desciende su claridad hasta nosotros con la emisión de rayos y se difunde y comunica en todas partes. Al igual que primero es la esencia del sol, que con dificultad es recogida sólo por la mente, luego es la existencia del sol que, con su propio orbe existe en sí mismo, vive donde vive, finalmente existe la asistencia del sol o su operación, que abarca todo y es abarcada por todo; así puede considerarse el sol de la inteligencia de tres maneras: primero en la esencia de la divinidad, luego en la sustancia del mundo que es imagen de aquella, finalmente en la luz de la conciencia de aquellos seres que participan de vida y de conocimiento... De la primera, Sofía no es enviada, no es comunicada, no es prendida ni aprehendida, porque está totalmente separada de las cosas... Del segundo modo, está manifestada plenamente la sabiduría en la superficie y en el cuerpo de todas las creaturas: por todas partes grita, en todas partes se oye su voz. ¿Qué son en efecto todos los astros que se ven, y los animales y los cuerpos y su armonía, sino voces y rastros de la sabiduría, obras de la divinidad que señalan la altísima providencia, y en las que, como en un clarísimo libro, se lee la historia de la divina potencia, sabiduría y bondad? Los diseños invisibles de Dios se comprenden mediante lo que ha hecho... En el tercer modo la sabiduría está inscripta en nuestro espíritu, se asienta en la popa de nuestra alma, dirigiendo el timón de la nave que fluctúa en el turbadísimo mar de este siglo, donde es el faro del espíritu, que de otro modo obraría en las tinieblas. Así, de tres tipos es la sabiduría divina; la primera increada, eterna y también asiento mismo de la eternidad; la segunda, primogénita, que es nuestro mundo visible; la tercera, nacida en segundo lugar, que es el alma humana. (Oratio valedictoria)

"para que cada hombre se contemple a sí mismo en el mundo, y contemple en sí mismo al mundo" (Oratio valedictoria)

No me duele haber incurrido en fatigas, dolores, exilio: pues fatigándome me beneficié, sufriendo gané experiencia, exiliado aprendí: encontré en la breve fatiga larga paz, en ligero sufrimiento júbilo inmenso, en estrecho exilio una patria grandísima (Oratio valedictoria)

Y tú sol, ojo del mundo, lámpara de este universo, tú que consientes las vicisitudes de las tinieblas, cuando vuelvas a reconducir la luz, vuelve a dar siempre a esta patria días más felices (Oratio valedictoria)

Existe una necesidad: aquél que ha de vincular debe poseer una teoría universal de las cosas, para estar en condiciones de encadenar al hombre, que de todas las cosas es, por así decir, el epílogo. En la especie humana es posible en verdad notar las especies de todas las demás cosas, sobre todo por vía proporcional o numérica; a modo de ejemplo, en efecto, algunos hombres se relacionan con los peces, otros a los pájaros, otros a las serpientes o reptiles, ya sea según el género, ya según la especie. (De vinculis in genere)

Las fuerzas que vinculan en perspectiva universal son Dios, el Demonio, el Alma, el Ser animado, la Naturaleza, la Suerte y Fortuna, en fin el Destino. Esta gran red de vínculos, que cubre el universo y no puede designarse con una única denominación, no liga bajo especie y sentido de cuerpo:: el cuerpo en efecto no sacude el sentido por sí, sino a través de un género de energía que reside en el cuerpo y del cuerpo procede. Es esta energía la que metafóricamente se designa como la mano que liga: y es ésta que, con varias preparaciones, se inclina y orienta a arrojar sus lazos (De vinculis in genere)

Esta es la fuerza que vinculando, como dicen los platónicos, adorna la mente con el orden de las ideas; colma el alma con la ordenada secuencia de las argumentaciones y con los discursos bien medidos; fecunda la naturaleza con variadas semillas; da forma a la materia con la infinita variedad de sus situaciones; vivifica, aplaca, acaricia, estimula toda realidad; y a toda realidad ordena, promueve a la vida, gobierna, alienta, inflama; y a toda realidad mueve y abre, y llena de luz, purifica, gratifica, lleva a plenitud (De vinculis in genere)

El artífice vincula con el arte; puesto que el arte es la belleza del artífice (De vinculis in genere)

Entre las cosas que tienen la capacidad de vincular, un mayor número, como es justo, vincula a los hombres y no a los brutos; un número mayor a los seres de ingenio más vivo que a aquellos más obtusos; ya que los primeros abundan en facultades y potencialidades más numerosas, tienen el ojo vuelto a más partes, circunstancias y paisajes, consiguientemente son atraídos por impulsos más numerosos (De vinculis in genere)

Sólo sabe vincular aquél que penetra la razón de todo; o al menos la naturaleza, disposición, inclinación, actitud, utilidad y objetivo de aquella realidad particular que debe vincularse (De vinculis in genere)

Hay alegría, y un cierto sabor de gloria en aquél que vincula; y tanto más grande, más intenso, cuanto más noble y meritorio y elevado sea el objeto del vínculo. Y en aquella alegría, en aquél sabor de gloria, hay ya una valencia del vínculo, que hace que quien vincula esté a su vez vinculado con que ha ligado. Los vencedores, exaltando a los objetos de sus vínculos ensalzan la propia victoria, engañándose a sí mismo, por no decir a los demás. (De vinculis in genere)

No sólo el bien vincula, sino también la simple opinión del bien. Y el vínculo siempre es inseparable de un cierto tipo de proporción y adecuación. Con frecuencia tienen más eficacia la fantasía y la opinión que la razón; porque actúa con más tirante energía que ésta. Y en verdad, muchos que aman fuera del contacto de la razón (lo cual no significa sin el impulso de una causa), están ciertamente vinculados, pero ignoran de dónde provenga el vínculo. (De vinculis in genere)

El vinculante no liga al vinculable fácilmente, como el líder no conquista fácilmente una ciudadela bien fortificada, si no le abre el paso un traidor que se encuentra dentro, un colaborador que de algún modo conspire o sujete o se preste a un acuerdo; así, en su específico terreno, Venus no vincula y no conquista fácilmente la ciudadela, cuando los vasos están vacíos, el espíritu inquieto, la ansiedad intranquila; mientras que abren la ciudadela los vasos llenos, el ánimo sereno, la mente tranquila, el cuerpo en reposo; y es después de haber estudiado la alternancia de estos guardias y sentinelas, que se debe osar rápidamente, atacar con fuerza, actuar con todos los medios, no conceder tregua. (De vinculis in genere)

Las puertas por las que el cazador de almas arroja sus vínculos son tres: la vista, el oído y la imaginación. Si logra abrirse un paso por estas tres puertas, vincula del modo más riguroso, enlaza con los lazos más estrechos. Penetra la puerta del oído armado de voz y de bella habla que es hija de la voz; penetra la puerta de la vista armado de forma y gesto y movimiento y figura adecuada; y la puerta de la imaginación, de la mente, de la razón, la pasa con el comportamiento y el arte. (De vinculis in genere)

Misterioso es aquello que vincula al amor y al odio o al desprecio más allá de cualquier operación racional (De vinculis in genere)

Teócrito reconduce al azar, a la fortuna, a un indefinido no sé qué, el amor y los otros sentimientos que ligan a los seres sueltos; pero habría pensado más rigurosamente si hubiera considerado y definido "oculto y determinado" a aquello que cualificó como "indefinido" porque no se le desvelaba; los sentimientos nacen en efecto, de un entramado estructural bien determinado dado por naturaleza e introducido por la fuerza del hábito (De vinculis in genere)

Para nosotros en realidad el amor, como cualquier otro sentimiento, es una forma muy efectiva del conocer; y lo es aunque el proceder discursivo y racional y argumentativo, por el cual sobre todo los hombres se dejan vincular, no está entre las formas primarias de conocimiento. En conclusión, quien quiere vincular debe convencerse de que la razón no tiene ni más ni mejores cartas para ligar. Lo que funciona es más bien un conocimiento que se proporciona al género (De vinculis in genere)

No es posible vincular consigo a alguien, si el vinculante no padece el mismo lazo. (De vinculis in genere)

Para vincular no es necesario vínculos reales, es decir aquellos que son así sustancialmente, cuanto vínculos aparentes, es decir vínculos de opinión: en efecto, la imaginación sin verdad puede vincular verdaderamente, poner las bridas de verdad al destinatario del vínculo por vía imaginaria. Por esto aunque no exista el infierno, la creencia imaginaria en el infierno sin fundamento de verdad produce verdadera un verdadero infierno: la imagen fantástica tiene su propia verdad, con la consecuencia que actúa realmente y realmente y poderosamente permanece atrapado quien se deja vincular, y el tormento infernal se hace eterno con la eternidad de la convicción de la fe. (De vinculis in genere)

Todos los vínculos o bien se remiten al vínculo del amor, o de él dependen o directamente consisten en él... El amor s el fundamento de todas las pasiones; quien nada ama, en efecto, no tiene motivo para temer, esperar, gloriarse, ensorbecerse, osar, despreciar, acusar, excusar y humillarse e infuriarse, turbarse en su mal de otras análogas maneras. (De vinculis in genere)

En todas las cosas reside una fuerza divina, el amor, padre, fuente, Anfitrite de los vínculos. No es por casualidad que Orfeo y Mercurio lo llaman el gran demonio, porque en verdad toda la sustancia y consistencia y -por usar un término difícil- hipóstasis de la realidad es una especie de vínculo. Y conseguiremos el nivel más alto y primario de la doctrina del vínculo cuando volvamos los ojos al orden del universo: aquí, por medio de este vínculo, las cosas superiores proveen a las inferiores, y las inferiores se vuelven a las superiores, los pares se asocian en mutuo vínculo, y se celebra en fin la perfección del universo en conformidad con la razón de su forma (De vinculis in genere)

El amor es el vínculo de los vínculos (De vinculis in genere)

No existe vínculo puramente natural o puramente voluntario -en el sentido en que el vulgo distingue entre naturaleza y voluntad. La voluntad de hecho opera con participación del intelecto, y el intelecto actúa en cada caso dentro de los límites de la voluntad, fuera de los cuales no hay nada. (De vinculis in genere)

Alimento del alma es la verdad; esta puede en efecto transmutarse en la sustancia del alma como si fuese su alimento natural. Perfección y fin de tal alimento es la luz de la contemplación, por cuya virtud nuestro ánimo ante todo con los ojos de la inteligencia escruta el sol de la primera verdad, y sucesivamente las realidades que circundan al sol. La investigación razonada de los datos particulares es la primera aproximación al alimento, su colación en los sentidos externos e internos es otra forma de digestión, y perfecta la noción impresa en el intelecto es el grado más alto de la perfección que se da en la vida actual: a este objetivo -la madurez del alma y la culminación de su desarrollo- desean arrojarse todos aquellos que por naturaleza aspiran a conocer. (La lámpara de las treinta estatuas)

La realidades sensibles serán modeladas por los artificios de la fantasía y de la imaginación, y con figuras semejantes podremos incluso expresar las nociones más lejanas de los sentidos: traeremos de vuelta a la fama el modelo teórico comunmente atribuido a los antiguos filósofos y primeros teólogos, que mediante imágenes arquetípicas y similitudes de tal género intentaban no tanto velar los arcanos de la naturaleza, como ilustrarlos, explicarlos, distinguirlos en una serie ordenada y conservarlos más fácilmente en la memoria. (La lámpara de las treinta estatuas)

Las características de una estatua abierta a la investigación de los sentidos, de la vista y de la imaginación - al igual que cualquier otro atributo sensible asociado a ella- son facilísimos de recordar; además es leve el esfuerzo necesario para fijar en la memoria el recuerdo de las leyendas fabulosas; con técnicas afines, por tanto, podremos examinar y fijar en la memoria sin dificultades también los contenidos ocultos, las doctrinas y conceptos que consideran diversas disciplinas, y que pueden expresarse mediante las mismas figuras. (La lámpara de las treinta estatuas)

La naturaleza misma ha dispuesto que, según el ciclo de vicisitudes, se alternen no sólo tinieblas y luz, sino también modos diversos de filosofar. (La lámpara de las treinta estatuas)

Un ente finito- entregado a un deseo infinito- no admite proporción o unión con el deseo infinito... El deseo que tiene por objeto un fin sin fin, y que por consiguiente debe ser igualmente infinito, el apetito que sigue al vacío infinito y a la privación infinita no tiene como término un objeto cierto, definido y determinado, sino que aspira en medida semejante a un bien infinito e indeterminable... Si un deseo infinito tiene ante sí un objeto o un substrato finito, no podrá jamás saciarse; si no encontrara nada sería vano, pero si siempre encuentra un substrato finito y tal que no tenga nunca fin -de modo que por así decirlo pueda ser perennemente devorado-, entonces eso que se presenta no cesará nunca de desaparecer, y aquello que desaparece no cesará nunca de presentarse. Del mismo modo una inteligencia finita y una voluntad finita tienen por objeto un bien infinito; en efecto, si pudieran comprenderlo todo y saciarse, no sería más un bien.. Para ser siempre un bien, deberá ser perennemente deseable, no deberá nunca saciar. Y por tanto, no estará nunca ausente del todo; si no se comunicase en absoluto, no sería de hecho completamente bien; ni estará del todo presente; sería entonces finitamente bien y, por tanto, su bondad estaría determinad. (La lámpara de las treinta estatuas)

Mediante un deseo tan vigoroso y un bien tan grande -la madre Noche y el padre Luz han generado la inmensa obra del universo. en medida semejante. (La lámpara de las treinta estatuas)

Debemos comprender que la sombra -tomada ya en particular ya en general- es algo infinito. En su esencia absoluta y desnuda no hay en efecto forma alguna, como tampoco existe alguna cantidad determinada; y además en el momento en que recibe una forma determinada, recibe por consiguiente también una cantidad determinada; a la forma del hombre le sigue en la materia la cantidad propia del hombre, a la forma del gorrión la cantidad propia del gorrión. Ninguna forma inhiere a la esencia de la materia, y así ninguna cuantidad determinada; por esta razón, entonces, la juzgamos infinita.... En la sombra está encerrada la multiplicidad, y se entiende que la sombra sea el principio pasivo del cual brota la multiplicidad; no en virtud de la misma materia -que de por sí es única-, sino en virtud de un principio eficiente que modela la materia en diversos modos. (La lámpara de las treinta estatuas)

Para el Intelecto el pasado no es pasado y el futuro no es futuro, puesto que toda la eternidad está presente a sus ojos como totalidad única y perfectamente cumplida. Lo imaginamos como una esfera cuya superficie está totalmente cubierta de ojos porque, según palabras de Orfeo, en todas partes es ojo, en todas partes ve y en todas partes opera; porque cada ente es obra de inteligencia, y toda cosa que es, existe porque es entendida. (La lámpara de las treinta estatuas)

El Intelecto es como un sol encerrado en el centro y en medio de las pupilas... En todas parte, ya sea el intelecto agente ya sea espíritu dador de vida, producen, operan, irradian su luz del interior; se trata de un artífice que no obra sobre la superficie de la materia, sino en la intimidad de cada materia y de cada naturaleza. Se lo define naturaleza oculta; sin embargo se oculta en el resplandor de la luz... El intelecto primero resplandece de hecho en todas las cosas, sin por ello ser conmensurable con el fulgor de la realidad luminosa, y sin adecuarse a la fuerza de los ojos; siendo infinito, no tiene forma alguna, figura alguna, no tiene asiento ni trono. Dicen por tanto que iluminando ciega los ojos, y cegándolos los ilumina; su luz es recogida por quien reconoce la naturaleza invisible e incomprensible, no por quien presume haberla vista y comprendida. (La lámpara de las treinta estatuas)

Según nuestro modo de entender, la mente primera es padre de la luz, el intelecto primero es fuente de las ideas e idea de las ideas, las inteligencias son espejos, las formas que se manifiestan en la materia son vestigios de las ideas; las representaciones racionales que se producen en nuestro intelecto a partir de tales formas son sombras de las ideas. (La lámpara de las treinta estatuas)

Es posible reconocer en el intelecto una doble acción: una casi refleja, y una segunda casi directa. Cuando actúa de la primera manera es inmanente en sí mismo, cuando actúe de la segunda manera se transfiere en las cosas con movimiento progresivo. De modo semejante operan nuestro intelecto y nuestra alma, en los que podemos igualmente distinguir una acción inmanente y una transeunte. (La lámpara de las treinta estatuas)

El intelecto produce el espíritu; éste emana del intelecto como el fulgor emana de la luz. Y este fulgor colma de sí al universo, se difunde totalmente en todas las cosas y, así como el intelecto entiende todo en todo, así el espíritu ama y opera todo en todo. Lo definimos por tanto alma del mundo y espíritu de todas las cosas... Inicia, cumple y afina la propia obra, no según un movimiento local y como si procediera por fases sucesivas, sino según la naturaleza del propio ser presente por todas partes e íntimamente unido a las cosas, que pone a los entes en una sucesión ordenada según a la condición de éstos... Así este artista perfectísimo y eterno produce todo con una simple mirada, sin tener que aplicarse con diligencia. (La lámpara de las treinta estatuas)

El cuerpo está en el alma, el alma en el intelecto, el intelecto en la mente y no al revés.. Debes entonces pensar el ascenso y el descenso del espíritu según la imagen de una rueda, en la que vemos que ciertas partes se mueven hacia abajo para que otras partes a la vez se muevan hacia lo alto, mientras el centro indivisible y absoluto de la rueda está en calma... Tal es la naturaleza del alma, la que simultáneamente desciende a los entes inferiores para darles viva y asciende a los entes superiores para contemplarlos. Por la misma razón entendemos que el alma simultáneamente está como dispersa en la multitud y en la extensión de los entes con los que se comunica, y totalmente subsistente según un modo de ser más verdadero y casi como esencia indivisa dentro del principio del cual deriva. (La lámpara de las treinta estatuas)

El alma del mundo es vínculo de todas las cosas, y por eso la llamamos "gran demonio" y "Cupido doble". Por obra del intelecto las cosas obtienen efectivamente la propia forma y la propia configuración específica, mientras que el amor les da conexión, unión y orden, puesto que por su obra los contrarios se vuelven uno, los diversos individuos devienen una realidad unitaria, todas las cosas devienen una totalidad universal. Lo llamamos fuego ardiente, porque uno de los atributos de Cupido es el lazo o el vínculo con el cual une las cosas, y es el fuego o bien el ardor con el cual las empuja a unirse... Finalmente lo definimos y lo honramos con el título de "arte de las artes"; es en efecto la misma naturaleza formadora, o la sustancia misma de la naturaleza, y es por ello la primera de las artes, mediante la cual todos los artífices se apropian del principio que regula perfectamente las obras a cumplir, puesto que además coincide perfectamente con el principio mismo que regula correctamente las obras a cumplir. No es por ello accidente, sino sustancia, y ciertamente es en primer lugar sustancia de quien opera, mientras que ciertamente es en segundo lugar sustancia de las obras a cumplir. (La lámpara de las treinta estatuas)

"He luchado; es mucho... La Victoria yace en manos del destino; sea de mí lo que fuere, y quienquiera que sea vencedor, las eras futuras no negarán que no temí a la muerte ni fui segundo de nadie en cuanto a constancia, y preferí una muerte animosa a una vida cobarde" (De Monade)

Obras consultadas:

Sobre la causa, principio y unidad

Del infinito universo y los mundos

De umbris ideorum

De Magia

Theses de magia

Los Heroicos Furores

La cena de las cenizas

Expulsión de la bestia triunfante

De Imaginum, signorum et idearum compositione

Oratio valedictoria

De Rerum Principiis

Articuli adversus mathematicos

De vinculis in genere

La lampada delle trenta statue

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