viernes, 15 de enero de 2010

Dionisio. El dios de la honda alegría.




Si hay algo que sorprende repetidamente de los antiguos pueblos, es aquella miscelánea de historias y misterios que los rodean, como si hubiesen sido bañados de luz y sombra para que sólo algunos de nosotros, los nuevos y dubitativos guerreros, intentemos desvelarlos. Esto es, en suma, enfrentarse a la Belleza. “Y lo más bello es también lo más sagrado...” Es así que dentro de ese contexto, sentimos que el principio de la historia de Atenas se pierde en los albores de los siglos… Porque lo que desconoce la historia, lo completa su mitología y tradición oral, acerca de los dioses estrechamente vinculados con la ciudad, sus enfrentamientos para ganar el título del dios protector, los regalos -por ejemplo- de Poseidón, de Atenea o de Dioniso o de grandes hombres míticos de la ciudad como Teseo.

Pero si tuviésemos que elegir a uno de ellos para recordarlo o redescubrirlo en su gran complejidad o gran inmensidad y variedad, sin duda, nos decidiríamos por Dioniso -“el dios de los muchos nombres”-, ya que en el contexto de la mitología helénica, encarnaba el poder irrefrenable y salvaje de las fuerzas de la naturaleza.

Su culto fue muy importante en la cultura griega, ya que confirió a ésta un aspecto oscuro y misterioso, irracional, frente a la racionalidad típica del espíritu helénico. Su significado original era el de un ser divino cuyo poder podría notarse en la savia de la vegetación y, por lo tanto, la primavera en una estación de alegría y gozo para él y el invierno lo era de sufrimiento. De aquí surgió su doble carácter de dios de la vendimia y sus alegres acompañantes y de dios del éxtasis y las ceremonias místicas en las que los sufrimientos durante el invierno eran lamentados. A medida que iba pasando el tiempo fue visto principalmente como la fuente de la felicidad y la alegría que surgía del disfrute de la noble fruta de la vid, mientras después, como sus festivales en primavera y verano, con su alegría y júbilo, dieron ocasión a los primeros intentos de representación teatrales, se añadió la función de dios del teatro al de dios de la vid.

Fiestas dionisíacas
Eurípides caracterizó muy bien a Dioniso diciendo que es el más temido de los dioses para los mortales, a la vez el más dulce y el más suave, porque les alivia las penas. De él se ha dicho que está considerado como uno de los más recientes dioses del Olimpo y lo prueba que en Homero no tiene aún lugar entre los dioses helénicos, sino que figura entre las deidades extranjeras y es detestado por los otros dioses.

Estas eran las épocas en que la espiritualidad estaba fuertemente unida a los hábitos hedonistas y los que conseguían el favor de los dioses no siempre eran los más ilustrados en el campo de la esencia; sino los más diestros en las buenas o malas artes, los más ritualistas o los más adentrados al mundo de la magia. Dentro de ese marco obviamente estaban las fiestas protagonizando los espacios y las vidas de cada ser…

En lo que respecta a las fiestas, podemos decir que eran actos civiles y religiosos en los que se exaltaban tanto el sentimiento religioso como el patriótico. En la mayoría de ellas se incluían concursos gimnásticos, atléticos, literarios, musicales y dramáticos. Cada ciudad tenía preferencia por determinados dioses, pero también había fiestas de carácter panhelénico, como Las fiestas Olímpicas, celebradas cada cuatro años en Olimpia en honor a Zeus, origen de las famosas competiciones gimnásticas y deportivas de la antigüedad y del mundo actual: las Olimpíadas.

Algunas veces un grupo de estados vecinos se unían para rendir culto a alguna divinidad común; pero la mayoría de las fiestas eran actos programados por cada polis, a lo largo de varios días, durante los cuales acudían a las ciudades gente de polis vecinas dispuestas a contemplar o participar en las distintas competiciones. Toda ciudad tenía sus fiestas y sus cultos públicos, y, sobre todo, en Atenas no había mes en que no hubiera alguna. Entre las que se celebraban en Atenas las más conocidas fueron: las Panateneas, las Tesmoforias y las Dionisias.

En honor de Dioniso se celebraban tres grandes fiestas: las Dionisias Agrarias, las Leneas y las Grandes Dionisias, de importancia trascendental para el mundo occidental, pues en ellas tuvo origen el Teatro (la Tragedia y la Comedia).

Con el tiempo, estos cultos no llegaban a colmar las esperanzas de muchos, para quienes la religión debía ofrecerles algo más que respuestas a sus problemas materiales; por eso, alcanzaron gran difusión determinadas doctrinas y ritos esotéricos, que en Grecia surgieron principalmente en torno a Deméter y Dioniso, pero cuyos rasgos comunes eran la esperanza de una vida tras la muerte sólo para los iniciados (los mystes), su práctica no oficial y ritos secretos (las orgia), aunque sin contradecir por ello la religión cívica, pues la ciudad los reconocía oficialmente y se organizaban bajo su control y con su tutela, y la admisión de todos los individuos, tras una serie de ritos iniciáticos, sin distinción de sexo o condición social.

Se dice que las Dionisíadas eran fiestas originarias de Egipto y que fueron llevadas a Grecia. Los atenienses las celebraban con más pompa que todos los demás pueblos de Grecia. Las principales ceremonias consistían en procesiones, en las cuales se llevaban vasos llenos de vino coronados de pámpanos. Venían luego, vírgenes escogidas, llamadas “canéforas”, porque llevaban canastos de oro, llenos de toda especie de frutos, de los cuales asomaban y salían serpientes amansadas que inspiraban espanto a los espectadores. Algunos hombres vestidos de silenos, panes y sátiros hacían mil gestos extraños. Por su parte las Leneas eran fiestas anuales en Ática donde los poetas se disputaban el premio, tanto con sus piezas satíricas, como por los combates de tetralogía, es decir de cuatro piezas dramáticas.

Lo más admitido en torno a este tema es distinguir, al menos en época clásica, entre tres tipos de fenómenos religiosos: los Misterios, el Dionisismo y el Orfismo.

Las bellas Bacantes



Las bacantes eran las mujeres que celebraban los misterios de Dioniso. Las primeras bacantes fueron las que lo siguieron a la conquista de las Indias, llevando en la mano un tirso o lanza corta cubierta de hiedra y de pámpanos. Se dice que las primeras bacantes fueron las ninfas que educaron al dios y que habiendo ido para sitiar Argos, Perseo que defendía la ciudad, ganó la victoria y que perecieron en el combate muchísimas bacantes.

Con frecuencia desnudas, a excepción de un ligero velo que ondeaba alrededor de ellas, ceñida la cabeza algunas veces por serpientes vivas, con los ojos encendidos, las bacantes corrían de este modo sin orden ni concierto de una parte a otra, haciendo retumbar los aires con sus descompasados gritos y con el sonido brusco de sus instrumentos, gritando Evohé (valor), amenazando y golpeando a los espectadores, formando una especie de danzas que consistían en saltos irregulares y convulsivos.

Despedazaban becerros, comían cruda su carne e iban a celebrar estas fiestas en la cumbre de algunos montes; lugares en los cuales el dios era particularmente venerado.

Aunque las solteras, las casadas y las viudas concurrían sin distinción a celebrar las fiestas de Dioniso, no obstante parece que las verdaderas bacantes eran vírgenes y que sólo ellas llevaban el tirso (o vara enramada, símbolo de Dioniso) aullando y dando gritos descompasados. Después de las bacantes seguían en buen orden las matronas acompañando las ceremonias sagradas y cantando himnos.

Eurípides refiere que las bacantes sabían conservar su castidad en medio de la agitación y del furor de que estaban poseídas, y que se defendían a golpes de tirso de los hombres que las querían hacer violencia.

Las bacantes se ocupaban con preferencia de la caza de los animales salvajes, tales como los tigres, los leones, panteras y se cubrían y adornaban con sus despojos. Se ejercitaban en la danza y en la carrera. Había en Esparta once doncellas llamadas Dionisíadas, quienes en las fiestas de Dioniso se disputaban el premio de la carrera. A imitación de su numen tutelar, las bacantes llevaban alguna vez coturnos (calzado de tacón muy alto) y se coronaban de laurel dado que el dios se coronó de él cuando volvió triunfante de la conquista de la India.

El mito de Orfeo y Dioniso
Un buen mito que ejemplifica a la perfección estos comportamientos báquicos es el mito de Orfeo, dios de la música, que descubrió su propio destino cuando se encontró con Dioniso.

Orfeo había heredado los dones poéticos y musicales de sus padres. Se enamoró de la encantadora Eurídice, pero poco tiempo después de su matrimonio ella fue mordida por una serpiente venenosa y su espíritu fue conducido a las regiones infernales de Plutón. Los lamentos de Orfeo se volvieron insoportables, tanto para los mortales como para los inmortales, por lo que finalmente Zeus le dio permiso para buscar a Eurídice, pero no sin antes advertirle que no tomara en cuenta ninguno de los juicios establecidos por Plutón. En aquel oscuro lugar consintieron en devolver a la amada, pero Plutón impuso dos condiciones estrictas. Orfeo no debería volverse para mirar a su mujer dentro del Hades ni intentar hablarle en el viaje de vuelta. Orfeo aceptó contento estas condiciones, pero su inevitable alegría se convirtió en curiosidad y cuando ya casi había llegado a la entrada miró hacia atrás para comprobar si Eurídice seguía siendo tan hermosa. Entonces la forma de la bella se diluyó ante sus ojos y él, lleno de desesperación, se fue a vagar por el bosque en busca de soledad. Pero fue allí donde el destino lo esperaba bajo la forma de las orgías de Dioniso y, debido a que se negó a tocar para ellas, las Furias lo despedazaron echando sus restos al río Hebrero. Mientras su boca seguía murmurando el nombre de Eurídice, se fue hundiendo hacia las profundidades del Hades, en tanto que su espíritu volaba a reunirse con su amada, un final agridulce.

Locura, danza, vino y hiedra

Según los estudios de Walter Otto está muy ligado el culto y el mito, porque la religión dionisíaca refleja el ser y el hacer sobrehumano. Sin ir más lejos tenemos en el propio centro el mito de Dioniso y de las divinas mujeres que lo criaron y que constituyen su eterna compañía. Todas ellas padecen sufrimientos y persecución, debiendo morir, como él mismo. Sucede que los padecimientos que les sobrevienen guardan una estrecha relación con los terribles actos a las que las conduce su insania. Si las Tíades despiertan en el día de la fiesta a Dioniso niño en la cuna, no hacen con ello sino remedar lo que hacen las divinas nodrizas que crían al joven dios y que, cuando éste alcanza la edad adulta, se entregan con él a toda clase de excesos.

La locura que acompaña al dios no es una enfermedad ni degradación de la vida, sino el elemento que acompaña su salud. Es la locura del regazo materno, en el que habita toda fuerza creadora, la que introduce el caos en las vidas ordenadas, la que inspira la beatitud primigenia y el dolor primero y, en ambos, el salvajismo originario del ser. Por eso, a pesar de su parentesco con los espíritus del submundo (Erinias, Hades) Dioniso es un dios verdadero porque es la unidad y la totalidad de un mundo plural que abarca todo lo vivo.

Hay otros símbolos que lo representan y lo identifican; sin duda, no pueden estar ausentes la música, la danza, la adivinación, el vino surgido de “la madre salvaje” como dice Esquilo. Junto a la vid, la hiedra es la planta predilecta, la que lo adorna y caracteriza, por eso se le llama “el adornado de hiedra”. De este modo, estas dos plantas consagradas al dios se enfrentan en un contraste: “la vid es hija del calor y da luz al ígneo torrente que inflama el cuerpo y el alma.” La hiedra parece ser de naturaleza fresca e incluso la esterilidad y falta de utilidad de sus ramas “hacen pensar en la madre y la muerte”. Por otra parte, también se ha empleado para adornar las tumbas.

Otras características relevantes es la presencia de la máscara que nos dice sobre la aparición de Dioniso como lo que lo distingue de otros divinidades, develando, además, su carácter enigmático, contradictorio, y muchas veces, aterrador. Motivo de la fascinación y la confusión que concita todo lo dionisíaco, ya que es el espíritu de una criatura salvaje.

Dioniso es el dios que más placer procura, pero al mismo tiempo, es el más temido de todos. Se dice que es el que fascina, el que proporciona el vino liberador, el que sana y relaja. Tiene epítetos como “dicha de los mortales”, “lleno de gracias”, “el dispensador de bienes”, “el benefactor”, etc. Pero también se le llama “el descuartizador de hombres”, “el que come carne cruda”, “el que encuentra placer en el hierro y la sangre vertida”. Y no sólo sabemos que se producían sacrificios humanos en su culto, sino que éste incluía un rito monstruoso que consistía en el descuartizamiento de un ser humano.

Es preciso manifestar que el estado dionisiaco es un fenómeno primitivo de la vida, en el que también ha de participar el hombre cada vez que un producto de su existencia creadora ve la luz. A este universo femenino se enfrenta el de Apolo como el propiamente masculino. En éste no reina el misterio de la vida de la sangre y las fuerzas terrenas, sino la pura claridad y la amplitud del espíritu. Pero el mundo apolíneo no puede subsistir sin el otro.

¿Cómo era “realmente” Dioniso?



Si nos vamos al aspecto físico del sorprendente Dioniso - que es tan importante y decidor como su aspecto interno - podemos decir que se le caracteriza con los ojos negros como los de las Gracias, poseedor de una larga cabellera, rizada y de color oro, descendiendo en trenzas ondeantes sobre sus espaldas y su juventud era eterna como la de Apolo. Su vestido consistía en un manto de púrpura o de color amarillo. También es representado habitualmente con cuernos, símbolo de la fuerza y el poder o porque en sus viajes se había cubierto siempre con el pellejo de un macho cabrío. Tal vez la disposición de sus cabellos ensortijados sobre su elevada frente ha dado lugar a suponerle cuernos. Viste ordinariamente la Nebris o piel de ciervo, de pantera o de otro animal y lleva coturnos fabricados de las mismas pieles decorados con la figura de varias cabezas de animales. Va siempre coronado de hiedra o de higuera, bajo el aspecto de un joven alegre y lampiño, bien sea porque las personas ebrias caen en una especie de infancia, o bien para denotar que el vino conserva al hombre y vuelve a los viejos la vivacidad de la juventud… En una mano tiene racimos de uvas, o un cuerno, especie de vaso y en la otra un tirso del que se sirve para hacer brotar las fuentes del vino. A veces se le ve sentado en un tonel, como en carros tirados por tigres, leones o panteras. En varios monumentos antiguos que representan las bacanales, en lugar de tigres y de panteras tiran su carro varios centauros; unos tocando la lira y los otros la doble flauta.

Diodoro habla de un Baco de dos cabezas o de dos formas. En varios monumentos se representa también con dos cabezas unidas, una que lo figura como barbudo y la otra como barbilampiño.

En los primeros tiempos del arte era representado con una cabeza de toro y en un himno de los habitantes de Elida se le suponen los mismos pies. Se encuentra también figurado con ambos sexos, armado de pies a cabeza y algunas veces en lugar de la piel de pantera, que le sirve de manto, lleva un ropaje de púrpura y en vez de hiedra una corona de laurel. Se le figura también con barba en toda la fuerza de su edad viril como a conquistador de la India. Es representado de este modo en las monedas de Naxos, donde se le ve coronado de hiedra y en el anverso un isleño con una copa. En vasos antiguos aparece vestido con un ropaje largo que cae sobre sus pies.

En un sarcófago antiguo se le presenta bajo la figura de un joven montado en un tigre, teniendo en una mano un tirso y vertiendo con la otra vino de un cuerno, mientras que uno de sus pies descansa sobre un cesto.

En una de las pinturas antiguas de Herculano está figurada la educación de Dioniso. Se ven las tres ninfas que lo han criado, de las cuales dos están en pie detrás de un árbol y la otra coronada de hojas y cubierta de una piel de ciervo presenta en una actitud graciosa un racimo de uvas al niño dios, quien levantado por Isleño, alarga sus dos manos para cogerlo: a los pies de Isleño está su asno echado y dormido, coronado de hiedra y llevando sobre sus espaldas una albarda en todo semejante a las que se usan hoy en día; al otro lado se halla una sacerdotisa que toca un címbalo, guarnecido de sonajas. Mercurio, medio dormido y representado con las formas de un hermoso joven, está sentado sobre un tonel punteando las cuerdas de una lira; lleva el petaso en la cabeza y los alares en los pies que un sátiro descalza, sonriéndose de la actitud solícita del joven Dioniso.

Animales y árboles que se le consagran
Entre los animales fabulosos le estaba consagrado el Fénix, entre los cuadrúpedos la pantera y entre los árboles la vid, la hiedra, las hojas de higuera, el abeto y la encina. La liebre era también consagrada al dios, porque destruye el viñedo. Era propicio a todas las aves excepto el mochuelo, porque según se decía, sus huevos tenían la virtud de hacer aborrecer el vino a los niños que los comían.

Última mirada a Baco
Como últimas palabras y últimas miradas hacia Dioniso podemos decir que es uno de los dioses más cercanos que tiene el panteón griego. Más cercano al hombre porque él mismo nace de una mortal, Sémele, y sirve de nexo entre el hombre y los dioses con sus salvajes rituales. Es acaso el dios más sugestivo.

No quedemos en la consideración simplista de “dios del vino” o la embriaguez. Dioniso es mucho más, es el lado salvaje, irracional. Es la fuerza de la naturaleza cíclica, de la regeneración vegetal. Es el misterio de la vida, siempre como intermediario cercano, gozoso, pero también peligroso.

La doble naturaleza de Dioniso debe ser considerada, porque le franquea el trato con los humanos y justifica su preocupación por ser venerado como un dios, justamente por ese origen un tanto bajo sospecha.



En contraste con el distante Apolo, Dioniso busca la cercanía e incluso reclama la intimidad con sus devotos, a la par que el reconocimiento de su entera divinidad. Las o los bacantes se identifican con el dios que los guía en sus delirios orgiásticos. Por lo anterior, nos llama la atención sobre la doble naturaleza del dios de muchos nombres: Baco, Dioniso, Bromio (el Bramador), Lisio, Lieo o Liber (el que libera), el dios de cuernos de toro, cabritilla ritual, cazador y cazado, algunas veces el barbado adulto; otros, el femenil adolescente de trazos delicados. Ditirambo, el que ha cruzado dos veces la puerta de la vida y de la muerte. El que tiene doble naturaleza, moral y divina. El dos veces nacido.

No es de extrañar que contraste con el recto Apolo, “ekebolos” (el que flecha de lejos). Así manda la peste a los Aqueos en la Ilíada, disparando sus flechas desde la distancia, sacra que le es propia. Dioniso, en cambio, es cercano e íntimo, para bien y para mal: goce y dolor se aúnan en su figura. Es esencial la distinción de Nietzsche entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Fue este filósofo el que mejor supo captar esta diferencia.

Dioniso es el liberador en más de un sentido. Es un dios que escapa siempre de ataduras y cárceles; ya sea en un barco o en una prisión (como en las Bacantes) y aterroriza a sus enemigos en forma de toro o de león, al tiempo que llena de placer a sus fieles.

Esta idea subraya el carácter liberador de este dios. Su gran regalo a la humanidad es el vino “lysiponos”, que libera de las penas. Y a través de su culto orgiástico uno “visita a su animal”, citando un pasaje dionisiaco de Vargas Llosa. No hay vínculo capaz de apresar la fuerza de la naturaleza que representa este dios.

También libera a sus fieles de sus ataduras espirituales. La comunión orgiástica, acompañado de toda su cohorte mística: Pan, sátiros, animales que le son propios. En su caravana triunfal, llega desde el salvaje y lujuriante oriente para conquistar y subrayar nuestros sentidos.

Sus símbolos son la vid, el vino, la hiedra, planta que medra ascendiendo y atravesando lo que sea preciso. Así de poderoso es el lenguaje de Dioniso, que se zafa de cualquier cadena y cualquier impedimento que lo aleje de su objetivo, penetrar en lo más profundo del ser humano, en una intimidad primitiva y ancestral que despierta la fuerza de la naturaleza en él.

Como resumen insistimos en reafirmar lo dicho anteriormente: que el culto a Dioniso abarca más allá de la ligazón con el vino y la embriaguez, que junto al cultivo de la vid, se extendió a toda Grecia. De este modo el dios se convirtió en el símbolo de la potencia embriagadora de la naturaleza, de la savia que inunda los granos de uva y que es la vida misma de la vegetación. En la época clásica, también fue adorado como el dios de la vida alegre, de los juegos, de las fiestas, del delirio, de las orgías. También es importante el hecho de que los griegos lo consideraban el dios protector de las bellas artes y, en particular de la tragedia y de la comedia, surgidas ambas de las representaciones que se desarrollaban en ocasión de sus fiestas.

El mito de Dioniso está también ligado, desde su nacimiento a la locura, que afecta tanto a él como a los que le rodean. En las bacanales, los adeptos llegaban a entrar en tal éxtasis que les proporcionaban una fuerza prodigiosa y temible de la que fueron víctimas algunos héroes; en pleno frenesí podían llegar a descuartizar y devorar animales o personas.

Dioniso es también Baco, “Bacchus” (nombre que tomaron luego los romanos) y Bromio, “Bramador”, porque puede metamorfosearse en toro o león. En su honor se grita el “evohé” y se entona el “ditirambo” (cantos rituales). Dioniso se convierte en dios; antes no lo era porque su madre era mortal. A esta conversión en dios se le llama “apotheosis”. Sémele cambia de nombre al igual que de estado, supuestamente para evitar las sospechas de Hera. También hay una explicación presente en todas las culturas de la antigüedad y que considera que el nombre de cada persona es muy importante, pues permite identificarla, conocerla.

Dioniso es una divinidad amable y alegre, pero puede resultar terrible en sus venganzas. Es el más dulce y el más cruel.

El simbolismo de los viajes de Dioniso es que la vid y el vino, así como Dioniso, no son originarios de Grecia. Probablemente este mito explica por qué éste viene de fuera, pues lo propio de Grecia era el olivo, el aceite, con el que Atenea consiguió el poder espiritual del país.

…Llegamos al fin con un sinnúmero de antecedentes e ideas postergadas involuntariamente. Pero, como los resúmenes generalmente no grafican las verdaderas esencias, ni los verdaderos contenidos que el autor o la misma historia quiso contar, solamente nos remitiremos a decir que este dios, el dios de la honda alegría, sólo ha querido mostrar al mundo un pequeño aspecto de su ser, porque así conserva su profundo misterio… Y así como los cultos y el prestigio de los grandes dioses clásicos sirven de pretexto para glorificar a los estadistas y de ornato a las grandes mansiones cortesanas, los relatos pictóricos de ese festivo dios del vino y de sus inseparables bacantes son un motivo alegre que pasa a formar parte de otra clase de estancias o de mansiones o de nostalgias. Porque sucede que el mito se impone al hombre, bien sea porque refleja una realidad superior o porque brota del inconsciente individual o colectivo. Sea como fuere, su carácter simbólico es en sí mismo arte y generador de arte, como también las fantasías de algún sueño dionisiaco.

Para nosotros, los nuevos y dubitativos guerreros, sólo nos resta concluir que Dioniso es luz que deslumbra y, por lo tanto, dulcemente martiriza…

Sandra C. Rogel B.

2 comentarios:

diegovc dijo...

Soy fiel seguidor de las doctrinas dionisiacas...me encanto tu articulo es uno de los pocos textos en español que reflejan a profunidad lo que es Dioniso...tengo mucha informacion al respecto...me gustaria conversar con la autora del articulo (no se si puedan ayudarme a contactarla)...saludos

SANDRA ROGEL dijo...

Soy Sandra Rogel, la autora del ensayo sobre Dioniso.
Me alegró ver que lo publicaran casi entero y también me sorprendió... ¿Quiénes son los autores de este blog? Intuyo que son mujeres, ¿estoy en lo correto?
A LordMorrigan le cuento que tengo dos blog: www.mitologiaysabiduriaancestral.blogspot.com
www.sandrarogel.blogspot.com

Abrazo dionisiaco para todos !!