miércoles, 10 de febrero de 2010

DEL SUEÑO A LA REALIDAD

Si quieres hacer un pastel de manzanas desde cero, primero tienes que crear el universo.-
Carl Sagan



El acto creativo más profundo que experimentamos como seres humanos es dar a luz a nuestros hijos. Las grandes fuerzas nos llevan a seguir el mandamiento de reproducirnos; aunque algunos de nosotros casi no sentimos este gran impulso, está allí como fuerza motriz, para asegurar nuestra futura existencia. Le ponemos una etiqueta y lo experimentamos comúnmente como una fuerza impulsora sexual, que sin embargo va mucho más allá de la supervivencia del género humano; de hecho, va más allá de la supervivencia de todos los tipos de vida. Borbotea continuamente en cada uno de nosotros; dirige nuestra existencia produciendo las ideas que fluyen por nuestras cabezas, formando las mismísimas palabras que pronunciamos.

Cada ser vivo siente esta fuerza impulsora de crear: tu perro, la serpiente en la hierba, las células de tu cuerpo, los insectos y las plantas la sienten. El flujo constante de encendido/apagado, vida/muerte, principio/final, esa presencia imposible de álef (espíritu incorpóreo) palpita en cada uno de nosotros como bet (la consciencia reconociéndose). En este sentido creativo, todos somos hijos de la enorme mente-espíritu que llena el universo y lo creó, y al igual que nuestro creador-espíritu, cada uno de nosotros tiene el poder de crear. Prueba de ello es que podemos pensar y hablar.

Este es el milagro de la acción creativa: nuestra descendencia, que puede tener la forma de nuestra propia carne y sangre o los pensamientos que nos salen de la frente, como en el mito de Zeus, cuando éste da a luz a su hija Atenea. Vamos ahora a explorar las bases alquímicas del impulso creativo (el sentimiento o el impulso de crear) y la importancia del concepto de la creación primogénita. Veremos cómo la creación implica y produce el sentimiento vivo que todos experimentamos y que al igual que el creador indio Brahma, que sueña para crear mundos, y el Gran Espíritu aborigen australiano, que sueña en la existencia de todos nosotros, nosotros también encontramos la fuente de nuestra capacidad creativa en nuestros sueños.

Todo empezó como un sueño

Al soñar, creamos una historia o jugamos. Contar cuentos o actuar parece ser una parte muy importante de la evolución humana; soñamos porque lo necesitamos para evolucionar y, de hecho, la mayoría de las criaturas sueñan.

Soñar es el resultado de la consciencia evolutiva de cada criatura sobre cómo adaptarse a su entorno. Si analizáramos el hecho de soñar desde un punto de vista científico puramente rutinario, tendríamos que decir que los sueños son importantes porque permiten que las criaturas desarrollen estrategias de supervivencia o modifiquen la programación a partir de los cambios medio-ambientales diarios. No existe una fórmula sencilla de definir lo que son los sueños, pero las pruebas actuales indican que sin duda tienen un papel evolutivo.

La teoría evolutiva de Darwin declara que la evolución de la vida es un proceso de selección natural. Según Darwin, la vida es una lucha competitiva para sobrevivir frente a los recursos limitados, en muchos casos. Los seres vivos deben competir por comida y espacio, evitar depredadores y enfermedades y a su vez lidiar con cambios impredecibles en su entorno. Darwin sugirió que en una población y entorno concreto existen individuos que poseen unas características que les permiten una mayor supervivencia y reproducción. Sin embargo, cómo adquieren estas características sigue siendo aún hoy un misterio, aunque las heredan las siguientes generaciones. Como la característica adquirida beneficia al organismo, la cantidad de organismos con estos nuevos rasgos aumenta a medida que las generaciones van transmitiendo esta combinación ventajosa de características. Del mismo modo, puede decirse que la especie que no presenta estos rasgos beneficiosos va perdiendo gradualmente individuos. Por lo tanto, según Darwin, a lo largo del tiempo la selección natural hace que el equilibrio de la población se incline hacia esos individuos con la combinación de rasgos, o adaptaciones, más adecuados a su entorno.

Pero mi pregunta sigue siendo: ¿cómo adquiere una especie la característica que se necesita? Las experiencias del sueño de los pueblos aborígenes australianos indican que la característica que se necesita surge y nace por primera vez en los sueños. Cada criatura sueña con la posibilidad de la siguiente evolución, de manera que, por ejemplo, el pez sueña con el anfibio y el anfibio con el pájaro, y así sucesivamente. Es decir, soñamos ante todo para ser conscientes de nuestras futuras posibilidades: las nuevas formas en las que cada uno de nosotros puede existir. Esta capacidad de sentirse como algo nuevo o modificado parece ser vital para la supervivencia y para modificar el código genético; sin ella, no somos capaces de sobrevivir tanto como especie.





Además, la capacidad de ver las posibilidades futuras atrae el futuro al presente. Este movimiento de futuro-a-presente es distinto, por supuesto, del modelo normal en el que vemos cómo fluye el tiempo de forma lineal del pasado al presente y al futuro. Dicho en otras palabras, la consciencia puede funcionar de manera distinta en el estado de sueño que en nuestro estado despierto.

La materia sueña.- Según la ciencia moderna, si creemos que toda la consciencia surge de la materia, la materia en sí debe soñar. Sabemos que los sueños ocurren y que casi todas las cosas sueñan. Así pues, cuando digo que la materia sueña, me limito a seguir el hilo lógico de la idea basada en la filosofía materialista.

El razonamiento es el siguiente: el universo está compuesto de materia, y la materia que interactúa con la materia crea todos los fenómenos físicos distintos que se pueden observar, incluyendo la vida y sus formas evolutivas y la mente. En última instancia, la vida y la consciencia son fenómenos físicos que se pueden observar. Así pues, cualquier cosa asociada con la vida debe estar a su vez asociada con los objetos materiales que chocan o interactúan entre sí. Por lo tanto, el estado de sueño y toda la consciencia consciente surgen de la materia interactuando, y llegamos a la conclusión de que la materia sueña (como mínimo esta es la conclusión lógica desde el punto de vista materialista).

Sin embargo, yo no he llegado a esta conclusión, puesto que creo que el materialismo en sí es erróneo como base para entender la ciencia; es demasiado reduccionista. El reduccionismo no es tan importante como la base sobre la que se sostiene el reduccionismo, puesto que la materia es la base. Como expliqué en La Mente en la Materia, creo que la materia debe ser una cualidad secundaria, que debe existir una cualidad principal de la que surge la materia. Del mismo modo que debe haber un orden implícito, como diría el físico David Bohm, del que surge la consciencia y el conocimiento, también debe de existir algún orden, que no se percibe directamente, del que surgen la materia y el espacio.

Sabemos, o digamos que tenemos pruebas experimentales que lo sugieren, que hubo un big bang y que el universo fue creado a partir de un punto. La teoría está basada en dos o tres conjuntos de pruebas muy sólidas, aunque no por ello eso fue lo que ocurrió real y necesariamente. Sin embargo, es lo que creemos en la actualidad según las pruebas: que el universo nació a partir de la nada.

Y no sólo nació el universo, sino que toda la materia, el espacio y el tiempo también nacieron simultáneamente. Según la teoría general de la relatividad, la materia no sólo surgió en espacio y tiempo, porque no pudo ser así. El espacio y el tiempo tenían que surgir simultáneamente con la materia y la energía. Por lo tanto, la materia no puede ser fundamental y nuestra filosofía materialista es errónea simplemente porque no tiene en cuenta el concepto elemental del big bang. Tiene que haber algo más fundamental que la propia materia.

Compartiré un pensamiento más que nos ayudará en adelante. Según el principio de la física cuántica de la complementariedad, la materia y la energía acaban siendo complementos necesarios en el espacio y el tiempo. Así pues, no podemos describir el mundo de los acontecimientos en términos de espacio y tiempo y en términos de energía y materia a la vez. Este hecho nos ayuda a entender el axioma de la nueva alquimia, el como es arriba es abajo. De hecho, esta complementariedad es lo que tenemos que ver si queremos que la evolución se parezca a la visión de Darwin o a cualquier otra neoforma que pueda adoptar.

¿Qué es más fundamental?

Podemos imaginarnos la base fundamental de la existencia, de la que apareció en primer lugar el espacio, el tiempo, la energía y la materia, como la gran madre-diosa o el gran padre-dios. Estas imágenes aparecen una vez tras otra en los textos antiguos de muchas culturas. Todo lo que puedo contar sobre ello es mi propio punto de vista, pero ahí va.

Existen varias pistas sobre la existencia de una base más fundamental de la existencia, y una de ellas es la realidad del vacío de espacio. Sabemos que un espacio “vacío” puede estallar en materia y energía, y por lo tanto puede envolver lo que ha creado y reabsorber lo que ha engendrado. Así pues, podría decirse que el vacío de espacio puede crear y aniquilar, de manera que tendremos un baile continuo de objetos que aparecen y desaparecen rápidamente, por todas partes, en todo momento. Dicho baile impregna todas las cosas y su resultado es que nada se vuelve a repetir exactamente de la misma forma, aunque lo pueda parecer.

Cuando el espacio está absolutamente vacío, cuando no hay nada, el proceso parece ser inestable, y existe una gran tendencia a producir objetos. De vez en cuando, esta tendencia incluso permite que los universos “aparezcan de repente”. El espacio dentro de un universo, sin embargo, cuando ya ha sido creado, parece ser más estable, relativamente hablando, en términos de tiempo; parece haber menos procesos de creación de universos dentro de un universo espacio-tiempo. Cuando surgen la materia, el espacio-tiempo y la energía, parece que hay una menor tendencia a producir otro universo justo después o en la proximidad inmediata. Así pues, aparentemente, existe una norma sobre cómo debería o no debería crearse un universo.





De la “historia” que acabo de contar, que está basada en la física y en la especulación, proviene otra historia de la espiritualidad, la Danza de Shiva. En esta historia, Shiva y Shakti bailan la danza de la creación y la aniquilación. Shiva es el Creador-Destructor. A veces Shiva se presenta como Shakti, la consorte de Shiva. Él/Ella es quien aparece como Kali, la diosa que mata y destruye para que ocurra la recreación. Así pues, la Danza de la aniquilación y la Creación, que es una parte de la física moderna, también es una parte de la mitología antigua.

En la cábala, los principios del misticismo judeocristiano, que se remontan a la época anterior a la aparición de judíos o cristianos hasta el pueblo de la tierra de Ur (ahora conocida como Irak), hubo una visión de este proceso en funcionamiento. El espíritu, simbolizado por la letra álef, la letra “primogénita” del alfabeto hebreo, fue capaz de producir o emanar un movimiento vibratorio de resistencia a sí mismo que se llamó agua, o mem (la decimotercera letra del alfabeto hebreo). Luego el espíritu fue capaz de respirar vida en esa agua y, al hacerlo, apareció un movimiento del espíritu al agua y del agua de nuevo al espíritu. Este movimiento de doble flujo recuerda tanto al proceso de aniquilación y creación como al ciclo de vida y muerte.

El flujo del espíritu al agua es creativo y el flujo del agua al espíritu es destructivo, lo cual produce una danza continua de vida. Este proceso también puede simbolizar la danza de la consciencia o conocimiento, o incluso el movimiento de ondas cuánticas de posibilidad de un acontecimiento presente a un acontecimiento futuro, y luego hacia atrás en el tiempo al acontecimiento presente de nuevo.

Así pues, existen una serie de analogías, indicios y visiones que se nos presentan quizá de un orden más profundo e implícito, en diferentes momentos, aunque siempre como imágenes arquetípicas. Somos capaces de entender estas imágenes cuando aparecen de eón a eón, a través de los distintos niveles de nuestra percepción e inteligencia. Seguramente seamos más “inteligentes” ahora de lo que lo hayamos sido jamás, puesto que tenemos más datos, más teoría y más procesamiento. Es decir, tenemos muchas más cosas para analizar en términos de conocimiento y ciencia, y éste puede ser un indicio que nos cuenta cosas sobre el orden oculto. Sin embargo, a pesar de la mayor inteligencia e información, el modelo básico del proceso fundamental sigue siendo idéntico: como es arriba es abajo, como es dentro es fuera.

¿Qué es la consciencia?.- Quizá la prueba más importante que tenemos sobre la existencia de la matriz de la que todos surgimos provenga de la actividad de la mente: la consciencia. La consciencia parece ser un proceso en el que un entorno y el observador de ese entorno se definen simultáneamente. Esta acción, que quizá no requiera pensamiento, pero que aún así parece requerir algún tipo de consciencia, causa una división entre el sujeto y el objeto, entre el “allí fuera” y el “aquí dentro”, o entre el yo y el no-yo. La consciencia permite que nos refiramos a nosotros mismos como entidades individuales, separadas del mundo exterior. Cuando estamos despiertos, cuando hemos aprendido a dirigir la corriente de consciencia que borbotea en nuestro interior, estamos inundados con imágenes, sensaciones, acontecimientos y posibilidades. En la consciencia despierta normal perdemos el contacto con el proceso y sencillamente lo damos por hecho. Cuando estamos dormidos y soñando, sin ninguna interrupción importante desde fuera, nuestros cuerpos nos preparan para un contacto directo.

Parece que el sueño es el lugar en el que aprendemos a cómo ser conscientes y a separar un “allí fuera” de un “aquí dentro”. El sueño es como un laboratorio de auto creación en el que una entidad queda definida a sí misma. Se trata de un proceso de auto referencia que parece ser absolutamente necesario para que ocurra cualquier tipo de consciencia. Por lo tanto, soñamos con despertarnos a la experiencia de la vida del nacimiento continuo.

La creación del yo pequeño.- Algunos investigadores sugieren que los primeros humanos empezaron a soñar para sobrevivir, puesto que el sueño inducía una especie de parálisis que mantenía al soñador inmóvil. De este modo, el soñador podría evitar a los depredadores. El investigador de sueños Montague Ullman plantea que no necesariamente soñamos para sobrevivir como individuos sino como especie. De hecho, muchos pueblos tribales reconocen el uso de los sueños para la supervivencia del grupo y utilizan el estado del sueño, por ejemplo, para encontrar comida o huir de los depredadores o enemigos. Así pues, aunque existimos como individuos, somos también parte de una familia, grupo, nación o, en general, un conjunto más grande de criaturas, y hay más que la mera supervivencia individual en juego.

La individuación parece ser un aspecto importante de supervivencia, pero ¿por qué? ¿Qué es “mi yo mismo”? ¿Por qué me reconozco como individuo separado de los demás? Intentemos responder a estas preguntas. Si soy un miembro de una tribu, mi concepto de yo es diferente que si soy un miembro de una unidad familiar cerrada. Mi comportamiento, a su vez, depende de cómo me veo a mí mismo. Por ejemplo, los soldados que luchan en una guerra se ven a sí mismos como parte de una unidad más grande y se comportan de manera bastante distinta con los que se encuentran fuera de su unidad, particularmente con los enemigos, de lo que lo harían si se tratara de la gente de pueblo que saluda a unos forasteros. Por lo tanto, nuestra consciencia del mundo a nuestro alrededor depende en gran parte de cómo pensamos sobre nuestra individualidad en relación con nuestro entorno.

Los sueños son vitales para la formación de un yo, pero el concepto del yo es siempre variable, ya que el yo no es necesariamente sólo una “caja-de-piel”. Por ejemplo, un sueño aborigen puede implicar un concepto del yo muy distinto a nuestro concepto del yo. Parece ser que los pueblos aborígenes tienen una consciencia de ellos mismos que roza la telepatía; es decir, son conscientes de situaciones de las que normalmente nosotros no seríamos conscientes, como por ejemplo de que un miembro de su grupo, a una cierta distancia, está en peligro. Así pues, mientras nosotros necesitamos que alguien nos llame por teléfono para ser conscientes de una situación de este tipo, los pueblos aborígenes parecen tener un conocimiento que proviene de la intuición (destellos de consciencia) que más tarde comprueban cuando regresan a la situación tribal.





En los años setenta y ochenta, Ullman, Stanley Krippner, y otros, llevaron a cabo una investigación sobre los estados del sueño y la telepatía. Llegaron a algunas conclusiones corroboradas de que es posible tener estados telepáticos de consciencia durante los sueños. En otras palabras, una persona despierta y una persona soñando pueden comunicarse telepáticamente. Así pues, parece ser que el estado de sueño es donde se desarrolla esta capacidad. Para las tribus aborígenes es vital desarrollar esta conciencia telepática, pero parece que en nuestra cultura no lo es.

Porque hay sólo una mente en todo el universo. La física cuántica ofrece muchas posibilidades para explicar lo paranormal, aunque la física, en general, también lo consigue. La pregunta no es tanto: “¡Vaya! ¿Por qué no sabíamos esto?”, sino: “¿Qué posible mecanismo podemos probar para descubrir lo que está ocurriendo?” Es un tema complejo y ahora es mucho más complicado porque antes no había nada en la física que lo explicara.

Dicho de otra manera, todos los mecanismos que ha presentado la física están basados en la noción de que el tiempo y el espacio en sí no son primordiales, sino algo secundarios, y de que existe un orden implícito en el universo, como dice David Bohm, que es más importante que el espacio y el tiempo. En dicho orden implícito, las separaciones de tiempo y espacio que damos por supuestos en nuestra visión diaria del mundo no existen.

Así pues, si existe un proceso de pensamiento o comunicación anterior al espacio y al tiempo, cuando el tiempo y el espacio surgieron se supo simultáneamente en toda una serie de lugares o tiempos distintos, o en ambos. Por lo tanto, las personas capaces de comunicarse en este nivel de la Unidad, u Orden Implícito, pueden comunicarse de tal forma que no existe la separación. Luego, cuando se separan, es como si se hubieran comunicado a través de una gran distancia, cuando en realidad no hubo distancia alguna implicada.

Se podría decir que se trata de otra dimensión, aunque es difícil encontrar las palabras correctas para describirlo. Bohm utilizó el ejemplo de un pez en un acuario, nadando hacia delante y hacia atrás. En el mundo en el que estamos, cuando observamos este pez nadando de este modo no hay nada poco común; es sólo un pez que nada hacia delante y hacia atrás. Sin embargo, si lo comparamos con el mundo del orden implícito que normalmente no vemos, sería como si viéramos el mundo del orden explícito, nuestra visión del mundo corriente, a través de dos cámaras de televisión centradas en el pez. Una cámara se centraría en el pez cuando nada de derecha a izquierda y la otra cuando nada en el lado contiguo del acuario, de manera que podríamos ver el pez acercándose y luego alejándose: primero veríamos cómo aumenta la cabeza, luego veríamos un capirotazo y de repente sería la cola la que aumentaría y luego disminuiría; luego volvería a dar un capirotazo y veríamos cómo aumenta la cabeza de nuevo. Si las dos cámaras de televisión estuvieran mandando información en el espacio y el tiempo a dos receptores distintos, un receptor estaría obteniendo la información de “cabeza-cola, cabeza-cola”, y el otro la de “derecha-izquierda, derecha-izquierda”. Cuando los dos receptores compararan los datos, dirían: “Tiene que haber algún tipo de comunicación psíquica entre cabeza-cola y derecha-izquierda”, pero no entenderían que se trata de un solo objeto, sino de dos, que de alguna manera están conectados. Así pues, la consciencia “psíquica” o “telepática” podría ser un movimiento hacia el Uno, donde no hay separación, y luego un movimiento de nuevo hacia la dualidad, donde hay separación.





¿De dónde provienen los sueños?.- Otra manera de hablar del orden implícito de David Bohm que acabo de mencionar es llamado el reino imaginario, porque se trata de un orden escondido. Es el mundo en el que nos adentramos cuando estamos en un estado de sueño y del que extraemos información para utilizar en nuestro mundo físico. Es parecido al mundo ideal de Platón y a los mundos a los que van los chamanes cuando llevan a cabo las curaciones o cuando buscan información. Existe la posibilidad de que en algunos estados meditativos concretos nos adentremos en este mundo y alteremos lo que allí ocurre, de manera que ocurren milagros aparentes.

Se sugiere, por ejemplo, que Sai Baba de la India, a quien muchos consideran un avatar, es capaz de entrar en el reino imaginario, ya sea por formación o capacidad inherente, y manifestar objetos trayéndolos del reino imaginario a este mundo. Es como si tuviera una ventana para ir más allá del tiempo y del espacio y sacar objetos de donde están para traerlos a nuestra visión del mundo, como el pez que he mencionado antes. No sé si las hazañas de Sai Baba son verdad o no; quizá sólo sea un prestidigitador muy bueno, lo cual en nuestra mentalidad occidental sería la explicación más cómoda.

Se podría decir que la gran cantidad de fenómenos de observaciones y supuestas abducciones relacionados con los OVNIS que ocurren son una manifestación del reino imaginario. Algunos filósofos, científicos y visionarios parecen pensar que quizá el reino imaginario se esté explotando colectivamente, y lo que la gente obtiene de él, ya sea en sueños o estados alterados de conciencia, o en los propios momentos de abducción, que se parecen mucho a los sueños, es una experiencia objetiva de ese reino, en el que existe una cierta similitud, basada en cierto condicionamiento de la cultura en su totalidad.

Existen pruebas de que a lo largo de los siglos la gente se ha visto condicionada por sus culturas a percibir cosas del imaginario indicativas de dicha cultura. Por ejemplo, la cultura irlandesa está imbuida del saber popular de duendes y hadas. Luego no es de sorprender que durante los siglos dieciocho y diecinueve muchos irlandeses dijeran haber visto duendes y hadas.

Más recientemente, pero de forma similar, la cultura americana está imbuida de la ciencia ficción. En los últimos ocho años aproximadamente, los libros, las películas y la televisión han representado extrañas criaturas espaciales. Desde Julio Verne a El día que paralizaron la Tierra o Star Trek, la psique americana está imbuida de imágenes de alienígenas. Así pues, es posible que estas imágenes se originaran del reino imaginario de los autores y cineastas y luego emergieran en su consciencia cuando tuvieron la idea de escribir un libro o rodar una película. Más tarde, dichas imágenes surgieron de nuevo en los cerebros soñantes (o cerebros de-estados-de-conciencia-alterados) de la gente que experimentó fenómenos con OVNIS. Puede ser que en realidad no estén viendo criaturas de otra dimensión espacial presentándose en nuestro mundo como objetos físicos, pero que estén adentrándose en el reino imaginario, que está en algún lugar entre lo “real” y la “fantasía” y tiene algunos elementos de ambos.

No pretendo restar importancia a estas experiencias ni decir que son meras alucinaciones, pero sugiero que el cerebro puede funcionar de una forma más colectiva de lo que nosotros creemos en el mundo occidental. Esta idea forma parte sin duda alguna de la cultura aborigen y de la cultura del folklore, y quizá el mundo occidental debiera analizarla en más detalle.





La vida no es más que un sueño.- Diariamente nos enfrentamos a una serie de momentos creativos, que son siempre cambiantes y nuevos aunque nos resultan familiares a la vez. El borboteo incesante del orden implícito, o el estado vacío en el mundo material de espacio y tiempo, altera los mundos “allí fuera” y el “aquí dentro” de nuestras mentes, presentándoles continuamente nueva información. Los nacimientos se manifiestan como pensamientos, sentimientos, intuiciones y sensaciones. Juntos nos permiten experimentar el límite que divide los mundos interior y exterior. Cuando soñamos, nos centramos más en el mundo interior, y cuando estamos despiertos en el mundo exterior. Cuando nos damos cuenta de que existen ambos mundos, o de que provienen del vacío más profundo y fundamental, o álef, somos capaces de explotar la creatividad y de tener vidas creativas.

Dr. Fred A. Wolf


Extractado por Pablo Cáceres de
La Nueva Alquimia de la Vida, Ed. Océano,
Esculturas y relieves del artista Totila Albert (1892-1967)

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