sábado, 20 de febrero de 2010

El Silencio


El silencio es un objetivo, un método, un estado de consciencia, una metáfora y un camino. Mientras el silencio es muchas cosas en muchos tiempos, es por lo menos una metáfora y como todas las metáforas puede eventualmente ser subestimada. El término “silencio”, como muchas otras palabras o conceptos, permite conocer la geografía de la atención siendo un indicador para este tema en particular. Pero como la balsa de la que Buda habla, que es útil para atravesar el río, pero la que debe más tarde ser abandonada al llegar a la otra orilla; es así como el silencio puede ser utilizado mientras sea necesario, pero inevitablemente debe ser abandonado.

Al alcanzar niveles superiores de consciencia, uno va encontrando distintos tipos de silencio. Hay un silencio interior y uno exterior, y uno que trasciende el interior y el exterior, un silencio de la respiración, un silencio del cuerpo, un silencio sin palabras y un silencio cuando el mundo está quieto, un silencio donde no hay sonido y un silencio que puede ser escuchado, un silencio que es un pasaje al vacío y un silencio de la mente en que no hay pensamiento. Hay un silencio que es una respuesta, un silencio que es más verdadero que las palabras. Esto hace recordar el pasaje de Lao Tsé: “El que sabe no habla: el que habla no sabe”. Hay que tener precaución de no darle a las palabras un significado que no tienen. Es difícil no ver la doble ironía al hablar del silencio. Parte de la enseñanza del Vajrayana Tibetano es que la verdad es lo que se experimenta y se adquiere por el que ha logrado el estado de iluminación. El resto de nosotros sólo puede destacar, hacer algunos gestos y tratar de compartir algunas reflexiones acerca del silencio.

¿Qué es lo que hacemos cuando buscamos el silencio durante la meditación? Desde un punto de vista práctico, la primera impresión es que se requiere de la calma para lograr el silencio. Suponemos que el silencio no se encuentra en medio de los sonidos distractores. Es al mismo tiempo muy claro de que el silencio no se encuentra sólo por la virtud de encontrarse en un lugar calmo.

Sin embargo, a pesar de que no existe un lugar sin sonido alguno, los sonidos pueden estar presentes y al mismo tiempo no ser escuchados. El sonido que produce nuestro organismo, por ejemplo, puede ser eliminado una vez que se ha incorporado como un sonido basal. Estímulos perceptivos, ordenados y organizados de cualquier tipo pueden fácilmente convertirse en este trasfondo. El factor interés o la necesidad de obtener información de estímulos perceptivos están relacionados con su irregularidad, y de cuanto se alejen del medio ambiente. Uno puede, por ejemplo dormir con el ruido de la calle, del viento, de su propia respiración, etc., y a ninguno de los cuales le presta atención ni los escucha. Pero unos pasos al otro lado de la puerta, o el llanto de un lactante - fuera de lo común - capta inmediatamente nuestra atención.

En una etapa muy temprana de la meditación, logramos que el silencio del medio ambiente tenga mucho menos importancia, pues el que nos interesa lograr es el silencio de nuestra mente. El silencio externo no nos brinda automáticamente un silencio interno. Sin embargo, es muy común que, hasta que dejemos de identificarnos con las distracciones que vienen del medio externo, no estaremos dispuestos a luchar con las distracciones que se producen en nuestro interior. Es así como iremos descubriendo las incesantes escenas internas que cambian, los diálogos, el chicharreo mental, el ruido, etc. Es difícil describir esta actividad con un término en particular, pero términos tales como “imaginación mental” y “diálogo interno” nos pueden servir siempre que se usen con la precaución de su real significado. Como “imaginación mental” primero la entenderemos como una actividad que carece de contenidos verbales y que aparecen en forma de sentidos, por ej. visuales, auditivos, olfatorios, gustatorios, táctiles, imágenes kinestésicas, sensaciones, impresiones, recuerdos, etc. Como “diálogo interno” se sugiere la constante actividad verbal de nuestra consciencia, ej. el hablarnos internamente a nosotros mismos, el repetir una y otra vez las conversaciones que ya se produjeron o anticipar las que tendremos en el futuro, el darnos instrucciones, consejos, sugerencias, etc.

La noción platónica de que el pensamiento es un diálogo silencioso con uno mismo y que, a pesar que esto, puede conducir a más equivocaciones que ayudas, tiene algo de verdad. Mucha de nuestra actividad mental es a primera vista de naturaleza verbal. Esto se vuelve especialmente claro cuando uno comienza con la práctica de la meditación. Cuando nuestra concentración se vuelve difusa, o la atención divaga durante la meditación, significa que nuestra mente está ocupada con el diálogo. Cuando la atención vuelve, uno toma consciencia que ha estado teniendo conversaciones con uno mismo. Hay un flujo continuo de palabras, conversaciones, reales o imaginarias acerca de eventos o cosas que nos han ocurrido, también reales o imaginarias. Estos aspectos se repiten, revisan, investigan, una y otra vez hasta que nos cansemos o finalmente las pongamos de lado al darles una forma que preserve nuestra integridad o nos proporcione una situación personal aceptable. Nuestro diálogo interno reafirma o destruye nuestra confianza, nos señala qué hacer, o lo que no queremos escuchar, convierte cosas desagradables en placenteras y viceversa; en general arregla nuestro mundo en nuestra mente para transformarlo en nuestra imagen de él, aunque esta imagen sea bonita o fea, positiva o negativa. Al parecer, la mente no puede estar en silencio. Continuamente combina una y otra vez pedazos o trozos de diálogo, y salta de objeto en objeto con una curiosidad continua. Incluso si esta actividad está acompañada de abundante imaginación, no hay un descenso del diálogo interno, el que continúa trabajando proporcionando comentarios verbales y evaluaciones adicionales.

La continua actividad de la mente, a veces sorprende en cuanto a su intensidad, y no es particularmente problemática, a no ser de que uno trate de suspender este diálogo. En ese momento, nos damos cuenta que él es de naturaleza involuntaria. A medida que tratamos de relajarnos y dejar descansar a nuestra mente de este diálogo, vuelven a aparecer las palabras desordenadamente, como si estuviéramos involuntariamente deslizándonos hacia atrás, hacia una consciencia somnolienta. Detrás o debajo de cada diálogo pareciera que nos espera otro nivel de diálogo. Si nuestra intención es suspender la verbalización interna, la sola intención de no verbalizar, ya está siendo verbalizada. “Relájese. Deje que el diálogo interno se detenga. No se necesita verbalizar, omita las palabras”. Más diálogo, esto no es el final, si uno simplemente resuelve no verbalizar las instrucciones, o compulsivamente verbaliza que esto ha sido resuelto. El proceso de verbalización y metaverbalización puede, en principio, suceder indefinidamente nivel por nivel, cada nivel permaneciendo lógicamente diferente del nivel precedente. Subjetivamente estos saltos pronto se mezclarán unos con otros. En este punto, el silencio parecerá más lejano que nunca.

La noción de que existen niveles de verbalización son, en principio, concordantes con nuestra experiencia. El procedimiento es de aquí en adelante obvio, se irán deshaciendo en capas hasta que el silencio aparezca. Nos vendrán a la mente variados métodos para ayudarnos a ello. Por ejemplo, yo recuerdo que una vez tratando de hacer esto mediante el desvío de mis energías, lo que sucedía era que éstas mantenían el diálogo interior pero de otra situación. En mi situación personal, los mantras han producido el efecto de brindarme calma. Si yo me concentro en un mantra, entonces la capacidad de entrar en un diálogo interior va a estar limitada en energía o, por lo menos, las energías se van a focalizar alrededor del mantra. Sin embargo, mientras yo me concentraba en el mantra, me lo decía en voz alta o me daba cuenta que el diálogo interno se estaba produciendo en forma muy vívida, a pesar de que estaba siendo modificado para acomodarse al mantra. Más aún, en este momento se producía un flujo continuo de instrucciones que decían “hazte uno con el mantra para evitar la verbalización y relajarte.” En otros momentos, el dialogo interno estaba relacionado con las conversaciones y observaciones sin tener nada que ver con el mantra o el intento de eliminar la verbalización. Fue bastante desconcertante descubrir que la voz interna, con sus comentarios e instrucciones, no suelen verse afectadas por el mantra. En este punto se me ocurrió la idea de verbalizar la voz interior y el mantra. Con un poco de práctica, fui exitoso en escuchar el mantra cantado en forma armónica por dos voces distintas, la interior y la exterior. Para mi sorpresa, encontré que, en adición al canto interior, había otro nivel de diálogo que muchas veces se unía en proporcionar instrucciones, regaños, avisos, etc., y que en otras ocasiones estaba totalmente ocupado de otros temas no relacionados. Mientras con dificultad trataba de escuchar esta nueva voz, con reticencia me daba cuenta de que esta aproximación era inútil. No solamente estas varias capas se empañaban y se confundían sino que, además, tendían a aparecer, sin que yo me diera cuenta. con una voz nítida y clara que comentaba sobre las dificultades y las confusiones de las otras voces.

Fuera de ser inútil esta aproximación, se basa en un débil modelo. La idea de que se pueden ir arrancando las capas de verbalización de la misma forma como se pelan las capas de una cebolla, resulta ser equivocada. A diferencia de las capas de la cebolla, las cuales se pueden contar, las capas que existen en el dialogo interno son infinitas. Como lo mencionamos anteriormente, a pesar de que las diferentes capas se homogenizan, psicológicamente hablando, desde un punto de vista lógico cada una mantiene su propia identidad. Entonces, mi falla para penetrar en la capa final del diálogo, más atrás del cual está el silencio, es más fácilmente examinable desde una perspectiva lógica más que desde una psicológica. La razón de nuestra falta de capacidad para penetrar exitosamente los niveles de diálogo no está en que uno no tenga las habilidades, o no haya desarrollado suficientemente determinadas facultades, sino que el proyecto en sí tiene fallas. Si, por ejemplo, uno no puede visualizar a través de la vista interna, en forma precisa, una pintura compleja y detallada es porque nuestras capacidades de visualización no se han desarrollado suficientemente. Pero si uno no puede visualizar un circulo cuadrado, el problema no es de habilidades, sino que de la imposibilidad de llevar a cabo una tarea cuya descripción es inconsistente o incluye una contradicción. Para embarcarse en un proyecto de ese tipo hay que ser ciego al hecho que el objetivo es inconsistente de acuerdo con el método descrito para obtenerlo, o es completamente contradictorio.

Yo he procedido como si el silencio, o la mente en su estado natural manifestada a través del silencio, fueran algo separados de mi mismo. Yo como sujeto he encontrado el objeto de mis esfuerzos, mediante haber completado la remoción de las diferentes capas de diálogo. He estado buscando, tratando de ubicar, alcanzar, o descubrir algo. No me di cuenta que mientras haya alguien que esté desojando las capas y algo que sea deshojado, y mientras haya alguien que está trabajando y algo sobre lo que se esté trabajando, siempre habrá un otro más allá del último algo que alcanzamos. Esto es simplemente otra forma de decir que las categorías del sujeto y sus objetos son ilimitadas. El problema puede ser presentado de tal forma que sus contradicciones inherentes sean obvias. Obtener el silencio pasando más allá del último miembro del conjunto que llamamos “el sujeto y sus objetos”, es imposible porque se trata de un conjunto que no tiene un último miembro. Una vez que se ha tomado consciencia que el silencio no se descubrirá más atrás del último componente de una serie infinita, se puede ver que no se puede proceder a través de la relación sujeto-objeto. Sujeto y objeto per se deben ser trascendidos. Uno no puede alcanzar, encontrar, lograr, ubicar, o aproximarse al silencio excepto transformándose en él. Uno debe ser el silencio.

El hecho de discriminar entre sujeto y objeto es autogenerante. La facultad de discriminación, el ego, es a la vez el producto y el proceso, la creación de su propia actividad. La facultad y la actividad de discriminar deben ser tratadas simultáneamente.

En el contexto en el cual las palabras “callar” y “silencio” normalmente aparecen, figuran como sinónimos. A pesar de que el uso común no muestras fuertes diferencias entre estos dos términos, una reflexión cuidadosa sugiere una delicada diferencia en significado. Callar, parece más apropiado para describir situaciones en la cual la relación sujeto-objeto es operativa, por ejemplo, cuando todo está quieto y los sonidos ya no se escuchan. Uno puede tratar de acallar los latidos del corazón y una mente inquieta. Uno puede acallar a un niño asustado o a un caballo aterrado, o uno puede intentar acallar el mar agregándole aceite al agua. El callar puede caracterizar al sujeto o al objeto. Es un término discriminatorio. Por otro lado, el silencio se refiere a algo diferente. El silencio no involucra tanta observación o discriminación, pero sí participación. Se aplica en forma natural cuando la relación sujeto-objeto ha sido descubierta. Uno no trabaja u observa el silencio cuando uno está en silencio. Callar puede caracterizar lo que uno es o no es, mientras que el silencio se refiere al hecho de que la distinción entre lo que uno es dejó de existir. El silencio es más inclusivo y envolvente que el callar. Callar describe el ámbito local y está sumamente limitado a lo que uno observa, mientras que el silencio convoca lo eterno y lo ilimitado desde donde uno viene. Callar es algo que uno acarrea, el resultado del esfuerzo, o se produce por no hacer algo como, por ejemplo, por no generar sonido o no tener una actividad. El silencio no se produce por la falta de sonido o actividad; es lo que emerge en la ausencia de sonido y actividad. Callar es una imposición sobre las cosas, en cambio el silencio es un sustrato de ellas. Callar es separación, silencio es integración.

Meister Eckhart dice: “El silencio es el más puro elemento del alma, está en el lugar más exaltado del alma, en el núcleo, sí, en la esencia del alma. El silencio central está allí, donde ninguna criatura puede entrar, ninguna idea; allí donde el alma ni piensa, ni actúa, ni mantiene algún pensamiento ya sea de ella misma o de cualquiera otro.”

En “El Despertar de la Fe” de Asvaghosha se lee: “¿ Qué es lo que se entiende por la pura Esencia de la Mente ? Es la última pureza y unidad, la toda abarcante totalidad, la quintaesencia de la Verdad. La Esencia de la Mente no pertenece ni a la muerte ni al renacimiento, es increada y eterna. Los conceptos de la mente consciente han sido individualizados y discriminados por falsas imaginaciones. Si la mente pudiera ser mantenida libre del pensamiento discriminativo, no existirían más pensamientos arbitrarios que dieran lugar a apariencias de forma, existencias y condiciones. Todo está en su esencial naturaleza de una misma igualdad, ni variable, ni divida, ni destructible. Entonces se habla de la Esencia de la Mente”

El silencio es el camino hacia la mente natural, hacia la pura e interna autoconsciencia. Es a la vez una meta, un método, un estado de consciencia y una metáfora. Es principalmente como una metáfora que yo he tratado el silencio aquí. Pero es tiempo de dejar caer el silencio metafórico y absorber el silencio de la meditación.

Concluímos citando a Ramana Maharshi:

“El estado que trasciende la palabra y el pensamiento es el silencio. Es meditación sin actividad mental. Someter la mente es meditación. La meditación profunda es la palabra eterna. El silencio es siempre elocuente; es el fluir perenne del lenguaje. El silencio es elocuencia permanente; es el mejor idioma”.

Ralph Davis




Traducido y extractado por Angela Valladares de
Tarthang Tulku.- Reflections of Mind.-Dharma Publishings
Este artículo no ha sido publicado en la Revista ALCIONE

5 comentarios:

Thiferet dijo...

Que bien haber leido esto recien levantada, aún pronto para escuchar el ruido en las calles, temprano para que la mente tras haberse despertado este alterada por el dialogo.

Ha sido muy interesante leerlo, me llamo la atención lo de las dos voces cantando el mantra, personalmente en el mantra me meto completamente, sobretodo cuando canto desde el corazón y no desde la mente, y cuando se para de cantar entro en un estado de recepción...

Por otro lado, comentar que hay una práctica de Raja Yoga llamada Antar Mouna, el silencio interior, os recomeindo que indagueis sobre la seis fases que la componen ya que es largo para explicarlo en este comentario.

Un saludo

Luis dijo...

Me alegra comprobar que te ha gustado, gracias Ana por tu comentario. Es un placer tenerte por aquí. Practiqué un poco el silencio interior, durante meses, durante una hora al día, con técnicas propias, obtuve buenos resultados, no obstante con Antar Mouna estoy seguro que se obtendrán mejores.
Un Saludo

Luis dijo...

En la Qabalah y el Sagrado Tarot el Silencio está implicito en la Clave de El Juicio y la letra Shin. Letra Madre para el Fuego.
LEVI

Thiferet dijo...

Hola Luis, gracias por la bienvenida :)

Antar Mouna describe un método progresivo muy bueno.

Y en cuanto al silencio en la kabala y en el tarot, no se exactamente porque le asignas el silencio a Shin que personalmente relaciono mas con el sonido del fuego y de la respiración, en cuanto a su carta, El Juicio... si me esfuerzo podria encontrar relación, pero me interesa mas saber tus razones.

Personalmente el silencio en el arbol de la vida lo he experimentado en los senderos como la torre, el ermitaño y como no en la experiencia de Binah.

Un saludo

Luis dijo...

Hola Ana, un saludo.

Sabía del Dzogchen (Ati yoga) como el yoga de la quietud mental y del silencio, según un libro de Claudio Naranjo, el de "Entre Meditación y Psicoterapia".

Tu pregunta me ha hecho pensar que he hablado demasiado, la verdad, pero puedo decirte que el sonido del fuego es un crepitar como una Sss, igual que Shin, con S podemos escribir Sabiduría y Silencio y aquí hay una relación. Se me viene a la mente el dicho "Aquel que no sabe está pronto a atribuirse la sabiduría, pero el que verdaderamente Sabe guarda Silencio"...

Por lo demás sabemos que el silencio lo podemos experimentar en muchos y diferentes momentos, lugares y experiencias. Por ejemplo en el colgado como quietud mental...

Un abrazo
LEVI