domingo, 30 de mayo de 2010

Libro del Tesoro. Alfonso X el Sabio

Tratado del Tesoro, llamado por su difícil inteligencia el Candado, que escribió el Rey don Alfonso el Sabio. (Códice de Sevilla)

1. Llegada la fama a mis oidos,
que en tierra de Egipto un sabio vivía
con tanto saber que facer podía
presentes los casos que no eran venidos.
Los astros juzgaran, ca estos movidos
por disposición del cielo, fallaba
los casos que el tiempo futuro ocultaba,
bien fuesen presentes antes entendidos.

2. Codicia del sábio movió mi aficion,
mi pluma, mi lengua, y con humildad
postrada la alma de mi Magestad
que tanto poder tiene una pasion.
Con ruegos le hice la mi peticion,
y le mandé por mis mensajeros
haveres, facienda, y muchos dineros
allí le ofrecí con sana intencion.

3. Repúsome el sabio con gran cortesía:
maguer vos, Señor, seais un gran Rey,
no paro mientes en aquesta Ley
de oro nin plata nin su gran valía.
Serviros, Señor, en gracia tenía,
ca non busco aquello que a mi me sobró
e vuestros averes vos fagan la por
que vuestro siervo Mais vos querría.

4. De las mis naves mandé lo mejor,
e llegada al puerto de Alexandría,
el físico astrólogo en ella salía,
e a mi fue llegado cortés con amor:
en los movimientos que face la sphera,
siempre le tuve en grande manera,
ca siempre a lo sabios se debe el onor.

5.
La piedra que llaman filosofal
sabía facer e me la enseño,
fecimosla juntos, despues solo yo,
con que muchas veces creció mi caudal:
e bien que se puede facer esta tal
de otras materias, más siempre una cosa,
yo vos propongo la menos penosa
más escelente e mas principal.

6.
Tuve suso desta estudios de gente
de varias naciones, mas non ca en tal caso
delos Caldeos hiciese yo caso,
nin de los Arabes, nacion diligente.
Egipcios, Siriacos, e los del Oriente
quel Indico habitan e los Arracenos,
ficieron mi obra e versos tan buenos
que honran las partes del nuestro Occidente.

7.
El tiempo presente, ni era conocido
de crédito sano e de buena verdad
para que vos en la posteridad
non vos parezca que en algo he mentido:
lo que yo quiero es non sea perdido
la gran valía deste magisterio,
mas non quiero dar un tan grande imperio
a ome quen letras non sea sabido.

8. Por ende fingime la Sphinge Thebana
e yuso de cifras propuse verdades:
maguer sea escura por ella sepades
ca las sus palabras no son cosa vana:
si aveis entendido esta grande arcana,
non lo pongais en conversación,
guardaldo en la cifra de aquesta impresión,
si vos entendeis como esto se esplana.

9. Mi alma presume e lo pronostica,
segun que los astros falla en tal sazón,
ca aquel a quien diere el cielo este don,
a ser como Rey el cielo lo aplica:
empero seyendo de cosa non chica
aqueste tesoro, ahora de tener,
ca seyendo a demas de gran menester
mas que fue Midas a tal será rica.

10. Finida esta obra por nuestro horizonte,
subía la imagen de Deucalion,
al qual dominante por aplicación
cataba el Señor del décimo monte:
este promete corona e la fronte,
o gran principado por sus cafamientos,
o dar el tesoro a los nacimientos
ca aquesta figura en algo les monte.

11. Si sois de mi patria o mi parentela
consejo vos quiero dar no pequeño,
ca si del tesoro vos fueredes dueño,
lo deis todo a aquel que a vos lo revela:
con esto eredes señor de esta tela
si la dais a quien aquesto es poquito
ca bien tiene otro tesoro infinito
eterno e librado de toda procela.


LAPIS PHILOSOPHORUM

DEL TESORO
LIBRO II

La obra pasada del Lapis muy pura,
a tan infinita es en multiplicar
ca nunca se arredra de dar e mas dar:
es a semejanza de la levadura;
mas si vos queredes de otra fechura
los quatro elementos ver apartados,
catada como sigue en versos trovados,
ca es de facer mas breve e segura.

..................
12. Esta mageria del Lapis llamada
de diversos nombres por hombres prudentes,
ya questo fue causa que los no sapientes
cuidaron ser cosa en cosas hallada,
y la su materia a tanto igualada
es humedo y seco; ca no quiere dar
lo uno sin lo otro, ca en singular
contiene dos cosas de una vegada.

13. Supremo es el grado del seco que tiene
el humedo en grado supremo se halla,
el calido y frio en esta batalla
en grado supremo también se contiene:
de aquesta igualdad el nombre le viene
y cada qual destas y su calidad,
que el humedo junto con la sequedad
cada cual de estos una contiene.

14. El nuestro Hermes dice que es Cielo
y tierra y mar, otros que es hombre y muger:
de tal matrimonio se suelen hacer,
otras enigmas, ca sirven del elo:
la gloria e infierno mostrada en el suelo
la llaman algunos de agua y de tierra,
otros el frio que el calido encierra;
tanto los sabios varian el zelo.

15. Al antiguo Caos a mi parecer
de quatro elementos conglutinados
aqueste compuesto es asemejado,
quando discurro se viene a facer:
el Cielo y la tierra por si viene a ser;
una quinta esencia es en grado todo,
mas esta materia tiene en si tal modo
que todas las cosas viene a comprehender.

16. En esta materia se hallan unidos
los quatro elementos en partes iguales,
ca, si unos caminan, los otros son tales
que aquestos de aquellos van siempre seguidos,.
y tanto se igualan con sus parecidos
en qual vegetal, animal o minero
podeis hallar cosa mejor, como espero
que a vos será nota, como a los sabidos.

17. Tomad el mercurio así como sale
de minas de tierra com mucha limpieza
pasadlo por cuero por la su maleza,
porque mas limpieza que questa no cabe:
haced que su peso a tanto se iguale
con onzas doce al dicho compuesto,
en vaso de vidrio despues sea puesto
con otra materia, ca otra no vale.

18. Y por queste vaso coviene que tenga
espherica forma y larga garganta,
la anchura catad que venga a ser tanta
que dentro de una gran puño cerrado contenga;
la su garganta maguer sea luenga
no pase de un palmo de la vuestra mano
para que el sigilo del Egipciano
calle su boca, cual mas le convenga.

19. Y en vaso de tierra poned desta cosa
adonde cenizas circulen el vaso
hasta la garganta, y no sea escaso
en las apretar con mano preciosa;
y luego con mano muy artificiosa
un horno de barro le fabricareis,
tan ancho en redondo, ca un brazo pondremos
de grueso y medida la mas anchirosa.

20. En olla pondreis, no en el fondo de aqueste,
mas solo en su canto esté perpendida
sobre dos hierros, ca la su meida hagan diámetro en cruz medio de este;
porque el calor en todo le preste,
y luego la olla poned de carbones
en fuego tan manso que las sus pasiones
no empeza la mano, maguer que la evite.

21. El vaso del fuego así sea arredrado
que un pie puede aver, de yuso asta suso;
esté bien cerrado el horno y recluso
y el manso calor le haga buen grado:
el nuestro sentido no sea turbado,
empieza por este fuego primero;
ca, si lo hazeis igual al postrero,
y habreis echo un pecho de hombre alentado:

22. Aurá dos vegadas pasada la Luna
por los animales, ca facen el mes
al Sol, acatando el grado, ca es
llamado Sextil, sin duda ninguna
...................
fara la su Maestra, e vos con cuidado
sabreis que lo humedo ya le es menguado;
aquesta materia tan sola que es una.

23. Tal cual el tiempo en la mina hace
del Sol ayudado, y de otros influxos
quando despide a la tierra su influxo
y el humedo exala, ca en sus venas yace,
en tanto de aqueste ella se desplace,
ca en sulphur convierte la parte que fue
concluido antes, qual todo se vé
como a la Madre natural le place.

24. Aquesta es la parte que llamaron tierra
o sulphur muger, lo calido es seco,
porque quando hizo su primero trueco
la parte faltó, ca el humedo encierra:
el qual la materia, a quien hizo guerra
la ausencia que Ulises hizo de su Itaca:
tal esta viuda esferica y flaca
aguarda el marido que se le destierra.

25. Ponedle otro peso igual al primero
de timido azogue de minas muy puro;
con esta mistura obrad muy seguro
en vaso de mano de buen vidriero;
porque el primer vaso como el postrero
avrá de ser uno o su semejante,
mas si lo podeis pasar adelante
el vientre primero es mas verdadero.

26. Faced en tal guisa la obra siguiente,
ca la cimenteis al fuego de antes,
porque es a saber ca es mucho bastante
ca, si no le deis el fuego creciente;
mas antes haced que no sea ardiente
y vayan pasando noches y dias,
ca, si vos facedes aquestas porfias
ellas os darán señal excelente.

27. E veredes la obra en suma negrura
trocando aquel ser de como nació,
ca no sería ya la cosa que obró
en sus entrañas la Madre natura;
e la que antes era tan líquida e pura
en la semejanza será de la tinta;
tanto será la forma distinta
de aquel ser primero de aquesta criatura.

28. No viste la casa ca fizo la seda
por si el gusanillo a donde murió,
allí su cadaver por muerto fincó
en casa, ca fizo en donde se enreda:
ca a la corrupcion en esta non veda
en se refugir en forma distinta
de la su primera, pues nace y la pinta
uy vive con alas en forma mas feda.

29. Así nuestra obra comienza a vivir
de espiritu nuevo en nueva sustancia,
donde dispone la perseverancia
de cuerpo a quien sangra le vino a servir:
non consintedes os vuelvo a decir,
ca mayor fuego la faga combusta
ca así la fará colerica, adusta
y al cuerpo la sangre vendrá a destruir.

30. En donde vereis el mas excelente
secreto de aqueste que es obra divina;
maguer que al olfato parezca a retina
supuesto que olor muy malo se siente,
señal es llegando a aqueste accidente
el punto mas grave de aquesta lavor;
y así sustentad el mismo calor
en su primer grado permaneciente.

31. Despues de pasado el primer color
vereis otros muchos en sus diferencias
ca, son semejantes en sus dependencias
al arco de Iris en su resplandor:
con la sequedad del liquido humor
viene a ser esto de varia pintura
hasta llegar a suma blancura,
adonde aumentad un poco el calor.

32. Non vos fatigue, amigo, la obra
ni se desatine la vuestra paciencia;
ca, este es el vinculo de vuestra herencia
quando a la piedra lo blanco le sobra:
ca la fixacion entonces se obra
y no puede ser jamas desunida
e aunque por fuego fuere ella encendida,
pues su fixacion entonces se cobra.

33. Creced, como os digo, el fuego en un grado
hasta llegar a tanta blancura
que se asemeje a la nieve muy pura
la qual Elixir de plata es llamado:
mas por ser el Sol metal mas preciado,
dexadlo en el vaso con el mismo fuego
fasta la piedra venir a ser luego
en color cetrino el blanco mudado.

34. Ende creced el fuego otro grado
hasta llegar al roxo muy puro,
en todo uniforme mostrandoos seguro
el cuerpo en lo alto del vaso elevado:
sera duro y leve según he notado
diaphano y claro color de Rubi
....................
porque el gran Dios de mi sea alabado.

35. En vaso de barro aquesta metedla
que tenga cubierta de oro cual él, como cazuela, y de este y de aquel
ca junta con lienzo, y con barro asida
en que tres vegadas pueda ser metida
por el cuerpo la piedra para su grandor
y al reverbero del fuego y calor
de llamas de leña hareis sea cocida.

36. Aquí pues la piedra se hará calcina
dentro de diez paralelos del Sol
y al fin sacadla de aqueste crisol,
será hecho polvo la gran Medicina;
primera materia que a todo se inclina,
do no ay calidad por ser quinta esencia,
ca todo se aplica y tiene potencia
para toda cosa a que se encamina.

37. En este principio de naturaleza
no es oro, ni plata, ni otro mineral
n forma sujeta a algun vegetal,
mas disposicion que a todo endereza:
si al oro se aplica, del toma firmeza
para convertir en oro las cosas;
si al hombre, lo mismo por obras famosas
le da suavidad con suma certeza.

38. Debaxo de este oro que es impalpable
catad que se falla un atierra luciente,
empero muy negra y resplandeciente,
mas no es para cosa que sea loable:
....................
bien que es menguado de toda fusion
e si en los metales no hace impresión
ca su sequedad es mucho admirable.

39. Mas sed vos quitado de restituir
a la sequedad el humedo, quando
por partes iguales se viena ajustando
quanto es la mageria de vuestro Elyxir:
limpio el azogue habeis de añadir
de pesos iguales, y todo en mistura
en el mismo vaso, o otros su hechura
tenudo sereis de lo recluir.

40. Y como primero hicisteis del fuego
así lo faced en este camino:
que en tiempo mas breve el negro divino
vereis y colores de su primer fuego;
y hasta llegar al roxo que luego en piedra se torna mas que el Rubí
de vista excelente cual es la que vi:
el que no lo cree sabed que va ciego.

41. Por claras palabras la verdad os digo
y como lo hice, y vi su valor
así lo faced con grande primor,
ca no es engaño pues yo soy testigo;
y al Dios de las gentes por ello bendigo
ca, como sabeis, me hizo abastado
de ciencia, y riqueza, de amor y estado,
pues de estos jamas anduve mendigo.

42. Y si vos quereis que aquesto convierta
en ciento una parte aquesto infinito
e antes que tenga fermento oscito,
seredes tenudo por cosa muy cierta:
a ciento de azogue en luna no muerta
estando caliente, ponedvos ayna
una de aquesto, será Medicina
ca sin para oro, no cierra la puerta.

43. Del Sol calcinado juntad una parte
con quatro de azogue bien puro y purgado
y a quatro de aqueste le serán juntado
una de vuestro Elixir, según arte:
en vidrio lutado ponedlo a un aparte
e encendedle de suso fuego de carbones
e diez dias, si sufre aquestas passiones,
para convertirle será grande parte.

44. Y vos si quereis hacer proyección,
poned en crisol cien partes pesadas
de azogue con brasas de fuego inflamadas,
le fagan sentir la su inflamacion;
y cuando el azogue padezca passion
y en horno comienze a quererse ir,
echadle una parte de vuestro Elyxir;
en somo ponedle de barro un tapon.

45. A poco de rato dexadlo enferiar,
será para muchos de gran Medicina
cien partes de azogue purgado domina
en oro muy puro lo hace tornar;
mas si vos quereis mas escatimar,
en plomo faredes esta operación:
que no se recela por la su impresión
a todo metal en oro tornar.

46. A todo se aplica, y en si lo convierte
en un natural bien complexionado,
la mitad de un grano de aquesto tomado
por boca le hace al hombre ser fuerte:
....................
que tanta salud no tubo ninguno,
y el tiempo que a todos es importuno
aqueste le lleva sano hasta la muerte.


Alfonso X el Sabio

EL FIN DE HIPATÍA/Mario Satz



La mujer dejó los poliedros regulares de madera junto a la ventana que daba al mar, suspiró e hizo caso omiso a la gritería que llegaba desde la calle. Hacía menos de una década que la turba cristiana había destruido la biblioteca del Serapeum, llamada la Hija. Ahora, en la Madre, ubicada en el corazón mismo del Museion fundado por el rey Ptolomeo Soter, los restos del vástago habían vuelto al seno fresco de su progenitora junto a los papiros enrollados con las fórmulas de Babilonia, las letanías de Menfis y los versos de Calímaco y Teócrito. Los textos de metalurgia y medicina subían por las estanterías de madera muy cerca de las albercas en las que nenúfares tranquilos desplegaban blancos de paz sobre una crispación tan invisible como inminente. La mujer había hablado con sus alumnos por la mañana para explicarles la precisión de Platón en sus juicios geométricos, agregando que nada era más universal que el triángulo, el círculo y el prisma. Diciéndoles que así estaban escritos los íntimos secretos de la naturaleza, en figuras y números.

La mujer tenía la sensación de vivir en una nave de luz que con dificultad surcaba una negra tormenta entre olas de ignorancia, desprecio y futilidad. Era respetada por sus discípulos y amigos y, a su vez, como alumna de los maestros del Museion, respetaba a sus ancianos mentores. Se sabía viviendo en un área de privilegio que constituía, también, la prolongación didáctica de un foco cultural anterior. Muy cerca de allí, entre las ásperas pirámides ocres de los primeros faraones, la Per Ankh o Casa de la Vida había sido, para los escribas y sabios, una suerte de Museion. Todas las bibliotecas eran hijas de otras bibliotecas como los hombres hijos de las mujeres. Más allá de la serenidad de los papiros y más acá del instrumental de los astrónomos y los físicos, se oía el ronco jadeo de la masa liderada por Cirilo, el hirsuto patriarca. Intolerante y cruel. Aquel para quien un dios nacido en Palestina, muerto y resucitado no tenía nada que ver con Osiris, ni su madre virgen con Isis la Sabia, ni el pomposo amor por el prójimo con el prójimo real.

La obra de la mujer abarcaba tres textos sobre geometría euclidiana comparada con la arquitectura egipcia más un libro de dibujos. En esos momentos culminaba otro sobre la filosofía de lo curvo y de lo recto. Era morena, pequeña y tenía ojos claros. No se había casado, pero conocía a los hombres lo suficiente como para tolerar sus fatuidades, apartarse de sus iras y admirar sus candores. Si los números de oro de Pitágoras hubieran sido criaturas las hubiese desposado o adoptado, tanta admiración y belleza le merecían. En ello pensaba al salir del Museion a la hora en que la clepsidra del patio marcaba el declive del sol. Subió a su vehículo y dio orden al servidor nubio de que la llevara a su casa. Soplaba una brisa que olía a incendio, a carne quemada, y llegaba hasta ella envuelta en alaridos. La mujer no tuvo tiempo de saber si aquello era una plaga de langostas gigantes o la horda del patriarca Cirilo. La golpearon, desmayaron y llevaron al Serapeum. Con manos sucias y ansiosas arrancaron las baldosas geométricas que ella misma había dibujado en la biblioteca Madre. Eran azules, blancas y rosadas. Los golpes le quebraron primero los brazos y luego los pies. El dolor la paralizó y el tufo del incienso que esparcía sobre las baldosas el patriarca Cirilo le pareció abominable. Vio estrellas que nacían bajo los golpes, tenues formas del padecimiento. Vio morir con ella a Platón y a Plotino, a Porfirio y a los teoremas de Filadelfo que, en cierto modo, eran ilustrados por aquellas piezas cuadradas y duras, instrumentos de su muerte. Unos momentos antes de desvanecerse para siempre pensó que la cultura de los hombres comenzaba arrastrándose, jadeando, llorando y amando hasta llegar a la cifra vertical, al momento sin sombras del mediodía arquitectónico para, tras mirarse unos instantes en los ciclos eternos y los espejos de cristal de los axiomas, volver a caer en el llanto y la ciénaga de los sentimientos, entre el desprestigio del pensamiento y el orgullo de las lágrimas y la sangre, que anega por igual y en su denso fluir suspiros de amor e ideas de pena. Allí estaba ella ahora, desgarrada, tendida como un papiro verde destrozado por el viento del odio sobre la geométrica herencia de los sabios helenos. Antes de expirar se dijo a sí misma que:´´ Rota la perfección de las formas, desquiciado el saber, un errático alarido proclama la furia de su fe´´.

La mujer se llamaba Hipatía y murió asesinada una tarde de otoño del año 415 en Alejandría. Poco más de mil años después, desconociéndola, el monje cristiano Luca Paccioli la honró venerando los mismos poliedros platónicos en una obra cuya divina proporción aún nos asombra. La belleza se detiene en el número, pero el número acaba, tarde o temprano, por destrozarla.

Mario Satz

LOS COLORES Y LA KABALA Por Mario Satz

1) San Juan de la Cruz, el mito del ave fénix, el valor de la sangre y la kábala

Al comentar el verso 17 de su Cántico anota San Juan de la Cruz lo siguiente:"...que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor, tanto, que parece consumirse en aquella llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace de nuevo."(1) Es ésa la única vez en toda su obra en la que aparece la figura del ave mítica. Comparándola a las labores del alma, a su metanoia mística y, muy especialmente, a su familiaridad con el fuego,el poeta nos revela la metamorfosis que esa figura simbólica había alcanzado en las mentes del Renacimiento. Para la época que en San Juan de la Cruz escribe, siglo XVI, ya los bestiarios medievales habían asimilado la figura de Jesús a la del fénix. En elPhysiologus griego (2) leemos:" Pues el fénix asume la figura de Nuestro Señor,cuando, al bajar de los cielos, trajo consigo ambas alas llenas de olores agradables, las excelentes palabras celestiales, de modo que cuando extendemos las manos en plegaria, nos vemos llenos del agradable perfume de su misericordia". La versión siríaca incluida en el citado documento todavía agrega: "Cada fénix es único; vive para él solo, y no está comprometido por esponsales. Viaja a la tierra de Egipto cada quinientos años, y lo ve el sacerdote a mucha altura sobre el ara, mientras llega de Oriente. Y cuando llega trae bajo las alas canela perfumada y otras especies; recoge madera, la amontona sobre el ara, se tumba de espaldas sobre la leña ardiente, y resulta quemado del todo y convertido en cenizas. Y de las cenizas sale un gusano, que crece hasta convertirse en un pajarillo, y al que le salen alas; al tercer día recupera su aspecto físico íntegro, y se transforma en un fénix completo y perfecto, como lo era antes. Entonces se pone en camino y vuela hacia la India, donde vivía antes."

La introyección que el poeta castellano lleva a cabo es sintomática de una mors iniciatica insoslayable por la que pasan todos aquellos que, como los mistes en la tradición eleusina, quieren ver en su propio corazón el espectáculo de la creación y extinción de los mundos. La prueba de fuego, para el ámbito cristiano, ya la había señalado San Pablo en 1 Corintios 3:13: "Y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará". Ese ignis probabit, de larga data en la Orden del Carmelo, se remite al profeta Elías-su santo patrón-y también, a nuestro juicio, al mundo secreto de la Kábala, en cuyo seno las metáforas ígneas son constantes y responde a etimologías tan precisas como alucinantes. Si acudimos a una período tan distante del nuestro como es el del judaísmo talmúdico, hallamos este sorprendente pasaje en el que se explica: "¿Con qué pueden compararse las palabras de la Ley (Torá)? Las palabras de la Ley pueden compararse al fuego. Como el fuego vienen del cielo y como el fuego son perdurables. Si un hombre se acerca mucho a ellas se quema, y si se aleja se hiela. Si son instrumento para su trabajo, salvan al hombre. Si se sirve de ellas como medio de ruina, lo pierden. El fuego deja la marca en todos los que lo usan. Eso mismo hace la Ley. Cada hombre dedicado al estudio lleva impreso el sello de su fuego en sus hechos y palabras". (Sifre Deut. Berakah, 343) (3) Un fuego que no es el heraclitiano que arde, enciende y apaga las estrellas en las profundidades del cosmos tanto como el intracelular, la marca fosfórica de los artesanos del alma, entre quienes sin duda San Juan de la Cruz se cuenta como uno de los mayores. Y como ocurre que el fuego iguala, en su ardor, todas las cosas, estamos ante una constante imaginaria cuya raíz, por qué no, habría que buscarla en la fisiología del sistema circulatorio humano o, más aún, en el corazón que la hace posible. San Pablo, San Juan de la Cruz y los kabalistas proceden todos el mismo fuego, el eshdat o Ley de Fuego que aparece en el Antiguo Testamento.

La Kábala, tradición oral que complementa a la escrita y que es, entre otras cosas, un arte de escrutar los entresijos de la Escritura, la Kábala comenta en sus escasos pero valiosos textos lo que ese corazón, eje purpúreo de las corrientes sanguíneas, significa en el seno de Israel, y lo hace de tal modo que nos es posible inferir una conexión misteriosa entre la actividad poético espiritual del santo de Fontiveros, la sangre, la palmera y el simbolismo de la muerte y resurrección en el ara de nuestra propia conciencia. "Todas esas santas formas –consigna el Bahir o Libro de claridad, texto provenzal del siglo XII– han sido ofrecidas a las naciones, pero el Santo, bendito sea, se ha reservado para sí el cuerpo del árbol así como su corazón. Del mismo modo que el corazón constituye el más espléndido fruto del cuerpo, así ha tomado Israel el fruto del árbol esplendor. Así como la palmera está rodeada de ramas y en su centro está el lulab, así ha hecho Israel con el cuerpo de ese árbol que es su corazón. La palmera simboliza la columna vertebral del hombre, su pilar esencial. Siendo así que la palabra lulab contiene las letras lámed-bet más el prefijo que denota pronombre posesivo de tercera persona, lo, hay que ofrecerle al Creador el corazón, lo-leb. ¿Y qué significan las consonantes lámed y bet? Aluden a los treinta y dos senderos de la Sabiduría delicadamente ocultos, que confluyen hacia el corazón y cada uno de los cuales está regido por una forma especial, de las cuales se dice en el Génesis 3:24: "Para guardar el camino del Arbol de la Vida".

Si el mencionado árbol no es la palmera ¿cuál es? Mejor dicho, si el Arbol de la Vida supera la muerte que supone comer del otro, el del Bien y del Mal, fénix y palmera deben estar relacionados en el gran tapiz mítico que nos legó el Mediterráneo. Relacionados, cuando menos, como dos hebras que se tocan por detrás de la trama, en la oscuridad del inconsciente colectivo, allí donde las etimologías cesan por un momento de ser engañosas para convertirse en huellas claras de un saber más antiguo. El poeta Ovidio cuenta en sus Metamorfosis (15, 392-410), que "el fénix, cuando ve que los quinientos años están a punto de cumplirse, hace su nido en las ramas de una palmera (in ramis tremulaeue cacumine palmae)." El pasaje da cuenta de una semejanza, de una homofonía singular: foinix que significa rama de palmera, palmón, al mismo tiempo alude al color rojo purpúreo o escarlata. El vocablo griego foiníos (emparentado con el anterior)indica un color rojo sangre, de donde volvemos a la fenomenología cordial antes mencionada. Los juegos de aliteración que realiza el Libro de la claridad responden, creemos, a dos verdades indiscutibles: la primera de ellas nos recuerda que la Torá o Ley hebrea comienza con la bet del principio del Génesis, bereshit, y acaba en el libro del Deuteronomio con la lámedde la palabra Israel. La segunda, que las consonantes lámed-bet articulan, juntas, la palabra corazón, leb. Y es por ello, para justificar una coherencia secreta que el mencionado texto kabalístico volverá una y otra vez sobre ambas letras hasta convertir al palmón sagrado, (lulab ), en un don ofrecido al Creador, (lo leb).

No es necesario que el poeta San Juan Cruz conociese tales precedentes míticos y literarios para que explicase, en el comentario a su poesía, los trasportes, cambios de color y temperatura por los que pasa el alma dedicada a la meditación crística, pero ciertamente nosotros no podemos ignorarlos tras los relevamientos arqueológicos realizados por la historia comparada de las religiones, la fenomenología poética estudiada por Gastón Bachelard y, sobre todo, los trabajos de la escuela de psicología de las profundidades de C.G.Jung. Sin embargo, la Kábala no constituye propiamente una mitología en el sentido lato de la palabra; antes bien se plantea como una exégesis de la palabra escrita a la que la palabra oral modifica según sean las necesidades de la época, por lo que, más que un sistema cerrado –cosa que, en el fondo,es toda mitología– constituye un arte de la fuga por medio del cual el kabalista escapa mediante nuevas y sucesivas sinapsis creadoras del determinismo establecido por las distancias existentes entre sus neuronas. Conocemos las bases del código genético, pero no el azaroso rumbo de sus miles de millares de combinaciones. De la misma manera, sabemos cuantos signos tiene la Torá, de qué libros se compone e, incluso, desde hace apenas un siglo, hasta qué punto es tributaria de distintas corrientes o estilos, la elohísta y la yahavista. Pero eso nada agrega ni sustrae al sentimiento poético por medio del cual ave fénix, alma humana, rama de palmera y lenguaje sagrado nos transportan al delta interior de la sangre, por cuyos laberínticos glóbulos fluye aún la imagen inmortal del fuego.

"El fénix es doblemente solar –anota Marcel Detienne (4). En primer lugar por los colores de su plumaje: unas (plumas) son de color dorado y otras de rojo vivo. En el vocabulario griego de los colores foinix indica al rojo púrpura, un púrpura que aparentemente tiende hacia el oro y significa el brillo luminoso más intenso. Pero las afinidades del fénix con el sol también se leen a través del espacio que habita este ave. El fénix no abandona la tierra de los árabes más que para ir al santuario de Helios, o al Altar del Sol. Esta solidaridad con el fuego del sol adquirirá en toda una tradición dos formas alternativas, que se corresponden a dos ciclos, uno diario y otro anual. En el primero de ellos, el fénix está íntimamente asociado al recorrido del sol, a quien escolta todas las mañanas, haciendo como de una pantalla móvil que evita a la tierra las quemaduras que podría infligirle el astro. En el segundo, el fénix se halla sometido al ritmo del año sotíaco, este ciclo egipcio de 1.461, reducido a 500 en la tradición grecoromana, y definido por la concomitancia entre el horto helíaco de Sirio (Sothis) y la aparición del sol, coincidiendo con el comienzo de la crecida del Nilo".

El Séfer yetzirá o Libro de la formación, documento kabalístico aún hoy en uso en la mayor parte de los círculos de estudio del tema y que data de los siglos III o IV de nuestra era, se insinúa que el Tetragrama y el sol, en hebreo shemesh tienen el mismo origen. (5) Y que los signos del zodíaco, los meses, las tribus de Israel y –en la periferia– otra vez las chispas o letras del Nombre Inefable en distintas aliteraciones, constituyen esas formas del mundo a las que aludirá, muchos siglos después y en la Provenza francesa, el Bahir o Libro de la claridad. Pero incluso si no fuera así,si tal asimilación fuera pura metáfora, no podemos negar que todos los fuegos del universo, los internos –volcánicos, nucleares y fosfóricos–, y los externos –estelares– tienen un mismo linaje. Para los alquimistas medievales y los poetas místicos del Renacimiento, el fuego era el inevitable rito de paso a través del cual el alma del operador o artifex cambiaba de estado, pasando de lo que San Pablo denominaba –con genial perspicacia– alma viviente, a un nivel superior llamado espíritu vivificante. En términos sanjuaninos eso es "amada (el alma) en Amado (espíritu) transformada". Tal tránsito, sutil, continuo entre la parte y el todo, la criatura y su Creador, cada individuo en el seno de cada especie y cada especie en el diorama íntegro de la Creación, es percibido como un latido amplificado que los kabalistas sienten transcurrir entre las operaciones descendentes del orden aparente de las Escrituras señalizado por las consonanteslámed-bet, que juntas dan lugar a bal, voz que en hebreo significa no, nada, negación, y las operaciones ascendentes del orden secreto de la Torá, que están contenidas en el revés de bal, es decir en el leb o corazón. De manera tal que los rollos de la Ley se mueven entre sus polos inicial y terminal como el corazón entre sus latidos, para renovar el oxígeno de la sangre a la vez que los sentidos circulares del texto; de modo semejante a como el alma , tras el fuego de la combustión que el mero acto respiratorio supone, tiene, cual fénix, su "fin en su comienzo y su comienzo en su fin" (Yetzirá, Capítulo 3, párrafo primero).

Pues bien: San Juan de la Cruz asimila de tal manera su alma a los movimientos místicos del fénix, que imprime a su lenguaje poético el vaivén de las llamaradas, el oscilar del Espíritu Santo, que-como sabemos-habla por sus "lenguas de fuego" (Hechos de los apóstoles, 2:1). Como discípulo que es de la Orden del Carmelo, tendrá siempre presente la escena paradigmática de 1Reyes (18:24) en la que leemos: "Invocad luego vosotros (dice Elías) el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová, y el Dios que respondiere por medio del fuego, ése sea Dios". El sintagma original que traducimos por "en medio del fuego" es en hebreo ba-esh, palabra que también puede leerse como un venir en el futuro, un llegar a ser, ba, a través del fuego o esh, cuyo retorno eterno puede leerse incluso en la voz shab, incluida en el citado sintagma. Si además de ello sé que la letra alef, a la que ese retorno se lleva a cabo, simboliza a Dios, siendo, a su vez, hipóstasis de su infinitud, habré llegado a la misma conclusión que la que el mito del fénix postula. El fuego del principio es idéntico al fuego del final, pero mi pasaje, mi metamorfosis a través de él no lo es.

¿Acaso no puede decirse de la sangre que nos recorre día y noche que es la misma y también distinta cada vez, y que en el movimiento oscilatorio armónico establecido entre su cauce arterial y su cauce venoso está contenido todo el misterio aléfico de la identidad y la semejanza entre la criatura y su Creador? La Kábala ve en la sangre, dam, más de la mitad del nombre de Adám, el primer hombre, el hombre arquetípico, pero también percibe el alto silencio, dom, que en su fluír arrastra la luz de la creación del mundo. Un silencio que condice bien con el pájaro solitario de San Juan de la Cruz, cuyas condiciones meditativas son cinco. A saber: "la primera, que ordinariamente se pone en lo más alto; y así el espíritu en este paso se pone en altísima contemplación. La segunda, que tiene siempre vuelto el pico hacia donde viene el aire; y así el espíritu vuelve aquí el pico de el afecto hacia donde le viene el espíritu de amor, que es Dios. La tercera es que ordinariamente está solo, y no consiente otra ave alguna junto a sí, sino que, en sentándose junto alguna, luego se va; y así el espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios. La cuarta propiedad es que canta muy suavemente, y lo mismo hace a Dios el espíritu a este tiempo, porque las alabanzas que hace a Dios son de suavísimo amor, sabrosísimas para sí y preciosísimas para Dios. La quinta es que no es de algún determinado color, y así es el espíritu perfecto, que no sólo en este exceso no tiene algún color de afecto sensual y amor propio, mas ni aun particular consideración en lo superior ni inferior, ni podrá decir de ello modo ni manera, porque es abismo de noticia de Dios la que le posee, según se ha dicho." (Cántico, 13-14,24).

La soledad del pájaro solitario es algo que conocen muy bien los kabalistas, porque al margen del trabajo de las zugot o parejas, cada estudiante está sólo frente al tablero mágico de la Torá, en la que los meandros de los treinta y dos senderos de la sabiduría acabarán, algún día, por refluír hacia su corazón. Por otra parte, el hecho de que el pájaro no posea un determinado color, y que nos lo hace imaginar transparente, aludiría al instante en que el fuego que consume al fénix determina al mismo tiempo su recreación. En cuanto al abismo ¡quién que no lo haya experimentado puede hablar de él, y quién que lo haya sentido confiará ya en las palabras que expliquen sus aventuras en tales profundidades! La Kábala –sostenía el profesor G. Scholem– es una mística del lenguaje, y por lo mismo, me atrevería a decir, una poética. Pero no es una poética preceptiva, a la manera de la de Aristóteles, sino que es un ars combinatoria cuyo fin último es despertar la mente del combinador a situaciones vitales inéditas tal como el ajedrecista que, en el despliegue continuo y constante de su habilidad para el juego, desarrolla el sentido de la previsión.

San Juan de la Cruz labró para nuestra lengua, el castellano, pocas pero exquisitas metáforas. Frases cuya sugestión continúa aún ejerciéndose sobre nosotros, lectores del siglo XX. Su obra, como la de los kabalistas, nada sería sin la existencia previa de la Biblia y sobre todo sin la existencia de ese prodigio de síntesis y sutileza ontológica que constituye el hebreo clásico, lengua llamada, hasta hace menos de un siglo, sfat malajim, el habla de los ángeles, el idioma en el que debió haber hablado Adám cuando nombró con alegría todas las maravillas del mundo que le rodeaba.

Me atrevería a afirmar, incluso, que el mito de la muerte y resurrección del ave fénix, paralelo al del hebreo, nos concierne hoy y aquí, porque después de quinientos años los judíos vuelven a hablar esa lengua entre nosotros, resucitando en la tierra uno de los vastos proyectos del cielo de la sociología: el retorno de los hijos de Israel a su solar natal, a sus fuentes, veneros, montañas y árboles. Como el ave fénix, Israel es y no es quien era, pero siempre será lo que fue –un puente entre naciones, un corazón entre los pueblos al decir del Yetzirá y del poeta Yehuda Haleví– del mismo modo que San Juan de la Cruz reciclará una y otra vez para su Orden religiosa, pero también para nosotros, el más antiguo periplo del Ser, el más entrañable de los viajes. El camino que, por el alma individual, nos lleva al alma del universo. Cuando uno se hace viajero de ese viaje, escribe el santo poeta: "El alma se ve hecha como un inmenso fuego de amor, que nace de aquel punto encendido del corazón del espíritu". (Llama de amor viva, 3,21).

2) Los colores de los hábitos de Jesús según la Kábala

Cuando en los primeros siglos del cristianismo la creencia se desplaza de lo oral a lo visual, gradualmente desaparecen las significaciones ocultas de algunas escenas evangélicas pálidamente reflejadas más tarde en la iconografía religiosa. Sabemos que la mayor parte del tiempo Jesús vestía, como los esenios y los terapeutas en Egipto, de blanco. También es posible que lo hicieran sus discípulos, pues ése era el color que vestían los hebreos durante las fiestas solemnes y qué más fiesta que coexistir, en el espacio y el tiempo, con quien desempeñaba, para muchos, el rol de Mesías. Por encima de ese hábito cándido, la pintura occidental dibuja un manto rojo. De modo que dos son los colores fundamentales atribuidos al ropaje del maestro: el blanco por debajo y el rojo por encima, la luz adentro y la carne fuera. Con el tiempo y no sabemos por qué, la iconografía suplantará el blanco por el azul, conservando el rojo. Pero la continuidad simbólica entre el azul y el blanco se explica por aludir al cielo, a lo celeste. Las vestimentas del Papa prueban hoy aquella antigua verdad cromática.

La Transfiguración del Tabor, esa epifanía luminosa que se resume en un blanco solar, en una helioización del Hijo del Hombre, revela y nos revela que también es posible para nosotros acceder a la comprensión del citado fenómeno a través de la gnosis que propone la Kábala. La cual cosa no significa igualarnos a Jesús pero sí entrever, en la llamada experiencia tabórica la luz transformadora del rojo carnal en blanco espiritual, el camino de alquimia interior. Para ello la Kábala emplea varios métodos de indagación cuyo alcance es profundo y revelador. Así, y en este caso particular, cuenta los valores numéricos de la palabra hebrea rojo –retornando de la imagen al sonido– y los valores numéricos de la palabra blanco y una vez hallada su diferencia constata, milagro espiritual, que en esa misma diferencia subyace el método de aproximación de lo humano a lo divino. Ver para creer: pocas veces resulta tan evidente para el estudiante de Kábala aquella verdad de los sabios orientales expertos en mantras, cuando dicen que es el sonido el que determina la imagen y no al revés, pues el verbo precede siempre a la experiencia visionaria, de donde volvemos a la admonición que cierra el pasaje evangélico relativo al Tabor y la Transfiguración de Jesús: Dios quiere no quiere que lo miremos únicamente, ya que ansía, sobre todas las cosas, que lo escuchemos.

A través de sus treinta y dos senderos de sabiduría, que parten de y vuelven al corazón, la Kábala resulta así el auténtico yoga de Occidente. El método más asequible y riguroso para entender las grandes obras de nuestros místicos y pensadores religiosos; de los Padres del Desierto a San Juan de la Cruz, y de Santa Teresa a Unamuno en su Cristo de Velázquez.

Tales senderos, como los de la astrología, apenas si son un mapa bajo el pie selector del discípulo. Sólo lo cósmico está determinado y, aún así, existe el libre albedrío, la interpretación, el factor decisivo de la voluntad iluminada por el conocimiento. Así como la astrología llama Zodíaco o Rueda de la Vida al conjunto de signos que la explican y expresan, los kabalistas llaman Arbol de la Vida al conjunto de las reglas, números y combinaciones que conducen a su vera. Ejercicios que transforman el rojo en blanco y comunican lo eterno con el tiempo, aquello que permanece con aquello que pasa.

REFERENCIAS:
(1) Vida y obras de San Juan de la Cruz,BAC, Madrid 1978.
(2) Bestiario medieval, Siruela, Madrid 1986.
(3) Angel María Garibay K.:Sabiduría de Israel, Porrúa, México 1976.
(4) Marcel Detienne:Los jardines de Adonis,Akal, Madrid 1983.
(5) Séfer yetzirá, Jerusalén, 1979

viernes, 28 de mayo de 2010

Trabajo 3 Recogiendo las Manzanas de Oro de las Hespérides Parte 2 (Géminis, 21 Mayo - 20 junio)



El Campo del Trabajo

Géminis tiene en ella dos estrellas, llamadas por los griegos, Cástor y Pólux, o los
Gemelos. Estas personifican a dos grupos mayores de estrellas, las Siete Pléyades, y las Siete Estrellas de la Osa Mayor, que son las dos constelaciones en el norte alrededor de las cuales nuestro universo parece girar. Una estrella representa cada constelación. Desde el punto de vista del esoterismo, el gran misterio de Dios encarnado en la materia, y la crucifixión del Cristo Cósmico sobre la cruz de la materia, está vinculada con la relación (que se presume que existe desde los tiempos más antiguos) entre las estrellas de las Pléyades y las de la Osa Mayor. Estos dos grupos de estrellas representan a Dios, el macrocosmos, mientras que en Géminis, Cástor y Pólux eran vistas como símbolos del hombre, el microcosmos. Eran también llamadas Apolo y Hércules: Apolo, significando el soberano, el Dios Sol; y Hércules, "aquél que viene a trabajar". Ellos representan, por lo tanto, los dos aspectos de la naturaleza del hombre, el alma y la personalidad, el hombre espiritual y el ser humano a través del cual esa entidad espiritual está funcionando: Cristo encarnado en la materia, Dios trabajando a través de la forma.
Cástor era considerado como mortal y Pólux como inmortal. Es un hecho astronómico
interesante que la estrella Cástor está disminuyendo en fulgor y no tiene la luz que tenía hace varios años; mientras que Pólux, el hermano inmortal, está aumentando en brillantez y eclipsando a su hermano, haciendo presente uno de los dichos de Juan el Bautista, expresado mientras miraba a Cristo, "él debe crecer pero yo debo decrecer". (Evang. San Juan, III, 30). Así tenemos a la constelación más significativa, porque ella sostiene siempre ante los ojos del hombre, el pensamiento de la potencia creciente de la vida espiritual y del poder decreciente del yo personal. La historia del crecimiento del hombre hacia la madurez y la del gradualmente creciente control del alma, nos es revelada en la constelación de Géminis.
En el antiguo zodíaco de Denderah, este signo es llamado "El lugar de Aquel que viene", y el pensamiento de un Ser espiritual que emerge es sostenido ante nosotros. Es representado por dos figuras, una masculina, otra femenina; una lo positivo, el aspecto espíritu, y la otra, lo negativo, el aspecto materia. Los nombres copto y hebreo significan "unidos", y este es el estado de Hércules, el aspirante. Él es alma y cuerpo unificados. Este era el problema con el que había que luchar en el signo Géminis. La compensación del yo inferior con el superior, de los aspectos mortal e inmortal, es el objetivo. Fue este problema el que creó la tortuosa y prolongada búsqueda que emprendió Hércules, pues él estuvo finalmente atento a la voz de Nereo, el yo superior, pero a veces, bajo la ilusión y el espejismo del yo inferior.
La dualidad que es enfatizada en Géminis se presenta en gran cantidad de historias
mitológicas. Nos encontramos de nuevo a los mismos hermanos en Rómulo y Remo, por
ejemplo, y en Caín y Abel, un hermano muriendo y el otro viviendo. Encontramos el
símbolo astrológico para Géminis en los dos pilares de la masonería, y muchos creen que la tradición masónica podría, si tuviéramos el poder de hacerlo, ser rastreada hasta ese período, anterior a la era de Tauro, cuando el sol estaba en Géminis, y hasta ese gran ciclo en el cual la raza lemuriana, la primera raza estrictamente humana, empezó a existir; cuando el aspecto mente empezó a emerger, y la dualidad de la humanidad se volvió un hecho en la naturaleza.
La raza lemuriana fue la tercera raza; y este trabajo que Hércules simbólicamente
emprendió, es el tercer trabajo. La búsqueda en la cual estaba comprometido era la del alma, y ésta ha sido siempre la búsqueda no reconocida del ser humano, hasta que llega el tiempo en que él se reconoce como Hércules, y empieza a encontrarse en la búsqueda de las manzanas de oro del conocimiento y la sabiduría. Así tenemos en la tradición masónica la búsqueda de la familia humana representada, la búsqueda de la luz, la búsqueda de la unidad, la búsqueda de la divinidad. Y de esta manera los dos pilares, Boaz y Jachim, permanecen como los emblemas de esa dualidad.
En China se habla de Cástor y Pólux como de los dos "dioses de la puerta", mostrando el tremendo poder que el dios de la materia puede asumir, y también la potencia de la
divinidad.
Géminis es predominantemente el signo del intelecto y tiene un efecto peculiarmente
vital en nuestra raza aria. En esta raza la facultad de la mente y del intelecto han sido firmemente desarrolladas. Géminis, por lo tanto, tiene influencia en tres divisiones que conciernen a las relaciones humanas. Primero, gobierna toda la educación. Se ocupa del conocimiento, de las ciencias, y coloca el fundamento para la sabiduría. Un educador ha dicho que "la finalidad última de la educación es la adquisición del conocimiento para recibir la revelación superior. El que no es inteligente puede recibirla, pero no puede interpretarla". En este trabajo, Hércules recibe una revelación sobresaliente y en las cinco etapas de su búsqueda su educación es constantemente estimulada.
El regente exotérico de Géminis y del primer decanato es Mercurio, pues, como Alan
Leo nos dice:
"Mercurio en el mundo exterior significa escuelas, colegios, y todos los lugares
donde se enseña y se aprende, instituciones científicas y literarias... En relación al conocimiento, significa pensamiento, comprensión, razón, inteligencia, intelecto;
los géneros abstractos más bien que los concretos, conocimiento por sí mismo... Su
más alta aplicación parece ser lo que se llama 'razón pura'... En el cuerpo, gobierna
el cerebro y el sistema nervioso, la lengua y los órganos del lenguaje, las manos,
como instrumentos de la inteligencia" (Alan Leo, Diccionario Completo de Astrología, p. 163).
Géminis se halla, en segundo lugar, para mediar en las relaciones. Gobierna, por
consiguiente, el lenguaje, el intercambio o intercomunicación y el comercio. Es interesante notar que los Estados Unidos e Inglaterra son ambos gobernados por Géminis; que el idioma inglés ha llegado a ser predominantemente la lengua del mundo; que las líneas más grandes de la comunicación oceánica empiezan en Nueva York o Londres, y que ambas ciudades han sido mercados mundiales y centros mundiales de distribución. Mercurio, el planeta gobernante del signo, es el intérprete, el mensajero de los dioses. Es digno de notar también en esta conexión, cómo Hércules aparece bajo la influencia de dos maestros:
Nereo, el maestro superior, y Busiris, el maestro inferior o psíquico; y así hemos enfatizado nuevamente la dualidad de Géminis y su calidad mental.
Cuando este signo está en evidencia como lo está ahora, siendo un poderoso signo
inconstante, inaugura muchos cambios; ideas nuevas inundan el mundo; nuevos impulsos
hacen sentir su presencia; emergen nuevas y no desarrolladas líneas de acercamiento a la verdad espiritual, y muchos maestros aparecerán por todas partes para ayudar a conducir a la raza a un nuevo estado de conocimiento espiritual. Siendo un signo de aire, encontramos que la conquista del aire marcha con rapidez, y también se hace un esfuerzo constante para unificar y coordinar los muchos y variados aspectos del esfuerzo humano.
Venus es el regente esotérico de Géminis y gobierna el segundo decanato; pues Venus
compensa, y a través de su influencia tiene lugar la ley de la atracción y conducir juntos los polos opuestos. Pero todos estos cambios y unificaciones, naturalmente inauguran un nuevo estado de conocimiento, un nuevo estado de ser, y conducen a una nueva era y a un nuevo mundo. Por lo tanto, surgen nuevas dificultades y problemas y encontramos a Saturno gobernando el último decanato, pues Saturno es el planeta del discipulado; el planeta que causa las dificultades, problemas y pruebas, que ofrecen al discípulo oportunidad inmediata. Es Saturno el que abre la puerta a la encarnación, y Saturno el que abre la puerta al sendero de la iniciación. Mercurio, el intérprete, y el intelecto iluminador; Venus, el principio de atracción y de compensación; y Saturno, el generador de la oportunidad: estos tres juegan sus papeles en la vida del aspirante a medida que éste unifica lo superior y lo inferior, pasa a través de las cinco etapas en esta prueba, y prevé la meta que debe lograr finalmente.

Las Tres Constelaciones Simbólicas

Las tres constelaciones que se encuentran en conexión con el signo son Lepus, la liebre, el Can Mayor y el Can Menor, y en su interrelación y su asociación de éstas con Hércules, el aspirante, la historia completa del ser humano, estaba de nuevo notablemente descrita. En el Can Mayor encontramos a Sirio, la Estrella Perro, llamada en muchos libros antiguos "el conductor de toda la hueste celestial”, pues es diez o doce veces más brillante que cualquier otra estrella de primera magnitud. Sirio ha sido siempre asociada con el gran calor, de ahí tenemos la frase de "los días de perro" en medio del verano, cuando se supone que hace el mayor calor. Desde el punto de vista ocultista, Sirio es de profunda significación. "Nuestro Dios es un fuego consumidor”, y Sirio es el símbolo del alma universal como así también del alma individual. Es, por consiguiente, esotéricamente considerada, la estrella de la iniciación. En el lenguaje de la simbología se nos dice, que llega un momento en que una estrella resplandece delante del iniciado, significando la realización de su identidad con el alma universal, y a ésta, él la vislumbra repentinamente por medio de su propia alma, su propia estrella.
El Can Mayor es el inmortal Sabueso del Cielo, que caza por siempre al Perro más pequeño, el más débil, el hombre en encarnación física. Esta caza ha sido inmortalizada
para nosotros por Francis Thompson en "El Sabueso del Cielo”:
"Yo huí de Él, a lo largo de las noches y los días;
Yo huí de Él, bajo la bóveda de los años;
Yo huí de Él, en los caminos laberínticos
De mi propia mente; y en la niebla de las lágrimas
Yo me oculté de Él, y bajo raudales de risa
Corrí por esperanzas entrevistas
Y salí, precipitado,
Bajando por tinieblas Titánicas de miedos abismales,
De aquellos poderosos pies que venían detrás mío".
En el zodíaco de Denderah, esta estrella es llamada Simios, la cabeza. Se nos dice (en el apéndice, p. 1518, de la Biblia Compañera) que la estrella más brillante en el Can Mayor es Sirio, el Príncipe, llamado en persa, El Jefe. Hay otras tres estrella en la misma constelación: una llamada "el anunciador", otra "la resplandeciente", y la tercera "la gloriosa", todas estas frases ponen de relieve la magnificencia del Can Mayor y, esotéricamente, la maravilla y la gloria del yo superior.
En el Can Menor, el "más débil", el mismo escrito nos relata que el nombre de la estrella más brillante significa "redentor", que la que le sigue en brillo es "el portador de la carga" o "el que soporta por los demás". Tenemos, por consiguiente, en el significado de estos dos nombres, una representación de Hércules, a medida que logra su propia salvación y mientras soporta la gran carga de Atlas y aprende el significado del servicio.
Lepus, la fiebre, asociada con estas dos constelaciones, contiene una estrella del más intenso color carmesí, casi como una gota de sangre. El rojo es siempre el símbolo del deseo por las cosas materiales. En el zodíaco de Denderah, el nombre dado es Bashtibeki, que significa "caída maldita". Aratus, escribiendo cerca de 250 años A.C., habla de Lepus como siendo "eternamente perseguida", y es interesante notar que los nombres hebreos de algunas de las estrellas encontradas en esta constelación significan "el enemigo de Aquel que viene", que es el significado del nombre de la estrella más brillante, Arneb; mientras que otras tres estrellas tienen nombres que significan "el loco", "el amarrado", "el engañador". Todas estas palabras son características del yo inferior perseguido eternamente por el yo superior; el alma humana perseguida por el Sabueso del Cielo.
Cuando miramos los cielos estrellados en la noche y ubicamos a Sirio, la Estrella Perro, la historia de nuestro pasado, presente y futuro está dramáticamente representada. Tenemos la historia de nuestro pasado en Lepus, la Liebre, de pies veloces, engañada, loca, amarrada a la rueda de la vida, identificada con el aspecto materia, y siempre la enemiga de "El Príncipe que Viene". En el Can Menor, tenemos la historia del aspirante, de nuestra suerte presente. Morando dentro nuestro está el gobernante interior, la divinidad oculta, el redentor. Nosotros salimos victoriosos y a triunfar, pero tenemos que hacerlo como el discípulo agobiado, soportando por otros y sirviendo. En el Can Mayor tenemos representado nuestro futuro y una consumación, gloriosa más allá de toda presente realización. Si todas las religiones y escrituras del mundo se perdieran y no nos quedara nada excepto los cielos estrellados, con la historia del zodíaco y el significado de los nombres de las diversas estrellas que se encuentran en las diferentes constelaciones, podríamos seguir las huellas de la historia del hombre, recobrar el conocimiento de nuestrameta y aprender el modo de su realización.

La Lección del Trabajo

El total de esta historia significa realmente la lección que es la primera que todos los aspirantes tienen que dominar, y la que es imposible aprender, hasta que se haya pasado por las pruebas en Aries y en Tauro. Entonces, en el plano físico, en el campo del cerebro y en su estado de conciencia despierta, el discípulo tiene que registrar contactos con el alma y reconocer sus cualidades. El no debe ser más el místico visionario, sino que debe agregar a la realización mística el conocimiento oculto de la realidad. Esto es olvidado a menudo por los aspirantes. Ellos descansan contentos con la aspiración, con la visión de la meta celestial. Han forjado en el crisol de la vida, un equipaje que se caracteriza por las sinceridad, el buen deseo, el carácter agradable, y son conscientes de la pureza del motivo, buena voluntad para cumplir los requerimientos, y la satisfacción de que ellos han alcanzado un cierto estado de desarrollo que los autoriza a seguir. Pero una cosa falta aún:
no tienen lo que podría llamarse “la técnica de la presencia"; no tienen privilegio y
prerrogativa para poseer. Ellos creen en la realidad del alma, en la posibilidad de la perfección, en el sendero que debe ser hollado; pero la creencia no ha sido todavía trasmutada en conocimiento del reino espiritual. ¡Y no saben cómo lograr su meta! Por lo tanto, como lo hizo Hércules, emprenden la quíntuple búsqueda.
La primera etapa de la búsqueda está llena de estímulo para ellos, habiendo sido capaces de reconocer el acontecimiento. Como Hércules, se encuentran con Nereo, el símbolo del yo superior, y más tarde en la historia del discípulo, él es el símbolo del Maestro que enseña. Una vez puestos en contacto, especialmente en las primitivas etapas de la búsqueda, el yo superior se manifestará como un destello de iluminación y ¡he aquí! ha desaparecido; como una repentina comprensión de la verdad, tan elusiva, huidiza, que al principio el discípulo no puede asirla; como una sugerencia que se deja caer en el estado consciente en momentos de una concentrada atención, cuando la mente se mantiene firme y las emociones temporalmente cesan de controlar.
En el caso de un discípulo más avanzado que ha establecido contacto con su alma y que, por consiguiente, se puede suponer que está listo para recibir instrucción de uno de los grandes Maestros de la Raza, se encontrará que el Maestro trabaja exactamente como lo hizo Nereo. No se puede entrar siempre en contacto con Él, y sólo ocasionalmente el discípulo entra en comunicación con Él. Cuando lo hace, no necesita esperar felicitaciones por su magnífico progreso, ni encontrará una cuidadosa explicación de su problema, ni el prolijo diseño del trabajo que deberá hacer. El Maestro dará una sugerencia y desaparecerá.
Hará una insinuación y no dirá más. Corresponde al discípulo actuar lo mejor que pueda y llevar hasta el fin la sugerencia, la cual él deberá juzgar si es sabia.
Muchos ocultistas bien intencionados lo conducirían a uno a creer que los Maestros de
Sabiduría se toman un interés personal con ellos, que los sobrecargados Guías de la Raza, no tienen mejor ocupación que decirles personalmente cómo vivir, cómo resolver sus problemas y cómo, minuciosamente, guiar sus empresas. Me gustaría aquí registrar mi protesta contra cualquier intento de rebajar el trabajo de los Grandes. Las razones por las cuales Nereo, el Maestro, es elusivo y no da sino un destello de pensamiento o de momentánea atención al aspirante, son dos:
Primero, el aspirante individual no es de interés personal para el Maestro hasta que ha llegado el punto en su evolución en que está en tan estrecha relación con su alma, que llega a ser un servidor magnético en el mundo. Entonces, y sólo entonces, le será beneficioso al Maestro enviarle un pensamiento, y darle una sugerencia. Entonces, a medida que esas sugerencias son seguidas, Él puede darle más, pero, y éste es el punto que debe ser enfatizado, sólo en conexión con el trabajo que debe hacer en el campo del servicio del mundo. Los aspirantes necesitan recordar que ellos llegan a ser maestros sólo dominando, y que se nos enseña a ser maestros y se nos lleva a la posición de miembro en el grupo de servidores del mundo, a través de los esfuerzos de nuestra propia alma. Esa alma es un divino hijo de Dios, omnisciente y omnipotente. A medida que el gemelo inmortal aumenta en poder y esplendor el hermano mortal disminuye.
Segundo, los cuerpos físicos de los aspirantes no están en condición de soportar la
elevada vibración de aquél que se ha realizado. El cuerpo sería destrozado y el cerebro sería sometido a demasiado esfuerzo, si uno de los Maestros hiciera constante contacto con un discípulo, antes de que él hubiera aún aprendido a conocer a Nereo como el símbolo de su propio yo superior. Cuando por nuestros propios esfuerzos estemos empezando a vivir como almas, y cuando por nuestro propio autoiniciado empeño estemos aprendiendo a servir y a ser canales de energía espiritual, entonces conoceremos a Nereo más íntimamente; y entonces, casi inevitablemente, nuestro conocimiento del trabajo que los Grandes tienen que hacer, será tan vital y tan real, que renunciaremos a nuestro propio deseo por el contacto y buscaremos sólo levantar la carga que ellos llevan.
Al principio de su búsqueda, Hércules se encontró con Nereo; pero no se sintió
impresionado y por lo tanto se extravió por otras partes, buscando furiosamente satisfacer su aspiración. Al fin de su búsqueda él se encuentra con Atlas, soportando la carga del mundo, y se siente tan impresionado con el peso de esa responsabilidad y la carga que Atlas, el gran Maestro, está llevando, que olvida todo acerca de la meta y su búsqueda de las manzanas de oro, y se esfuerza por levantar la carga de los hombros de Atlas. Cuando los aspirantes en el campo religioso y en la iglesia, en el campo teosófico, en el campo de los rosacruces, y en los muchos grupos en los cuales ellos gravitan, hayan aprendido a olvidarse de ellos mismos para servir, y a perder de vista su egoísmo espiritual ayudando a la humanidad, habrá una más rápida reunión de los iniciados a través del portal en el Sendero que conduce de la oscuridad hacia la Luz, y de lo ilusorio a lo Real. Uno de los Grandes ha dicho que "hay personas que, sin tener nunca ningún signo externo de egoísmo, son intensamente egoístas en su interna aspiración espiritual". (p. 360, The Mahatma Letters to A. P. Sinnett). Y más tarde ofrecen ante nosotros un estupendo ideal que hace un corte en la raíz del egoísmo espiritual: "Si en nuestra visión de las más altas aspiraciones por el bienestar de la humanidad, éstas se manchan con egoísmo, en la mente del filántropo,
acecha la sombra del deseo por el propio beneficio...”.
Hércules, el discípulo, ha conocido el toque del yo superior, pero no lo conocía lo
suficiente para permanecer con Nereo. Por lo tanto, se volvió al sur, o de regreso al mundo.
Él ha tenido su momento supremo, cuando trascendió el estado consciente de su cerebro y platicó con su alma. Pero esto no dura, y se abandona nuevamente al estado de conciencia del cerebro y entra en otra experiencia. Tiene que luchar con Anteo, la serpiente (o gigante). Pero, esta vez, es la serpiente del espejismo astral y no principalmente la serpiente del deseo. Es con los hechizos del psiquismo inferior que él tiene que luchar, y éstos parecen, en las primeras etapas, atraen inevitablemente el interés de los aspirantes.
Cualquier maestro que haya trabajado con aquéllos que están buscando el Camino, conoce el hechizo bajo el cual ellos pueden caer tan fácilmente. Según el temperamento del aspirante así será el hechizo. Algunos se desvían por los fenómenos espiritistas. En el esfuerzo para penetrar el velo, se sienten absorbidos por el lado inferior del espiritismo y pasan mucho tiempo en la sala de sesiones, estudiando una y otra vez los mismos viejos fenómenos de materialización, comunicación con los espíritus y manifestaciones, no hago aquí referencias a las verdaderas investigaciones científicas de aquellos que ahondan en su indagación, y que están dotados para hacer esto. Me refiero a la participación del ignorante en ciertos tipos de trabajo en la sala de sesiones. Esto intriga al hombre y a la mujer comunes y los pone a merced del igualmente ignorante medium o del charlatán, pues ellos no están equipados para verificar de ninguna manera lo que ven y oyen.
La serpiente puede tomar la forma del aspecto más común de los fenómenos psíquicos.
El aspirante se interesa en la escritura automática, o aprende a sentarse y escuchar "voces", se vuelve astralmente clarividente y clariaudiente, se une a la confusión del plano psíquico, y así cae dentro de las trampas y peligros latentes del astralismo. Se vuelve negativo, porque está todo el tiempo tratando de oir o ver lo que no es físico. Porque nosotros compartimos con los gatos y los perros la capacidad de ser clarividentes y clariaudientes, a su debido tiempo seguramente veremos y oiremos, si no en realidad, al menos a través del poder de esa facultad creadora que todos poseemos, la imaginación creadora. Pero en una forma y otra, el aspirante que ha dejado a Nereo, se encontrará con la serpiente y tendrá que luchar con ella. Como el mito lo expresa, por un largo tiempo Hércules no pudo vencer, pero cuando levantó a la serpiente en el aire triunfó.
Hay gran verdad debajo de este simbolismo. El aire ha sido siempre mirado como el
símbolo del elemento relacionado con el plano de Cristo, llamado en la terminología
teosófica y en el oriente, el plano búdico. El plano astral es el reflejo distorsionado del
plano búdico, y sólo cuando elevemos el espejismo dentro de la clara luz del alma de
Cristo, veremos la verdad como es, y nos volveremos invencibles. Solemnemente, yo me
esforzaría por convencer a todos los aspirantes, a renunciar a todo interés en los fenómenos psíquicos, y a excluir tan firmemente como puedan el plano astral, hasta que hayan desarrollado el poder de ser intuitivos, y de interpretar sus intuiciones por medio de una mente bien desarrollada, bien provista y bien entrenada.
La próxima etapa de la búsqueda de Hércules es igualmente aplicable a la humanidad en
conjunto. El cayó en las garras de Busiris, que pretendía ser un gran maestro. Por un largo período de tiempo Hércules fue mantenido en cautiverio. El mundo hoy en día está lleno de maestros, y, como Busiris, ellos basan su enseñanza en portentosas pretensiones; afirman que son iniciados, que son los custodios de la verdad, y que tienen un camino seguro y cierto de desarrollo que debe, inevitablemente, capacitar al aspirante para realizarse. Ellos sostienen su posición con promesas; crean la atmósfera para una fuerte relación de la personalidad, y utilizando la sinceridad y la aspiración del buscador tras la verdad, reúnen a su alrededor grupos de hombres y mujeres que inocente y sinceramente creen en la verdad de lo que ellos pretenden, y los atan al altar del sacrificio por un mayor o menor período detiempo. El verdadero iniciado es conocido por su vida y actos, está demasiado ocupadosirviendo a la raza, para perder el tiempo en interesar a la gente sobre sí mismo, y no puede
hacer promesas más allá que decir a cada aspirante: "Éstas son las reglas antiguas, éste es el camino que todos los santos y Maestros de Sabiduría han recorrido, ésta es la disciplina a la cual deben sujetarse, y si sólo tratan de resistir y tener paciencia, la meta seguramente será alcanzada".
Pero Hércules se liberó, como lo hacen todos los buscadores sinceros; y habiendo
escapado del mundo psíquico y pseudo-espiritual empezó a servir. Primero se liberó a sí mismo bajo el símbolo de Prometeo, el que significa Dios encarnado, liberándolo de la tortura de los buitres de lo antiguo. El plexo solar, el estómago y el hígado son
exteriorizaciones, si puedo expresarlo así, de la naturaleza del deseo, y Hércules se liberó a sí mismo de los buitres del deseo, que por largo tiempo lo habían torturado. Dejó de ser egoísta, y de buscar su propia satisfacción. Había tenido dos amargas lecciones en este signo y por este ciclo en particular estaba relativamente libre. Prometeo, el Dios interior, podría adelantarse al servicio del mundo y levantar la carga de Atlas.
Después del sacrificio viene la recompensa, y Hércules recibió su gran sorpresa después de liberar a Prometeo y Atlas. Habiendo abandonado su búsqueda para ayudar al mundo, Atlas fue en su lugar al jardín y le trajo las manzanas de oro, poniéndole en contacto con las tres hermosas doncellas, los tres aspectos del alma.
Al principio de su trabajo él se pone en contacto con su alma como Nereo; al final de su trabajo, habiendo superado muchos espejismos logra una visión grandemente acrecentada de su alma y la ve en sus tres aspectos, cada uno, conteniendo en sí, la potencia de los tres principios de la divinidad. Eglé simboliza la gloria de la vida y el esplendor del sol poniente, la magnificencia de la manifestación en el plano físico. Ella le da una manzana a Hércules, diciendo, "El camino hacia nosotros es, siempre, a través de actos de amor".
Erythena cuida la puerta, el alma, que está siempre abierta por Amor-Sabiduría, y le da a Hércules una manzana marcada con la palabra dorada Servicio. Hesperis, la estrella vespertina, la estrella de la iniciación, representa la Voluntad. Ella le dice a Hércules,
"Recorre el Camino". Cuerpo, alma y espíritu; Inteligencia, Amor y Voluntad, avistados y contactados por el aspirante desinteresado a través del Servicio.

TRABAJO 3 DE HÉRCULES Recogiendo las Manzanas de Oro de las Hespérides Parte 1 (Géminis, 21 Mayo - 20 junio)



El Mito

El Gran Presidente, dentro de la Cámara del Concilio del Señor, había vigilado los trabajos del hijo del hombre que es un hijo de Dios. ÉI y el Maestro vieron el tercer gran Portal, abierto ante el hijo del hombre, descubriendo una nueva oportunidad para andar el camino.
Ellos advirtieron cómo el trabajador apareció y se preparó para emprender su tarea.
"Ordeno que cuiden el árbol sagrado. Que Hércules desarrolle el poder de buscar sin desmayo, decepción o demasiada presteza. Que se le exija ahora perseverancia. Ha cumplido bien hasta ahora". Y así salió la orden.
Lejos, en una región distante, crecía el árbol sagrado, el árbol de la sabiduría, y en él crecían las manzanas de oro de las Hespérides. La fama de estas dulces frutas había llegado a tierras distantes, y todos los hijos de los hombres, quienes se sabían que eran asimismo los hijos de Dios, las deseaban. Hércules, también sabía de esas frutas, y cuando salió la orden de buscarlas, buscó al Maestro, preguntándole el camino para ir y encontrar el árbol sagrado y recoger las manzanas.
"Dime el camino, Oh Maestro de mi alma. Yo busco las manzanas y las necesito rápidamente para mi provecho. ¡
Muéstrame el camino más rápido y YO iré!"
"No es así, hijo mío", replicó el Maestro, "el camino es largo. Sólo dos cosas te confiaré, y luego a ti, te corresponderá probar la verdad de lo que digo. Recuerda que el árbol sagrado está bien custodiado. Tres hermosas doncellas aprecian el árbol protegiendo bien su fruto. Un dragón de cien cabezas protege a las doncellas y al árbol. Guárdate bien de la fuerza demasiado grande para ti, de los engaños demasiado sutiles para tu comprensión. Vigila bien.
La segunda cosa que te diría es que tu búsqueda te llevará donde te encontrarás con cinco grandes pruebas en el camino. Cada una te proporcionará el ámbito para la sabiduría, la comprensión, la destreza y la oportunidad. Vigila bien.
Me temo, hijo mío, que tú fracasarás en reconocer estos puntos sobre el Camino. Pero sólo el tiempo lo mostrará; Dios te acompaña en tu búsqueda".
Con confianza, porque pretendía el éxito no el fracaso, Hércules salió al Camino, seguro de sí mismo, de su sabiduría y fuerza. Pasó a través del tercer Portal, yendo rectamente al norte. Anduvo por toda la tierra buscando el árbol sagrado, pero no lo encontró. A todos los hombres que vio les preguntó, pero ninguno le pudo conducir a él, nadie conocía el lugar. El tiempo pasó, no obstante, buscaba todavía de lugar en lugar y volviendo muchas veces sobre sus pasos hacia
el tercer Portal. Triste y desanimado, buscaba, por doquier.
El Maestro, vigilando desde lejos, envió a Nereo para ver si podía ayudar. Éste, vino repetidas veces en forma variable y con diferentes palabras de verdad, pero Hércules no respondía, ni sabía que el mensajero era para él. Aunque era hábil con la palabra y sabio con la profunda sabiduría de un hijo de Dios, Nereo fracasó, pues Hércules estaba ciego.
No reconoció la ayuda tan sutilmente brindada. Presentado de nuevo al fin con tristeza al Maestro, Nereo habló del fracaso.
"La primera de las cinco pruebas menores ha pasado", respondió el Maestro, "y el fracaso caracteriza esta etapa. Que Hércules prosiga".
No encontrando el árbol sagrado en el camino del norte, Hércules volvió hacia el sur y en el lugar de la oscuridad continuó con la búsqueda. Al principio soñó con un éxito rápido, pero Anteo, la serpiente, le encontró en ese camino y luchó con él, venciéndole en todas las ocasiones.
"Ella custodia el árbol", dijo Hércules, "esto se me dijo; el árbol debe estar muy cerca de ella, debo acabar con su guardián y así, destruyéndolo, abatir el árbol y coger el fruto". Sin embargo, a pesar de luchar con mucha fuerza, no triunfó.
"¿Dónde está mi falta?" dijo Hércules. "¿Por qué Anteo puede vencerme? Si aún cuando niño yo destrocé una serpiente en mi cuna. Con mis propias manos la estrangulé. ¿Por qué fracaso ahora?"
Luchando nuevamente con todo su poder, asió la serpiente con ambas manos, elevándola en el aire y alejándole del suelo. ¡He aquí la hazaña fue hecha!: Anteo, vencido, dijo: "Yo vengo otra vez con diferente apariencia en el octavo portal. Prepárate de nuevo para luchar".
El Maestro, contemplando desde lejos, vio todo lo sucedido, y habló al Gran Presidente en la Cámara del Concilio del Señor, refiriéndole la hazaña. "La segunda prueba ha pasado. El peligro ha sido superado. El éxito obtenido en esta ocasión marca su sendero". Y el Gran Presidente respondió: "Que siga adelante".
Feliz y confiado, Hércules continuó, seguro de sí mismo y con nuevo ánimo para la búsqueda. Se volvió hacia el oeste ahora y, al volverse, encontró el desastre. Entró sin pensar en la tercera gran prueba y el fracaso le encontró y demoró su avance por largo tiempo.
Pues allá encontró a Busiris, el gran engañador, hijo de las aguas, pariente cercano de Poseidón. Su trabajo es conducir a los hijos de los hombres al error, a través de palabras de aparente sabiduría. El afirma conocer la verdad y con rapidez ellos creen. Habla bellas palabras diciendo: "Yo soy el maestro. A mí me ha sido dado el conocimiento de la verdad y debéis hacer sacrificio por mí. Acepten el camino de la vida a través mío.
Yo sé pero nadie más. Mi verdad es justa. Cualquier otra razón es errada y falsa. Escuchen mis palabras; permanezcan conmigo y serán salvos". Y Hércules obedeció, y diariamente, debilitándose su entusiasmo por el camino primitivo (la tercera prueba) no procuraba nuevamente conseguir el árbol sagrado. Su fuerza se agotó. El amó, adoró a Busiris, y aceptó todo lo que éste dijo. Su debilidad crecía día tras día, hasta que llegó un día en que su amado maestro le amarró a un altar y lo mantuvo atado durante un año.
De pronto un día, cuando estaba luchando para liberarse, y lentamente, viendo a Busiris por cuya causa estaba en ese trance, vinieron a su mente unas palabras dichas por Nereo hacia largo tiempo: "La verdad está en ti mismo. En ti hay un poder, una fuerza que yace allí, el poder que es la herencia de todos los hijos de los hombres que son los hijos de Dios". Quieto, yació prisionero en el altar, atado a sus cuatro esquinas por un año entero. Entonces, con la fuerza que es la fuerza de todos los hijos de Dios, rompió sus ataduras, asió al falso maestro (que había parecido ser tan sabio) y lo ató al altar en su lugar. No le dijo nada, pero le dejó allí para aprender.
El vigilante Maestro, desde lejos, advirtió el momento de la liberación, y volviéndose hacia Nereo le dijo: "La tercera gran prueba ha pasado. Tú le enseñaste cómo encontrar la salida y a su debido tiempo él supo encontrarla. Que siga adelante en el sendero y aprenda el secreto del éxito".
Aleccionado, y sin embargo con un alivio lleno de interrogantes, Hércules, continuó con su búsqueda y recorrió mucho camino. El año que pasó inclinado en el altar le había enseñado mucho. Retornó con mayor sabiduría a su senda.
Repentinamente, detuvo sus pasos. Un grito de profundo dolor hirió sus oídos. Algunos buitres dando vueltas sobre una roca distante llamaron su atención; entonces, nuevamente se oyó el grito. ¿Debía él proseguir su camino, o debía buscar a aquél que parecía estar en necesidad y así retrasar sus pasos? Reflexionó sobre el problema de la demora; un año se había perdido y sintió la necesidad de apresurarse. Otra vez se oyó un grito rasgar los aires y Hércules, con pasos rápidos, se apresuró a ir en ayuda de su hermano.
Encontró a Prometeo encadenado a una roca, sufriendo horribles agonías de dolor, causado por los buitres que picoteaban su hígado, matándolo así poco a poco. Él rompió la cadena que le sujetaba y liberó a Prometeo,
persiguiendo a los buitres hasta su distante guarida y cuidando del hombre enfermo hasta que se hubo recuperado de sus heridas. Entonces, con mucha pérdida de tiempo, nuevamente comenzó a ponerse en camino.
El Maestro, mirando desde lejos, habló a su aspirante a discípulo estas claras palabras, las primeras palabras que le decían desde que emprendió la búsqueda: "La cuarta etapa en el camino hacia el árbol sagrado ha pasado. No ha habido retraso. La regla en el sendero elegido que apresura todos los éxitos es, 'Aprende a vivir' ".
Aquel que preside en la Cámara del Concilio del Señor, observó: "Él ha cumplido bien. Que continúe con las pruebas".
En todos los caminos continuó la búsqueda, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste: Buscó el árbol sagrado, pero no lo encontró. Llegó un día en que, cansado de viajar y con temor; oyó el rumor de un peregrino que pasaba por el camino, "cerca de una montaña distante, el árbol sería encontrado". La primera verdadera afirmación que se le daba hasta ahora. Por lo tanto, volvió sus pies hacia las altas montañas del este y en brillante y soleado día, vio el objeto de su búsqueda y apresuró entonces sus pasos. "Ahora tocaré el árbol sagrado", gritó en su alegría, "venceré al dragón
que le custodia; veré las hermosas doncellas de grande fama, y cogeré las manzanas".
Pero, nuevamente, fue retenido por sentimiento de profunda pena. Atlas le hacía frente, tambaleante bajo la carga de los mundos sobre su espalda. Su rostro estaba marcado por el sufrimiento; sus miembros curvados por el dolor; sus ojos cerrados por la agonía; él no pedía ayuda; no vio a Hércules sino que permaneció encorvado por el dolor, por el peso de los mundos. Hércules, temblando, observó y estimó la medida de la carga y el dolor. Olvidó su búsqueda. El
árbol sagrado y las manzanas desaparecieron de su mente; solo buscó ayudar al gigante, y eso sin tardanza; se arrojó hacia adelante y ansiosamente quitó la carga de los hombros de su hermano levantándola sobre su propia espalda, echándose a los hombros la carga de los mundos. Cerró sus ojos, asegurándose con esfuerzo, y ¡he aquí! la carga rodó, y él se halló libre, y también Atlas.
Delante de él estaba parado el gigante y en su mano sostenía las manzanas de oro, ofreciéndolas, con amor, a Hércules. La búsqueda había terminado.
Las tres hermanas sostenían aún más manzanas de oro, y lo instaban también a recibirlas en sus manos, y Eglé, esa hermosa doncella que es la gloria del sol poniente, le dijo, poniendo una manzana en su mano, "El Camino hacia nosotras está siempre marcado por el servicio. Actos de amor son hitos en el Camino". Luego Erytheia, que cuida la puerta que todos debemos pasar ante el Grande que Preside, le dio una manzana, y en su costado, con luz, estaba escrita la dorada palabra Servicio. "Recuerda esto", dijo, "no lo olvides".
Y finalmente llegó Hesperis, la maravilla de la estrella vespertina, y le dijo con claridad y amor, "Sal y sirve, y anda por el camino de todos los servidores del mundo, de aquí en adelante y por siempre jamás".
"Entonces yo restituí estas manzanas para aquellos que siguen la misma ruta", dijo Hércules, y regresó de donde vino.
Entonces se paró ante el Maestro y rindió debida cuenta de todo lo que había acontecido. El Maestro le expresó su regocijo y luego, señalando con el dedo, indicó el cuarto Portal y le dijo: "Pasa a través de ese Portal. Captura la gama y entra una vez más en el Lugar Sagrado".

El tibetano

La Naturaleza de la Prueba

Llegamos ahora al tercer trabajo, en el signo de Géminis, concerniente al trabajo activo del aspirante en el plano físico, a medida que llega a una comprensión de sí mismo. Antes que este trabajo activo sea posible, debe haber un ciclo de pensamiento interior y anhelo místico; el esfuerzo tras la visión y un proceso subjetivo continuado, tal vez por muy largo tiempo, antes de que el hombre en el plano físico realmente empiece el trabajo de unificar alma y cuerpo.
Este es el tema de este trabajo. Es en este plano físico de la realización, y en el trabajo de ganar las manzanas de oro de la sabiduría, que la verdadera prueba de la sinceridad del aspirante tiene lugar. Un anhelo de ser bueno, un profundo deseo de indagar los hechos de la vida espiritual, esfuerzos tendientes a la autodisciplina, a la oración y la meditación, preceden casi inevitablemente, a este verdadero y constante esfuerzo.
El visionario debe volverse un hombre de acción: el deseo tiene que ser llevado al mundo de la consumación, y aquí yace la prueba de Géminis. El plano físico es el lugar donde se gana la experiencia y donde las causas, iniciadas en el mundo del esfuerzo mental, deben manifestarse y lograr objetividad. Es también el lugar donde se desarrolla el mecanismo de contacto, donde, poco a poco, los cinco sentidos descubren al ser humano, nuevos campos de conocimiento y le presentan nuevas esferas para la conquista y la realización.
Es el lugar, por consiguiente, donde se logra el conocimiento, y donde ese conocimiento debe ser trasmutado en sabiduría. El conocimiento, nosotros sabemos, es la búsqueda del significado, mientras que la sabiduría es la omnisciencia del conocimiento sintético del alma.
Sin la comprensión en la aplicación del conocimiento, nosotros sucumbimos; pues la comprensión es la aplicación del conocimiento a la luz de la sabiduría, a los problemas de la vida y al logro de la meta. En este trabajo, Hércules es enfrentado a la tremenda tarea de juntar los dos polos de su ser y de coordinar, o compensar, alma y cuerpo, para que la dualidad dé lugar a la unidad y se fundan los pares de opuestos.


Los Símbolos
Euristeo, habiendo observado a Hércules lograr control mental y después sojuzgar al toro del deseo y conducirlo dentro del Templo del Alma, ahora le señala la tarea de ir a buscar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. La manzana ha figurado durante mucho tiempo en mitología y en simbología. En el jardín del Edén, como sabemos, la serpiente dio la manzana a Eva; y al dar esa manzana, y con la aceptación llegó el conocimiento del bien y del mal.
Este es un método simbólico de contarnos la historia de la aparición de la mente, y de cómo empezó a funcionar en esa primitiva criatura, que no era ni animal ni estrictamente humana. Con el advenimiento de la mente llegó también el conocimiento de la dualidad, de la atracción de los pares de opuestos, de la naturaleza del alma, que es buena, y de la naturaleza de la forma, que es mala si retiene al alma y le impide su completa expresión. No es mala en sí misma.
Es digno de notar que en el jardín del Edén una sola manzana fue dada al ser humano, el símbolo de la separación, de la soledad. Hércules tuvo que buscar las manzanas de oro en otro jardín, y en el jardín de las Hespérides las manzanas eran el símbolo de la pluralidad, de la síntesis, y de los muchos, nutridos por el único árbol de la Vida.
A Hércules sólo se le dijeron tres hechos: que había un jardín encerrando un árbol en el cual crecían las manzanas de oro; que el árbol estaba custodiado por la serpiente de cien cabezas; que, cuando la encontrara, él encontraría allí estas tres hermosas doncellas. Pero no se le dijo en qué dirección estaba el jardín, y cómo encontrarlo.
Esta vez no estuvo limitado a tierras salvajes, asolados por yeguas comedoras de hombres; ni estuvo limitado a la pequeña isla de Creta. Todo el planeta tenía que ser explorado, y él fue de un lado a otro, de norte a sur y de este a oeste, hasta que por fin encontró a Nereo, que era experto en toda sabiduría y en todas las formas de lenguaje.
Él es llamado en algunos de los clásicos "el anciano del mar". No sólo era sabio, sino muy elusivo, asumiendo muchas formas, y rehusaba siempre dar a Hércules una respuesta directa. Finalmente, sugería con respecto a la dirección en la cual deberían ser buscadas las manzanas, enviándolo por su camino solo y algo desanimado, con apenas una vaga idea en cuanto a lo que tendría que hacer y dónde tendría que ir. Todo lo que él sabía era que tenía que volver hacia el
sur; un símbolo de retroceder en el mando, el polo opuesto del espíritu.
Apenas había hecho esto encontró la serpiente con quien tuvo que luchar *. En su búsqueda de las manzanas de oro en el plano físico, Hércules tenía que vencer, como lo hacen todos los discípulos, el espejismo y la ilusión; pues en el desarrollo de la aspiración espiritual, el discípulo es muy propenso a caer en el astralismo y el psiquismo inferior, en una forma y otra. A medida que Hércules luchaba con la serpiente, encontró que no podía vencerla hasta que descubrió, que sólo era invencible mientras estaba en contacto con la tierra. Simplemente tan pronto como Hércules levantó la serpiente (Anteo) en el aire, ésta se volvió completamente débil e incapaz de derrotarle.
Géminis es un signo de aire, un signo cambiante o común. El espejismo está siempre cambiando, tomando siempre una u otra forma. Atañe a la apariencia y no a la realidad, y la tierra se mantiene por las apariencias.
Habiendo vencido a la serpiente que se erguía en su camino, Hércules continuó con su búsqueda. Su próximo encuentro fue con el espejismo en otra forma. Busiris era un hijo de Poseidón, el dios de las aguas, pero su madre era una simple mortal. Él pretendía ser un gran maestro. Era fluído en el hablar y cautivador en lo que decía. Tenía grandes pretensiones, induciendo a Hércules a creer que él podría mostrarle el camino, que podría conducirlo a la luz, y que él
era el custodio de la verdad. Hércules fue completamente engañado.
Poco a poco cayó bajo el poder y el hechizo de Busiris; poco a poco rindió, su voluntad y su mente y lo aceptó como su maestro y guía. Finalmente, cuando Busiris tuvo a Hércules completamente bajo su control, le ató al altar del sacrificio y le forzó a olvidar a Nereo.
El mito relata que Hércules eventualmente se liberó y reanudó su búsqueda, amarrando a Busiris al altar sobre el cual él mismo había yacido. Nuevamente encontramos desaliento, tardanza, fracaso y engaño caracterizando esta parte de laprueba.
Buscando todavía por todas partes, él encontró a Prometeo atado a una roca con los buitres desgarrando su hígado. La vista de tal sufrimiento fue más de lo que Hércules podía soportar y se desvió de su búsqueda para liberar a Prometeo, poniéndose, por lo tanto, en una posición como para ahuyentar a los buitres.
Llegamos ahora al punto crucial del trabajo que constituye la verdadera prueba. Hércules encuentra a Atlas soportando la carga del mundo en sus hombros, y tambaleando bajo el peso de la tarea que había emprendido. Hércules está tan subyugado por la estupenda empresa de Atlas, y tan preocupado por sus sufrimientos mientras Atlas se esfuerza por llevar el peso del mundo, que abandona su búsqueda de las manzanas de oro. Olvida lo que ha salido a hacer y, apiadado, quita la carga de los hombros de Atlas y la soporta él.
Entonces, se nos dice en el maravilloso final de la historia, que Atlas, libre de su carga, va al jardín de las Hespérides, arranca las manzanas de oro sin ningún impedimento u obstáculo de parte de la serpiente de cien cabezas, con la ayuda entusiasta de las tres hermosas doncellas, y lleva las manzanas a Hércules, que ahora también permanece libre, a pesar de todos los obstáculos e impedimentos, desviaciones debidas al espejismo y la ilusión.
A pesar de los fracasos y la extensión de tiempo que a él le ha tomado para llegar a la sabiduría, Hércules obtiene las manzanas de oro. Reparar en que el opuesto, o el signo consumado, de Géminis, es el de Sagitario, el Arquero, que da en el blanco y se dirige sin impedimentos hacia la meta: ¡No hay desviaciones ni fracaso! Sólo hay un constante ir hacia adelante.

* También conocida en la mitología como el gigante Anteo, el hijo de Poseidón, dios de las aguas, y Gea, la Tierra. De ahí que, cuando estaba en contacto con la Tierra, su madre, él era invencible.