viernes, 28 de mayo de 2010

Trabajo 3 Recogiendo las Manzanas de Oro de las Hespérides Parte 2 (Géminis, 21 Mayo - 20 junio)



El Campo del Trabajo

Géminis tiene en ella dos estrellas, llamadas por los griegos, Cástor y Pólux, o los
Gemelos. Estas personifican a dos grupos mayores de estrellas, las Siete Pléyades, y las Siete Estrellas de la Osa Mayor, que son las dos constelaciones en el norte alrededor de las cuales nuestro universo parece girar. Una estrella representa cada constelación. Desde el punto de vista del esoterismo, el gran misterio de Dios encarnado en la materia, y la crucifixión del Cristo Cósmico sobre la cruz de la materia, está vinculada con la relación (que se presume que existe desde los tiempos más antiguos) entre las estrellas de las Pléyades y las de la Osa Mayor. Estos dos grupos de estrellas representan a Dios, el macrocosmos, mientras que en Géminis, Cástor y Pólux eran vistas como símbolos del hombre, el microcosmos. Eran también llamadas Apolo y Hércules: Apolo, significando el soberano, el Dios Sol; y Hércules, "aquél que viene a trabajar". Ellos representan, por lo tanto, los dos aspectos de la naturaleza del hombre, el alma y la personalidad, el hombre espiritual y el ser humano a través del cual esa entidad espiritual está funcionando: Cristo encarnado en la materia, Dios trabajando a través de la forma.
Cástor era considerado como mortal y Pólux como inmortal. Es un hecho astronómico
interesante que la estrella Cástor está disminuyendo en fulgor y no tiene la luz que tenía hace varios años; mientras que Pólux, el hermano inmortal, está aumentando en brillantez y eclipsando a su hermano, haciendo presente uno de los dichos de Juan el Bautista, expresado mientras miraba a Cristo, "él debe crecer pero yo debo decrecer". (Evang. San Juan, III, 30). Así tenemos a la constelación más significativa, porque ella sostiene siempre ante los ojos del hombre, el pensamiento de la potencia creciente de la vida espiritual y del poder decreciente del yo personal. La historia del crecimiento del hombre hacia la madurez y la del gradualmente creciente control del alma, nos es revelada en la constelación de Géminis.
En el antiguo zodíaco de Denderah, este signo es llamado "El lugar de Aquel que viene", y el pensamiento de un Ser espiritual que emerge es sostenido ante nosotros. Es representado por dos figuras, una masculina, otra femenina; una lo positivo, el aspecto espíritu, y la otra, lo negativo, el aspecto materia. Los nombres copto y hebreo significan "unidos", y este es el estado de Hércules, el aspirante. Él es alma y cuerpo unificados. Este era el problema con el que había que luchar en el signo Géminis. La compensación del yo inferior con el superior, de los aspectos mortal e inmortal, es el objetivo. Fue este problema el que creó la tortuosa y prolongada búsqueda que emprendió Hércules, pues él estuvo finalmente atento a la voz de Nereo, el yo superior, pero a veces, bajo la ilusión y el espejismo del yo inferior.
La dualidad que es enfatizada en Géminis se presenta en gran cantidad de historias
mitológicas. Nos encontramos de nuevo a los mismos hermanos en Rómulo y Remo, por
ejemplo, y en Caín y Abel, un hermano muriendo y el otro viviendo. Encontramos el
símbolo astrológico para Géminis en los dos pilares de la masonería, y muchos creen que la tradición masónica podría, si tuviéramos el poder de hacerlo, ser rastreada hasta ese período, anterior a la era de Tauro, cuando el sol estaba en Géminis, y hasta ese gran ciclo en el cual la raza lemuriana, la primera raza estrictamente humana, empezó a existir; cuando el aspecto mente empezó a emerger, y la dualidad de la humanidad se volvió un hecho en la naturaleza.
La raza lemuriana fue la tercera raza; y este trabajo que Hércules simbólicamente
emprendió, es el tercer trabajo. La búsqueda en la cual estaba comprometido era la del alma, y ésta ha sido siempre la búsqueda no reconocida del ser humano, hasta que llega el tiempo en que él se reconoce como Hércules, y empieza a encontrarse en la búsqueda de las manzanas de oro del conocimiento y la sabiduría. Así tenemos en la tradición masónica la búsqueda de la familia humana representada, la búsqueda de la luz, la búsqueda de la unidad, la búsqueda de la divinidad. Y de esta manera los dos pilares, Boaz y Jachim, permanecen como los emblemas de esa dualidad.
En China se habla de Cástor y Pólux como de los dos "dioses de la puerta", mostrando el tremendo poder que el dios de la materia puede asumir, y también la potencia de la
divinidad.
Géminis es predominantemente el signo del intelecto y tiene un efecto peculiarmente
vital en nuestra raza aria. En esta raza la facultad de la mente y del intelecto han sido firmemente desarrolladas. Géminis, por lo tanto, tiene influencia en tres divisiones que conciernen a las relaciones humanas. Primero, gobierna toda la educación. Se ocupa del conocimiento, de las ciencias, y coloca el fundamento para la sabiduría. Un educador ha dicho que "la finalidad última de la educación es la adquisición del conocimiento para recibir la revelación superior. El que no es inteligente puede recibirla, pero no puede interpretarla". En este trabajo, Hércules recibe una revelación sobresaliente y en las cinco etapas de su búsqueda su educación es constantemente estimulada.
El regente exotérico de Géminis y del primer decanato es Mercurio, pues, como Alan
Leo nos dice:
"Mercurio en el mundo exterior significa escuelas, colegios, y todos los lugares
donde se enseña y se aprende, instituciones científicas y literarias... En relación al conocimiento, significa pensamiento, comprensión, razón, inteligencia, intelecto;
los géneros abstractos más bien que los concretos, conocimiento por sí mismo... Su
más alta aplicación parece ser lo que se llama 'razón pura'... En el cuerpo, gobierna
el cerebro y el sistema nervioso, la lengua y los órganos del lenguaje, las manos,
como instrumentos de la inteligencia" (Alan Leo, Diccionario Completo de Astrología, p. 163).
Géminis se halla, en segundo lugar, para mediar en las relaciones. Gobierna, por
consiguiente, el lenguaje, el intercambio o intercomunicación y el comercio. Es interesante notar que los Estados Unidos e Inglaterra son ambos gobernados por Géminis; que el idioma inglés ha llegado a ser predominantemente la lengua del mundo; que las líneas más grandes de la comunicación oceánica empiezan en Nueva York o Londres, y que ambas ciudades han sido mercados mundiales y centros mundiales de distribución. Mercurio, el planeta gobernante del signo, es el intérprete, el mensajero de los dioses. Es digno de notar también en esta conexión, cómo Hércules aparece bajo la influencia de dos maestros:
Nereo, el maestro superior, y Busiris, el maestro inferior o psíquico; y así hemos enfatizado nuevamente la dualidad de Géminis y su calidad mental.
Cuando este signo está en evidencia como lo está ahora, siendo un poderoso signo
inconstante, inaugura muchos cambios; ideas nuevas inundan el mundo; nuevos impulsos
hacen sentir su presencia; emergen nuevas y no desarrolladas líneas de acercamiento a la verdad espiritual, y muchos maestros aparecerán por todas partes para ayudar a conducir a la raza a un nuevo estado de conocimiento espiritual. Siendo un signo de aire, encontramos que la conquista del aire marcha con rapidez, y también se hace un esfuerzo constante para unificar y coordinar los muchos y variados aspectos del esfuerzo humano.
Venus es el regente esotérico de Géminis y gobierna el segundo decanato; pues Venus
compensa, y a través de su influencia tiene lugar la ley de la atracción y conducir juntos los polos opuestos. Pero todos estos cambios y unificaciones, naturalmente inauguran un nuevo estado de conocimiento, un nuevo estado de ser, y conducen a una nueva era y a un nuevo mundo. Por lo tanto, surgen nuevas dificultades y problemas y encontramos a Saturno gobernando el último decanato, pues Saturno es el planeta del discipulado; el planeta que causa las dificultades, problemas y pruebas, que ofrecen al discípulo oportunidad inmediata. Es Saturno el que abre la puerta a la encarnación, y Saturno el que abre la puerta al sendero de la iniciación. Mercurio, el intérprete, y el intelecto iluminador; Venus, el principio de atracción y de compensación; y Saturno, el generador de la oportunidad: estos tres juegan sus papeles en la vida del aspirante a medida que éste unifica lo superior y lo inferior, pasa a través de las cinco etapas en esta prueba, y prevé la meta que debe lograr finalmente.

Las Tres Constelaciones Simbólicas

Las tres constelaciones que se encuentran en conexión con el signo son Lepus, la liebre, el Can Mayor y el Can Menor, y en su interrelación y su asociación de éstas con Hércules, el aspirante, la historia completa del ser humano, estaba de nuevo notablemente descrita. En el Can Mayor encontramos a Sirio, la Estrella Perro, llamada en muchos libros antiguos "el conductor de toda la hueste celestial”, pues es diez o doce veces más brillante que cualquier otra estrella de primera magnitud. Sirio ha sido siempre asociada con el gran calor, de ahí tenemos la frase de "los días de perro" en medio del verano, cuando se supone que hace el mayor calor. Desde el punto de vista ocultista, Sirio es de profunda significación. "Nuestro Dios es un fuego consumidor”, y Sirio es el símbolo del alma universal como así también del alma individual. Es, por consiguiente, esotéricamente considerada, la estrella de la iniciación. En el lenguaje de la simbología se nos dice, que llega un momento en que una estrella resplandece delante del iniciado, significando la realización de su identidad con el alma universal, y a ésta, él la vislumbra repentinamente por medio de su propia alma, su propia estrella.
El Can Mayor es el inmortal Sabueso del Cielo, que caza por siempre al Perro más pequeño, el más débil, el hombre en encarnación física. Esta caza ha sido inmortalizada
para nosotros por Francis Thompson en "El Sabueso del Cielo”:
"Yo huí de Él, a lo largo de las noches y los días;
Yo huí de Él, bajo la bóveda de los años;
Yo huí de Él, en los caminos laberínticos
De mi propia mente; y en la niebla de las lágrimas
Yo me oculté de Él, y bajo raudales de risa
Corrí por esperanzas entrevistas
Y salí, precipitado,
Bajando por tinieblas Titánicas de miedos abismales,
De aquellos poderosos pies que venían detrás mío".
En el zodíaco de Denderah, esta estrella es llamada Simios, la cabeza. Se nos dice (en el apéndice, p. 1518, de la Biblia Compañera) que la estrella más brillante en el Can Mayor es Sirio, el Príncipe, llamado en persa, El Jefe. Hay otras tres estrella en la misma constelación: una llamada "el anunciador", otra "la resplandeciente", y la tercera "la gloriosa", todas estas frases ponen de relieve la magnificencia del Can Mayor y, esotéricamente, la maravilla y la gloria del yo superior.
En el Can Menor, el "más débil", el mismo escrito nos relata que el nombre de la estrella más brillante significa "redentor", que la que le sigue en brillo es "el portador de la carga" o "el que soporta por los demás". Tenemos, por consiguiente, en el significado de estos dos nombres, una representación de Hércules, a medida que logra su propia salvación y mientras soporta la gran carga de Atlas y aprende el significado del servicio.
Lepus, la fiebre, asociada con estas dos constelaciones, contiene una estrella del más intenso color carmesí, casi como una gota de sangre. El rojo es siempre el símbolo del deseo por las cosas materiales. En el zodíaco de Denderah, el nombre dado es Bashtibeki, que significa "caída maldita". Aratus, escribiendo cerca de 250 años A.C., habla de Lepus como siendo "eternamente perseguida", y es interesante notar que los nombres hebreos de algunas de las estrellas encontradas en esta constelación significan "el enemigo de Aquel que viene", que es el significado del nombre de la estrella más brillante, Arneb; mientras que otras tres estrellas tienen nombres que significan "el loco", "el amarrado", "el engañador". Todas estas palabras son características del yo inferior perseguido eternamente por el yo superior; el alma humana perseguida por el Sabueso del Cielo.
Cuando miramos los cielos estrellados en la noche y ubicamos a Sirio, la Estrella Perro, la historia de nuestro pasado, presente y futuro está dramáticamente representada. Tenemos la historia de nuestro pasado en Lepus, la Liebre, de pies veloces, engañada, loca, amarrada a la rueda de la vida, identificada con el aspecto materia, y siempre la enemiga de "El Príncipe que Viene". En el Can Menor, tenemos la historia del aspirante, de nuestra suerte presente. Morando dentro nuestro está el gobernante interior, la divinidad oculta, el redentor. Nosotros salimos victoriosos y a triunfar, pero tenemos que hacerlo como el discípulo agobiado, soportando por otros y sirviendo. En el Can Mayor tenemos representado nuestro futuro y una consumación, gloriosa más allá de toda presente realización. Si todas las religiones y escrituras del mundo se perdieran y no nos quedara nada excepto los cielos estrellados, con la historia del zodíaco y el significado de los nombres de las diversas estrellas que se encuentran en las diferentes constelaciones, podríamos seguir las huellas de la historia del hombre, recobrar el conocimiento de nuestrameta y aprender el modo de su realización.

La Lección del Trabajo

El total de esta historia significa realmente la lección que es la primera que todos los aspirantes tienen que dominar, y la que es imposible aprender, hasta que se haya pasado por las pruebas en Aries y en Tauro. Entonces, en el plano físico, en el campo del cerebro y en su estado de conciencia despierta, el discípulo tiene que registrar contactos con el alma y reconocer sus cualidades. El no debe ser más el místico visionario, sino que debe agregar a la realización mística el conocimiento oculto de la realidad. Esto es olvidado a menudo por los aspirantes. Ellos descansan contentos con la aspiración, con la visión de la meta celestial. Han forjado en el crisol de la vida, un equipaje que se caracteriza por las sinceridad, el buen deseo, el carácter agradable, y son conscientes de la pureza del motivo, buena voluntad para cumplir los requerimientos, y la satisfacción de que ellos han alcanzado un cierto estado de desarrollo que los autoriza a seguir. Pero una cosa falta aún:
no tienen lo que podría llamarse “la técnica de la presencia"; no tienen privilegio y
prerrogativa para poseer. Ellos creen en la realidad del alma, en la posibilidad de la perfección, en el sendero que debe ser hollado; pero la creencia no ha sido todavía trasmutada en conocimiento del reino espiritual. ¡Y no saben cómo lograr su meta! Por lo tanto, como lo hizo Hércules, emprenden la quíntuple búsqueda.
La primera etapa de la búsqueda está llena de estímulo para ellos, habiendo sido capaces de reconocer el acontecimiento. Como Hércules, se encuentran con Nereo, el símbolo del yo superior, y más tarde en la historia del discípulo, él es el símbolo del Maestro que enseña. Una vez puestos en contacto, especialmente en las primitivas etapas de la búsqueda, el yo superior se manifestará como un destello de iluminación y ¡he aquí! ha desaparecido; como una repentina comprensión de la verdad, tan elusiva, huidiza, que al principio el discípulo no puede asirla; como una sugerencia que se deja caer en el estado consciente en momentos de una concentrada atención, cuando la mente se mantiene firme y las emociones temporalmente cesan de controlar.
En el caso de un discípulo más avanzado que ha establecido contacto con su alma y que, por consiguiente, se puede suponer que está listo para recibir instrucción de uno de los grandes Maestros de la Raza, se encontrará que el Maestro trabaja exactamente como lo hizo Nereo. No se puede entrar siempre en contacto con Él, y sólo ocasionalmente el discípulo entra en comunicación con Él. Cuando lo hace, no necesita esperar felicitaciones por su magnífico progreso, ni encontrará una cuidadosa explicación de su problema, ni el prolijo diseño del trabajo que deberá hacer. El Maestro dará una sugerencia y desaparecerá.
Hará una insinuación y no dirá más. Corresponde al discípulo actuar lo mejor que pueda y llevar hasta el fin la sugerencia, la cual él deberá juzgar si es sabia.
Muchos ocultistas bien intencionados lo conducirían a uno a creer que los Maestros de
Sabiduría se toman un interés personal con ellos, que los sobrecargados Guías de la Raza, no tienen mejor ocupación que decirles personalmente cómo vivir, cómo resolver sus problemas y cómo, minuciosamente, guiar sus empresas. Me gustaría aquí registrar mi protesta contra cualquier intento de rebajar el trabajo de los Grandes. Las razones por las cuales Nereo, el Maestro, es elusivo y no da sino un destello de pensamiento o de momentánea atención al aspirante, son dos:
Primero, el aspirante individual no es de interés personal para el Maestro hasta que ha llegado el punto en su evolución en que está en tan estrecha relación con su alma, que llega a ser un servidor magnético en el mundo. Entonces, y sólo entonces, le será beneficioso al Maestro enviarle un pensamiento, y darle una sugerencia. Entonces, a medida que esas sugerencias son seguidas, Él puede darle más, pero, y éste es el punto que debe ser enfatizado, sólo en conexión con el trabajo que debe hacer en el campo del servicio del mundo. Los aspirantes necesitan recordar que ellos llegan a ser maestros sólo dominando, y que se nos enseña a ser maestros y se nos lleva a la posición de miembro en el grupo de servidores del mundo, a través de los esfuerzos de nuestra propia alma. Esa alma es un divino hijo de Dios, omnisciente y omnipotente. A medida que el gemelo inmortal aumenta en poder y esplendor el hermano mortal disminuye.
Segundo, los cuerpos físicos de los aspirantes no están en condición de soportar la
elevada vibración de aquél que se ha realizado. El cuerpo sería destrozado y el cerebro sería sometido a demasiado esfuerzo, si uno de los Maestros hiciera constante contacto con un discípulo, antes de que él hubiera aún aprendido a conocer a Nereo como el símbolo de su propio yo superior. Cuando por nuestros propios esfuerzos estemos empezando a vivir como almas, y cuando por nuestro propio autoiniciado empeño estemos aprendiendo a servir y a ser canales de energía espiritual, entonces conoceremos a Nereo más íntimamente; y entonces, casi inevitablemente, nuestro conocimiento del trabajo que los Grandes tienen que hacer, será tan vital y tan real, que renunciaremos a nuestro propio deseo por el contacto y buscaremos sólo levantar la carga que ellos llevan.
Al principio de su búsqueda, Hércules se encontró con Nereo; pero no se sintió
impresionado y por lo tanto se extravió por otras partes, buscando furiosamente satisfacer su aspiración. Al fin de su búsqueda él se encuentra con Atlas, soportando la carga del mundo, y se siente tan impresionado con el peso de esa responsabilidad y la carga que Atlas, el gran Maestro, está llevando, que olvida todo acerca de la meta y su búsqueda de las manzanas de oro, y se esfuerza por levantar la carga de los hombros de Atlas. Cuando los aspirantes en el campo religioso y en la iglesia, en el campo teosófico, en el campo de los rosacruces, y en los muchos grupos en los cuales ellos gravitan, hayan aprendido a olvidarse de ellos mismos para servir, y a perder de vista su egoísmo espiritual ayudando a la humanidad, habrá una más rápida reunión de los iniciados a través del portal en el Sendero que conduce de la oscuridad hacia la Luz, y de lo ilusorio a lo Real. Uno de los Grandes ha dicho que "hay personas que, sin tener nunca ningún signo externo de egoísmo, son intensamente egoístas en su interna aspiración espiritual". (p. 360, The Mahatma Letters to A. P. Sinnett). Y más tarde ofrecen ante nosotros un estupendo ideal que hace un corte en la raíz del egoísmo espiritual: "Si en nuestra visión de las más altas aspiraciones por el bienestar de la humanidad, éstas se manchan con egoísmo, en la mente del filántropo,
acecha la sombra del deseo por el propio beneficio...”.
Hércules, el discípulo, ha conocido el toque del yo superior, pero no lo conocía lo
suficiente para permanecer con Nereo. Por lo tanto, se volvió al sur, o de regreso al mundo.
Él ha tenido su momento supremo, cuando trascendió el estado consciente de su cerebro y platicó con su alma. Pero esto no dura, y se abandona nuevamente al estado de conciencia del cerebro y entra en otra experiencia. Tiene que luchar con Anteo, la serpiente (o gigante). Pero, esta vez, es la serpiente del espejismo astral y no principalmente la serpiente del deseo. Es con los hechizos del psiquismo inferior que él tiene que luchar, y éstos parecen, en las primeras etapas, atraen inevitablemente el interés de los aspirantes.
Cualquier maestro que haya trabajado con aquéllos que están buscando el Camino, conoce el hechizo bajo el cual ellos pueden caer tan fácilmente. Según el temperamento del aspirante así será el hechizo. Algunos se desvían por los fenómenos espiritistas. En el esfuerzo para penetrar el velo, se sienten absorbidos por el lado inferior del espiritismo y pasan mucho tiempo en la sala de sesiones, estudiando una y otra vez los mismos viejos fenómenos de materialización, comunicación con los espíritus y manifestaciones, no hago aquí referencias a las verdaderas investigaciones científicas de aquellos que ahondan en su indagación, y que están dotados para hacer esto. Me refiero a la participación del ignorante en ciertos tipos de trabajo en la sala de sesiones. Esto intriga al hombre y a la mujer comunes y los pone a merced del igualmente ignorante medium o del charlatán, pues ellos no están equipados para verificar de ninguna manera lo que ven y oyen.
La serpiente puede tomar la forma del aspecto más común de los fenómenos psíquicos.
El aspirante se interesa en la escritura automática, o aprende a sentarse y escuchar "voces", se vuelve astralmente clarividente y clariaudiente, se une a la confusión del plano psíquico, y así cae dentro de las trampas y peligros latentes del astralismo. Se vuelve negativo, porque está todo el tiempo tratando de oir o ver lo que no es físico. Porque nosotros compartimos con los gatos y los perros la capacidad de ser clarividentes y clariaudientes, a su debido tiempo seguramente veremos y oiremos, si no en realidad, al menos a través del poder de esa facultad creadora que todos poseemos, la imaginación creadora. Pero en una forma y otra, el aspirante que ha dejado a Nereo, se encontrará con la serpiente y tendrá que luchar con ella. Como el mito lo expresa, por un largo tiempo Hércules no pudo vencer, pero cuando levantó a la serpiente en el aire triunfó.
Hay gran verdad debajo de este simbolismo. El aire ha sido siempre mirado como el
símbolo del elemento relacionado con el plano de Cristo, llamado en la terminología
teosófica y en el oriente, el plano búdico. El plano astral es el reflejo distorsionado del
plano búdico, y sólo cuando elevemos el espejismo dentro de la clara luz del alma de
Cristo, veremos la verdad como es, y nos volveremos invencibles. Solemnemente, yo me
esforzaría por convencer a todos los aspirantes, a renunciar a todo interés en los fenómenos psíquicos, y a excluir tan firmemente como puedan el plano astral, hasta que hayan desarrollado el poder de ser intuitivos, y de interpretar sus intuiciones por medio de una mente bien desarrollada, bien provista y bien entrenada.
La próxima etapa de la búsqueda de Hércules es igualmente aplicable a la humanidad en
conjunto. El cayó en las garras de Busiris, que pretendía ser un gran maestro. Por un largo período de tiempo Hércules fue mantenido en cautiverio. El mundo hoy en día está lleno de maestros, y, como Busiris, ellos basan su enseñanza en portentosas pretensiones; afirman que son iniciados, que son los custodios de la verdad, y que tienen un camino seguro y cierto de desarrollo que debe, inevitablemente, capacitar al aspirante para realizarse. Ellos sostienen su posición con promesas; crean la atmósfera para una fuerte relación de la personalidad, y utilizando la sinceridad y la aspiración del buscador tras la verdad, reúnen a su alrededor grupos de hombres y mujeres que inocente y sinceramente creen en la verdad de lo que ellos pretenden, y los atan al altar del sacrificio por un mayor o menor período detiempo. El verdadero iniciado es conocido por su vida y actos, está demasiado ocupadosirviendo a la raza, para perder el tiempo en interesar a la gente sobre sí mismo, y no puede
hacer promesas más allá que decir a cada aspirante: "Éstas son las reglas antiguas, éste es el camino que todos los santos y Maestros de Sabiduría han recorrido, ésta es la disciplina a la cual deben sujetarse, y si sólo tratan de resistir y tener paciencia, la meta seguramente será alcanzada".
Pero Hércules se liberó, como lo hacen todos los buscadores sinceros; y habiendo
escapado del mundo psíquico y pseudo-espiritual empezó a servir. Primero se liberó a sí mismo bajo el símbolo de Prometeo, el que significa Dios encarnado, liberándolo de la tortura de los buitres de lo antiguo. El plexo solar, el estómago y el hígado son
exteriorizaciones, si puedo expresarlo así, de la naturaleza del deseo, y Hércules se liberó a sí mismo de los buitres del deseo, que por largo tiempo lo habían torturado. Dejó de ser egoísta, y de buscar su propia satisfacción. Había tenido dos amargas lecciones en este signo y por este ciclo en particular estaba relativamente libre. Prometeo, el Dios interior, podría adelantarse al servicio del mundo y levantar la carga de Atlas.
Después del sacrificio viene la recompensa, y Hércules recibió su gran sorpresa después de liberar a Prometeo y Atlas. Habiendo abandonado su búsqueda para ayudar al mundo, Atlas fue en su lugar al jardín y le trajo las manzanas de oro, poniéndole en contacto con las tres hermosas doncellas, los tres aspectos del alma.
Al principio de su trabajo él se pone en contacto con su alma como Nereo; al final de su trabajo, habiendo superado muchos espejismos logra una visión grandemente acrecentada de su alma y la ve en sus tres aspectos, cada uno, conteniendo en sí, la potencia de los tres principios de la divinidad. Eglé simboliza la gloria de la vida y el esplendor del sol poniente, la magnificencia de la manifestación en el plano físico. Ella le da una manzana a Hércules, diciendo, "El camino hacia nosotros es, siempre, a través de actos de amor".
Erythena cuida la puerta, el alma, que está siempre abierta por Amor-Sabiduría, y le da a Hércules una manzana marcada con la palabra dorada Servicio. Hesperis, la estrella vespertina, la estrella de la iniciación, representa la Voluntad. Ella le dice a Hércules,
"Recorre el Camino". Cuerpo, alma y espíritu; Inteligencia, Amor y Voluntad, avistados y contactados por el aspirante desinteresado a través del Servicio.

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