miércoles, 17 de diciembre de 2008

MANIFIESTO. KARL VON ECKARTSHAUSEN


Hijos de la Verdad, no hay más que una Orden, una Fraternidad, una asociación de hombres unidos para adquirir la iluminación. De este centro, los malentendidos han hecho surgir innumerables órdenes; todos vuelven de la multiplicidad de opiniones hacia una verdad única y hacia la verdadera asociación de aquellos que son capaces de recibir la luz de la Comunidad de los Elegidos.
Esta Comunidad de luz existe desde el primer día de la creación del mundo y su duración se extenderá hasta el último día de los tiempos. Ella es la sociedad de los elegidos que conocen la luz en las tinieblas y la separan en lo que ella tiene de propio.
Esta comunidad posee una Escuela, en la que aquellos que tienen sed de conocimiento son instruidos por el propio Espíritu de Sabiduría; todos los misterios de Dios y de la naturaleza se conservan allí para los niños de la luz. El perfecto conocimiento de Dios, la naturaleza y la humanidad son los objetivos de la instrucción de esta Escuela. Desde aquí penetra toda verdad en el mundo; era la escuela de los profetas y de todos los que buscan la Sabiduría; y sólo en esta comunidad se encuentra la verdad y la explicación de todos los misterios. Es la comunidad más escondida de todas y no obstante posee miembros venidos de muchas órdenes, tal es esta Escuela.
Este Santuario, compuesto de miembros dispersos, pero ligados por lazos de unión y de amor perfectos, se ha consagrado desde los tiempos más antiguos a la construcción del Gran Templo de la regeneración de la Humanidad, por el cual el Reino de Dios sería manifestado. Esta sociedad está en comunión mental con aquellos que son más capaces de alcanzar la luz, es decir, los Elegidos.
La Iglesia Interior nació justo después de la caída del hombre, y recibió de Dios inmediatamente la revelación de los medios por los cuales la especie humana caída será reintegrada en su dignidad y liberada de su miseria. Este Santuario recibió desde el principio la tarea de toda revelación y todo misterio así como la Clave de la verdadera ciencia, tanto divina como natural.
Pero cuando los hombres se multiplicaron, la ligereza y la debilidad del hombre necesitaron una sociedad externa que veló la sociedad interna y disimuló en la letra al espíritu y a la verdad. La masa del pueblo no era capaz de comprender esta verdad interior y hubiera sido un error confiar a esta gente incapaz lo más sagrado. Por eso, las verdades interiores fueron recubiertas por ceremonias externas y visibles, a fin de que los hombres, por la percepción de lo externo que es símbolo de lo interno, puedan acercarse progresivamente a las verdades espirituales internas.
Pero el depósito sagrado ha sido siempre confiado al hombre más capaz en cada época de recibir la iluminación y que se convirtió en el único guardián de la Verdad Original como Gran Padre del Santuario.
Esta comunidad interna de la luz es la reunión de todos aquellos que son capaces de recibir la luz y escogidos para recibirla; es conocida con el nombre de Comunión de los Santos. El depósito original de todo poder y de toda verdad le ha sido confiado siempre a ella sola; dice San Pablo que sólo ella está en posesión de la ciencia de los Santos. Por ella han sido formados los representantes de Dios en todas las eras, que pasan de lo interno a lo externo para comunicar el espíritu y la vida a la letra muerta.
Esta comunidad de la luz ha sido, a través de las eras, la verdadera escuela de la mente de Dios y como tal, es su Cátedra, su Doctor, posee un libro en el cual sus discípulos estudian las formas y los objetos y también un método según el cual estudian. Tiene también grados sucesivos de desenvolvimiento hasta los Grados superiores.
Esta escuela de sabiduría ha estado siempre oculta al mundo, porque es invisible y no puede estar sometida más que al Gobierno Divino. Nunca ha estado expuesta a los desgastes del tiempo y a la debilidad del hombre, porque sólo los .más capaces son elegidos para servirla y el espíritu que les escoge no puede padecer ninguna decepción.
Por esta escuela fueron desenvueltos los gérmenes de todas las ciencias sublimes que fueron recibidas al principio por las escuelas externas y después revestidas con otras formas en las cuales finalmente degeneraron a veces. Esta sociedad de sabios comunicó, según el tiempo y las circunstancias, a las comunidades externas sus jeroglíficos simbólicos, a fin de acercar al hombre de lo externo a las grandes verdades de lo interno.
Pero todas las sociedades externas subsisten en la medida en que esta sociedad interna les comunica su espíritu. Cuando alguna quiere ser independiente y transformar un templo de sabiduría en edificio político, la sociedad interna se retira, dejando tras ella nada más que letras muertas. Es así como las escuelas externas y secretas de sabiduría no eran nada más que velos jeroglíficos, quedando la verdad en el santuario a fin de no ser profanada.
En esta sociedad interna el hombre encuentra la sabiduría y con ella el Todo; no la sabiduría de este mundo, que no es más que un conocimiento científico girando alrededor de los externo sin alcanzar jamás el centro, sino la verdadera sabiduría y a los hombres que la obedecen.
Todas las disputas, controversias, todo lo que desenvuelve la falsa prudencia del mundo, las discusiones estériles, los gérmenes de opiniones inútiles que siembran la discordia, todos los errores, los cismas y sistemas son desterrados. Allí no se conoce la calumnia, ni el escándalo. Cada hombre es honrado. El espíritu satírico que busca diversión a costa de los demás es desconocido, Sólo reina el amor.
El monstruo de la calumnia jamás levanta su cabeza de serpiente entre los hijos de la sabiduría; la estima común reina exclusivamente; aquí no se observan las faltas del prójimo; aquí no se hacen amargos reproches a los defectos; caritativamente, el viajero es conducido por el camino de la verdad. Se busca persuadir y tocar el corazón de los que se equivocan, dejando el castigo a los Señores de la Luz.
La pobreza y la debilidad están protegidas; cada cual se regocija con cada progreso realizado y cada dignidad adquirida por el hombre.
Ninguno se ha elevado por encima de los demás gracias a la fortuna o el don de la suerte; aquél que se considera el más feliz es el que tiene la posibilidad de hacer el bien a sus hermanos; y todos estos hombres, unidos en el espíritu del amor a la verdad, constituyen la Iglesia Invisible, la sociedad del Reino Interior del que Dios es el único Jefe.
No obstante, no debemos imaginar que esta sociedad se parezca a una orden secreta, que se reúne en un tiempo concreto para escoger a sus jefes y a sus miembros, unidos por objetivos especiales. Todas las asociaciones, sean las que sean, no provienen sino de esta comunidad interna de sabiduría, que ignora todas las formalidades inherentes a los círculos externos constituidos por el hombre. En el reino de las fuerzas, todas las formas exteriores desaparecen.
Dios mismo es el Poder omnipresente. El mejor hombre de la época, el propio Jefe, no conoce a todos los miembros, pero en cuanto la voluntad de Dios es que se reúnan, éstos se encuentran infaliblemente en el mundo y están listos para trabajar en la realización de la tarea que les sea asignada.
Esta comunidad no tiene velos externos. Aquél que es elegido para actuar ante Dios es el Primero; se muestra a los demás sin presunción y es recibido por ellos sin envidia.
Si es necesario que algunos miembros verdaderos se encuentren, lo harán y se reconocerán con toda certeza. No se utiliza ningún disfraz, ni la hipocresía ni el simulacro pueden ocultar las características cualidades de esta sociedad, porque es auténtica. Toda ilusión ha desaparecido y las cosas aparecen en su forma real.
Ningún miembro puede escoger a otro, la elección debe ser unánime. Todos los hombres son llamados, los llamados pueden ser escogidos si son aptos para entrar en la comunidad.
Cada cual puede aspirar a entrar en ella, y todo hombre que forma parte de ella puede enseñar a los demás cómo buscarla y ser admitido; pero sólo quien haya logrado la suficiente madurez puede penetrar en el interior. Los hombres insuficientemente preparados suscitan el desorden en las comunidades y el desorden es incompatible con el Santuario. Este rechaza todo lo que no sea homogéneo. La inteligencia de este mundo busca en vano este Santuario, también son vanos los esfuerzos de la malevolencia, aunque haga lo imposible por penetrar estos grandes misterios; todo resulta indescifrable para quien no está listo, no puede ver ni leer nada de lo que se encuentra en el interior.
Aquél que ha llegado a la madurez se suma a la cadena quizá cuando menos lo espere y a un eslabón del que nada sospechaba. La búsqueda de esta madurez es la meta del esfuerzo de quien ama la sabiduría.
Pero hay métodos que permiten adquirir esta madurez, ya que la Santa Comunión es el depósito original de la más antigua ciencia del género humano, además de los primeros misterios de toda ciencia. Ella es la única y verdadera Comunidad de la Luz en posesión de la llave de todos los misterios y en conocimiento de la íntima verdad de la naturaleza y de la creación.
Es una sociedad que une a sus propios poderes los poderes superiores, y comprende a miembros de más de un mundo. Es una sociedad cuyos miembros forman una república teocrática que llegará a ser algún día la Madre Regente del Mundo Entero.

No hay comentarios: