miércoles, 24 de marzo de 2010

El Ser según Jung


Para la tipología de inspiración psicoanalítica de Jung, un individuo es poseedor de todas las funciones psíquicas; unas son aparentes, es decir, están instaladas en la consciencia, y otras están reprimidas.

De acuerdo a esto el inconsciente estaría constituído por

A.- el material reprimido

B.- el material subliminal convertido en psíquico (incluso las percepciones subliminales de los sentidos)

C.- el material que aún no ha alcanzado el umbral liminal de la consciencia (son los gérmenes de ulteriores contenidos conscientes).

El inconsciente no está en reposo sino ocupado constantemente en la agrupación y reagrupación de sus contenidos. Esta acción es coordinada normalmente por la consciencia en una relación compensatoria.

Este inconsciente dependería de la persona misma, pero nada se opone a pensar en la posibilidad de que las tendencias inconscientes tengan un objetivo situado más allá de la persona humana. A partir de esta idea podemos distinguir dos estratos, uno más superficial llamado inconsciente personal y otro más profundo que sería el inconsciente colectivo.

A.- Inconsciente personal.-
Todos sus contenidos son de naturaleza personal, formados por adquisiciones de la existencia individual y por aquellos factores psicológicos que podrían ser también conscientes. Se nos revelan como contenidos «personales» por cuanto sus efectos o su aspecto parcial o su procedencia pueden demostrarse en nuestro pasado personal.

B.- Inconsciente colectivo.-
En esta capa más profunda de la psique se encuentran los elementos impersonales o colectivos, en forma de categorías heredadas como son los instintos y los arquetipos.

En este caso, nada nos viene de nuestro propio pasado sino que una imagen histórica, universalmente propagada, vuelve a surgir por función psíquica natural, ya que el cerebro humano por muchos años ha funcionado de igual modo. Este proceso se ha llamado revivificación de un arquetipo.

El concepto de Arquetipo se deriva de la observación repetida de los mismos motivos en los mitos y cuentos de la literatura universal. Estos mismos motivos los encontramos en las fantasías, sueños y delirios de los hombres actuales. Se podría decir que es un elemento vacío en sí, ya que no es más que facultad Praeformandi, o sea una posibilidad dada a priori de la forma de representación.

Es la forma de pensamiento primitiva y analógica propia de los sueños, la que elabora estas imágenes antiguas. Por lo tanto, no se trata de imágenes heredadas sino de cauces heredados.

El parecido universal de los cerebros rinde una posibilidad universal de una función espiritual homogénea. Esta función es la Psique Colectiva. En ella están contenidas las virtudes y los vicios específicos del hombre. Esto explica que los hombres primitivos, donde la diferenciación personal está en sus primeros pasos, presenten sin oposición intermedia los pares antagónicos. La oposición no aparece hasta que se inicia un desarrollo personal de la psique, con lo cual la razón vislumbra la naturaleza incompatible de los antagonismos.

La Persona:

En los pueblos primitivos, el desarrollo de la persona es cuestión de prestigio mágico. Se podría decir que
la represión de uno de los opuestos pone fin al paraíso de la psique colectiva. La represión de la psique colectiva no es más que una necesidad del desarrollo de la personalidad.

Los inicios de este desarrollo los podemos descubrir en el uso de máscaras o personajes como revestimiento, lo que permitía a jefes y hechiceros diferenciarse de los demás o de la psique colectiva. Este prestigio era en sí producto de un compromiso colectivo. Así la persona se convertía en verdad colectiva.

Actualmente podemos decir que la persona es un recorte de la psique colectiva, confeccionado con gran trabajo y que consiste en la suma de hechos psíquicos sentidos como personales. Este último atributo expresa la pertenencia a una persona determinada. Una consciencia personal acentúa sus derechos de propiedad de autor referente a sus contenidos e intenta crear con ellos un conjunto. Esta creación entraña un gran peligro ya que todos aquellos contenidos que no cuadran con el conjunto son olvidados, reprimidos o negados, y pasan a constituir la «sombra». Es decir se produce un estricto proceso de autoeducación que resulta arbitrario y violento. Se sacrifican demasiados factores generales y humanos en favor de una imagen «ideal», en la cual quisiera transformarse el individuo.

Como conclusión, diremos que la persona no es más que una máscara que aparenta una individualidad que se presenta como tal frente a los demás y a uno mismo, cuando en realidad sólo se trata de un rol en el que habla la psique colectiva.

Si analizamos a la persona y quitamos la máscara, descubriremos que en el fondo es colectivo lo que parecía ser individual. Prácticamente la persona no tiene nada de real. Más bien constituye un compromiso entre el individuo y la sociedad, referente al papel que ha de desempeñar por el hecho de tener un nombre, adquirir un titulo o desempeñar un cargo siendo tal o cual personaje. No sería justo sin embargo dejar de reconocer que en la singular elección de la persona ya está incluido algo de individual y que, a pesar de una exclusiva identidad de la consciencia del «yo» con la persona, existe siempre el propio inconsciente, la verdadera individualidad exteriorizándose en forma indirecta.

Estos intentos de liberación de la individualidad de la psique colectiva son los que nos llevan en camino al proceso de Individuación.

Según lo comentado anteriormente, podríamos decir que la vida psíquica comienza con el individuo siendo vivido y poseído por los arquetipos. No es el individuo quien realmente siente o quiere, sino los arquetipos
a través de él. Son «ellos», los arquetipos, los que viven y deciden por él. La consciencia individual es, pues, minúscula en esta fase.

El héroe actual se ha psicologizado a tal punto que en vez de espada emplea las cuatro funciones de la tipología junguiana: pensamiento, sentimiento, sensación e intuición.

En algunos mitos, el héroe no espera a los monstruos sino que sale a su encuentro. En la psicología junguiana la situación es análoga y esencialmente distinta. La victoria de la consciencia sobre los arquetipos como la Sombra, el Anima, el Animus, y cualquier otro, jamás es la destrucción. Es en realidad una fusión donde la consciencia - el héroe - vence al arquetipo. Si vence al Anima no sólo cambia ésta en su ser sino también el ego, que se hace consciente. En ambos se produce un proceso de muerte y transfiguración. El ego que ha entrado en contacto profundo con la región de su ser en que anida la femineidad o emocionalidad (ánima) resurge de forma distinta. Ha sufrido una transformación alquímica.

El proceso de Individuación:

Es el proceso por el cual se engendra un individuo psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un todo. Individuación significa llegar a ser uno mismo. Como sinónimo podríamos hablar de autorrealización. Este «Yo» o «Ser>> o «Sí Mismo» se nos muestra como imagen psicológica de lo divino, o «imago Dei». Este concepto procede de los Padres de la Iglesia, según los cuales la imagen de Dios está acuñada en el alma del hombre. Si una imagen de este tipo emerge espontáneamente, debe entenderse como un símbolo del Ser o Sí Mismo, ya que es la proyección de esa imagen de Dios que llevamos dentro y no una imagen externa.

Jung usó el término Ser o Yo para este sustrato inconsciente, cuyo exponente en la consciencia personal
es el ego. El ego es respecto al Yo como lo movido respecto al motor, o como el objeto al sujeto, pues los factores determinantes que irradian del Yo rodean al ego en todas partes, subordinándolo. Por esto el Yo es aquello de lo que venimos, aquello que anhelamos y aquello con lo que queremos fundimos. El Yo incluye al ego, pero el Yo y el ego pueden dialogar como representantes del Ser en sí y de la limitada personalidad consciente. El Yo está oculto, pero ama ser descubierto.

Podemos concluir que la finalidad de la individuación no es otra que la de liberar al Yo de los envoltorios postizos de la persona y del poder sugestivo de las imágenes inconscientes,

En contraste con las descripciones orientales, para Jung esta autorrealización sugiere un movimiento activo, creativo y urgente, contrario al diluirse en una consciencia difusa. En este caso no se disuelve ni desaparece el ego. La individuación desafía al ego a entrar en una condición desconocida en vez de permanecer cautivo de lo habitual y familiar. A la vez es importante reconocer que sin este ego psicológico no hay nadie que pueda vivir la vida o experimentar el Yo.



Este Yo, o punto central virtual, es de una constitución tan misteriosa que lo podrá incluir todo, parentesco con animales y con dioses, con cristales y con astros, sin que ello nos produzca admiración alguna, sin que siquiera lo desaprobemos. Jung lo postuló como una hipótesis de trabajo, un supuesto psicológico no comprobable científicamente, al que igualmente - según él - podría llamarse «el Dios en nosotros». Dijo que entre ese Ser y el yo existía la misma relación que entre el sol y la tierra. No es posible confundir a ambos. Se halla colocado más allá de nuestra razón humana y por esto es incomprensible para nosotros.

Hacia esa finalidad trascendente tiende nuestro anhelo y hacia ella nos esforzamos.

Patricia Zárraga



Más Información:
Jung, C. G.- Psicología y Simbólica del Arquetipo.- Paidós
Jung, C. G.-Arquetipos e Inconsciente Colectivo.- Paidós
Jung, C. G.-Psicología y Religión.- Paidós
Jung, C. G.- El Hombre y sus Símbolos.- Luis de Caralt

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