sábado, 24 de julio de 2010

Relajación

Sensaciones de Expansión


Las sensaciones de expansión son mucho más poderosas que la sensación física de alegría: son profundas, vastas, infinitas.

Todos contamos con los recursos espirituales para tener salud y equilibrio; simplemente es cuestión de dirigir y utilizar nuestras energías adecuadamente. Sin embargo, no se trata de un control forzado. Es un proceso natural que comienza a funcionar cuando aprendemos a relajarnos y utilizar ciertas maneras de respirar, sentir y pensar que nos ayudan a regular el equilibrio interior y que permiten que la energía fluya más libremente.

La relajación es un sistema curativo que podemos emplear para aliviar nuestras ansiedades y frustraciones, el estrés que tan a menudo ocasiona el bloqueo de nuestra energía y que nos impide desarrollar la consciencia. Con la relajación profunda purificamos nuestra energía. Empezamos a relajarnos simplemente cobrando consciencia de cualquier sensación que estemos experimentando: tensión en los músculos, dificultades en la respiración, presión en la cabeza… Debemos percatarnos de todas las sensaciones que experimentamos en la vida diaria, sentirlas y comunicarnos con ellas. Mediante el masaje y ciertos ejercicios podemos aprender a relajarnos física y mentalmente. Cuando aprendemos a relajar el cuerpo, la respiración y la mente, el cuerpo se sana, la mente se despeja, y nuestra consciencia se equilibra.

Una vez que nos relajamos y que nuestra mente está libre de distracciones, empezamos a sentirnos más receptivos. Este es el momento de hacer callar al diálogo interior y al pensamiento conceptual. Una vez callados éstos, podemos continuar alimentando la energía sensible con la que hemos hechos contacto y por lo tanto continuar prolongando un estado positivo de atención consciente.

Respira hondo unas diez o quince veces, y lentamente relaja por completo el cuerpo. Relaja los ojos y deja que la boca se abra. Sigue a tu respiración por tus brazos, tus piernas. Abandónate por completo. Date tiempo y siente todo tu cuerpo, desde los dedos de los pies hasta la coronilla. ¿Sientes los latidos de tu corazón? ¿Sientes el pulso en los dedos de los pies? Luego, muy suave y lentamente, date masajes en la cabeza, el cuello, el pecho, los brazos, las piernas y los pies, de modo que sientas un cálido flujo de energía en cada célula. De esta manera, deja que tu cuerpo se relaje por completo.

Al principio es útil concentrarse en una zona determinada, como la cabeza. Casi siempre la cabeza está más ocupada que el resto del cuerpo, y las sensaciones tienden a tensar el movimiento del cuello, los hombros y los músculos faciales. Empieza por darte masajes en la cabeza y siente cómo la energía recorre todo el cuerpo. Durante el masaje es mejor que no te preocupes de si la sensación es agradable o desagradable, sólo siéntela. Es importante que todos tus músculos estén tan sueltos como sea posible, de modo que mientras te das masajes en el cuerpo, pregúntate: “¿hay alguna tensión muscular?” Si la hay, presta particular atención a las zonas tensas hasta que gradualmente relajes todas las partes del cuerpo. Luego, dedica suficiente tiempo para escuchar a tu cuerpo en silencio y relajar cualquier tipo de tensión.

Ahora relájate al aspirar aire dejando que tu respiración se calme. Respira hondo varias veces; inspira muy lenta y profundamente; ahora, en total silencio, contén la respiración un momento; luego espira muy suavemente por la nariz y la boca. Siente circular la energía por el caudal sanguíneo y observa tus sensaciones. No es necesario que te concentres en la respiración, simplemente no interfieras en la sensación y deja que tu consciencia la experimente. Si haces caso omiso de tu respiración, ésta se sosiega y la energía del cuerpo cobra vida con sensaciones muy sutiles, cálidas, delicadas, como si el sol brillara sobre tu cuerpo.



Cuando estás muy tranquilo, en tu interior surge una cálida sensación. Sientes el cuerpo despierto pero ligero, como si estuviera gradualmente desapareciendo; ya no hay peso ni consistencia, sino sólo una sensación muy libre de inmensidad en expansión. No hay instrucciones que recordar, no hay concentración, simplemente eres parte de esa inmensa amplitud. Cuanto más te tranquilizas, más energía sientes. De esta manera puedes experimentar tu cuerpo como espacio abierto y vivir interiormente esa sensación. Desarrolla esa energía sensible tanto como puedas, sin juzgarla ni interpretarla. Cuando ejercitas tal expansión, el espacio mismo está perfectamente equilibrado, como un dibujo de precisión o una bella obra de arte.

En cuanto alcanzas esta sensación interior, te olvidas de tu cuerpo y tu respiración. Puedes realmente convertirte en esa sensación, y luego expandirla, como si apenas estuvieras saliendo de la matriz… esta sensación puede ser casi ilimitada. Después, puede que nada parezca existir, excepto esta experiencia sensible. Puedes existir dentro de la esfera de acción de la energía, de modo que adondequiera que conduzca la sensación simplemente la sigas… más y más lejos, como las ondas ocasionadas por una sola piedra, que se propagan hasta cubrir toda la superficie del lago. De esta manera te sosiegas por completo.

Finalmente, relaja tu mente. Por lo general, debido a que nuestros diálogos interiores constantemente arrojan interpretaciones, conceptos y juicios, la mente está muy inquieta y nerviosa. Observa estos movimientos de tu mente, sin seguir a ningún pensamiento en particular ni ejecutar ninguna acción. No trates de concentrarte demasiado. La consciencia ya existe, pero no se queda en ningún lugar concreto; la consciencia no se aferra a ninguna “cosa”. Simplemente experimenta la sensación inmediata. Cuando no intentas atrapar juicios ni pensamientos, puedes experimentar esa sensación como parte de tu actividad mental, como nadar en medio del océano.

Al principio puedes creer que sólo te imaginas esta energía, pero cuanto más te familiarices con ella, mejor podrás dirigirla. Después de un tiempo la experimentarás como una especie de calor y finalmente como una sensación de profundo amor y alegría. Esta energía refresca tu consciencia y modifica tus pautas de pensamiento. El conjunto de tus ideas alcanza un mayor equilibrio; la energía surge y circula más libremente por todo tu sistema psicofísico.

Puedes llevar más lejos esta relajación, en concreto hasta la esfera de acción del pensamiento. Trata de retener un solo pensamiento y, a continuación, ahonda en él; sin juzgarlo ni etiquetarlo, sin considerarlo sujeto u objeto. La sensación de energía de todos modos continuará desarrollándose, pero sin discernimiento alguno ni limitaciones conceptuales. Una vez que hayas alcanzado o experimentado esta sensibilidad más profunda, podrás introducirla en todos los pensamientos y experiencias.

En primer lugar podemos aprender a desarrollar la consciencia en un plano concreto, por medio del masaje y ejercicios físicos; en segundo lugar, a nivel mental, por medio de la respiración y la experimentación más profunda de las sensaciones, y en tercer lugar, a nivel de la consciencia sutil, por medio de la experiencia directa. Cuando experimentamos esa sensación, descubrimos que ella misma se ha vuelto infinita.

Por lo tanto, cada vez que tenemos una sensación agradable, debiéramos intensificarla; la calidad de esa sensación no debe perderse, porque la alegría, el amor y la belleza colman y satisfacen. Por ejemplo, cuando pensamos en hacer el amor tenemos bellas sensaciones; si aumentamos esa sensibilidad y la experimentamos profundamente, durará más tiempo. Cuando estamos alegres y experimentamos sensaciones agradables, por lo general tratamos de mantener la sensación aferrándonos al pensamiento. Cuando la sensación se intensifica es mucho más vasta que el pensamiento y por eso la limitamos cuando tratamos de abarcarla con pensamientos.

Al principio es importante el contacto físico, como por medio del masaje, pero después el cuerpo físico se vuelve casi simbólico, porque la experiencia sensible continúa expandiéndose más allá del cuerpo. Si podemos retenerla, sabremos que no es sólo producto de la imaginación: ¡la experiencia está realmente produciéndose!. Este es un nivel más sutil de la consciencia superior, que se caracteriza por ser extática. Después podremos integrar esa sensibilidad o consciencia a la esfera de acción del cuerpo físico. Una vez que el cuerpo está muy quieto y tranquilo podemos descubrir experiencias y modos de ver que difícilmente podríamos haber concebido antes… sin palabras, sin conceptos… análogos al conocimiento puro.



En este nivel superior de la consciencia, los sentimientos bellos, como un masaje interior, se reproducen espontáneamente, como olas marinas que suben y bajan. Cuando en nuestra práctica llegamos a este punto, podemos ejercitar y extender esta sensación. La sensación de expansión es mucho más poderosa que la sensación física de alegría, es profunda, vasta, infinita. Nuestro cuerpo y la respiración pueden parecer insignificantes, pero nuestra mente experimenta – sin palabras ni conceptos - muchos tonos y cualidades diferentes, bellas imágenes y sutilezas aún más profundas. El primer tipo de alegría que surge es inocente, como la de un niño. Esta alegría se desarrolla hasta convertirse en sentimientos de felicidad, luego surgen diversas sensaciones físicas y mentales, y después se vuelve casi arrolladora.

Al perfeccionar esta hermosa experiencia, posiblemente descubramos que se asemeja a lo que a veces se califica de “experiencia mística”. Es difícil saber si esta energía es “física” o “mental”, pero sí sabemos que es una energía pura y común a todos los seres vivos. Siempre está presente, aunque generalmente no sabemos cómo entrar en contacto con ella. Para hacerlo, a menudo necesitamos determinadas condiciones: un lugar tranquilo, una dieta ligera o ciertos ejercicios psicológicos. Una vez que conocemos esta experiencia, podemos evocar ese recuerdo en la consciencia y encontrar esa energía pura en todas partes.

Cuerpo, Respiración y Mente

Para generar una consciencia superior, debemos unir el cuerpo, la respiración y la mente.

Generalmente creemos que el cuerpo es una entidad física hecha sólo de piel, huesos, músculos y órganos. Pero estos mismos se descomponen sucesivamente en células, moléculas y átomos. Al investigar la naturaleza del átomo descubrimos ciertas fuerzas que lo mantienen unido. Cuando examinamos más atentamente el cuerpo, observamos fuerzas análogas, casi escurridizas.

Dentro del cuerpo, a un nivel muy sutil, cada célula o átomo tiene un tipo de energía nuclear idéntico a la energía del campo exterior al cuerpo. Hablando relativamente, no podemos decir que el cuerpo sea como el “espacio” porque nuestra estructura física parece bastante consistente. Pero en un sentido esencial, el espacio externo al cuerpo y el espacio que ocupa el cuerpo no están separados. Este espacio total forma una unidad natural, como el agua que desemboca en agua.

En ciertos momentos en que estamos muy relajados, las energías positivas aumentan de modo que podemos realmente “sentir” cómo el espacio interno y externo se entremezclan, como si nuestro cuerpo estuviera desapareciendo… perdemos la impresión de la consistencia. La sensación de unidad producida es muy importante, porque cuando nuestro cuerpo está completamente relajado, la energía del interior de las células comienza a fluir naturalmente por todo nuestro sistema psicofísico, sin ninguna manipulación ni esfuerzo extra por nuestra parte. Esta energía se manifiesta como equilibrio, alegría o incluso amor.

Al desarrollar la relajación podemos concentrarnos en una sensación determinada, tal como la calma física, y luego expandir gradualmente esa sensación de modo que se extienda hacia fuera y hacia adentro, más allá del cuerpo físico. Podemos concentrarnos en la sola quietud del cuerpo o en la sola respiración, o en acallar nuestros pensamientos. Y cuando expandimos esta sensación de silencio interior, sentimos que la energía circula por nuestro cuerpo físico y más allá de éste.

Esta energía tiene tres elementos que juntos forman el “patrón” básico de nuestras vidas. Nuestras actitudes y acciones dependen de lo bien equilibrados que se encuentren esos tres elementos; nuestra salud, felicidad, e incluso la duración de la vida, también dependen de este equilibrio.

El primer elemento es la estructura física por la cual fluye la energía. Al segundo elemento lo llamamos “respiración”, pero no es sólo la respiración; es un tipo de energía en movimiento. El tercer elemento es la “energía corporal sutil”, más escurridiza que la respiración. Los tres elementos están ligados de manera inseparable y ninguno de ellos puede funcionar sin los otros; pero cada uno tiene sus características y cualidades específicas. Juntos crean la estructura fundamental del cuerpo físico, combinándose de manera compleja y misteriosa, para crear lo que llamamos vida. En algunos aspectos pueden equipararse con el cuerpo, la respiración y la mente; pero son mucho más de lo que habitualmente nos dan a entender estos términos.

La estructura física por la cual fluye la energía, es más que un simple “cuerpo”. La energía mental de nuestras actitudes y acciones crea una cierta “atmósfera” que se acumula a nuestro alrededor en niveles que van más allá de nuestra sustancia física. A veces esto es llamado cuerpo “sutil” o “etéreo”. Aunque generalmente no se ve, siempre forma parte de nosotros. Podemos comparar el cuerpo “sutil” con la atmósfera alta de la tierra, que es la continuación de la más baja pero que está compuesta de elementos diferentes.

La “respiración” es mucho más compleja de lo que pensamos; está relacionada con otros flujos de energía, y cambia de calidad según nuestros estados emocionales. Respirar superficialmente o con dificultad afecta al resto de nuestro sistema psicofísico; cuando equilibramos la respiración –equilibrando las emociones - también se equilibran el cuerpo y la mente. La respiración es como un puente que une al cuerpo con la mente.

La “energía corporal sutil” puede equipararse a la mente, pero no a la mente como la conocemos. Por lo general la mente formula la experiencia con pensamientos y conceptos, con sujeto y objeto. Pero hay otro tipo de experiencia que no crea este dualismo. Cuando la mente está equilibrada no hay tiempo, no hay consciencia, no existe el percatarse de algo; sólo hay una energía muy especial que siempre está presente.

La “estructura física”, la “respiración” y la “energía corporal sutil” están relacionadas con los cuatro centros del cuerpo – la cabeza, la garganta, el corazón y el ombligo. El “cuerpo” está relacionado con el centro umbilical, la “respiración” con el centro de la garganta y la “mente” con el centro de la cabeza. Cuerpo, respiración y mente se unen en el corazón.



Cada uno de los centros corporales funciona a muchos niveles. Durante los momentos en que el corazón se abre y la mente va más allá de los procesos intelectuales, la energía avanza hacia los niveles más profundos, hacia la consciencia intrínseca, hacia un estado de equilibrio que constituye una de las más elevadas experiencias humanas. Este estado de consciencia se siente en el corazón, así como en la mente.

Cada centro del cuerpo es capaz de vibrar con energías positivas como la bondad, el amor y la compasión. Cada centro también es capaz de provocar también una intranquilidad, confusa y muy deprimente. Cuando los tres elementos o energías pasan por los centros, se producen ciertas condiciones o actitudes, ya sea enfermedades físicas, bloqueos mentales, problemas emocionales… o sensaciones de ligereza, luminosidad y total apertura. Las pautas fundamentales de nuestro funcionamiento físico determinan y son determinadas por la manera en que fluye la energía a través de estos centros muy sutiles. Cada vez que estamos enfermos, desequilibrados, o tenemos sentimientos negativos, estos estados siempre están indicados por el carácter, movimiento y esencia de la energía que hay en el cuerpo. Por lo tanto, para estar sanos debemos aprender a equilibrar nuestro cuerpo, respiración y mente.

Es posible equilibrarnos y contribuir a curarnos concentrándonos en distintas partes del cuerpo. Estas prácticas de concentración son sencillas pero muy específicas. Cuando el cuerpo no está equilibrado o la energía física está bloqueada, cuando estamos enfermos o tenemos miedo, es conveniente concentrarnos en el vientre, en un punto debajo del ombligo.

Si nos sentimos solos – aislados de otras personas - o si deseamos desarrollar la compasión o la alegría, podemos concentrarnos en el centro del corazón. Para adquirir equilibrio emocional o superar el nerviosismo, los anhelos, o las insatisfacciones, debemos concentrarnos en el centro de la garganta. Y puesto que los centros están estrechamente ligados, cuanto más nos concentramos en la garganta, más se equilibra el corazón.

Cuando la consciencia no es firme, cuando nos sentimos como en sueños, perdidos o presos en esquemas dualistas, debemos concentrarnos en la coronilla o en el punto de la frente que está entre los ojos. Si queremos desarrollar la generosidad o tener una mente lúcida, es útil concentrarnos en el centro de la cabeza.

Dado que el cuerpo, la respiración y la mente se equilibran en el centro del corazón es ahí que debemos generar más apertura. Esencialmente, si el centro del corazón se abre más, es muy fácil que el cuerpo y la mente unidos funcionen bien, que se apoyen y aprecien mutuamente.

Cuando nos concentramos en zonas específicas del cuerpo podemos examinar las diferentes sensaciones que surgen, y podemos ver qué zona es la más fuerte y cuál la más débil. Esto nos ayudará a decidir cómo trabajar con nuestra energía. Por ejemplo, cuando una zona está muy tensa, podemos concentrar ahí la energía y tratar de relajarnos y aflojar la tensión. O si otra zona está particularmente activa o muy lánguida, podemos trabajar para quitar o traer energía a esa zona. Con la energía podemos trabajar de muchas maneras, pero lo descrito debiera indicar aproximadamente de qué se trata.

En algunos momentos los ejercicios físicos pueden ser útiles para equilibrar y revitalizar el cuerpo, la respiración y la mente; pero si estos ejercicios se hacen de manera meramente mecánica, o si nos quedamos fascinados con un determinado método, nuestra apertura y crecimiento pueden verse en peligro por una disminución de las oportunidades y una limitación de la perspectiva. Además, no todas las técnicas son apropiadas para todos, de modo que al seleccionar cuáles son los mejores métodos para practicar y durante cuánto tiempo, es importante contar con el consejo adecuado.

Estas prácticas y ejercicios son útiles para integrarnos y generar un estado de consciencia superior. Ayudan a liberar un flujo de energía; esta energía enriquece nuestros sentidos, sosiega nuestras mentes intranquilas, y nos trae paz y equilibrio.

Curar con Energía Positiva

Cuando los sentimientos y las actitudes positivas pasan por cada órgano y circulan por nuestro sistema psicofísico, nuestras energías físicas y químicas se transforman y equilibran.

El cuerpo y la mente están en constante interacción. La mayor parte de lo que llega a la mente entra por medio de los sentidos, y la mayoría de nuestras sensaciones, aunque son experimentadas físicamente, son interpretadas mentalmente. Cuando esta relación recíproca del cuerpo y la mente no está equilibrada y las sensaciones no fluyen fácilmente por el cuerpo, la tensión aumenta, dando origen a emociones negativas que pueden causar tanto enfermedad física como mental.

Para tener y mantener la salud y el equilibrio es importante entender el cuerpo y la mente como un sistema integral. Para esto es útil observar atentamente la relación que ambos establecen.

La mente tiene una estrecha relación con los sentidos, éstos con el cuerpo, y el cuerpo con el mundo. Cada uno se rige según sus propias pautas y su interacción es muy fluida a pesar de que cada cual sigue canales de comunicación particulares. Cuando los sentidos pasan información a la mente, ésta comienza a tomar decisiones usando conceptos y emitiendo juicios, que luego crean división y conflicto. Por lo tanto, en cuanto comienza este proceso, automáticamente se originan ciertos conflictos entre el cuerpo y la mente, entre los sentidos y la mente.

Ciertas sensaciones son más intensas en algunas zonas del cuerpo que en otras, y en distintos momentos varían en intensidad, de modo que al principio es importante señalar con precisión la zona y la intensidad de la sensación. Sin embargo, por lo general las sensaciones se acumulan como el polvo y se mezclan hasta tal punto que no podemos separarlas. Las sensaciones pueden ser positivas, negativas o neutras, y a veces surgen sin ninguna causa racional manifiesta. Son como residuos ocultos que se han acumulado durante mucho tiempo en el cuerpo físico; no podemos prever cuándo harán erupción.

El proceso de auto curación sólo puede surgir de una fuerte base de relajación, alegría, amor y compasión. Debemos relajar el cuerpo, equilibrar las emociones; y transformar la energía de los pensamientos negativos. Entonces podremos aliviar nuestras molestias, ya sea ansiedad, tensión, preocupación o miedo. Al ser receptivos nos exponemos a sensaciones de liberación de energía. Hay métodos específicos que podemos usar para curarnos, tales como la concentración, la recitación de mantras, la visualización, así como distintos ejercicios físicos y mentales; pero el proceso fundamental es relajar y equilibrar nuestra energía.

Cuando te encuentres en un estado muy emotivo o de mucho nerviosismo, siéntate y respira suave y silenciosamente. No prestes atención a tus emociones; simplemente observa tu respiración y su ritmo. Observar las sensaciones de la respiración mientras fluye por tu cuerpo puede ayudarte a calmar y curar tanto tu cuerpo como tu mente.

Si tienes un bloqueo físico o emocional, evoca un recuerdo alegre o visualiza una bella imagen. Al hacer esto, tu mente y tu cuerpo van más despacio; se relajan naturalmente. Así te es posible empezar a ordenar tus sensaciones y emociones, verlas subir, bajar… como las olas del mar. La tensión se disipa y te tranquilizas.

Estas dos sencillas prácticas de relajación te ayudarán a unir tu cuerpo, mente y sentidos de modo que funcionen armoniosamente. La unión del cuerpo y la mente es imprescindible para la salud y la felicidad.

Por lo tanto, como un dique que debe ser construido en la temporada seca a fin de proporcionar protección durante la época de lluvias, debemos ejercitar con diligencia nuestra atención consciente para saber equilibrar las emociones cuando surgen. Una vez que calmamos nuestras emociones y ansiedades podemos dejar atrás las pautas de conducta innecesarias y relacionarnos directamente con la experiencia inmediata; de esta manera podemos estabilizarnos. Se aclara lo que es realmente valioso para nosotros; la confusión disminuye y nuestras pautas de vida se vuelven más sanas. Cuando aprendemos a calmar nuestra mente, la vitalidad mental y física, así como la salud y el equilibrio, se vuelven posibles.



En estos tiempos, sin embargo, muchas personas dependemos de medios artificiales para mantenernos sanos y libres de dolor. Pero cuando volvemos a equilibrarnos y la energía fluye sin obstáculos, el cuerpo y la mente cuentan con los recursos necesarios para protegerse. El remedio para la enfermedad está en nuestro interior, porque el estado natural del ser es el equilibrio.

Nosotros tenemos el remedio para recuperar el equilibrio interior porque, en esencia, todo nuestro cuerpo es un solo universo. En cuanto a su química, nuestro organismo es auto suficiente; es receptivo a las energías positivas y encuentra canales en el cuerpo entero. Contamos con todo lo que necesitamos – tanto la receta como el remedio - Al canalizar energías positivas, éstas se refinan y nuestro cuerpo se transforma. Ya sean positivas o negativas nuestras experiencias, permaneceremos en equilibrio.

Durante el proceso de desarrollo de dichas energías positivas, nuestra experiencia trasciende el plano físico; con el tiempo es posible experimentar la mente y la materia como una sola cosa. Es una experiencia de infinitud en la que la energía pura impregna la experiencia.

Este tipo de experiencia es duradera y, como nuestros más íntimos amigos, siempre está a nuestra disposición. Al darnos cuenta de ello podemos utilizar constructivamente toda situación que se presenta y disminuir nuestra tendencia a ser apresados por situaciones y emociones negativas. Comenzamos a vivir sin apegos, y por lo tanto no generamos más pautas inútiles. La propia energía positiva se convierte en remedio y, de manera natural, tiene lugar un proceso autocurativo. Empiezan a relajarse los bloqueos físicos que causan tantos problemas psicosomáticos, y cuando el cuerpo sana y limpia los venenos, la mente se despeja y se torna transparente.

Cuando vivimos en el ámbito de nuestra experiencia presente, aprendemos a utilizar y sacar provecho de la energía. Una vez que tenemos el control de la energía sutil podemos distribuirla al cuerpo físico, al cuerpo emocional y al cuerpo psíquico. Estimulando y dirigiendo los sentimientos positivos de alegría podemos cambiar la esencia de nuestras pautas y experiencias interiores. Cuando los sentimientos y actitudes positivas pasan por cada órgano y circulan por todo nuestro sistema psicofísico, nuestras energías físicas se transforman y equilibran. En otras palabras, tenemos la oportunidad de volver a crear nuestro cuerpo por medio de la energía positiva.

Tarthang Turku


Traducido y extractado por Alberto Carvajal de
Gesture of Balance.- Dharma Publishing.- USA

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