lunes, 19 de abril de 2010

LAS BODAS CABALÍSTICAS DEL REY


A propósito del Quijote (II, 19 a 21)

Carlos del Tilo



Introducción

En la segunda parte del Quijote, Cervantes nos cuenta la historia de «Las Bodas de Camacho el rico con el suceso de Basilio el pobre» (1), cuyo contenido tradicional nos ha parecido evidente.

El ensayo que ofrecemos tiene por objeto proponer al lector un comentario cabalístico de este episodio a partir del análisis literal del texto.

De entrada se nos plantea una cuestión que tal vez parecerá absurda y fuera de lugar a la mayoría de los respetables académicos cervantistas españoles:

¿Es Cervantes un cabalista enmascarado? ¿Podemos afirmar que, en realidad, aquí nos habla Cervantes de las bodas cabalísticas del Rey? Intentaremos comprobarlo.

Según las investigaciones del profesor Leandro Rodríguez, publicadas en su libro Don Miguel, judío de Cervantes (2), parece probable que el autor del Quijote no naciera en Alcalá de Henares, sino en el pueblo de Cervantes, cerca de Sanabria, en los montes de León. Antes de la Inquisición, esta región tenía fuerte densidad de población judía. Cervantes pues, sería de origen judío, hijo de padres conversos, que escondieron su verdadera identidad bajo el nombre de su pueblo de nacimiento.

Eso lo confirma la Sra. Ruth Reichelberg, profesora de la Universidad de Bar-Han, cerca de Tel Aviv, en un excelente ensayo publicado en francés, en 1989: Don Quichotte ou le roman d'un juif masqué (3). Gracias a su formación hebraica, la autora intuye por instinto el sentido verdadero del mensaje cervantino.

Hace unos años, Dominique Aubier ya había olfateado lo mismo (4). El desconocimiento de esta realidad hebraica en la obra de Cervantes ha hecho que los comentarios de la casi totalidad de los cervantistas desde el siglo XVIII fueran superficiales, sin lograr penetrar más allá de la máscara que Cervantes tuvo que imponerse por evidente prudencia. Estudiar la literatura española de los siglos XVI-XVII, sin tener en cuenta el hecho judío es ignorar voluntariamente una parte integrante de España, a la que hay que añadir las aportaciones de la cultura islámica, sin olvidar además todo el conjunto de la cultura clásica, propio del Renacimiento, o sea el hermetismo griego. Pero eso es otro tema.

A pesar de la terrible represión decretada en 1492, a pesar de todos los esfuerzos de limpieza de la sangre, la mancha ha quedado, y precisamente, es lo que formó la peculiar riqueza del genio español: tres religiones hijas de Abraham, tres culturas, tres lenguas unidas en un mismo pueblo. Y ¿quién puede negar que gran parte de la gloria del siglo de Oro español fuese debida a esta mancha? ¿No eran conversos la mayoría de sus representantes más brillantes, empezando por el maestro Cervantes? Hay que reconocerlo. También es cuando la lengua castellana alcanzó su perfección.

Pese a los decretos reales y a la intolerancia inquisitorial, la fusión profunda entre judaísmo y cristianismo se realizó, como en secreto, gracias a los primeros cabalistas cristianos y, a partir de España, se difundió en toda Europa.

Pero esa reforma en profundidad iniciada dentro de la Iglesia en los siglos XIV y XV por sus representantes más eruditos e iluminados y en mayoría conversos, no fue asumida por la jerarquía. Si hubiese aprovechado la Iglesia esa ocasión de reformarse desde dentro, tal vez no se hubiera producido la rebelión de los partidarios de Lutero, desde luego celosos en su lucha contra los abusos del clero, pero desgraciadamente poco instruidos respecto a los misterios de su tradición. Y en su Contrarreforma, la Iglesia no se reformó, sino que al contrario, endureció su acción represiva y de rechazo a todo lo que hubiera podido enriquecerla.

En el capítulo XXI de la primera parte, con una punta de picardía, Cervantes hace decir a Sancho:

«Sea por Dios, que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta. Y aun te sobra, dijo don Quijote; y cuando no lo fueras, no hacía nada al caso; porque, siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza sin que la compres...» (5).

Una nobleza pues, que no se compra con dinero. Así pues, Sancho es cristiano viejo, pero don Quijote de la Mancha, simplemente dice: soy el rey (lo que permite sospechar que no es cristiano viejo). El cristiano es el criado y el judío es el amo. Es el mundo al revés según la óptica de la Iglesia oficial. Soy el rey, soy el cabalista, el que da auténtica nobleza al cristiano; éste no puede despreciar su fundamento hebraico, ya que depende de él, lo mismo que Sancho de don Quijote.

Y eso es precisamente lo que hicieron los cristianos cabalistas.

Respecto a este fundamento hebraico del cristianismo, leamos lo que decía A. de Nebrija:

«No consintáis que las Sagradas Letras sean profanadas por hombres ignorantes de todas las buenas artes. Favoreced los ingenios. Y realzad aquellas dos luces de nuestra religión ya extinguidas, las lenguas griega y hebrea... Mientras la otra lengua (e.d. el hebreo) está despreciada y, si se lograre lo que éstos desean, muy en breve esta lengua tan venerada como antigua, a la que fueron confiados los principios de nuestra religión, quedará envuelta en tinieblas. Pues si se prohibe la lectura de los códices hebreos o si los hacen desaparecer, los disipan, desgarran y queman, si creen que en modo alguno nos son necesarios los libros de los griegos en los que fueron echados los cimientos de la Iglesia primitiva, forzosamente nos veremos envueltos en aquel caos antiguo, anterior a las Sagradas Escrituras; los hombres, privados de las dos antorchas de las Sagradas Letras, habremos de estar dando vueltas en las tinieblas de una noche sin fin» (6).

*

Precisamente, del rey vamos a hablar a propósito de este episodio de las Bodas de Camacho. El rey es Basilio, por supuesto, ya que en griego, rey se dice basileus. Pero antes de intentar comentarlo será necesario presentar un breve resumen de esta historia del rico y el pobre.

Resumen

Basilio, que vivía en el mismo pueblo que los padres de Quiteria,

«se enamoró de ella desde sus tiernos y primeros años y ella fue correspondiendo a su deseo con mil honestos favores, [...] Fue creciendo la edad»,

y el padre de Quiteria decidió casar a su hija con el rico Camacho, ya que Basilio era pobre. Llega el día de la boda, a la que van a asistir don Quijote y su escudero. La suntuosidad de la fiesta estaba en relación con la riqueza del prometido: música, cantos, bailes, representación teatral y danzas alegóricas; en cuanto a la comida, era «tan abundante que podía sustentar a un ejército». Al mirar todo eso y sobre todo al olerlo, Sancho se quedó boquiabierto y admirado por las riquezas de Camacho.

Aparecen los novios acompañados por el cura y la parentela de entrambos. Antes de empezar la ceremonia del matrimonio, se presenta Basilio ante Quiteria, a la que reprueba su ingratitud, y puesto que estaban prometidos desde siempre, para que pueda casarse con Camacho, se mata con la punta de acero de su bastón y cae bañado en su sangre. Moribundo, pide a Quiteria que le dé la mano de esposa, así podrá morir en paz y Quiteria casarse con Camacho. Don Quijote apoya la petición del herido. Finalmente Quiteria dice sí y el cura les da la bendición.

En este momento se levantó en pie Basilio y sacó el estoque;

«se halló que la cuchilla había pasado no por la carne y costillas de Basilio, sino por un cañón hueco de hierro que, lleno de sangre, en aquel lugar bien acomodado tenía».

Los acompañantes de Camacho, burlados por la estratagema de Basilio, quieren vengarse y sacan sus espadas, pero don Quijote, «a caballo y con la lanza sobre el brazo» se puso delante y

«a grandes voces decía: Quiteria era de Basilio y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los cielos, que a los dos que Dios junta no podría separar el hombre y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza».

Todos se quedaron sosegados y convencidos por las razones de don Quijote.

«Camacho quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara, pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces, y así se fueron a la aldea de Basilio» acompañados por don Quijote y Sancho al que «se le escureció el alma por verse imposibilitado de aguardar la espléndida comida y fiestas de Camacho... y así se dejó atrás las ollas de Egipto.»

Interpretación

«Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase...»

Parece que, desde el principio, Cervantes nos quiera sugerir algo. Dice El Mensaje Reencontrado: «Cuando hayamos asido al Señor por su cabellera dorada...» (XIX, 29) Este oro celeste es la clave del conocimiento y el secreto de la Cábala. El caballero andante que logra asirlo ha encontrado a la Dama de sus pensamientos y celebra sus bodas cabalísticas.

«... cuando don Quijote sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho, que aun todavía roncaba; lo cual visto por don Quijote, antes que le despertase, le dijo:¡Oh tú, bienaventurado sobre cuantos viven sobre la haz de la tierra pues sin tener invidia ni ser invidiado, duermes con sosegado espíritu! [...] Duerme, digo otra vez y lo diré otras ciento, sin que te tengan en continua vigilia celos de tu dama... Duerme el criado y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes. La congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío no aflije al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le sirvió en la fertilidad y abundancia. A todo esto no respondió Sancho, porque dormía...»

Sancho, el criado, duerme; es el hombre de este mundo, el hombre carnal; mientras tanto, su señor está velando y le

«tienen en continua vigilia celos de su dama».

El criado y su amo parecen representar como las «dos partes de nuestro compuesto caído y provisional», de las que habla El Mensaje Reencontrado: la bestia y el ángel (XXIII, 17’).

No es el criado, pues, sino su señor que está:

«afligido por la congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío».

Está afligido porque el cielo no derrama la Bendición, y con Isaías, canta: «¡Oh cielos! derramad desde arriba vuestro rocío; y lluevan las nubes al justo: ábrase la tierra y brote al salvador, y nazca con él justicia. Yo, el Señor lo he creado» (XLV, 8).

«Está afligido» pues, porque el bronce no suena; con bronce se hacen las campanas y su sonido es el mismo que la voz del Señor que resuena cuando crea el mundo, o dicho de otra manera, en el momento de las bodas del cielo con la tierra. Es lo que está esperando don Quijote, mientras duerme el asno.

El criado sirve a su amo en la fertilidad y abundancia de este mundo, porque le da el soporte imprescindible para su manifestación. En cambio, el amo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes en la esterilidad y hambre de los sentidos brutos.

«Despertó, en fin [Sancho] soñoliento y perezoso, y volviendo el rostro a todas partes, dijo: De la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto más de torreznos asados que de juncos y tomillos: bodas que por tales olores comienzan, para mi santiguada, que deben de ser abundantes y generosas.»

¿Qué es lo que despierta al hombre carnal? No es por cierto el perfume del rocío celeste, sino ¡el olor del tocino asado! ¡Desde luego, éste no es judío! Antes de contarnos las fiestas y ceremonia de la boda, Cervantes sólo nos habla de Sancho y de su comportamiento ante el espléndido banquete que están preparando los cocineros y cocineras «que pasaban de cincuenta». Esta descripción ocupa más de dos páginas, lo que parece poner en evidencia el contraste que existe entre Sancho-Camacho por un lado y don Quijote-Basilio por otro.

Sancho representa Esaú, pues lo mismo que Sancho, que no piensa sino llenarse la panza, Esaú dice a Jacob: «Dame de esa menestra roja que has cocido, pues estoy sumamente cansado. Por esa causa se le dio después el apellido de Edom» (Gén. XXV, 30). En cuanto a Camacho -en hebreo camah significa mucho- de alguna manera también se identifica con Esaú por su riqueza en el mundo, ya que dijo Esaú: «Tengo mucho» (Gén. XXXIII, 9); le contestó Jacob: «Tengo todo». El todo es la unión del cielo y la tierra de los cabalistas. Lo mismo podrá decir Basilio después de realizar su boda. Observemos que don Quijote es quien defendió su causa.

Ahora este rústico Sancho nos va a dar su opinión sobre los protagonistas de esa boda, una opinión conforme con su llana razón de hombre profano:

«Mas que haga lo que quisiere: no fuera él pobre y casarse con Quiteria. ¿No hay más sino no tener un cuarto y querer casarse (o alzarse) por las nubes? A la fe, señor yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare y no pedir cotufas en el golfo (7)».

«Casarse por las nubes» es precisamente lo que va a realizar Basilio y lo que Camacho, el rico en este mundo, no puede hacer: casarse con el cielo. Covarrubias dice que casar viene de casa (8):Casarse es hacer casa, el cielo en casa, pues es el cielo terrestre. (Casar, del hebreo qsr, vincular). En efecto, Quiteria en hebreo es Keter yah, Keter, la corona, la primera sefirah; Yah es yod, la segunda sefirah, Hokmah (Sabiduría) y hé, la tercera, Binah (Inteligencia). Quiteria representa las tres primeras Sefirot, las del mundo de la Emanación. Se trata del principio sutil de la cábala, pero para Sancho eso es pedir una cosa imposible. No olvidemos que Sancho es cristiano viejo, pues para él la cábala es un sueño herético de los judaizantes.

Qtr es también el incienso (y el verbo qtr significa unir, vincular), el humo del incienso que une el cielo con la tierra. A partir de la emanación de las tres primeras sefirot empieza el mundo de la creación, o sea las bodas cabalísticas del Rey (Basilio) cuya finalización es Malkut, la última sefirot; allí, el Rey está en su reino.

Quiteria también podría aludir a la raíz árabe Qtr y significaría la que llueve, la que desciende por goteo, o sea, el rocío celeste del que hemos hablado. Qitr, es cobre. Qatr, es incienso.

Citerea es uno de los nombres de Venus, porque al nacer, el Céfiro la llevó a aquella isla.

«Yo apostaré un brazo que puede Camacho envolver en reales a Basilio, y si esto es así, como debe de ser, bien boba fuera Quiteria en desechar las galas y las joyas que le debe de haber dado, y le puede dar Camacho, por escoger el tirar de la barra y el jugar de la negra (espada) de Basilio [...] Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.»

La palabra dinero procede de denario, cuyo significado es lo que se refiere o contiene el número 10, o sea la Palabra divina.

Sancho cita aquí un refrán, al parecer cabalístico, que no es capaz de entender si no es en un sentido profano; desde luego, las perlas no son para los cerdos. ¿Cómo puede saber este asno que el mejor cimiento del mundo para levantar el buen Edificio, que es el Templo, es el denario, o dicho de otra manera, el oro del Templo?

«Por quien Dios es Sancho, dijo a esta sazón don Quijote, que concluyas con tu arenga...»

Las declaraciones de Sancho parecen escandalizar a don Quijote, ya que sin duda alguna el dios de Sancho es el dinero; admira a Camacho por sus riquezas y desprecia al pobre. «No podéis servir a Dios y a Mamona (9)» (Mt. 6, 24).

Luego empieza la fiesta con

«...danza de artificio y de las que llaman habladas. Era de ocho ninfas repartidas en dos hileras: de la una hilera era guía el dios Cupido y de la otra el Interés. Las ninfas que al Amor seguían... eran Poesía, Discreción, Buen Linaje y Valentía. Las que al Interés seguían eran: Liberalidad, Dádiva, Tesoro y Posesión pacífica...

»Dijo don Quijote: ¡Bien ha encajado en la danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!»

Este comentario de don Quijote pone de relieve el contraste que existe entre la hilera guiada por Cupido o sea las habilidades de Basilio, y la guiada por Interés, las riquezas de Camacho.

¿Y cuáles son las habilidades de Basilio? Cupido guiaba: 1. Poesía, del griego poieo, crear, engendrar. 2. Discreción, del latín discernere, separar la verdad del error, lo puro de lo impuro. 3. Buen linaje, la descendencia de Abraham. 4. Valentía, fuerza, valor, en latín virtus.

En cambio, las cuatro seguidoras de Interés están relacionadas con la riqueza. Covarrubias explica que «Interesal es el que no haze cosa graciosa [gratuita] sino moviéndose siempre por su interés y provecho. El interés es la polilla de la virtud. Nuestro Redemptor dixo que al que atesora en el cielo está seguro de la polilla». El interés humano pues, es lo opuesto al amor de Dios, o sea Cupido.

El Amor canta:
«Yo soy el dios poderoso
en el aire y en la tierra
y en el ancho mar undoso,
y en cuanto al abismo encierra
en su báratro espantoso.
Nunca conocí qué es miedo;
todo cuanto quiero puedo,
aunque quiera lo imposible,
y en todo lo que es posible
mando, quito, pongo y vedo.»

En cambio dijo el Interés:
«Soy quien puede más que Amor,
y es Amor el que me guía;
Soy de la estirpe mejor
que el cielo en la tierra cría,
más conocida y mayor.
Soy el Interés, en quien
pocos suelen obrar bien,
y obrar sin mí es gran milagro;
y cual soy te me consagro,
por siempre jamás, amén.»

«Sancho Panza, que lo escuchaba todo dijo: El rey es mi gallo: a Camacho me atengo.- En fin, dijo don Quijote, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: ¡Viva quien vence!»

«El rey es mi gallo, a Camacho me atengo». Dice la nota 23 de L.A. Murillo:

«En las contiendas de gallos, el que apostaba indicaba su preferencia con la frase: ¡Este es mi gallo! Sancho quiere decir que el que vence es mi gallo y me atengo a la riqueza y el poder».

Así, Sancho se equivoca en su apuesta, ya que el rey y el que vence no es Camacho, sino Basilio (Basileus). Hay que observar que, tal como lo hemos visto, don Quijote también se presenta como el rey. Así pues, podemos deducir de ello que Dulcinea representa para don Quijote lo mismo que Quiteria para Basilio.

Y cuando vio don Quijote a Quiteria,

«parecióle que, fuera de su señora Dulcinea del Toboso, no había visto mujer más hermosa jamás».

Y más adelante dice don Quijote:

«Mirad, discreto Basilio: opinión fue de no sé qué sabio que no había en todo el mundo sino una sola mujer buena...»

Mucho apostaría que este sabio del que Cervantes no quiere dar el nombre es un rabino cabalista que canta las alabanzas de la Shekinah.

«...y daba por consejo que cada uno pensase y creyese que aquella sola buena era la suya, y así viviría contento».

Esta única mujer buena sabemos quien es: Shekinah, en hebreo es la Presencia divina en el hombre, o sea que reúne a los dos que estaban separados, por eso dijo el Señor: «No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda frente a él». Sin ella, no hay regeneración posible para el Adán exiliado en este mundo.

«...bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: ¡Viva quien vence! -No sé de los que soy, respondió Sancho, pero bien sé que nunca de ollas de Basilio, sacaré yo tan elegante espuma como es esta que he sacado de las de Camacho.- Y enseñóle el caldero lleno de gansos y gallinas y asiendo de una, comenzó a comer con mucho donaire y gana.»

Ahora llegan los novios acompañados por el cura que se prepara para la ceremonia de la bendición nupcial.

También se presentan los parientes y amigos. En este momento es cuando aparece

«...un hombre vestido al parecer de un sayo negro».

Basilio viene para morir a este mundo y renacer en el mundo por venir. Dice Covarrubias: «Sayo: ...los que hazían penitencia pública se vestían destos sacos, echándose ceniça en la cabeza. En la primitiva Iglesia fué hábito de penitencia, y se llamó saco benedicto, que oy dezimos San Benito, insignia de la Santa Inquisición, que echa sobre el pecho y espaldas del penitente reconciliado.»

Es normal que Basilio lleve el Sambenito, ya que por ser cabalista habrá tenido problemas con la Inquisición.

«...jironado de carmesí a llamas»,

las llamas significan la purificación por el fuego. Covarrubias: «Carmesí, del hebreo karmil, púrpura».

«Venía coronado, como se vio luego, con una corona de funesto ciprés».

Este árbol se planta en los cementerios, o sea en las cenizas de los antepasados. Ver El Mensaje Reencontrado: «Recordemos que el culto de los santos antepasados completa el culto de Dios, que es el Viviente de eternidad.- Adoremos el sol de vida y no despreciemos las cenizas de los Antepasados» (XIV, 9’).

El culto de los santos antepasados, que completa el de Dios, es también el culto de su mensaje escrito, de su Palabra que dice la edad de Oro; nos lo han dejado en herencia como fieles Servidores de Dios.

Pero esas palabras de los antepasados han quedado como cenizas, ya que han muerto en el olvido de los hombres que no saben revivificarlas. El ciprés simboliza la muerte por la que ha de pasar el rey, lo mismo que el oro físico, que ha de disolverse en su propia substancia. La corona de ciprés, desde luego, alude a la corona Keter, que primero mortifica antes de vivificar; y podemos imaginar que se levantará este rey con una corona de laurel; dice Covarrubias que es «árbol de perpetuo verdor en sus hojas, y entiéndase está, por esta razón, consagrado a Apolo, el cual fingen los poetas en perpetua juventud y verdor». La Bendición, Keter, primero cae sobre la raíz del árbol, luego se eleva: entonces es el Rey con su corona de oro puro.

«En las manos traía un bastón grande».

«El Arte negado por pereza, se ve en naturaleza del rústico bastón», dice EH (10). Este bastón puntiagudo, en el sacrificio de Basilio, va a devolver la medida a lo desmesurado; este medio natural va a unir lo más alto con lo más bajo.

«Llegó, en fin cansado, y sin aliento, y puesto delante de los desposados, hincado el bastón en el suelo, que tenía el cuento de una punta de acero.»

«...hincado el bastón en el suelo»,

podría indicar la naturaleza fija, corpórea y sensible del Conocimiento o Gnosis.

«...mudada la color, puestos los ojos en Quiteria, con voz tremente y ronca estas razones dijo: Bien sabes, desconocida Quiteria, que conforme a la santa ley que profesamos, que viviendo yo, tú no puedes tomar esposo... muera, muera el pobre Basilio».

¡Muera el pobre para vivir, y viva el rico para morir!, pues tengo que morir, o sea sacrificarme, a fin de poder unirme contigo. Es lo que enseña la santa Ley que, en secreto, profesamos; la alusión a la Torá es clara. Basilio, con el Sambenito, todavía profesa su santa Ley-Torá. Camacho-Esaú no profesa nuestra Ley, y Esaú es Edom, la Roma cristiana perseguidora de los judíos, que quiere acaparar a la Torá, pero al encerrarla en sus ritos es incapaz de hacerla fructificar. Los doctores de la Iglesia están actuando como los de la ley de Moisés, a los que en su época, recriminaba Jesús: «¡Ay de vosotros doctores de la ley! porque habiendo tomado la llave de la gnosis, no habéis entrado vosotros mismos, y, a los que querían entrar se lo habéis impedido» (Lucas XI, 52).

Esta llave, desde luego, es el Don de la Cábala.

Otro perseguidor de los judíos fue el Faraón, por eso Cervantes, al final de la historia menciona las ollas de Egipto a propósito de las de Camacho. Así pues, lo mismo que Moisés, que se apoderó del Elohim del Faraón -o sea que hizo bajar a Isis, a fin de salir con su pueblo de la tierra de servidumbre e ir hacia Canaán, la tierra de abundancia, donde fluye la leche y la miel-, igualmente Basilio se adueña de la Quiteria de Camacho y, con los suyos, se va a su aldea, dice Cervantes.

Covarrubias explica que aldea es nombre griego, del verbo al-dainw, alimentar, fortificar, crecer, multiplicar. Allí, en esa pura tierra de promisión es donde va a crecer el Rey, fortificándose y multiplicándose hasta su perfecta maduración áurea.

El padre de Quiteria había decidido casar a su hija con Camacho, igualmente Isaac quería transmitir su bendición a su primogénito Esaú, pero la bendición era para Jacob. Es lo que dice don Quijote:

«Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria por justa y favorable disposición de los cielos».

«Y diciendo esto, asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba; y puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas...»

Basilio se sacrifica y, moribundo, pide la mano de esposa a Quiteria:

«En oyendo don Quijote la petición del herido, en altas voces dijo que Basilio pedía una cosa muy justa y puesta en razón, además, muy hacedera, y que el señor Camacho quedaría tan honrado recibiendo a la señora Quiteria viuda del valeroso Basilio como si la recibiera del lado de su padre: Aquí no ha de hacer más de un sí, que no tenga otro efecto que el pronunciarle, pues el tálamo de estas bodas ha de ser la sepultura.»

Covarrubias cita un proverbio muy cabalístico: «Mesurada como novia en tálamo». Allí la novia encuentra la medida; dar mesura a lo desmesurado es volverlo conocible: La Gnosis.

Queda claro que don Quijote profesa la misma Ley que Basilio y Quiteria. Esta es la santa, única y misteriosa Ley del Señor de Amor. Nuestro hidalgo sabe que el Rey debe morir, tomar su vida en el cielo y madurarla sobre la tierra. ¡Muera el pobre para vivir, y viva el rico para morir!

«Estando pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura tierno y lloroso, los echó la bendición».

Acordémonos de Isaac, engañado por la estratagema de Jacob; éste es quien recibió la bendición en lugar de Esaú su hermano; aquí ocurre lo mismo: el cura es engañado y Basilio es quien recibe la bendición en vez de Camacho.

«... el cual [Basilio] así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie»,

se endereza; después de morir, resucita (ver Gén. XXVIII, 18). «Levantándose pues, Jacob al amanecer, cogió la piedra que se había puesto por cabecera, y erigióla como una columna y derramó aceite encima» El Mesías, Mesiah, es el ungido (de Msh, ungir).

«Quedaron todos los circunstantes admirados, y algunos dellos, más simples que curiosos, en altas voces comenzaron a decir: ¡Milagro, milagro! Pero Basilio replicó: ¡No milagro, milagro, sino industria, industria!»

Covarrubias nos dice: «Industria es hazer una cosa de industria, hazerla a sabiendas y adrede, para que de allí suceda cosa que para otro sea a caso y para él de propósito».

Hay que notar que en el curso de toda la historia, Camacho no pronuncia ni una palabra, como si fuera mudo.

«Finalmente, el cura y Camacho con todos los más circunstantes se tuvieron por burlados y escarnidos... de lo que quedó Camacho y sus valederos tan corridos, que remitieron su venganza a las manos, y desenvainando muchas espadas arremetieron a Basilio, en cuyo favor en un instante se desenvainaron casi otras tantas. Y tomando la delantera a caballo don Quijote, con la lanza sobre el brazo y bien cubierto de su escudo, se hacía dar lugar de todos... y a grandes voces decía: Teneos, señores, teneos... Quiteria era de Basilio y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los cielos. Camacho es rico y podrá comprar su gusto cuando, donde y como quisiere. Basilio no tiene más desta oveja, y no se la ha de quitar alguno por poderoso que sea; que a los dos que Dios junta no podrá separar el hombre; y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza.»

Por eso se dice:

«Cada oveja con su pareja».

Si necesitáramos otra prueba o confirmación de que don Quijote no es sino un cabalista disfrazado, aquí la tendríamos, ya que con esta arenga bien se expresa como tal.

La palabra evangélica dice: «...que el hombre no separe los que Dios unió». Las bodas cabalísticas vuelven a reunir a los que el hombre exiliado había separado; se trata del NOMBRE de Dios reunificado.

«Basilio no tiene más desta oveja».

Una nota de L.A. Murillo nos remite al capítulo 12 del segundo libro de Samuel, donde se trata «desta oveja» a la que se refiere don Quijote. Se cuenta el episodio en el que David hizo matar a Uriah a fin de poder apoderarse de su mujer Betsabé. Entonces se presenta el profeta Natán en casa de David y le cuenta la siguiente parábola:

«Había dos hombres en una ciudad, el uno rico y el otro pobre. Tenía el rico ovejas y bueyes en grandísimo número; el pobre no tenía nada más que una ovejita que había comprado y criado, y que había crecido en su casa entre sus hijos, comiendo de su pan y bebiendo en su vaso, y durmiendo en su seno, y la quería como si fuera una hija suya. Mas habiendo llegado un huésped a casa del rico, ni quiso éste tocar a sus ovejas, ni a sus bueyes para dar convite al forastero que le había llegado, sino que quitó la ovejita al pobre, y aderezóla para dar de comer al huésped que tenía en casa... Oído esto David se indignó contra aquel hombre. Le dijo Natán: -Ese hombre eres tú.»

Al referirse a esta oveja que pertenece al pobre, don Quijote quiere apuntar la similitud que existe entre Quiteria y la mujer de Uriah, Betsabé; Camacho, el rico, quería adueñarse de Quiteria lo mismo que David de Betsabé.

En hebreo es Bat Sheva, Bat Eliam, Eshet Uriah (II Sam. XI, 3). Bat Sheva es hija de siete, o sea el Alma del mundo; o Bat Sava, hija de la abundancia; el Alma del mundo es la que enriquece al pobre en el mundo porvenir. Bat Eliam es hija del pueblo de mi Dios: el pueblo de mi Dios es la descendencia de Abraham, la hija de Abraham. Eshet Uriah es mujer del Fuego de IAH: el Fuego dulce de los cabalistas; o mujer de la Revelación de IAH, o sea la del Ángel al visitar a Sarah. Esta revelación es también la del NOMBRE divino: «Seré el que seré» (ver Ex. III, 14) o si se cambia de vocalización hebrea: «Seré el Fuego visitando [al hombre], IAH». He aquí, confirmado por don Quijote, el sentido cabalístico de la historia de las bodas de Camacho.

Aquí, con la discreta alusión a «esta oveja», sólo por un instante, Cervantes levanta su máscara: Quiteria es Bat Sheva, el Alma del Mundo, el Fuego de los cabalistas, el río de oro que secretamente genera, en este mundo, el siglo de oro de los Bienaventurados.

Después de la arenga de don Quijote, todos quedaron sosegados:

«Consolado, pues y pacífico Camacho y los de su mesnada, todos los de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla, ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces, y así se fueron a la aldea de Basilio...»

Hemos visto el significado de «aldea».

«[...] Lleváronse consigo a don Quijote, estimándole por hombre de valor y de pelo en pecho. A sólo Sancho se le escureció el alma, por verse imposibilitado de aguardar la espléndida comida y fiestas de Camacho, que duraron hasta la noche: y así, asenderado y triste siguió a su señor, que con la cuadrilla de Basilio iba, y así, se dejó atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba en el alma, cuya ya casi consumida y acabada espuma, que en el caldero llevaba, le representaba la gloria y la abundancia del bien que perdía; y así, congojado y pensativo, aunque sin hambre, sin apearse del rucio, siguió las huellas de Rocinante.»

«Se dejó atrás las ollas de Egipto»: (Exodo XVI, 2-3): «Y murmuró en aquel desierto contra Moisés y Aarón el pueblo de los hijos de Israel. Les dijeron los hijos de Israel: ¡Ojalá hubiésemos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando estábamos sentados junto a las calderas llenas de carne y comíamos pan cuanto queríamos! ¿Por qué nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda la gente?».

Al igual que Sancho, congojado al abandonar las ollas de Camacho, sigue a su señor don Quijote, asimismo, al abandonar las ollas de Egipto los hijos de Israel, infieles e incrédulos, siguen a Moisés. Ignoraban que para poseer la abundancia inagotable de la tierra de Canaán tenían que atravesar el desierto del hambre, después de dejar atrás la ilusoria abundancia de la tierra de Egipto. Por eso al principio, mientras duerme Sancho, dice don Quijote:

«La congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío ni aflige al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre [o sea del desierto] al que le sirvió en la fertilidad y abundancia [o sea de Egipto]».

Y está escrito en El Mensaje Reencontrado: «Quien haya soportado sin desfallecer la pobreza y el abandono por la gloria de su Señor, un día será colmado de las riquezas del Universo y estará encargado de distribuir el maná de vida a los creyentes caritativos y fieles» (XVII, 46«). Es Basilio, el Rey Mesías. «Las riquezas del Universo», o sea las que el Alma del mundo, la Hija de siete, Bat Sheva, Quiteria o Dulcinea concede a su amante fiel.

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1. Cap. XIX, XX, XXI. Hemos utilizado la edición preparada por L. A. Murillo, Clásicos Castalia, Madrid, 1978, Vol. II, pp. 178-203.

2. Leandro Rodríguez, Don Miguel, judío de Cervantes, Ed. Monte Casino, Zamora, 1992.

3. Ruth Reichelberg, Don Quichotte ou le roman d'un juif masqué, Ed. Entailles, Bourg-en-Bresse, 1989.

4. Dominique Aubier, Don Quichotte prophète d'Israel, Ed. Robert Laffont, Paris, 1966. Traducido al castellano como: Don Quijote, profeta y cabalista, Ed. Obelisco, Barcelona, 1981.

5. Op. cit., cap. XXI, p. 263.

6. Citado por Carlos Carrete, El judaísmo español y la Inquisición, Ed. Mapfre, Madrid, 1992, p. 135.

7. es decir, pedir algo imposible.

8. S. de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Española, Ed. Altafulla, Barcelona, 1987.

9. S. de Covarrubias, op. cit., dice que Mamona es el dios de las riquezas.

10. Ver LA PUERTA, La Tradición Griega, «Hilo de Penélope III», p. 36. La estaca puntiaguda de Polifemo, con la cual Ulises le devuelve el sentido.

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