Un evento musical es una unidad. La música es inseparable del acto de la música, tal como lo es el músico y la audiencia. Dentro de este acto unitario de la música, los tres
participantes: música-ejecutante-audiencia, son una globalidad, manteniéndose la integridad individual de cada parte. La grandeza del acto de la música consiste en una estructura con tres componentes.
Es difícil argumentar en favor de la intencionalidad de la música, atribuirle una capacidad voluntaria, el poder de desear ser por sí misma. La música desea ser oída y pide que le den oídos y voz. El músico puede corroborar el impulso creativo que tiene el deseo de ser de la música, también puede hacerlo la audiencia. Se produce un cambio en nosotros, nos volvemos más vitales, más dispuestos a involucrarnos en la vida. Este vuelco en la vivencia
del acto de la música es un salto creativo en el cual la música, el intérprete y la audiencia son la misma persona, sin reservas, sin separaciones. Esta experiencia está disponible para todos nosotros directamente, o a través de una persona que haya tenido esta experiencia, que es más convincente que cualquier argumento,
del acto de la música es un salto creativo en el cual la música, el intérprete y la audiencia son la misma persona, sin reservas, sin separaciones. Esta experiencia está disponible para todos nosotros directamente, o a través de una persona que haya tenido esta experiencia, que es más convincente que cualquier argumento,
La música es colocar el sonido en puntos críticos y necesarios, los que están dentro de un campo de silencio. Una estructura de sonido se coloca dentro de un campo lleno de vacío. La organización de la música es la arquitectura del silencio. El sonido no es la música, sino sólo su representación.
La calidad de la música, la musicalidad de la música, acepta las limitaciones de la forma y las restricciones del sonido, para llevarla al mundo donde los sonidos se escuchan. La musicalidad sacrifica sus posibilidades en el mundo del silencio inmanente para llegar a ser realidad. Este sacrificio hace posible la transformación del sonido en música por un proceso en el cual el sonido se ordena y se relaciona con las posibilidades presentes dentro del silencio. Sin este sacrificio, el sonido permanecería siendo sonido. Y si el sonido no acepta ser ordenado, degenera en ruido.
La cualidad de la música es eterna. El sonido y las maneras de organizarlo varían en las diferentes culturas, tiempos y lugares. Existe el sonido del sonido, los esquemas del sonido, el esquema del esquema, y la calidad del esquema. También existe el sonido de la cualidad, el esquema de la cualidad, y la cualidad misma.
En relación al canto, desde la canción de cuna, pasando por el canto gregoriano hasta la música coral moderna, el ejercicio de la voz produce una serenidad y un poder que van más allá de las palabras usadas. Las frecuencias altas dan energías y recargan a los oyentes. Los cantos gregorianos son equivalentes al pranayama (yoga respiratorio).
El oído medio contiene mayor número de receptores para los sonidos de alta frecuencia que para los de baja, y los trasmite a la corteza del cerebro bajo la forma de una carga de energía. La corteza distribuye esta energía a través del cuerpo, armonizando todo el sistema e impartiendo un dinamismo mayor a la totalidad del ser humano.
La diversidad y proliferación de notas es inmanejable sin una estructura que la sostenga. Esta estructura no tiene que ser necesariamente una estructura musical, puede ser arbitraria, no musical o aleatoria. Si la estructura es arbitraria, sentimos la ausencia de presencia: es la música no-musical. Si la forma musical está determinada por la oportunidad en vez de la intención, reconocemos la música no-intencional. Si es intencional pero aún no-musical, sentimos la ausencia de musicalidad. La forma puede ser natural o no. Si es natural, puede ser orgánica o inorgánica. Si es no-natural, es ajena a nuestra naturaleza.
La vida musical de cualquier cultura adopta sus propios principios para dar orden a la profusión de sonido. Estos principios de organización reflejarán la naturaleza de la cultura, junto con servir para expresar esta naturaleza, ya sea intencionalmente o de otra manera. La noción de correspondencia implica que podemos conocer sólo lo que es parte de nosotros. Si vemos el acto de la música como una unidad, en la cual no hay separación real sino sólo aparente, deberíamos deducir que hay algo inseparable en la naturaleza del músico y de la música.
La difusión de la música de Mozart a todo nivel cultural o de edad (hasta los lactantes y los mentalmente limitados la aprecian) se explicaría por el hecho de que empezó a tocar y a componer desde la primera infancia. El incorporó sus ritmos psicológicos a la música antes de estar expuesto a la impresión de los ritmos del lenguaje. Puesto que los ritmos psicológicos son más universales que cualquier lengua particular o herencia étnica, la música de Mozart está impregnada de una resonancia humana fundamental.
La pregunta del músico practicante es: cómo puedo experimentar esta unidad esencial por mí mismo? Esto lo lleva a uno a una disciplina. El músico tiene tres disciplinas: la de las manos, la de la cabeza y la del corazón. La tres son en realidad, una. La disciplina empieza con la adquisición del oficio, y el oficio empieza con la obediencia. Si somos afortunados, nuestro instructor será un artesano de la música.
Las manos – una extensión del cuerpo total – la cabeza y el corazón pueden ser vistos como los elementos de operación, de acción, en la vida musical, y también como el asiento para la introspección, o formas de experimentación de los diferentes mundos de la música: música como una cualidad, música como esquemas desplegados, y música como un evento fenomenológico. Nuestros instrumentos operan variablemente, utilizando su potencial y capacidad sólo más o menos. El grado en el cual ocupamos su potencial es el grado que experimentamos plenamente o no, todo lo que es posible en nuestra vida musical.
Un músico u oyente, razonablemente inquisitivo y discerniente, se preocupará del significado de la música en sí misma. Tal vez pueda considerar la posibilidad que sea una puerta abierta al mundo de las cualidades, y entonces buscar el significado de una pieza musical. Por desdicha, esta razonable, inteligente, y discriminadora encuesta, con casi total seguridad cerrará esa puerta. El acceso a un mundo más sutil está más próximo a nosotros que el aire que respiramos. Es sorprendente, pero es una puerta que me lleva hacia mí mismo, Para cruzarla todo que lo que se requiere es dejar fuera el equipaje, porque esta puerta es excepcionalmente pequeña. Y vaya sorpresa, al otro lado me encuentro a mí mismo. Por sólo un momento. Después soy traído de vuelta por mis conceptos sobre el significado del arte, aun el arte sagrado.
Alberto Carvajal
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