martes, 9 de febrero de 2010

ESTADOS DE CONSCIENCIA NO HABITUALES


En la orientación transpersonal que iba emergiendo se plantearon una serie de ideas comunes a partir de una serie común de vivencias de estados de consciencia no habituales y de experiencias no convencionales. Los individuos que compartían tales experiencias sintieron la necesidad urgente de encontrar algún corpus bibliográfico o de investigación que pudiera esclarecer, codificar, interpretar y resolver las cuestiones planteadas por sucesos que eran emocionalmente importantes y, sin embargo, muy poco familiares. Las principales corrientes psicológicas (con excepción de William James y pocos más) resultaron estériles. La búsqueda de textos que sirvieran para explicar estas experiencias se extendió a las formas más antiguas de psicología. Cuando estos escritos fueron aceptados y leídos por personas formadas en la psicología occidental, se advirtió la existencia de diversas conexiones y empezaron a aparecer los cimientos para una confluencia de las antiguas ideas con las necesidades y los valores de Occidente.

Las psicologías más antiguas:

La consciencia occidental no es, en modo alguno, la consciencia general, sino más bien un factor históricamente condicionado y geográficamente limitado, representativo sólo de una parte de la humanidad. (C. G. Jung)

Los psicólogos transpersonales se han nutrido principalmente de la bibliografía psicológica acumulada fuera de los cauces de la corriente principal de la psicología norteamericana. Ejemplos de las ideas que en la actualidad influyen sobre los terapeutas transpersonales se hallan en el budismo, el sufismo y el yoga.

En la tradición yóguica se encuentra la repetida sugerencia de que quien trabaje para clarificar el contenido de su propia consciencia se encontrará con cambios en su manera de relacionarse con las cosas exteriores. Lo que se podría denominar progreso terapéutico se sigue de este punto de vista; esto es, el progreso terapéutico no se da a partir de la confrontación o la sustitución sino del desgaste o de un desinterés creciente por los aspectos neuróticos de la propia vida. Se diría que los hábitos inadecuados y los deseos excesivos fueran desvaneciéndose a medida que la persona empieza a encontrarlos menos satisfactorios que las experiencias o vivencias de orden más transpersonal. Como lo expresó Ramakrishna : “¿Cuándo se extingue la atracción del placer de los sentidos? Cuando uno realiza la consumación de toda felicidad y todo placer en Dios, el indivisible y eterno océano de arrobamiento.”

El cuerpo de teoría transpersonal existente es considerable en extensión y complejidad y la amplitud de las fuentes bibliográficas ha estimulado el desarrollo de la terapia transpersonal. La utilidad de una teoría no reside en su elegancia interna, sino en sus aplicaciones. En la práctica de cualquier forma de psicoterapia, la teoría subyacente desempeña un papel decisivo en la determinación del alcance inicial, los objetivos y los procesos que definen a esa terapia.

Consideraciones prácticas:

Déjate de hablar del satori y empieza por observarte y disciplinarte en tu cuerpo y en tu alma.- (Mumon, maestro zen)

El problema de la mejoría o ganancia terapéutica es de importancia fundamental para la práctica de cualquier forma de terapia. La mejoría, sin embargo, difiere de una terapia a otra y de uno a otro paciente. Tal vez la forma más sencilla de estudiar este aspecto sea echar un vistazo a algunos de los problemas decisivos con que se encuentran los terapeutas transpersonales.

La personalidad, un subsistema del sí mismo:

Un supuesto básico de la psicología transpersonal es que en nosotros hay algo más que nuestra personalidad. La personalidad es la sensación que tenemos de una identidad aparte, diferente y peculiar. La personalidad no es, sin embargo, más que una faceta del sí mismo – de la identidad total - y es posible que ni siquiera sea una faceta central. La misma palabra “transpersonal” significa que traspasa o trasciende la personalidad. Estar totalmente identificado con la propia personalidad puede ser una prueba de la existencia de alguna forma de psicopatología. Uno de los objetivos terapéuticos es “alinear” la personalidad en el marco de la totalidad del sí mismo para que funcione de manera adecuada. Estas ideas chocan frontalmente con la tesis comúnmente aceptada de que lo primero y principal en la vida es mejorar la personalidad.

En el contexto de la terapia transpersonal un objetivo es estimular y desarrollar las tendencias que permiten que un individuo se desidentifique de las restricciones de la personalidad y capte su identidad con la totalidad del sí mismo.

El drama personal:

Cuando tengo pacientes gravemente enfermos que son obsesivos –y la gente gravemente enferma es obsesiva por definición, les obsesiona la importancia de su drama interno y lo cosifican, lo cristalizan, lo estabilizan como si el drama no tuviera alternativas - les pongo en contacto con un argumento real. (Minuchin, en Malcolm, 1978.)

Una manera alternativa de empezar a redefinir la importancia de la personalidad es describirla como un drama personal. Los dramas personales son pautas de comportamiento predecibles, repetitivas y complejas, representadas con o sin la presencia o participación de otros. Es frecuente que no se reconozca su naturaleza repetitiva. Por ejemplo, en un grupo de terapia una persona comienza:

- “Sabéis, en este momento me siento como….”

Con esa línea inicial, el grupo sabe que esa persona va a dar comienzo a uno de sus dramas personales. “Ahora representaré ‘en realidad, mi madre amaba a mi hermana más que a mí’, seguido por un coro de ‘siento mi sexualidad como congelada dentro de mí’, para terminar con ‘a veces quisiera ser lesbiana, pero si lo fuera me mataría’.”

Los dramas personales son un lujo innecesario e interfieren con un funcionamiento pleno. Son parte de nuestro bagaje emocional y por lo común es beneficioso para una persona alcanzar cierto desapego respecto de sus propios dramas, así como aprender a desapegarse de los dramas personales de los otros.





Una técnica terapéutica para el manejo de los dramas personales es hacer saber a la persona que el terapeuta está observando su drama personal sin por ello confundir al autor o autora con el actor o actriz. Con los niños esto puede asumir la siguiente forma: cuando se inicia una pataleta, el terapeuta acerca su silla y dice al niño que está muy impresionado por su exhibición y su violencia, pero que le gustaría volver a ver una pataleta con más llantos y sofocos, como la de la semana pasada. Así se reduce la decisión del niño a seguir adelante con la pataleta. Inicialmente, cuando se pone a una persona ante la posibilidad de que un comportamiento no sea más que un drama personal, uno puede encontrarse con una reacción de furia y excitación, que pasa rápidamente. Si el terapeuta estima auténticamente a la persona, será frecuente que el drama termine con la risa y el alivio propios de verse desenmascarado.

¿Cómo y cuándo puede llegar una persona a un nivel de percepción desapegado que le permita descartar los viejos dramas y pasar a actitudes más adecuadas? Una respuesta posible puede ser aprender a usar la “consciencia testigo”. El “testigo” es aquella parte de nosotros mismos que observa nuestras acciones sin elogiarlas ni reprobarlas. La experiencia de ser testigo y diversos métodos para el entrenamiento en esta técnica están descritos en algunos sistemas de meditación, en textos de Gurdjieff y sus discípulos, en la bibliografía sobre psicosíntesis y en otros textos.

Estimular a la gente a que haga elecciones entre sus pautas de comportamiento puede ser una técnica realista. Esto se puede lograr valiéndose de una estrategia terapéutica que considera a la personalidad como una colección de dramas personales y que trata a cada faceta o cada drama como una representación semiautomática que, si la persona quiere, puede ser revisada o reemplazada por otra cosa. Esta estrategia no lleva al terapeuta a la empatía con el sufrimiento del cliente. En realidad, vistas las cosas desde esta perspectiva, parece que la identificación con el sufrimiento del cliente tiende a reforzar el sufrimiento. No identificarse con el sufrimiento puede ser el primer paso para que el cliente lo elimine de su repertorio.

El sí mismo, ¿uno o muchos?:

No es apropiado ver como separadas cosas que no se pueden distinguir. (Albert Einstein.)

Un problema de la teoría transpersonal que se refleja en diferentes modelos de terapia transpersonal es la cuestión de la unidad o diversidad aparente de la personalidad. La forma en que un terapeuta individual afronta este problema puede predeterminar sus objetivos terapéuticos. Si uno cree que somos fundamentalmente una unidad y que toda separación termina por interferir con la percatación de una consciencia superior, entonces uno de los objetivos de la terapia es ayudar al cliente a darse cuanta de la naturaleza ilusoria de las identificaciones parciales o sub-identificaciones inferiores al sí mismo. Esta idea es una posición clásica en el budismo y también está bien representada en el yoga.

Como la terapia transpersonal es, más que un sistema rígidamente definido y explícito, una posición, un lugar desde donde se trabaja, las terapias transpersonales difieren en su forma de considerar al sí mismo tanto si lo consideran uno como múltiple, pero son pocas las que limitan su pensamiento teórico o sus prácticas a los niveles materiales o sociales del sí mismo.

Nadie quiere cambiar:

Señor, hazme casto, pero todavía no. (San Agustín.)

La gente que llega a la terapia raras veces quiere cambiar. Quieren que les alivien del sufrimiento, la angustia, el dolor, el fracaso y la incertidumbre que pueblan su vida, pero no quieren cambiar su personalidad. En la medida en que se identifican con una neurosis, un tic facial, un funcionamiento sexual inadecuado, con su miedo a la muerte, su sensación de falta de sentido, sus fobias y cosas semejantes, no ven el “cambio” como intercambio, sino más bien como pérdida. La gente no renuncia, abandona o se separa de buen grado de ninguna parte de su identidad.

La posición transpersonal acepta la resistencia de la personalidad al cambio. No se puede perder ningún comportamiento; sólo se puede extinguir temporalmente, del mismo modo que no se puede arrancar de raíz ningún complejo que se remonte a la infancia, sino reducir sus efectos al mínimo. Se trata de hacer conscientes las situaciones traumáticas en vez de dejar que sigan siendo inconscientes, pero aún así ejercen sus efectos sobre los hábitos y las anticipaciones de acontecimientos futuros.

Un objetivo de la terapia transpersonal es dejar de demorarse en los aspectos de la personalidad que deberían ser desatendidos y permitir que la personalidad entera ejerza cada vez menos influencia sobre las actividades cotidianas del individuo. No es que una persona no quiera cambiar; es que la personalidad no quiere cambiar. En cuanto deja de sobrevalorar las necesidades y opiniones de la personalidad, el sí mismo global, más incluyente y más amplio, puede asumir una posición más dominante; y efectivamente, lo hace. La personalidad se reduce en poder y dominio pero se mantiene intacta con todas sus fuerzas y debilidades esenciales.

Un ejemplo de este objetivo es conseguir que los pacientes entiendan la diferencia entre deseo y ansia. El deseo es natural, normal, periódico e inevitable. Cuando uno está cansado, desea dormir; cuando se siente solo, desea compañía; cuando está inquieto, desea actividad. El ansia se da cuando no se puede satisfacer el objeto del deseo y se persiste en el desear. La terapia transpersonal puede enseñar a regular los deseos para no estar controlados por ellos. Esto no disminuye la intensidad de los deseos, sino que ayuda a la gente a descubrir su capacidad para determinar sus propias reacciones ante sus deseos. El sí mismo, tal como lo describen todas las teorías transpersonales, no desea; la personalidad es la única capaz de desear. Por ende, cualquier intervención terapéutica que disminuya la importancia central de la personalidad disminuirá a la vez los efectos compulsivos del deseo y los efectos debilitantes de las ansias no realizadas.





Problemas futuros:
Dentro de la psicología transpersonal están emergiendo otros problemas que afectarán a la práctica de la terapia; entre ellos se cuentan:

La interfaz mente-cuerpo:

Son cada vez más los datos provenientes de la investigación que indican que los síntomas mentales y físicos están interconectados de tal manera que no es realista seguir manteniendo la actual dicotomía entre la medicina mental y la física. Se han aclarado dos supuestos subyacentes. El primero, que el cuerpo es un subsistema de la mente y que es sensato considerar todos los síntomas, desde el asma hasta el cáncer, como si el síntoma fuera parcialmente generado y mantenido por causas mentales y emocionales. A la inversa, se supone también que la mente es un subsistema del cuerpo, lo cual permite afrontar todos los síntomas mentales, desde los delirios hasta las fobias, como si fueran estados generados y mantenidos parcialmente por causas físicas (ambientales, de nutrición, constitucionales). La resolución de estas dos corrientes convergentes es claramente visible en la reorganización que está llevándose a cabo dentro de la medicina denominada “holista” o “integral”. Para los terapeutas transpersonales, el problema está en decidir dónde situarse en el espectro, en qué lugar entre el “está todo en la mente” y el “está todo en el cuerpo”. La idea de tratar solamente el cuerpo o solamente la mente se considera falta de realismo y carente de justificación empírica.

El objetivo de la terapia:

El estado final de la psicoterapia es la experiencia cotidiana de un estado conocido en las diferentes tradiciones como certidumbre, liberación, iluminación o gnosis. En psicología, el término que más aproximadamente describe este nivel de funcionamiento es “autorrealización”.

Ha sido tradicional (tradición quizá proveniente del monacato cristiano) suponer que las personas autorrealizadas o iluminadas son tranquilas, dulces, espirituales, materialmente pobres, asexuadas, aburridas y virtuosas, y que para el resto de nosotros ya su sola presencia es ligeramente incómoda. Pero no podemos describir las actividades de los clientes que han pasado por una terapia transpersonal en términos tan piadosos ni tan simplistas. Es tan probable encontrarlos en una feria mundial, dirigiendo una empresa corporativa, paladeando un plato de ostras o reparando un coche usado como haciendo cualquier otra cosa. El objetivo del sí mismo, desligado de las cargas y de las deficiencias de la personalidad parece ser disfrutar del mundo pero sin apegarse a él, servir al prójimo pero sin convertirse en una lapa

Hacia una psicología de largo alcance:

Dentro del mundo transpersonal es axiomático reconocer nuestra necesidad de introducir, estudiar, practicar y asimilar los sistemas de psicología más antiguos y más ampliamente desarrollados. Históricamente, la psicología se ha ocupado de ayudar a los individuos a responder a las cuestiones básicas de su existencia:

¿Quién soy?
¿Por qué estoy aquí?
¿Adónde voy?

La psicología transpersonal combina los aportes de las psicologías individualistas de Occidente con los de las psicologías espiritualistas de Oriente y Medio Oriente. Comprender que nuestra propia formación ha sido limitada y que las ideas occidentales no son el centro del universo psicológico es, al principio, inquietante. Pero la sensación pasa cuando uno se da cuenta de que la asombrosa cantidad de trabajo ya realizado, para completarse cabalmente, espera la comprobación con el instrumental científico y experimental de la psicología occidental.

James Fadiman


Traducido y extractado por Julián Alvarez de
J. Fadiman.- Personality and Personal Growth

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