martes, 9 de febrero de 2010

LA SABIDURIA OCULTA

TEXTO ORIGINAL: ALCIONE

Los filósofos occidentales suponen, con demasiada frecuencia, que el adiestramiento y el análisis intelectual constituyen el camino real más seguro hacia la comprensión. Sin embargo, los filósofos transpersonales – especialmente los filósofos de las tradiciones orientales del vedanta, el samkhya, el budismo y el taoísmo - piensan de manera muy diferente y subrayan el hecho de que, si bien el adiestramiento intelectual resulta necesario, no basta, sin embargo, para procurarnos una comprensión verdaderamente profunda. En su opinión, la mente debe emprender algún tipo de disciplina yóguica o contemplativa que perfeccione nuestro comportamiento, nuestras emociones, nuestra motivación y nuestra atención.

Las tradiciones dicen que el objetivo de este entrenamiento es el de abrir el “ojo de la contemplación” mediante la inducción de estados específicos de consciencia que nos proporcionan la “agudeza, la rapidez y la sutileza cognitiva” necesarias para lograr una visión penetrante en la naturaleza de la mente y de la realidad. Estas intuiciones constituyen colectivamente la sabiduría trascendental conocida con nombres tan diversos como prajna (budismo), jnana (hinduismo), ma’rifah (Islam), o gnosis (cristianismo). La sabiduría, pues, es el objetivo de la práctica contemplativa que, según se dice, puede liberar de la ilusión y del sufrimiento a quienes se esfuercen por alcanzarla.

La sabiduría es una intuición directa y no conceptual que está más allá de todas las palabras, conceptos y dualidades. De ahí que se afirme que la sabiduría es transverbal, transracional y no dual. Según los Upanishads: “Esta comprensión no puede aprehenderse por medio del razonamiento” y, según el tercer Patriarca del zen, “buscar la Mente con la mente (lógica y discriminativa) es el mayor de todos los dislates”, un error porque, en palabras del gran filósofo hindú Radhakrishnan: “La verdad trasciende, engloba e impregna todas nuestras miserables categorías”.

Sin embargo, aunque el análisis intelectual resulte insuficiente para alcanzar o comprender esta sabiduría, de ella, en cambio, pueden derivarse ideas, filosofías y psicologías. Es más, casi me atrevería a afirmar que ése es precisamente el origen de la filosofía perenne y de las grandes filosofías transpersonales del planeta. No obstante, a menos que la sabiduría sea experimentada directamente por las generaciones venideras, las tradiciones tienden a esclerotizarse y terminan convirtiéndose en meros dogmas.





Así pues, los contemplativos comienzan entrenando el ojo de la contemplación para desarrollar capacidades y estados de consciencia específicos; luego investigan, describen y teorizan desde el punto de vista del estado contemplativo y del estado ordinario de consciencia. Ello supone que las filosofías y las psicologías transpersonales son sistemas multiestado, lo cual quiere decir que determinados conocimientos sólo resultan accesibles para quienes han adiestrado convenientemente el ojo de la contemplación. El hecho es que sus intuiciones “no pueden ser juzgadas desde el ojo chato de quien sólo ha aprendido de los libros”.

Por ejemplo, la idea de que nuestra sensación de identidad – a la que normalmente atribuimos estabilidad y consistencia - es, en realidad, una construcción renovada instante tras instante a partir del flujo incesante de pensamientos, imágenes y sensaciones, puede resultar un concepto muy atractivo. Pero sólo cuando lo experimentamos directamente a través de la meditación puede terminar convirtiéndose en un hecho incuestionablemente claro que nos lleva más allá del egocentrismo y transforma radicalmente toda nuestra vida.

Según Aldous Huxley: “El conocimiento es una función del ser” y, por tanto, sin el adecuado adiestramiento contemplativo, nuestro ser se halla poco preparado para acceder a este tipo de visión. Como dice el economista budista E. F. Schumacher:

“Si carecemos del órgano o del instrumento adecuado, o si ignoramos cómo utilizarlo, estaremos mal preparados para asimilar ese aspecto o faceta particular del mundo y, por consiguiente, ese dominio será algo que para nosotros ni siquiera existirá.”

Si es cierto que sin llegar a abrir el ojo de la contemplación estamos incapacitados para acceder plenamente a las profundidades de las filosofías y las psicologías transpersonales, cabe plantear entonces cuáles son los aspectos que nos resultan de más difícil acceso y cuáles las reacciones más frecuentes que suscita nuestra truncada relación con ellas. Una reacción muy frecuente consiste en desdeñar las tradiciones espirituales como si se tratara de meras insensateces, en cuyo caso perderemos el contacto con toda su sabiduría.

En otros casos, la pérdida puede resultar menos evidente como, por ejemplo, cuando nos aproximamos a las disciplinas transpersonales sin el adecuado adiestramiento contemplativo. En tal caso, tendemos a ignorar los estados específicos más sutiles y más profundos y, lo que es todavía mucho más importante todavía, ni siquiera nos damos cuenta de que los estamos ignorando.

En realidad, esto ocurre porque perdemos los “grados de significación” más elevados. Existe un ejemplo clásico que ilustra perfectamente las reacciones y grados de significación que puede suscitar un mismo objeto. Consideremos, por ejemplo, que un mismo objeto puede ser visto como una singular forma blanca y negra por un animal; un indígena puede verlo como algo rectangular y flexible que presenta una serie de extrañas marcas: un niño occidental puede pensar sencillamente que se trata de un libro; un adulto puede considerar que es un tipo particular de libro que hace afirmaciones incomprensibles – e, incluso, ridículas - sobre la realidad; y sólo un físico, por último, puede apreciar que se trata de un texto muy elaborado sobre física cuántica.

Es importante comprender que las afirmaciones de todos estos observadores son parcialmente ciertas pero también que todos ellos, a excepción del físico, ignoran que el objeto tiene una utilidad y un significado mucho mayor del que pueden reconocer. Y, lo que es todavía más importante, que para el adulto que nada sabe de física el libro le parecerá algo incomprensible y hasta ridículo.

Este ejemplo demuestra con suma claridad que, cuando no podemos comprender los grados superiores de significado, podemos concluir frívolamente que hemos comprendido algo cuyo verdadero significado, en realidad, se nos ha escapado por completo. Como señala Schumacher:

“Los hechos no llevan etiquetas que nos indiquen el nivel en el que hay que considerarlos. Sin embargo, la elección de un nivel inadecuado no aboca automáticamente a un error fáctico ni a una contradicción lógica. Todos los niveles de significado superiores al nivel adecuado, es decir, superiores al nivel de significado del objeto, resultan igualmente adecuados, igualmente lógicos, igualmente fácticos e igualmente objetivos… pero no son igualmente reales. Cuando el nivel del conocedor no se adecua al nivel (o al grado de significado) del objeto de conocimiento, el resultado no es un error fáctico sino algo mucho más importante: una visión inadecuada y empobrecida de la realidad.”

Este punto suscita otra cuestión importante: ¿Qué grados superiores de significado, qué sentido y qué mensaje profundo – que nosotros estamos ignorando - nos transmite el mundo? Según se dice, para el sabio las hojas de los árboles son como las páginas de un libro sagrado y están repletas de un sentido trascendente. No vemos las cosas como son sino como somos nosotros. El adiestramiento contemplativo, pues, transforma nuestra manera de ser y nos abre a la sabiduría oculta y a los grados más elevados de significado de las tradiciones transpersonales, del mundo y de nosotros mismos.

Roger Walsh


Traducido y extractado por Julián Alvarez de
R. Walsh.- Paths beyond ego : the transpersonal vision

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