En la energía que llamamos jashmal el lugar ocupado por la letra shin, tridente de fuego, señala el proceso mediante el cual la vida es llevada a su grado máximo de purificación. Pero también habla, esa energía, y se proyecta en la esfera de lo humano, a través de la parábola o mashal. Cuando, tal y como señalan el Libro de la claridad y más tarde el Libro del esplendor o Zohar, el discípulo “baja” en el carro, desciende a las profundidades del mismo, lo hace para tocar el fondo desde el cual, más tarde, lo adámico se convertirá en íshico, lo humano rozará lo angélico. Revelándose así el contenido del secreto cromático que encierran los dos mantos de Jesús de Nazaret, el rojo y el blanco, los cuales aluden a la carne y a la luz respectivamente.
Secreto respecto del cual San Pablo esbozó la teoría de los dos Adanes que sostiene que: “Fue hecho el primer hombre Adán ánima viviente; el postrer Adán en espíritu vivificante… El primer hombre es de tierra, terreno; el segundo hombre, que es el Señor, es de cielo… Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial.” 1 Corintios 15:40.
Cuando el Adam-adom, el hombre hecho con la arcilla roja de la tierra, “blanquea” su naturaleza apelando a la mediación activa del crisol de su corazón, por obra del fuego de conocimiento lo rojo se transformará en blanco, laban. Entonces, en cada regreso de la sangre al corazón, de dam a leb, el infinito externo y el infinito externo (las dos alef a a que figuran en adam e ish) se igualan, y en esa igualdad se armonizan. Basta con que la mano, yod mueva el nombre o shem apropiado para que tal milagro se produzca.
Ish, Ser humano celestial, angélico
2º wya
1º ,ra
Adam, Ser humano terrenal

Los hábitos tradicionales de Jesús –rojo y blanco- a la luz de la Kábala.
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