PARA los kabalistas de toda época y lugar existen dos grandes misterios a resolver o temas sobre los cuales es preciso meditar largamente: el maasé bereshit que concierne al Génesis y del cual, en cierto modo, da cuenta la letra previa o reish; y el maasé mercaba que se refiere a la visión del Carro de Ezequiel (1:4). En este último la clave central radica en la expresión jashmal, que en hebreo moderno significa electricidad y que, de acuerdo con los estudiosos bíblicos, constituye la energía que mueve al vehÍculo entrevisto por el profeta. De hecho, la electricidad que transmite luz y energía a nuestras casas no es esencialmente diferente de aquella que palpita en nuestro cerebro pulsando una y otra vez los electrones de la bomba de sodio-potasio que alimenta nuestras neuronas. Según escribe Aryeh Kaplan en su comentario al Libro de la formación o yetzirá, el o la “jashmal es la superficie de contacto entre lo físico y lo espiritual”. Se cuenta que, tras visualizar el carro, Ezequiel puedo percibir los animales simbólicos del Tetramorfos –águila, león, buey y ángel- y así ingresar en el trance extático que lo condujo al ámbito de la profecía.
En la energía que llamamos jashmal el lugar ocupado por la letra shin, tridente de fuego, señala el proceso mediante el cual la vida es llevada a su grado máximo de purificación. Pero también habla, esa energía, y se proyecta en la esfera de lo humano, a través de la parábola o mashal. Cuando, tal y como señalan el Libro de la claridad y más tarde el Libro del esplendor o Zohar, el discípulo “baja” en el carro, desciende a las profundidades del mismo, lo hace para tocar el fondo desde el cual, más tarde, lo adámico se convertirá en íshico, lo humano rozará lo angélico. Revelándose así el contenido del secreto cromático que encierran los dos mantos de Jesús de Nazaret, el rojo y el blanco, los cuales aluden a la carne y a la luz respectivamente.
Secreto respecto del cual San Pablo esbozó la teoría de los dos Adanes que sostiene que: “Fue hecho el primer hombre Adán ánima viviente; el postrer Adán en espíritu vivificante… El primer hombre es de tierra, terreno; el segundo hombre, que es el Señor, es de cielo… Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial.” 1 Corintios 15:40.
Cuando el Adam-adom, el hombre hecho con la arcilla roja de la tierra, “blanquea” su naturaleza apelando a la mediación activa del crisol de su corazón, por obra del fuego de conocimiento lo rojo se transformará en blanco, laban. Entonces, en cada regreso de la sangre al corazón, de dam a leb, el infinito externo y el infinito externo (las dos alef a a que figuran en adam e ish) se igualan, y en esa igualdad se armonizan. Basta con que la mano, yod mueva el nombre o shem apropiado para que tal milagro se produzca.
Ish, Ser humano celestial, angélico
2º wya
1º ,ra
Adam, Ser humano terrenal
Los hábitos tradicionales de Jesús –rojo y blanco- a la luz de la Kábala.
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