miércoles, 4 de noviembre de 2009

El nacimiento del alma y la iniciación. Mario Satz

Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres
Juan 8:32

Considerando la primera parte de cualquier vida humana que debe adaptarse a su entorno, y si lo logra más o menos bien, constatamos que su éxito se debe al principio de mímesis: una gradual y costosa adaptación a las leyes externas en cuyo seno nace y para lo cual debe aprender fingimientos y abstenciones, síes y noes. La obediencia a la autoridad, primero familiar y luego social, así lo exige. En ello no hay, empero, tanta verdad como simulación, criterio de independencia como sometimiento. Platón escribe Las leyes para todos, pero El banquete para cada uno. De modo parecido, Jesús pronuncia El sermón de la montaña para la comunidad pero reserva la parte más profunda de su enseñanza, como la que encierra la cita arriba transcrita, para bien pocos.

La verdad es que nacemos solos y morimos, por lo general, de uno en uno. También de esa manera se accede a la sabiduría que nos hace libres, individuo por individuo. De nuestro nacimiento biológico no somos responsables, pero del anímico-y hasta cierto punto-sí. En el primer nacimiento importa más la procedencia que la proyección hacia el mañana; en el segundo, menos el ayer que el camino que trazamos en las rutas del futuro. En el primero casi no hay participación de la voluntad: es automático de parte de la madre y natural la emergencia de la criatura; en el segundo nacimiento, en cambio, la voluntad lo es todo y la decisión de acceder a lo sobrenatural definitiva. Cuando Jesús habla de la verdad comparándola a la libertad parece tener en cuenta que si en el primer nacimiento pasamos del agua al aire, en el segundo es preciso ir del aire al fuego. Constancia de ello deja el pasaje de Juan 3:3 : ´´De cierto , de cierto te digo que el no naciere de nuevo ( renatus fuerit , explicita el texto latino )no puede ver el reino de Dios´´. Y prosigue luego: ´´Lo que es nacido de la carne, carne es; pero lo que es nacido del Espíritu espíritu es. No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo.´´

Circunstancias tan arquetípicas, que no sólo se mencionan en los Evangelios, han dado lugar, aquí y allá, a los ritos de paso o las iniciaciones rituales de las distintas culturas mediante las cuales se tienden y construyen puentes entre una edad y otra. A grandes rasgos se distinguen tres grandes categorías o tipos de iniciación en la historia de las religiones: la primera corresponde a los rituales colectivos por los que se efectúa el paso de la infancia a la adolescencia, o de ésta a la edad adulta. Ritual obligatorio para todos los miembros de la sociedad en cuestión. Esas ceremonias-la comunión católica, el bar mitzvá hebreo o la circuncisión musulmana-suelen llevar el apelativo de ritos de pubertad y presuponen cambios a nivel hormonal, como por ejemplo el despertar incipiente del chakra vishuda paralelo al que se da en el centro sexual, es decir que-y por lo menos en el hombre-, el desarrollo de su genitalidad se corresponde también con un cambio de voz.

Las demás iniciaciones se distinguen de las de la pubertad por no ser obligatorias para todos los miembros de la sociedad y porque la mayor parte de ellas se lleva a cabo individualmente o en pequeños grupos. Por regla general, este tipo de iniciaciones marcan la ´´entrada´´ en alguna sociedad secreta u organización religiosa, orden o monasterio. La tercera categoría de iniciación, empero-y, otra vez, que Jesús relaciona implícitamente con la libertad a la que nos permite acceder la verdad-, está determinada por la vocación mística. Es el camino del shamán, del sanador psíquico, del hechicero de la tribu. En esta categoría interesa, sobre todo, la experiencia personal. El medicine-man es, por lo general, ´´un enfermo que se cura´´ y a partir de allí decide ayudar a los demás. En los dos primeros casos no puede soslayarse la regla, pero en el tercero cada individuo llamado a un destino más elevado sigue las suyas.

En la mayor parte de las tribus australianas-cuenta Mircea Eliade(1) en su famoso libro sobre el shamanismo-la separación de las madres se lleva a cabo mediante la contemplación fija del fuego (elemento sin duda masculino), a través de una ceremonia que recibe el nombre de ´´tostado´´, y que permite al que va a ser iniciado el pasar de un estado de ignorancia a otro de conocimiento. Entre los kabalistas hebreos se da ese tránsito cuando, en un momento dado, estudios y experiencia mediante, se produce la iluminación o ha-braká ( hqrbh ), en medio de la cual se percibe el relámpago o barak ( qrb ) que conmueve el aliento representado, en este caso, por la doble hei ( h h ). Por el mismo motivo, e igualmente en Australia, las iniciaciones van acompañadas de ruidos de tormentas, ulular de vientos y e imitación de truenos. Aparato metereológico que, durante unos momentos al menos, desordena las relaciones entre el cielo y la tierra, con el fin de que el neófito pueda, más tarde, reorganizarlas por cuenta propia.

Otras tribus y gentes sostienen que la iniciación debe haberse mirando fijamente al cielo( los tibetanos), o bien al fuego hasta perder la cabeza. Horas después, o incluso días más tarde, el iniciado recuperará una nueva. Tal cambio de cabeza representa, sin duda, de modo simbólico, el acceso a una nueva mentalidad y cosmovisión. Curiosamente entre muchas culturas la iniciación del adulto supone, al mismo tiempo, también una subincisión paralela a la circuncisión , pues se trata de recobrar el estado bisexual o andrógino de los orígenes, hasta alcanzar, figuradamente, una suerte de conciencia indivisa que el budismo tradicional-que no escapa ni a la fenomenología del relámpago ni a la de la iluminación psíquica-, denomina no dualidad. En todo caso el quid de la iniciación es hacer de dos, o de lo múltiple, uno.

Existe, empero, una tradicional diferencia a destacar entre la iniciación femenina y la masculina: las mujeres son iniciadas individualmente porque para ellas la menstruación es signo de una nueva vida, y puesto que no todas menstruan a la vez, se van agrupando generacionalmente y, bajo la tutela de una mujer mayor, se adentran en los misterios de su nuevo estadio. Al mismo tiempo, los hombres tienen prohibido mirar o saber lo que ocurre en el mundo femenino y viceversa. Además, así como en el universo iniciático de los hombres de lo que se trata es de los bienes culturales, el de las mujeres concierne casi en exclusiva a los bienes naturales.

Dado que la iniciación es equiparable a un ´´segundo nacimiento´´, en la India se los llama, a los neófitos que están a punto de acceder a una ´´verdad liberadora´´, dui-ja o dvigas: aquél que ha nacido dos( dui o dvi ) veces. Es posible, también, que la raíz de esa palabra se remonte al concepto sánscrito de divya, que significa celestial, en cuyo caso la universalidad de tal experiencia psicológica se reflejaría también en la teoría paulina de los dos Adanes tal y como figura en 1 Corintios 45: ´´Fue hecho el primer hombre Adam en ánima viviente; el postrer Adam en espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es lo primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de tierra, el segundo. . . del cielo´´.

Entre algunos pueblos la iniciación consiste en subir a un árbol llamado ´´el árbol del mundo´´, o peregrinar hacia una fuente o ciudad mágica; o bien concentrarse, durante años, en un mismo punto hasta adquirir suficiente poder mental como para navegar sutilmente por el espacio y el tiempo. En cualquier caso, toda iniciación supone una muerte a la condición previa, al estadio anterior. Muerte que muchas veces viene precedida por un cambio de relaciones humanas, una mudanza o un accidente así como por una enfermedad grave. La India llama, además, al estadio previo a la iniciación, apakva, verde, crudo, en tanto que el momento de madurez lleva el nombre de pakva. Entre los kabalistas judeocristianos ese ´´árbol del mundo´´sería el Arbol de la Vida o Sefirótico.

Por último, así como el alma suele nacer en las fronteras de lo corporal, cuando lo somático ha colmado sus límites, de igual modo el espíritu nace cuando el alma llega a la conciencia de su propia finitud.. Tres son también los nutrientes de cada uno de estos niveles de estructuración personal: el cuerpo se alimenta de sólidos, el alma de palabras y el espíritu de música y silencio. Rezos, meditación y plegarias. Porque Dios-decía la Madre Teresa de Calcuta-´´Dios escucha en silencio.´´

Mario Satz

(1) Mircea Eliade: El shamanismo , Fondo de Cultura, México, 1978.


Seminario de M. Satz: La Iluminación: de lo natural a lo sobrenatural

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